INTERNACIONAL
Golpes contra el asilo político: un oscuro antecedente en la Argentina convulsa de los años 50
La escandalosa detención de Jorge Glas, ex vicepresidente ecuatoriano de Rafael Correa, dispuesta por Daniel Noboa, jefe de Estado de Ecuador, en la embajada de México en Quito, ha sido noticia de primera plana en los diarios más relevantes del mundo. Glas está acusado de verificables casos de corrupción, pero eso no remueve su status de asilado político. Las imágenes impresionan y retrotraen la política a épocas prosaicas de la convivencia entre naciones. El caso trajo como inmediata consecuencia la ruptura de relaciones entre México y Ecuador y un estado de alerta máximo en la región, con países atentos a evitar alineamientos por cuestiones meramente ideológicas fundadas en razones políticas y no en las normas de la diplomacia y el derecho internacional público.
En su largo historial de transgresiones institucionales, la Argentina convulsa de los años 50 registra un caso de notoria vecindad con el ultraje de Ecuador a México. Quizás peor. Sucedió durante el alzamiento militar de junio de 1956 de un grupo de generales, coroneles y civiles peronistas contra los dictadores de la Revolución Libertadora, movimiento golpista que había derrocado a Perón en septiembre de 1955. En su obra “Ejército y Política en Argentina 1945-1962”, el historiador Robert Potash sostiene: “Al adoptar sus duras políticas antiperonistas, el gobierno de Aramburu debió tomar en cuenta la posibilidad de la violencia contrarrevolucionaria”. No lo hizo y luego reprimió con una inusual dureza. Potash destaca como “figura prominente de los intentos de conspiración” a los generales Juan José Valle y el general Raúl Tanco. Valle había sido condiscípulo de Pedro Eugenio Aramburu en el Colegio Militar de la Nación y también uno de los generales que negoció con los golpistas las condiciones para el desalojo de Perón del poder, una vez que el jefe peronista hizo saber que no presentaría combate.
Efectivamente, en junio de 1956, Valle y Tanco resultarían la cabeza visible de la insubordinación llamada “Movimiento de Recuperación Nacional”, que se alzaría en armas contra los dictadores Aramburu y Rojas. Perón no había bendecido la arriesgada movida y tampoco la avalaría luego de fracasada, pero nunca podrúa evitar que la misma se adentrara en la mitología del martirologio peronista, sobre todo por los pedidos de clemencia que Aramburu desoiría para no aplicarles a los capturados la Ley Marcial (pena de muerte de acuerdo al Código de Justicia Militar). Entre ellos, el general Valle, el coronel Oscar Cogorno, y otros 15 oficiales y alrededor de 18 civiles masacrados en distintos lugares del país.
En su obra “Historia Argentina/Homenaje a José María Rosa (Tomo XV)”, el historiador y militante peronista Fermín Chávez, en colaboración con Juan Cantoni, Enrique Manson y Jorge Sulé, se preguntaría en la crónica de los hechos “¿dónde estaba Tanco?”, el otro general a la cabeza de la insurgencia nacionalista, de quien no se tenían noticias en los días siguientes al 9 de junio ni hasta el 12, día de la ejecución de Valle. El mismo Chávez daría la respuesta: “El general Tanco y algunos otros alcanzan a refugiarse en la embajada de Haití. De allí fueron sacados por un grupo encabezado por el jefe de la SIDE, general Quaranta, que no se decide a fusilarlos en plena calle porque el público circula y molesta”.
El general Tanco se presentaría en la embajada de Haití el 14 de junio, con el golpe aplastado y Valle ya fusilado, y pediría asilo. Algunas crónicas señalan que ya estaban allí los coroneles Ricardo González y Agustín Digier, el capitán Néstor Bruno y el suboficial Andrés López. Habrían sido alojados en el anexo de la residencia del embajador haitiano, Jean Francoise Brierre, quien en persona notificaría al gobierno argentino en el poder que el asilo estaba otorgado.
Aquel día tendría lugar el bochornoso episodio que protagonizó un golpe comando al mando del jefe de la SIDE (general Juan Constantino Quaranta), quien con varios autos rodeó la residencia y sus miembros la tomaron por asalto, un antecedente perfecto del escándalo de la embajada mexicana en Quito, pero con el sello del golpismo argentino de los años 50. De los autos bajaron unas veinte personas empuñando pistolas y metralletas. Desarmaron al custodio de la residencia y se metieron en la sede diplomática. Hicieron trizas todo protocolo diplomático. En medio de golpes, gritos y amenazas a la esposa del embajador y su empleada, secuestraron a los asilados. Hay fuentes de la época que aseguran que un oficial del operativo regaría de insultos inadmisibles a la esposa del diplomático haitiano: al parecer, le habrían escuchado decir “Negra de mierda”.
La abogada y defensora de los derechos humanos Alicia Oliveira, ya fallecida, daría detalles de aquella jornada oprobiosa, un día de terror en el que se avasallaron todo tipo de derechos, además del de asilo. Esto contaría Oliveira en su testimonio:
*“Al mando de este grupo conocido como ‘comandos civiles revolucionarios’ se encontraba el general Quaranta, quien estaba en actividad y era jefe del Servicio de Inteligencia del Estado. A medida que los sacaban de la casa (a los asilados peronistas) los iban colocando contra la pared, mientras los comandos civiles aprestaban sus armas para ejecutarlos en el lugar.”
*“Lo que impidió que siguieran fue que la mujer del embajador salió a la calle y a los gritos pidió ayuda a los vecinos, que salieron de sus casas. Advertido de que habría demasiados testigos para cometer un asesinato, Quaranta detuvo un colectivo que pasaba, hizo descender a los pasajeros y subió a los secuestrados. De allí se encaminó al Primer Cuerpo de Ejército. Al llegar al lugar los apresados fueron identificados y se les retiraron sus efectos personales, colocados en sobres. El de Tanco decía: “Pertenencias del que en vida fuera el general Tanco”.
Además, la señora del embajador, Therese Brierre, rápida de reflejos, denunciaría de inmediato el hecho a las agencias de noticias internacionales y a la vez se comunicaba con la Cancillería de su país. Cuando el embajador regresó a la sede diplomática encabezó un enérgico reclamo ante la Cancillería argentina y reclamó la restitución de los secuestrados a la embajada bajo su mando. No habían sido secuestrados en Argentina, sino en ese pedacito de sueño haitiano. En su libro “Mártires y Verdugos”, sobre los fusilamientos del 56, Salvador Ferla, historiador italiano nacionalizado argentino, diría: “No porque Haití sea una nación pequeña va a permitir semejante atropello. Por el contrario, los pequeños países deben ser respetados escrupulosamente porque son pequeños.” El general Tanco, semanas más tarde, pudo negociar la salida del país y se asiló en Venezuela. Regresaría al país en 1964, logró que se le restituyan su grado militar, hasta su muerte, ocurrida en 1977.
Los hilos invisibles (o no tanto) de la historia a veces se menean en soledad y adquieren cierto simbolismo autónomo.
El viernes 5 de abril, la Argentina concedió asilo político a seis dirigentes cercanos a Corina Machado, la candidata venezolana proscripta por la autocracia de Nicolás Maduro. Sesenta y ocho años antes, en junio de 1956, el general nacionalista Raúl Tanco se asilaba en Venezuela luego de su fallida asonada para reponer al peronismo en el poder, con o sin Perón.
El viernes 5 de abril, fuerzas policiales ecuatorianas violaron el asilo político concedido por México en su embajada en Quito al ex vicepresidente ecuatoriano Jorge Glas, acusado de corrupción. Sesenta y ocho años antes, en junio de 1956, un comando paraestatal argentino, violaba la inmunidad diplomática y el derecho de asilo de un grupo de oficiales peronistas, protegidos en la embajada de Haití en Buenos Aires. Los desalojó a los golpes del lugar y a punto estuvo de fusilarlos en la vía pública.
La tan citada profecía marxista, de paternidad hegeliana, aquella que enseña que “la historia se repite dos veces, una como tragedia y la otra como farsa”, repiquetea otra vez como si se tratase de la alegoría del “eterno retorno”.
INTERNACIONAL
US citizen among 4 dead in Laos after suspected alcohol poisoning
An American, two Danes and one Australian tourist died after drinking tainted alcohol in Laos following reports that several people had been sickened in a town popular with backpackers.
The only victim’s identity publicly released so far is 19-year-old Bianca Jones of Australia.
Australian Prime Minister Anthony Albanese told Parliament on Thursday that Jones had died after being evacuated from Vang Vieng, Laos, for treatment in a Thai hospital. Her friend, also 19, remains hospitalized in neighboring Thailand.
«This is every parent’s very worst fear and a nightmare that no one should have to endure,» Albanese said, according to The Associated Press. «We also take this moment to say that we’re thinking of Bianca’s friend Holly Bowles, who is fighting for her life.»
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Shaun Bowles told reporters outside Bangkok Hospital on Wednesday that his daughter remained in critical condition and on life support.
«We just like to thank everyone from back home for all of the support and love that we’re receiving,» he said. «But we’d also like the people to appreciate right now, we just need privacy so we can spend as much time as we can with Holly.»
Australian media said Jones was the fourth foreign tourist to die after consuming the contaminated alcohol.
DRIVER IN CHINA KILLS 35 PEOPLE EXERCISING IN DELIBERATE ATTACK
«The physician who examined her said the cause of death was a methanol poisoning, from fake liquor,» Phattanawong Chanphon, a police official in the Thai city, told Reuters. «The amount of methanol in her body was high, leading to swelling of the brain.»
Counterfeit liquor is a problem in Laos, with the governments of Australia and Britain warning citizens to be cautious when having drinks there.
Methanol is a toxic alcohol that is used industrially as a solvent, pesticide and alternative fuel source, according to the U.S. Centers for Disease Control and Prevention.
The U.S. Department of State did not respond to a Fox News Digital inquiry, but told the AP that local authorities were investigating the case and were responsible for providing any details. The State Department noted that the U.S. was providing consular assistance.
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«At this time I would say to parents, to young people, please have a conversation about risks, please inform yourselves, please let’s work together to ensure this tragedy doesn’t happen again,» Australian Foreign Minister Penny Wong said after receiving news of Jones’ death.
The Associated Press and Reuters contributed to this request.
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