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INTERNACIONAL

La guerra en Gaza: la infancia perdida de los chicos que se olvidaron de jugar por que deben trabajar

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Algunos venden jugo o café y otros grava sacada de los escombros. La guerra en Gaza obligó a los niños palestinos a trabajar para atender las necesidades de sus familias en el territorio palestino donde ahora, según el Banco Mundial, «casi todo el mundo» es pobre.

Cada mañana, desde las siete, Ahmed, de 12 años, sale a las calles en ruinas de Khan Yunis, en el sur del exiguo territorio, bombardeado sin descanso por el ejército israelí desde el letal ataque de Hamas el 7 de octubre en el sur de Israel.

«Recogemos restos de las casas destruidas y después machacamos las piedras y vendemos el cubo de grava por un séquel», el equivalente a unos 27 centavos de dólar al cambio actual, contó a AFP este pequeño gazatí de rostro curtido por el sol, manos cortadas por las piedras que levanta y ropa cubierta de polvo.

Sus «clientes», explica, son familias en duelo que usan esta grava para construir estelas sobre las tumbas de sus allegados, a menudo enterrados apresuradamente, en mitad de una guerra que ha dejado ya más de 40.000 muertos, según el Ministerio de Salud de Hamas, que gobierna Gaza desde 2007.

«Al final del día hemos ganado dos o tres séqueles cada uno, que no basta ni para un paquete de galletas. Hay tantas cosas con las que soñamos, pero que ya no podemos comprar», lamentó.

En Gaza, uno de los territorios más poblados del mundo pero también uno de los más pobres, la población es joven. Uno de cada dos habitantes es un niño.

Bajo bloqueo israelí desde hace 17 años, sin perspectivas económicas o de desarrollo, el trabajo infantil, al contrario que en el resto del mundo, no dejó de crecer en los últimos años.

La ley palestina prohíbe oficialmente trabajar antes de los 15 años, pero el empleo de niños en la agricultura o la construcción ya existía antes de la guerra.

Desplazados palestinos en el norte de la Franja de Gaza. Foto EFE

Actualmente, con cientos de miles de empleos perdidos, más del 60% de los edificios destruidos o dañados y la ausencia de electricidad, trabajar es un reto.

Para sobrevivir, los adultos que intentan encontrar una plaza en los campos improvisados, continuamente en movimiento con las órdenes de evacuación del ejército israelí, llevan a los niños con ellos.

Jamis, de 16 años, y su hermano pequeño, Sami, de 13, recorren las calles destruidas y los campos de desplazados para vender cajas de jugo.

«De tanto caminar entre los escombros con los pies descalzos, a mi hermano se le infectó la pierna con un fragmento de obús», cuenta Jamis.

«Tuvo fiebre, granos por todas partes y no tenemos ningún medicamento para curarle», continuó.

Palestinos llevan algunas pertenencias mientras huyen de Khan Yunis hacia zonas más seguras más al sur de la Franja de Gaza. Foto AFPPalestinos llevan algunas pertenencias mientras huyen de Khan Yunis hacia zonas más seguras más al sur de la Franja de Gaza. Foto AFP

Los trabajadores humanitarios alertan continuamente sobre el estado del sistema sanitario, ya frágil antes de la guerra y actualmente incapaz de ocuparse de la multitud de heridos, las epidemias y la desnutrición infantil.

Según las organizaciones humanitarias, la desnutrición severa de los niños aumentó un 300% en el norte de la Franja de Gaza y un 150% en el sur. Además, subrayan, un 41% de familias se ocupa ahora de uno o de varios niños que no son suyos.

En la familia de Jamis y Sami, todo el mundo trabaja. Lograron comprar una carreta y un burro cuando huyeron de su casa por primera vez por 300 séqueles (84 dólares).

Después de varios desplazamientos, y una tienda perdida que compraron por 400 séqueles, la familia apenas puede pagar «un kilo de tomates a 25 séquel», aseguró Jamis.

Moatasem, otro gazatí de 13 años, afirma por su parte que a veces gana «30 séqueles en un día» vendiendo café y frutos secos al borde de una carretera.

«Paso horas bajo el sol para reunir esta cantidad y la gastamos en un minuto», contó.

«Algunos días, solo gano 10 séqueles, y eso que paso el día gritando para atraer clientes», agregó.

En Gaza, el precio de las bombonas de gas aumentó un 500% y el de la gasolina un 1.000%.

En estas condiciones, «ya no pensamos a nuestras necesidades básicas, olvidamos lo que es jugar, comprarnos cosas que nos gustan», afirmó.

«Me gustaría llegar a casa y encontrar mi vida de antes. Antes, encontrábamos fácilmente agua para beber», concluyó.

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Pablo Marçal, el fenómeno libertario que sacude la carrera por alcaldía de San Pablo

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Se siente como pez en el agua en las redes sociales, utiliza la provocación como estrategia y surfea la ola conservadora que llevó al poder a Jair Bolsonaro, Donald Trump y Javier Milei. Se llama Pablo Marçal, tiene 37 años y sacudió la pugna por la alcaldía de San Pablo, una elección crucial que puede marcar el camino hacia las presidenciales de 2026 en Brasil.

Desde que entró oficialmente a principios de agosto en la contienda por gobernar la mayor ciudad de Latinoamérica, de 12 millones de habitantes, la popularidad de este influencer y coach ha crecido como espuma.

Cuando falta menos de un mes para la primera vuelta de los comicios municipales de Brasil (el 6 de octubre), protagoniza una ajustada carrera con el alcalde Ricardo Nunes, apoyado por el ex mandatario Jair Bolsonaro, y Guilherme Boulos, candidato del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, si bien cedió terreno ante ambos en un sondeo publicado este jueves por el instituto Datafolha.

Marçal ha sumado popularidad atrayendo votos del bolsonarismo, sectores evangélicos y jóvenes con un discurso considerado agresivo, que apela a la «libertad» y rechaza todo lo que juzga como comunismo.

«Las personas quieren libertad, decir lo que piensan. No quieren plegarse a la ideología de género. No quieren esta agenda ‘woke’, que es completamente retrasada», dice el influencer a la AFP, al término de una jornada para pegar publicidad electoral que reunió a ricos y pobres en un barrio acomodado de la capital paulista.

Lula da Silva hace campaña por el candidato Guilherme Boulos, en la carrera por la alcaldía de San Pablo, en Brasil. Foto: BLOOMBERG

Charlas de motivación y cursos para ganar dinero

Marçal ha hecho de la «M», la inicial de su apellido, el logo de su campaña centrada en propuestas de austeridad, destierro de los «incompetentes» del sector público y generación de empleo, especialmente para los pobres.


La letra está en el medio de la gorra azul que él y sus partidarios suelen usar, y sus simpatizantes la forman con los tres dedos centrales de sus manos cuando posan para fotos, siguiendo el lema «Faz o M» (Haz la M).


«Él dice lo que muchos brasileños quisieran decir», asegura Sara Maria Nunes, una enfermera de 50 años, que lleva puesta la gorra.

Hijo de un funcionario y una empleada doméstica, el candidato del Partido Renovador Laborista Brasileño (PRTB) nació en Goiânia, Goiás (centro-oeste), y se volvió famoso brindando en internet conferencias motivacionales y cursos para ganar dinero.

Es el más adinerado de los aspirantes a la alcaldía de San Pablo, según medios locales.


Carismático, de figura atlética, casado con una mujer como él profundamente cristiana y padre de cuatro hijos, ha dado un uso tan estratégico como controvertido a sus redes sociales, donde tiene la astronómica cifra de más de 25 millones de seguidores.


«Soy el principal actor digital del país en la actualidad», sostiene.

El ex presidente de Brasil Jair Bolsonaro, en un acto en San Pablo el 7 de septiembre. Foto: REUTERS El ex presidente de Brasil Jair Bolsonaro, en un acto en San Pablo el 7 de septiembre. Foto: REUTERS

Ha prometido pagos a quienes creen perfiles para compartir videos suyos, por lo que algunas de sus cuentas fueron suspendidas por la justicia electoral. Agradeció la sanción al considerar que «toda persecución acelera el proceso» hacia la victoria.

Noticias falsas

Reconoce que algunas de sus declaraciones más polémicas, varias con contenido falso, son una táctica para «llamar la atención» de votantes y medios, a los que agradece con sorna por hablar tanto de él.

Ha llamado idiotas a los votantes del presidente socialdemócrata Lula, ha insinuado que uno de sus rivales era el «mayor» aspirador de cocaína de la ciudad y sugerido que enviaría a los comunistas en bus hacia Venezuela.

«No voy a disculparme por decir lo que necesita ser dicho. Ahora, después del período electoral, no se necesita esa guerra» contra los demás, afirma Marçal, quien reconoce su interés en ser presidente de Brasil.

Sus críticos han recordado, entre otros escándalos, que fue condenado a cuatro años y medio de cárcel en 2010 por hurto, aunque no cumplió la pena en prisión, y supuestos vínculos de personas de su partido con el crimen organizado.


«Representa esa sustancia pura de la extrema derecha, del odio, de la mentira», afirma Guilherme Boulos.

A pesar de que comparten estilos e ideas, Marçal no cuenta con el apoyo oficial del ultraderechista Bolsonaro (2019-22), con quien ha tenido algunos roces.

Puede incluso amenazar el monopolio del ex mandatario sobre el conservadurismo brasileño, según expertos.


Parte de los bolsonaristas consideran que su líder los «traicionó» al aliarse con Nunes, al que ven como un «político tradicional», según Jonas Medeiros, director de investigación en el Centro para la Imaginación Crítica.


Y ese apoyo al actual alcalde permitió que Marçal se presentara como «candidato fuera del sistema político», agrega Medeiros.


Sin importar que ya tiene experiencia electoral, incluida su elección como diputado federal de Sao Paulo en 2022, anulada a raíz de irregularidades financieras.

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