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ECONOMIA

Según el gurú de la City, los bonos en pesos ajustados por inflación serán buena inversión

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Los bonos en pesos ajustados por inflación parecen haber perdido el gran atractivo que tenían hace unos meses. Sin embargo, todo es cuestión de cómo se mida la inversión.

El TX26 por ejemplo es un bono que ajusta por inflación y paga una tasa del 2,0% anual. Este bono vale en el mercado $ 1.718,5, mientras que su valor técnico (que surge de su valor nominal por la actualización del índice de precios minorista) nos da un valor de $ 1.730,63, por ende el título cotiza a una paridad del 99,3%. El bono amortiza en 5 cuotas semestrales y consecutivas del 20% del capital, y paga una renta semestral del 1%, desde el 9 de noviembre de 2024 en adelante.  

¿Qué bonos en pesos ajustados por inflación todavía son rentables?

Si medimos esta inversión con la tasa interna de retorno, que surge de reinvertir los cupones que paga, esto nos da un rendimiento equivalente a inflación más 2,7% adicional.

La inflación para los próximos 12 meses, medidos entre junio del año 2024 y mayo del año 2025, sería del 70% como lo indica el Relevamiento de Expectativa de Mercado del Banco Central.

Esto nos indicaría un rendimiento para el TX26 que probablemente sería del 72,7% anual. Este rendimiento es superior a la Lecap más larga, que es la que vence el 31 de marzo del año 2025 y tiene una tasa interna de retorno del 60,37% anual.

Si consideramos que el Gobierno seguirá durante un año con una devaluación del 2,2% mensual, la devaluación en 12 meses sería del 29,8% anual. En esta comparación, claramente los bonos en pesos ajustados por inflación lucen con un mejor beneficio por delante que un plazo fijo tradicional (que rinde el 32% anual), las Lecap que rinden el 60,4% anual, y los instrumentos atados al dólar linked ya que la devaluación esperada es del 29,8% anual.

Sin una política monetaria clara, algunos bonos en pesos ajustados por inflación todavía generan rentabilidad.

Si miramos retrospectivamente, en el año 2024, los bonos en pesos ajustados por inflación como el TX26, entre el 31 de diciembre del año 2023 y el 13 de junio, subieron el 60,6% anual. En igual período, la devaluación del peso fue del 13,2% (proyectado al dólar oficial a $915 para fin de mes), y el dólar CCL subiría el 31,6% de acuerdo a nuestras proyecciones (una brecha del 40% con el dólar oficial).

En esta comparación, los TX26 fueron claramente ganadores, ya sea en pesos como en dólares. En los primeros 6 meses del año, estimamos una inflación del 81,4%, esto nos indica que el TX26 no le gano a la inflación, a pesar de ajustar por este indicador.  

Bonos: qué considerar al invertir

Los bonos en pesos ajustados por inflación deberían tener una tasa de retorno similar a los bonos en dólares, siempre y cuando supongamos que la inflación y la tasa de devaluación serán parecidas, de lo contrario deberían tener tasas diferentes de modo tal de arbitrarse de acuerdo a una regla común.

En México y Brasil, los bonos ajustados por inflación se arbitran a una tasa similar con los bonos en dólares, no parece que en Argentina ocurra lo mismo por la antojadiza política monetaria que tenemos, en donde la inflación corre a una tasa superior a la tasa de devaluación del peso, lo que da lugar a una importante inflación en dólares.

Por ejemplo, en el año 2023, la tasa de inflación fue del 211,4% anual mientras que la tasa de devaluación fue del 356,5% anual, esto dio lugar a una deflación en dólares del 31,9% anual.

Para el año 2024, la inflación se ubicaría en la línea del 147,7% anual, mientras que la tasa de devaluación sería del 29,8% anual, esto daría lugar a una inflación en dólares del 77,8% anual. En 2025, la inflación estimada sería del 46,7% anual, mientras que la tasa de devaluación sería del 29,8% anual, esto daría lugar a una inflación anual en dólares del 13,0%.

Tener en cuenta el porcentaje de devaluación, permitirá

Tener en cuenta el porcentaje de devaluación, permitirá saber si persistirá la inflación en dólares.

Las proyecciones pueden parecer fantasiosas, y difíciles de cumplir. Sin embargo, son situaciones probables, no infalibles. También podría suceder que el Gobierno implemente una política de competencia de monedas, y esto haga que en el mercado se fundan en un solo corazón en el peso y el dólar, lo que nos aproximaría a una igualdad entre los bonos en pesos ajustados por inflación y los bonos en dólares.

A los precios actuales, el bono AL29 en dólares rinde el 25,8% anual, mientras que el TX28 que vence 8 meses antes rinde inflación más 4,8% anual. Si la tasa de inflación y la tasa de devaluación se igualaran, el AL29 debería aumentar de precio para igualar la tasa del TX28, o bien el TX 28 debería bajar para encontrarse en algún punto con la tasa del bono AL29.

Sin política monetaria clara, ¿dónde conviene invertir?

Mientras no tengamos definida una política monetaria y cambiaria, nuestra impresión es que los bonos en dólares y en pesos ajustados por inflación van a ajustar teniendo en cuenta una alta inflación en dólares, que va a operar en la economía argentina.

En los últimos meses, vemos que los bonos soberanos en dólares han venido creciendo en paridad, esto implica una mayor demanda de los inversores al observar que la argentina logra superávit fiscal, y de esta forma puede honrar la deuda pública.

Los bonos en pesos ajustados por inflación en los primeros 4 meses del año operaban con precios que se ubicaban por encima de su valor técnico, descontado tasas negativas contra la inflación, esto nos indicaba que sus tasas se arbitraban contra la tasa de plazo fijo. En los meses de mayo y junio, asistimos a una fuerte baja de la tasa de plazo fijo, y los bonos dejaron de arbitrarse contra esta tasa que perdió relevancia, y comenzaron a descontar que el Banco Central implementara una política monetaria de competencia de monedas, con levantamiento del cepo y tasas positivas contra la inflación. De esta forma el precio de los bonos comenzó a ubicarse por debajo de su valor técnico, dando espacio a tasas de interés positivas.

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Cuál es la inversión que se perfila para derrotar al plazo fijo y a la inflación el resto del año

El Banco Central debería explicitar cuál será su política monetaria y cambiaria a futuro, para de esta forma correr el velo de lo que puede suceder en materia de inversiones. Por el momento, vemos que los bonos en dólares tienden a buscar paridades más altas y rendimientos más bajos, mientras que los bonos en pesos ajustados por inflación buscan paridades más bajas y rendimientos más altos. Por el momento, estos movimientos no invitan al arbitraje, ya que la inflación en dólares podría ser muy elevada, y mantener a los bonos en pesos ajustados por inflación con tasas de retornos muy inferiores a los bonos en dólares.

Comenzamos a ver aproximaciones más importantes en los bonos en pesos ajustados por inflación y en dólares de más largo plazo. Por ejemplo, el bono DICP que vence en el año 2033 y comienza a pagar amortización y renta en junio del año 2024 rinde inflación más 5,7% anual, mientras que un bono en dólares con vencimiento en el año 2035 rinde 18,0% anual.

Quedan muchas incógnitas por develar, pero es apasionante la competencia entre ambos títulos. ¿Cómo se resuelve este enigma? De una sola forma: diversificando. Habrá que tener bonos en pesos ajustados por inflación y bonos en dólares, en ambos casos cortos y largos; la mejor forma de lograr un equilibrio de lo que no sabemos puede sobrevenir en Argentina, ¿dolarización? ¿Competencia de monedas? ¿Una nueva convertibilidad? ¿Eliminación del Banco Central? Próximamente lo sabremos.

Para los tenedores de bonos en dólares, el arbitraje de bonos cortos a largos luce muy atractivo, como por ejemplo vender AL30 y comprar AL35, el bono más largo tiene menos para caer, y más para subir porcentualmente. Hay que estar cubierto para los dos lados.



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ECONOMIA

Para analistas, el campo puede no ser el culpable de las pocas reservas del Banco Central

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En Argentina cambian los gobiernos pero ciertas cosas parecen mantenerse inalteradas. Como, por ejemplo, mirar con gesto acusatorio a los productores agrícolas cada vez que se produce una turbulencia en el mercado del dólar.

Fue algo que ocurrió varias veces en las gestiones de Cristina Kirchner y también en la de Alberto Fernández. Ante la volatilidad del dólar paralelo siempre se buscaba la explicación por el lado de que los productores sojeros demoraban la liquidación y guardaban su stock en los silobolsas, especulando con una posible devaluación. Cristina intentó que vendieran «por las malas» con la amenaza de la ley de abastecimiento, mientras que Sergio Massa lo hizo «por las buenas» con la implementación de regímenes cambiarios preferentes para la exportación.

Dólares del Banco Central: ¿cómo influye el campo en la acumulación de reservas?

Hoy, cuando en la Casa Rosada no hay peronistas sino libertarios, otra vez los productores sojeros aparecen en el primer lugar de los sospechosos por la volatilidad que se está produciendo en el plano cambiario, con la nueva escapada del blue. Sobre todo, preocupa el hecho de que el Banco Central, que en esta época del año es cuando suele reforzar sus reservas con la compra de los dólares que deja la exportación agrícola, tuvo que volver a vender en los últimos días.

En todos los análisis de las consultoras figura, como uno de los principales motivos, cierta ralentización en la liquidación del campo, que tiene un ritmo menor al proyectado. Se argumenta al respecto el escaso atractivo de los precios internacionales -la soja se ubica un 25% por debajo de la cotización de hace un año- y, sobre todo, al atraso cambiario, que genera otra vez rumores de devaluación.

Tanto es así que el propio Toto Caputo tuvo que salir varias veces a aclarar que no piensa devaluar y que se mantendrá vigente el esquema «blend» -que le permite al exportador liquidar un 20% de su venta en el mercado «contado con liquidación»-. Es sobre este punto que se generó la controversia, porque el Fondo Monetario Internacional considera que se trata de una política distorsiva, y presiona para que quede sin efecto ya en el segundo semestre del año, algo sobre lo que el equipo de Toto Caputo sostiene que no está dispuesto a ceder.

Toto Caputo advirtió que no modificará el esquema «blend» que les permite a los exportadores liquidar un 20% en el mercado «contado con liqui».

En todo caso, lo que queda en evidencia es la preocupación del gobierno por que los productores sojeros reactiven sus ventas y no retengan el producto en los silobolsas a la espera de un tipo de cambio más alto.

Y, sin embargo, hay quienes alertan que, pese a todo, no es el agro el principal responsable de la agitación que se vive en el mercado del dólar paralelo.

La soja y un año no tan malo

Es cierto que, en la comparación con el año pasado, la liquidación de la exportación agrícola fue baja para el mes de mayo. Hablando en números, los de u$s2.612 millones reflejan una caída de 38%, según la estadística de la Ciara (Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina) y CEC (Centro Exportador de Cereales). Pero no se debe perder de vista que el 2023 resulta un año algo engañoso para el análisis, porque estuvo signado por los programas del entonces ministro y candidato presidencial Sergio Massa. Esto hacía que hubiera variaciones fuertes en los períodos con y sin «dólar soja».

Pero cuando se hace la comparación contra el promedio histórico de liquidación, los números de este año no lucen tan malos, considerando que también en esta cosecha hubo complicaciones climatológicas que obligaron a revisar a la baja las proyecciones originales. Según la serie elaborada por Gabriel Caamaño, director de la consultora Outlier, la liquidación promedio diaria de mayo fue un 13% inferior al promedio de la última década. Y la diferencia se hace aun menor en junio, cuando la liquidación aceleró, y se ubicó sólo un 6% debajo del promedio histórico.

De hecho, los últimos números de la balanza comercial reflejan que la exportación de productos primarios fue en mayo un 52% más alta que la de un año atrás, mientras que las manufacturas de origen agropecuario también subieron, en un 7,4%.

Y las proyecciones de los economistas que participan en la encuesta REM apuntan a que, en todo el año, las exportaciones serán de u$s77.904 millones, lo que implica una suba de 16% respecto del año pasado. De continuar la tendencia observada hasta ahora, hasta se podría superar la expectativa de un saldo comercial con un superávit anual de u$s16.300 millones.

Es decir, a pesar de no ser un año brillante para el campo y con precios internacionales que están lejos de los momentos récord -como en 2022, cuando se superaron los u$s600 por tonelada- no se está registrando un mal año desde el punto de vista de la exportación agrícola.

Sin embargo, el Banco Central ha vuelto a sus días de vacas flacas, y lejos de aquellos tiempos no tan lejanos en que las compras de divisas se acercaban a un promedio diario de u$s200 millones, ahora ya se hizo costumbre que tenga que vender. Ya en los últimos días de junio, el saldo neto del BCRA es inferior a los u$s100 millones para el mes.

En otras palabras, el BCRA tiene dificultad para acumular reservas aun con la vigencia del cepo cambiario y en uno de los meses en los que, de acuerdo a los manuales, debería estar ingresando dólares en forma masiva para hacer frente a un segundo semestre más escaso en divisas.

Pese al recorte de las proyecciones originales, la liquidación del agro no tuvo una reducción sustancial respecto del promedio histórico para esta época del año

Pese al recorte de las proyecciones originales, la liquidación del agro no tuvo una reducción sustancial respecto del promedio histórico para esta época del año

La lupa en la importación de energía

¿De quién es la culpa, entonces, por este momento de debilidad del BCRA que se refleja en la volatilidad del dólar paralelo? Hay indicios que apuntan a otro «villano» menos visible que los silobolsas pero con alto potencial de daño: el sector energético.

A primera vista es difícil de percibir, dado que en el último reporte del Indec, la balanza del rubro energía dejó un saldo positivo de u$s500 millones. Pero la situación da señales de deterioro: ese superávit había sido u$s200 millones más alto un mes antes, y todo apunta a que se seguirá achicando en la medida en que las bajas temperaturas obligan a una mayor importación de gas licuado.

«Se habría canalizado pago de importaciones de energía, las cuales tienen acceso inmediato al MULC en vez de posdatado», observó un reporte de Portfolio Personal Inversiones.

En mayo las importaciones energéticas representaron un 7,9% del total, lo cual es un nivel bajo si se considera que hace dos años ese rubro significó el 20% de las compras, pero marca una tendencia de franco ascenso. De hecho, las compras para el rubro energía en mayo tuvieron un salto de 62% respecto del mes anterior. Y los expertos ya están recalculando sus proyecciones a la baja.

¿Qué tan grave puede ser la situación? Un informe del economista Amílcar Collante afirma que, si se toma en cuenta también la importación de energía eléctrica, ya se supera la marca de u$s500 millones mensuales y que, de acuerdo con la tendencia histórica, en el pico invernal se podría llegar a u$s800 millones.

También Caamaño apunta a que es este tema -y no la merma en la venta del agro- lo que explica la menor entrada de dólares al Banco Central: «Nuestra presunción es que tiene que ver con las exportaciones e importaciones de energía producto de la mayor demanda estacional local durante los meses más fríos y que desde fines de mayo ya se sumaron las cuatro cuotas de las importaciones».

Vuelve el fantasma de la cuenta de gas

En realidad, se trata una situación imprevista, porque las proyecciones de comienzos de año denotaban optimismo sobre un robusto superávit de u$s4.000 millones en la balanza energética, rompiendo una saga de años con déficit.

Para varios analistas, la importación de gas licuado puede ser la explicación de las dificultades del BCRA para comprar divisas en las últimas semanas

Para varios analistas, la importación de gas licuado puede ser la explicación de las dificultades del BCRA para comprar divisas en las últimas semanas.

Sin embargo, una imprevista ola de frío en mayo hizo que incrementara la demanda de gas, lo cual derivó en problemas de abastecimiento, ante el retraso en las obras de plantas regasificadoras que permitieran inyectar un mayor volumen en la red de gasoductos. Tras las últimas licitaciones para barcos de gas licuado, las nuevas importaciones serán por 200.000 toneladas de fuel oil y 350.000 metros cúbicos de gasoil.

Es cierto que se trata de una situación mucho menos grave que la registrada hace dos años, cuando se dio otro mix letal: bajas temperaturas, problemas de abastecimiento en la red local y suba explosiva de los precios por la guerra de Ucrania. La factura por compra de combustible en agosto de 2022 llegó a la friolera de u$s2.400 millones para un solo mes y explicó, en buena medida, la crisis cambiaria de ese año.

Ahora, aun en una situación más favorable -el país sigue siendo un exportador neto de energía- aquel viejo fantasma vuelve a agitarse como una de las principales amenazas para el objetivo mileista de sanear las cuentas del Banco Central. Y el invierno recién empezó.



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