ECONOMIA
Empleada doméstica: cuándo se paga el aguinaldo y cómo se calcula la plata que corresponde
Cada medio aguinaldo corresponde al 50% de la mayor remuneración mensual percibida por la trabajadora dentro de cada uno de los semestres.
18/06/2025 – 20:05hs
Para las empleadas domésticas, como para todos aquellos en relación de dependencia, el Sueldo Anual Complementario (SAC) más conocido por todos como aguinaldo, es el 13° sueldo que te corresponde cobrar en un año de trabajo.
Cada medio aguinaldo corresponde al 50% de la mayor remuneración mensual percibida por la trabajadora dentro de cada uno de los semestres.
Cuando se aproxima la fecha de cobro, surge la duda de cuándo es exactamente el momento del mes en que se abona.
Empleada doméstica: cuándo se abona el aguinaldo de junio 2025
La liquidación del aguinaldo de junio 2025 para una empleada doméstica se efectúa durante la segunda mitad del mes. La normativa establece que la fecha tope para el pago es el 30 de junio. Esta es la principal referencia que empleadores y empleados deben considerar para la acreditación de la primera cuota del SAC.
En realidad, la legislación contempla una flexibilidad para los empleadores. Existe un período de gracia de cuatro días hábiles posteriores a la fecha límite. Esto significa que, en el calendario de este año, algunos trabajadores registrados podrían percibir su aguinaldo hasta el viernes 4 de julio.
En este caso se incluye a quienes se desempeñan en tareas generales, cuidado de personas, caseros, y otras categorías del trabajo en casas particulares, en todas las modalidades.
Empleada doméstica: cómo se calcula cuánto cobra
Para el cálculo se considera la mitad de la mejor remuneración en todo concepto del semestre. Así, este «medio aguinaldo» corresponde al 50% de la mayor remuneración mensual que cobraste en cada uno de los semestres.
Si durante el semestre el trabajador o la trabajadora no trabajó todos los meses (ya sea porque empezó a trabajar recientemente o porque se extinguió el contrato) hay que pagarle el proporcional a los meses trabajados.
Por lo tanto, para calcular el aguinaldo hay que tener en cuenta los siguientes ítems:
- Identificar el mayor salario bruto mensual recibido entre enero y junio.
- Calcular el 50% de esa remuneración.
- Si se trabajó menos de seis meses, dividir el monto por seis y multiplicarlo por los meses trabajados
Este monto incluye no solo el sueldo básico, sino también todos los adicionales que hayan sido abonados ese mes, como horas extras, plus por antigüedad o zona desfavorable.
¿Qué hacer si no te pagan el aguinaldo?
El pago del aguinaldo es obligatorio, esté o no registrada la relación laboral. Si no se cumple con esta obligación, la trabajadora puede reclamar formalmente ante el Ministerio de Trabajo, o iniciar una acción judicial si corresponde.
Desde organizaciones de trabajadoras del sector y sindicatos se recomienda llevar registro de los pagos, conservar los comprobantes y, ante cualquier duda, solicitar asesoramiento.
Qué conceptos se incluyen en el aguinaldo
En el cálculo del aguinaldo deben figurar los siguientes ítems:
- Salario básico
- Comisiones
- Viáticos sin comprobante
- Remuneraciones en especie: casa, habitación y comida
- Bonificaciones adicionales
- Propinas habituales y no prohibidas.
- Bonus o bonos por objetivos cumplidos
- Salarios por enfermedad accidente profesional
- Horas extra
- Vacaciones y plus vacacional
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ECONOMIA
Por qué una posible deflación puede ser un problema para la economía y el plan de Milei
Desde que inició el año, exceptuando febrero y marzo, el Índice de Precios al Consumidor (IPC), viene bajando contundentemente. De acuerdo al INDEC, en enero marcó un 2,2%; en febrero subió a 2,4%; en marzo se disparó a 3,7%; en abril retomó la baja yendo al 2,8%; y, finalmente, en mayo marcó un 1,5%, la inflación mensual más baja en los últimos 5 años.
Así, una de las mayores preocupaciones de los argentinos comenzó a ceder, y esos «demonios de la inflación», tal como los calificó el expresidente Alberto Fernández, pareciera estar dando señales de agotamiento. Pero, lejos de celebrar, el gobierno de Javier Milei empezó a mirar con cautela un escenario que, aunque aún parece impensado para el país, podría volverse una complicación: la deflación. La caída sostenida de los precios, que en mayo ya se vio en los mayoristas con un -0,3%, está generando debates en la Casa Rosada. ¿Por qué algo que suena como un alivio para el bolsillo puede ser un problema?
Por qué una posible deflación puede suponer un problema para la economía argentina
Primero, no hay que reducir las consecuencias de la deflación a, únicamente, una inflación inexistente, sino también a una posible caída del consumo, endeudamiento y otras dificultades económicas muy perjudiciales para el país. Una de las calamidades podría desatarse si la deflación se vuelve una constante, donde los consumidores no se verán incentivados a adquirir más que lo indispensable, no comprarán casas, autos o artefactos costosos porque considerarán que continuará bajando. En consecuencia, esta actitud podría desencadenar infortunios tales como la caída del consumo, sobreabastecimiento, cierre de fábricas, y despidos masivos, entre otros.
Otro problema es el peso de las deudas. Con deflación, el valor real de lo que se debe crece, porque los ingresos de empresas y familias caen en términos nominales, pero las cuotas no. Se cancelarían paritarias y aumentos, y se comenzaría a cuidar más el salario, lo que podría complicar a un sector privado que ya está ajustado y a un gobierno que busca mantener el equilibrio fiscal.
Tal es así que, el propio Milei dejó entrever esta preocupación en mayo del año pasado donde dijo que «ya hubo semanas de deflación en alimentos» y que «los salarios vienen creciendo más que la inflación», pero en febrero de 2025, en una entrevista televisiva, soltó que «el país está en deflación hace meses» y que «la inflación tiene fecha de defunción a mitad del año que viene». Estos comentarios, aunque destacan el control de los precios, reflejan también una cautela: la deflación debe ser manejada con precisión para no descarrilar la economía.
Por su parte, el ministro de Economía, Luis Caputo, ponderó en diciembre de 2024 que la inflación del 2,4% era la más baja en cuatro años y que el objetivo es bajar el crawling peg del 2% al 1% para sostener la estabilidad cambiaria. Sin nombrar directamente la deflación como un riesgo, «Toto» dejó claro que se está estudiando cómo evitar que la baja de precios se salga de control, se convierta en un problema y frene la recuperación económica, que, según él, crece al 6% anual.
Pero, ¿realmente es posible que el país caiga en una deflación generalizada? Los datos del INDEC muestran que la deflación se limita a sectores como los mayoristas, pero el IPC general, aunque mayormente a la baja, sigue en terreno positivo. Aunque, si la tendencia continúa, podría verse una caída del consumo, menos inversión empresarial y un freno en el crecimiento, justo en el año donde la administración libertaria más se jacta de sus triunfos. En otras palabras, el gobierno analiza minuciosamente que la inflación permanezca a la baja, resguardando el poder adquisitivo y el valor de la moneda, pero no pareciera querer arriesgarse ante los contras que podría generar una deflación en el IPC.
Un ejemplo histórico
En 1990 y a principios de la década de los 2000, Japón experimentó fuertes problemáticas económicas en un período conocido como «década pérdida», aunque en realidad se extendió por más de una década. Puntualmente, por el final de los ’80 este país vivió una burbuja económica impulsada por un auge en los mercados inmobiliarios y bursátil. Pero, cuando esta burbuja estalló a principio de la otra década, la situación económica entró en una fase de estancamiento, marcado por una deflación persistente.
Allí, el Índice de Precios al Consumidor comenzó a registrar caídas sostenidas a partir de 1998, con tasas de deflación que oscilaron entre -0,5% y -2% anual en varios años. Lo que inició como una caída positiva y que favorecía a los consumidores, se volvió en una caída de los precios de las acciones y propiedades, generando que muchas empresas y bancos tomaran deudas o se dieran a la quiebra.
Mientras esto ocurría, el Banco de Japón no reaccionaba acorde a esta nueva realidad y mantuvo tasas de interés relativamente altas, lo que agravó la contracción del crédito. Incluso, con tasas cercanas a cero. Además de esto, los consumidores japoneses se amoldaron a que los precios continuarían bajando, lo que desincentivó brutalmente el consumo y la toma de créditos. Porque, ¿por qué adquirir un producto hoy que mañana podría estar más accesible?
Con ese espíritu, las compras de electrodomésticos, automóviles o viviendas quedaron relegadas, lo cual generó que el consumo privado creciera apenas un 0,7% anual, entre 1992 y 2002, según el Banco Mundial. En una línea similar, el PBI de Japón también se vio afectado, logrando crecer a una tasa promedio de menos del 1% anual; durante la década de 1990, contrastando negativamente con el 4-5% anual de los decenios previos.
Empeorando la situación, la deflación también incrementó el valor de las deudas reales, ya que los ingresos nominales de las empresas y los trabajadores disminuían, pero las obligaciones financieras seguían constantes o aumentaban en términos reales. Afectando así a las empresas que ya estaban endeudadas con grandes sumas, como el sector bancario, y presionándolos a enfrentarse a una toma de préstamos que serían incobrables, acto que se denominaría «préstamos zombies».
En conjunto y a largo plazo, la deflación no solo afectó la década de los ’90, sino que tuvo efectos adversos prolongados durante los siguientes años que las administraciones de turno, tal como ocurrió en 2010, debieron tratar aplicando medidas como «Abenomics» que consistía en: inyectar grandes sumas de dinero en la economía para combatir la deflación y estimular el crecimiento; y aumentar los gastos gubernamentales, como programas sociales y asistencia.
Con estos antecedentes es evidente porqué al gobierno de Milei le preocupa que el país pueda llegar a experimentar la deflación, sobre todo si no está gestionada cuidadosamente y en contextos de fragilidad financiera.
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ECONOMIA
La fórmula con la que Venezuela bajó sus altísimos niveles de inflación y que Milei también quiere aplicar
Hace unos años, Venezuela colmaba los titulares internacionales por sus dramáticos índices de inflación, manifestaciones violentas en las calles que terminaban con represión y miles de ciudadanos que emigraban ante la imposibilidad de tan siquiera comprar alimentos. Uno de sus picos más críticos fue en 2018, cuando el Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF) anunció una hiperinflación que ascendió a 1.698.488%, lo que generaba que los ciudadanos debieran salir a hacer sus compras más simples con carretillas repletas de bolívares.
Las imágenes de billetes apilados, siendo utilizados para manualidades artísticas o simplemente tirados en las calles, eran postales de cada día. Así como también la emigración masiva, donde más de 7,7 millones de venezolanos, según la ONU, huyeron a países vecinos en busca de estabilidad económica. Pero, el panorama cambió radicalmente en 2024 cuando, sorpresivamente, logró estabilizar su situación, con una inflación acumulada 48%, «la más baja en más de una década», destacó Nicolás Maduro en enero de este año.
La caída de la inflación en Venezuela, la más baja en 12 años
La evolución de la inflación según el OVF, desde el 2018 -el pico más alto- hasta el 2024 fue así: en 2018 marcó un 1.698.488%, casi 1700%; en 2019 bajo a 7.374,4%; en 2020 se redujo a 2.959%; y en 2021, cuando el país salió de la hiperinflación, se situó en 686%. A partir del 2022 fue bajando rápidamente, tocando el 305,7%; en 2023 a 193%; y en 2024 cerró el año con 48% (según los datos gubernamentales), pero el Observatorio aseguró que en realidad cerró en 85%. Aún así, sigue siendo la más baja en 12 años.
Pero, ¿cómo lo logró? La respuesta es la dolarización endógena y un giro de 180° en las políticas económicas, un modelo que, irónicamente, coincide con las medidas que quiere aplicar el presidente Javier Milei, pese a su rechazo hacia Maduro y las claras diferencias ideológicas.
Intervención estatal
En 2018, el panorama venezolano era desolador. La hiperinflación hacía que los precios se duplicaran cada pocos días, y el bolívar había perdido prácticamente todo su valor. Las políticas de control de precios, como la Ley Orgánica de Precios Justos implementado sugerida personalemente por Maduro, con la que buscaba fijar los costos de productos de la canasta básica, pero terminaron generando escasez y un mercado negro donde los bienes se vendían a precios imposibles.
Estas medidas, que implicaban una intervención directa del Estado para contener de manera artificial los precios, no lograron contener la inflación, sino que empeoraron la situación. Casualmente, un programa similar, también llamado «Precios Justos», fue adoptado en nuestro país por el exministro de Economía y excandidato a presidente de Unión por la Patria, Sergio Massa en 2022. Y también de igual forma, en lugar de estabilizar y garantizar que se puedan seguir adquiriendo productos baratos, la inflación argentina se disparó al 211,4% en 2023, confirmando el fracaso de este tipo políticas intervencionistas en ambos países.
Respondiendo a la premisa, el punto de inflexión en el país comandado por Maduro llegó a partir de 2019, cuando su gobierno relajó los controles estatales que asfixiaban al sector privado y que provocaban el desabastecimiento, y también cesó las expropiaciones masivas. Además, abandonó el rígido control cambiario, permitió la circulación de divisas extranjeras y redujo las restricciones de precios. Esto dio paso a la dolarización endógena, un proceso espontáneo donde los ciudadanos y comerciantes comenzaron a usar el dólar como moneda de facto, sin un marco legal formal dictado por el Ejecutivo.
De acuerdo a la consultora venezolana Ecoanalítica, en 2021, casi el 70% de las transacciones comerciales se realizaban en dólares, incluyendo la compra de los productos de la canasta básica, indumentaria, y pago de servicios, entre otros. Este cambio permitió estabilizar los precios, ya que el dólar, a diferencia del bolívar, no estaba sujeto a la devaluación constante, y logró hacer salir a Venezuela de la híper. Los «bodegones», tiendas de productos importados, proliferaron, y los supermercados volvieron a llenarse de bienes, aunque a precios accesibles solo para quienes tenían dólares, ya fuera por remesas o actividades informales.
Es decir, la dolarización revitalizó el comercio y los servicios, haciendo que también resurjan los conciertos, las actividades recreativas y el turismo, –pero lo más importante– devolviéndole la estabilidad a la economía. Otro condimento necesario fue, sin dudas, el alivio de las sanciones estadounidenses en 2023 que permitieron un aumento del 17,2% en la producción petrolera del 2024, incrementando los ingresos del país, que centra su actividad en un 87% en la exportación del petróleo.
Y, en Argentina, donde la inflación llegó a tocar picos históricos y la presión de la llegada de la hiperinflación era cada vez más inminente, el gobierno libertario propuso la misma fórmula: avanzar hacia una dolarización popular incentivada en su totalidad por la gente. El paralelismo es inevitable, y las consecuencias positivas de esta posible aplicación tendrían también.
Si en Venezuela logró dejar atrás el uso de carretillas de bolívares y alcanzar una inflación del 48% el año pasado, ¿por qué no funcionaría en Argentina, que está avanzando con la reducción en el uso de los fondos públicos, se eliminaron las políticas intervencionistas y todo ente gubernamental que, a consideración del Ejecutivo, no eran útiles? Sin embargo, la administración libertaria aún tiene complicaciones para llevar a cabo este plan, pese a que se otorgaron incentivos para blanquear y usar sin problemas los «dólares del colchón».
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ECONOMIA
Billeteras virtuales, bancos o brokers: la opción donde ganás más haciendo trabajar tus dólares
La fiebre por hacer rendir los dólares pisa cada vez más fuerte entre los argentinos, que hoy buscan cómo sacar el mayor jugo posible a sus ahorros sin resignar liquidez ni seguridad. Frente al avance de la bancarización digital, hoy la pelea se da entre billeteras virtuales, brokers y bancos que compiten por captar los u$s1.000 —o más— del pequeño ahorrista. ¿Dónde rinde más? ¿Y qué hay que mirar antes de decidir?
Billeteras virtuales: tasas y acceso inmediato
El ecosistema fintech explotó en los últimos años, y hoy aplicaciones como Mercado Pago, Ualá y Astropay permiten no solo almacenar dólares digitales, sino también obtener un rendimiento anual sin moverse del celular.
Ualá sorprende con un fondo común de inversión en dólares que promete una tasa de hasta 6% anual. ¿Qué significa esto? Que si un usuario deposita u$s1.000 en la plataforma, al cabo de un año podría llevarse u$s60 adicionales. La liquidez es clave: se puede rescatar en pocos clics, sin períodos de bloqueo.
Por su parte, Astropay compite fuerte en el segmento cripto, permitiendo invertir dólares digitales con una tasa del 6% anual, aunque el gran detalle está en el costo de entrada: para acceder, hay que comprar dólar digital dentro de la plataforma a una cotización que puede estar por encima del dólar MEP tradicional, hoy en torno a los $1.205 por cada billete.
En el caso de Mercado Pago, la apuesta es más conservadora: paga un 2,6% anual sobre los saldos en dólares, con la ventaja de ofrecer acceso inmediato y reputación de gigante Fintech —y próximo banco—, aunque la ganancia por u$s 1.000 en un año ronda apenas los u$s 26.
La clave en este segmento es la liquidez: la mayoría de las billeteras permite rescatar el dinero en el día y no exige grandes montos mínimos.
Sin embargo, quien busque tasas más —y mayores riesgos— altas tendrá que mirar las siguientes alternativas.
ALyCs, brokers y el «carry trade digital»
Los agentes de liquidación y compensación (ALyCs) y brokers digitales supieron leer el pulso del ahorrista argentino y hoy ofrecen productos con rendimientos que superan holgadamente a la banca tradicional y a varias billeteras.
Ejemplo: Balanz, que despliega una batería de fondos en dólares como el Money Market, con una tasa diaria de 0,02% que, anualizada, da cerca de 7,3%. Así, u$s 1.000 colocados durante un año dejarían alrededor de u$s73, siempre que el rendimiento diario se mantenga estable.
Además, la liquidez es inmediata (T0): el rescate se concreta en el acto, ideal para quienes no quieren atarse a ningún plazo fijo.
En la misma línea, IOL invertironline lanzó el FCI Dólar Ahorro Plus, con una tasa del 7% anual y rescate en 24 horas (T+1). La diferencia con las billeteras es que estos productos suelen tener exposición a instrumentos financieros del exterior y, en algunos casos, menor volatilidad.
Para quien busca una tasa top y disponibilidad casi inmediata, es un combo difícil de igualar.
Otra opción a destacar es Cocos Capital, que hoy promociona dos alternativas: «Dólares Plus», con una tasa del 8% anual, y «Dólares Ahorro», que ronda el 4%. En ambos casos, u$s 1.000 podrían convertirse en u$s 80 o u$s 40 respectivamente, aunque habrá que analizar si se trata de productos administrados en el país o a través de custodios internacionales, lo que puede implicar otras reglas de juego y riesgos distintos.
En el mundo cripto, LB Finanzas ofrece una tasa de 3,7% anual en dólares digitales (USDT), pero el acceso requiere comprar dólar cripto, lo que implica pagar un precio más elevado por cada billete y aceptar la volatilidad de ese segmento.
Los bancos no la quieren dejar pasar
La banca tradicional finalmente reaccionó a la competencia de las fintech y brokers, y volvió a subir las tasas de los plazos fijos en dólares a niveles no vistos desde la convertibilidad. Hoy es posible conseguir rendimientos de entre 3,25% y 5,5% anual, según la entidad.
El caso más atractivo lo encabeza Supervielle, que paga 5,5% anual a 12 meses: invertir u$s 1.000 deja un interés de u$s 55 al año, siempre que se dejen quietos los dólares durante todo ese tiempo. Lo siguen Banco Macro (5,15%), Banco Nación (5% en su versión digital), BBVA y Comafi (ambos con 4,5%), mientras que Galicia y ICBC ofrecen 3,75% y 3,25% respectivamente.
La gran desventaja del plazo fijo bancario es la falta de liquidez: una vez constituido, no se puede cancelar antes del vencimiento. Además, la operatoria exige contar con dólares billete ya acreditados en la cuenta, y las condiciones pueden variar según la entidad.
Para quien prioriza seguridad y está dispuesto a dejar el capital inmovilizado 12 meses, la banca vuelve a ser competitiva, aunque pierde frente a los brokers en flexibilidad y tasa.
Más allá de esto, el banco digital, Brubank también se suma a la pelea con una propuesta diferente: el fondo común de inversión SBS LATAM Dólar, que permite invertir directamente en dólares con un rendimiento anual estimado en torno al 2%. ¿Qué significa esto? Que un usuario que deposita u$s1.000 podría obtener una ganancia de unos u$s 20 en un año, con la ventaja de rescate simple y sin la obligación de inmovilizar el dinero.
¿Dólar tradicional, digital o cripto?
La pelea por el dólar digital tiene reglas claras: las billeteras ofrecen agilidad y bajo monto de entrada, pero con tasas más bajas. Los brokers y ALyCs lideran en rentabilidad y liquidez, aunque suelen requerir mayor conocimiento financiero y monitoreo de riesgos. El banco, por su parte, recuperó atractivo en tasa, pero mantiene el «candado» de la inmovilidad y suma el riesgo local propio de Argentina.
En el mundo cripto, la tasa puede ser interesante, pero el «precio de entrada» suele ser más caro y depende de la cotización de este mismo dólar, siempre por encima del MEP o del billete. Además, el respaldo y la solvencia de cada fintech varían, lo que suma otra capa de análisis por parte del inversor.
¿Dónde conviene poner los dólares?
Si la prioridad es máximo rendimiento y disponibilidad casi total, los brokers como Balanz, IOL o Cocos hoy marcan la cancha. Para quienes quieren dormir tranquilos y no tocar el dinero durante un año, la banca tradicional recupera algo de protagonismo. Y si lo que importa es la inmediatez y el acceso fácil, las billeteras virtuales siguen siendo la puerta de entrada más ágil, aunque con una tasa algo menor.
Invertir u$s 1.000 puede dejar entre u$s 20 y u$s 80 según el producto elegido. Pero en un país donde la única constante es el cambio, el consejo sigue siendo el mismo: leer atentamente la letra chica, comparar y entender que toda promesa de rentabilidad viene siempre acompañada de su propia dosis de riesgo.
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