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INTERNACIONAL

A cuatro años del asalto al Capitolio, el Congreso certifica la victoria de Trump sin sublevaciones

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Se prevé que la sesión conjunta del Congreso de este lunes para contar los votos electorales será mucho menos agitada que la certificación de hace cuatro años, que fue interrumpida por una turba violenta de partidarios del entonces presidente Donald Trump que trataron de detener el recuento y anular el resultado de unas elecciones que había perdido frente al demócrata Joe Biden.

Esta vez, Trump vuelve a la presidencia tras ganar las elecciones de 2024 que comenzaron con Biden como candidato de su partido y terminaron con la vicepresidenta Kamala Harris en el primer puesto de la boleta electoral.

Ella presidirá la certificación de su propia derrota, cumpliendo el papel constitucional de la misma manera que lo hizo el vicepresidente de Trump, Mike Pence, después de que la violencia se calmara el 6 de enero de 2021.

La sesión conjunta del Congreso del 6 de enero cada cuatro años, normalmente un trámite de rutina, es el paso final para reafirmar una elección presidencial después de que el Colegio Electoral elige oficialmente al ganador en diciembre. La reunión es obligatoria según la Constitución e incluye varios pasos.

La policóia monta un control vehicular en las afueras del Congreso, en Washington. Foto: Bloomberg

Un vistazo a la sesión conjunta:

¿Qué ocurre cuando se reúne el Congreso?

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Según la ley federal, el Congreso debe reunirse el 6 de enero para abrir los certificados sellados de cada estado que contienen un registro de sus votos electorales. Los votos se llevan a la cámara en cajas especiales de caoba que se utilizan para esa ocasión.

Representantes de ambos partidos y ambas cámaras leen los resultados en voz alta y realizan el recuento oficial. El vicepresidente, como presidente del Senado, preside la sesión y declara quién es el ganador.

La Constitución exige que el Congreso se reúna y realice el recuento de los votos electorales. Si hay empate, la Cámara decide quién ocupará la presidencia. Cada delegación del Congreso tiene un voto. Eso no ocurre desde el siglo XIX y no ocurrirá esta vez porque la victoria electoral de Trump sobre Harris fue decisiva, 312 a 226.

¿Cómo ha cambiado desde la última vez?

El Congreso endureció las normas para la certificación tras la violencia de 2021 y los intentos de Trump de usurpar el proceso.

En particular, la Ley de Recuento Electoral revisada, que fue sancionada en 2022, define más explícitamente el papel del vicepresidente después de que Trump presionara agresivamente a Pence para que tratara de oponerse a su derrota, acción que habría ido mucho más allá del papel ceremonial de Pence. Pence desairó a Trump y, en última instancia, certificó su propia derrota. Harris hará lo mismo.

La ley actualizada aclara que el vicepresidente no tiene poder para determinar los resultados el 6 de enero.

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Harris y Pence no son los primeros vicepresidentes que se ven en la incómoda situación de certificar sus propias derrotas. En 2001, el vicepresidente Al Gore presidió la sesión de recuento de las elecciones presidenciales de 2000, que perdió por estrecho margen frente al republicano George W. Bush. Gore tuvo que anular con golpes de martillo varias objeciones de los demócratas que estaban fuera de lugar.

En 2017, Biden, como vicepresidente, presidió el recuento que declaró ganador a Trump. Biden también desechó las objeciones de los demócratas de la Cámara de Representantes que no contaban con apoyo del Senado.

¿Cómo se desarrolla la sesión?

El presidente abre y presenta los certificados de los votos electorales por orden alfabético de los estados.

A continuación, los escrutadores designados por la Cámara de Representantes y el Senado, miembros de ambos partidos, leen cada certificado en voz alta y registran y cuentan los votos. Al final, el presidente anuncia quién ha obtenido la mayoría de los votos para presidente y vicepresidente.

¿Qué pasa si hay una objeción?

Después de que un escrutador lee el certificado de un estado, un legislador puede levantarse y objetar el voto de ese estado por cualquier motivo. Pero el presidente no escuchará la objeción a menos que se la presente por escrito y esté firmada por una quinta parte de cada cámara.

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Ese umbral es significativamente más alto que el anterior. Anteriormente, para que una objeción prosperara sólo se requería el apoyo de un miembro del Senado y otro de la Cámara de Representantes. Los legisladores elevaron el umbral en la ley de 2022 para dificultar las objeciones.

Si una objeción alcanza el umbral – algo que no se espera esta vez -, la sesión conjunta se suspende y la Cámara y el Senado se reúnen por separado para estudiarla. Para que la objeción prospere, ambas cámaras deben respaldarla por mayoría simple de votos. Si no están de acuerdo, los votos electorales originales se cuentan sin cambios.

En 2021, tanto la Cámara de Representantes como el Senado rechazaron las impugnaciones a los votos electorales de Arizona y Pensilvania.

Antes de 2021, la última vez que se consideró una objeción de este tipo había sido en 2005, cuando la representante Stephanie Tubbs Jones, de Ohio, y la senadora Barbara Boxer, de California, ambas demócratas, objetaron los votos electorales de Ohio, alegando que había irregularidades en la votación.

Tanto la Cámara de Representantes como el Senado debatieron la objeción y la rechazaron fácilmente. Era sólo la segunda vez que se producía una votación de ese tipo.

Una vez que el Congreso cuenta los votos, ¿qué sigue?

Después de que el Congreso certifique la votación, el presidente será investido en la fachada oeste del Capitolio el 20 de enero.

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La sesión conjunta es la última oportunidad oficial de presentar objeciones, más allá de cualquier impugnación ante los tribunales. Harris ha reconocido y nunca ha cuestionado la victoria de Trump.

Traducción: Elisa Carnelli

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INTERNACIONAL

Nicolás Maduro dijo que Venezuela detuvo a dos «mercenarios» de Estados Unidos: como al gendarme argentino, los acusan de terrorismo

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En una Venezuela militarizada a tres días de la asunción presidencial, Nicolás Maduro sigue redoblando su apuesta con detenciones de extranjeros que llegan al país. Este martes, el mismo día en que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) publicó un extenso y demoledor informe acerca de las violaciones a las libertades, las autoridades chavistas detuvieron a otros siete extranjeros. Se trata de dos estadounidenses, dos colombianos y tres ucranianos, a los que acusó de modo similar al gendarme argentino: los señala por intentar «acciones terroristas».

«No se equivoquen conmigo, estamos decididos a vencer», exclamó Maduro, autoproclamado vencedor de las elecciones presidenciales. Fue este martes a la tarde, en un encuentro con la Milicia Bolivariana. «Solamente el día de hoy, hemos capturado, a esta hora, a siete mercenarios extranjeros, incluyendo a dos importantes mercenarios de Estados Unidos», avanzó, en el marco de ese acto oficial, en el que les tomó juramentó a los Cuerpos Combatientes y activó por primera vez la Organización de Defensa Integral venezolana.

La cuenta que además hizo Maduro replicó la postura de su ministro de Relaciones Interiores, Justicia y Paz de su régimen, Diosdado Cabello, al coincidir con la cifra de 125 respecto de los presos por cuestiones políticas. Maduro precisó que esa cantidad de detenidos corresponde a personas de 25 nacionalidades, y todos detenidos entre los meses de noviembre y diciembre pasados.

Todo se da en medio de la polémica con Argentina por la detención del gendarme Nahuel Agustín Gallo, al que primero acusaban de espionaje y ahora señalan por participar de un supuesto complot para asesinar a la vicepresidenta Delcy Rodríguez.

«Fascistas, imperialistas, no se equivoquen conmigo. No se vuelvan a equivocar conmigo. No se equivoquen con el pueblo de Venezuela, que estamos decididos a vencer», advirtió este martes Maduro.

El acto oficial en que Nicolás Maduro hizo público que detuvo a siete «mercenarios» extranjeros. Foto EFE/ Miguel Gutiérrez

Aludió a Edmundo González Urrutia, el presidente electo de Venezuela que se reunió el sábado con Javier Milei y en las últimas horas se encontró con Joe Biden en Estados Unidos. Se refirió a él como la «oligarquía psicópata» que, «en su desesperación, van al norte creyendo que allá pueden agarrar la fuerza que no tienen aquí». Y concluyó al respecto: «Allá ustedes que son esclavos del imperio norteamericano».

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González Urrutia había denunciado este mismo martes el secuestro de su yerno, así como María Corina Machado había revelado que la casa de su madre se encuentra asediada por el chavismo.

Sobre las numerosas detenciones de opositores, Maduro dijo que «el fascismo psicópata tenía planes con mercenarios extranjeros, para llenar de bombas el país y hacer atentados contra líderes de la revolución».

También dio por activada la Organización de Defensa Integral de Venezuela. «Queda activada desde hoy mismo a la noche, y durante el 8 y el 9, para que garanticen la victoria y la paz. Nadie podrá con nosotros», subrayó el líder del régimen chavista.

El lunes pasado el autoproclamado presidente venezolano había sostenido que Nahuel Gallo, el gendarme argentino detenido a inicios de diciembre habría ingresado para «atentar contra la vida de la vicepresidenta Delcy Rodríguez». Así elucubró en una conferencia de prensa, a la vez que acusó al gobierno argentino: «Está involucrado en los planes violentos de atentar contra la paz en Venezuela. Así lo denuncio».

Miembros de las milicias bolivarianas entregan rifles a seguidores de Nicolás Maduro. Foto ReutersMiembros de las milicias bolivarianas entregan rifles a seguidores de Nicolás Maduro. Foto Reuters

Este martes hizo más general el panorama, dado que afirmó que los extranjeros planeaban «desarrollar acciones terroristas contra la paz de Venezuela», y afirmó que tales acciones son de carácter «fascistas».

El próximo viernes 10 de enero es la fecha que, de antemano, se había fijado para el eventual traspaso de mando en el marco de las elecciones que se llevaron a cabo en julio pasado y luego de las cuales, bajo un manto de irregularidades, Maduro y su régimen se autoproclamó vencedor, en lo que, de concretarse, será su tercer mandato consecutivo de seis años de duración.

El Ejecutivo venezolano anunció la semana pasada un despliegue de 1.200 efectivos militares con el objetivo de «garantizar la paz» de cara a la toma de posesión, para el viernes, cuando tanto Maduro como González Urrutia, desde el extranjero, proclaman que jurarán al cargo de mandatario para el período 2025-2031.

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