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INTERNACIONAL

Las Brigadas Rojas y un secuestro que mantuvo en vilo a Italia

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El final de la década del 60 es un tiempo de quiebre en Italia. Marca la frontera donde concluye el período del llamado “milagro económico” y empiezan los años de las revueltas y la inestabilidad, tanto en el mundo del trabajo como en la universidad. Es la Europa del Mayo francés, de las protestas por la guerra de Vietnam y de la Guerra Fría.

Como en Alemania con la banda de Baader Meinhof o en España con la ETA, en Italia los grupos de ultraizquierda asoman la cabeza para acabar con el Estado. El más célebre, y también más letal, fue el de las Brigadas Rojas, cuya presa más notoria fue el ex primer ministro Aldo Moro, al que secuestraron el 16 de marzo de 1978.

El secuestro de este líder imprescindible de la Italia de entonces duró 55 angustiosos días que marcaron a fuego el país y que siguen levantando polémicas aún hoy. Como miembro de la Democracia Cristiana, que había dominado la política italiana desde el final de la guerra y la caída del fascismo, Moro tenía una particular propuesta para pacificar al país: había que hablar con el Partido Comunista Italiano, el mayor de Occidente, que con su tercio del electorado estaba a un paso del poder. Lo llamó “el compromiso histórico”. Pero no todos estaban de acuerdo.

Leonardo Bertulazzi fue capturado por la PFA.

El PC había crecido mostrando distancias tanto de EE.UU. como de la URSS con un sistema de ideas en torno a un marxismo crítico, el eurocomunismo. Pero, con el tiempo, muchos jóvenes idealistas comenzaron a cuestionarlo como un partido que había traicionado el espíritu partisano de la guerra y había iniciado una colaboración directa con los enemigos de los trabajadores. Las Brigadas Rojas se montaron en esa grieta.

Moro, un católico prácticante, iba a una reunión en el Parlamento para negociar el acercamiento al PC, algo a lo que tanto Washington como Moscú se oponían, cuando la historia dio un giro. Tras dejar la iglesia de Santa Chiara, los autos de la escolta del dos veces premier (1963-68/1974-76) enfilaron en vía Fani cuando un Fiat 128 con matrícula diplomática se detuvo frente a ellos. Una lluvia de plomo se abatió sobre los vehículos. Una decena de brigadistas, varios de ellos disfrazados como pilotos de Alitalia, masacró a los cinco escoltas y secuestró a Moro.

Aquella mañana Italia entró en una pesadilla que acabó el 9 de mayo, casi dos meses después, cuando fue hallado el cadáver del hombre más poderoso de Italia en el baúl de un Renaul 4 rojo. Le habían dado más de diez balazos y su cuerpo estaba envuelto en una manta. Simbólicamente, el vehículo estaba estacionado en via Caetani, a medio camino entre las sedes de la Democracia Cristiana y del PC.

Los fantasmas de aquel magnicidio aún obsesionan a Italia: errores groseros de la investigación, intrigas de la política italiana, los tentáculos de la mafia y las logias masónicas, las oscuras cumbres del Estado (empezando por el premier Giulio Andreotti), el Oso Ruso y la CIA, el contexto de la Guerra Fría. Todo alimentó numerosas especulaciones y teorías conspirativas en las que se entremezclan la historia y la fabulación y que llegan a ver en el fondo del caso Moro un crimen de Estado.

Italia vivía entonces inmersa en los “Años de Plomo”, sacudida además por el terrorismo “negro”, como el de los neofascistas, y el “rojo”, de las propias Brigadas, de ideología marxista-leninista. Este grupo, que se había nutrido de radicales expulsados del PC y otras formaciones, pretendían desencadenar en Italia una revolución comunista mediante la lucha armada.

Secuestraron empresarios, asesinaron a opositores, metieron bombas que golpearon inocentes. Pero fueron derrotados, como ocurrió con otras bandas similares en Europa. Bastó para ello la aplicación estricta de la ley, sin ninguna dictadura de por medio.

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INTERNACIONAL

Tensión entre Pedro Sánchez y Nicolás Maduro: Venezuela cita al embajador español y llama a consultas a su representante en Madrid

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Desde que España decidió conceder asilo político al ex candidato opositor venezolano Edmundo González Urrutia, el gobierno de Pedro Sánchez enfrenta una tensión con el régimen de Nicolás Maduro que este viernes alcanzó su pico más álgido: Venezuela citó al embajador español en Caracas y llamó a consultas a su representante en Madrid.

La presencia en España de González Urrutia, quien habría ganado las elecciones venezolanas del 28 de julio, según la coalición opositora al chavismo que lidera María Corina Machado, agrava la crisis interna española y vuelve cada vez más áspero su vínculo con el régimen de Maduro.

El miércoles, después de que el Congreso de los Diputados aprobara el reconocimiento del opositor como ganador de las elecciones venezolanas, el presidente del Parlamento -que en Venezuela llaman Asamblea Nacional- pidió el cese inmediato de relaciones con España.

Maduro y su ministro del Interior, Diosdado Cabello. Foto: AP

“Que se rompan de inmediato todas las relaciones diplomáticas, todas las relaciones comerciales”, exigía Jorge Rodríguez, hermano de la vicepresidenta de Maduro y al frente de la Asamblea Nacional.

España es el tercer cliente de Venezuela en la compra de petróleo, la principal riqueza del país latinoamericano. Para España, Venezuela es el noveno proveedor de crudo.

En uno y otro continente, las relaciones se iban caldeando pero los gestos antagónicos no desbordaban el plano doméstico. Ni el gobierno de Maduro ni el de Sánchez, únicos responsables de marcar la política exterior de sus países, movían ficha. Hasta este viernes.

“Dictadura”

El episodio que desató el enojo de régimen venezolano fueron las últimas declaraciones de la ministra de Defensa española, Margarita Robles, que lo definió como una “dictadura”.

Fue el jueves, durante la presentación de un libro en el Ateneo de Madrid. Convocada sobre el escenario para reflexionar sobre la novela “El niño que perdió la guerra” que presentaba junto a su autora, la escritora Julia Navarro, la ministra de Defensa dijo: “Recuerdo a los hombres y mujeres de Venezuela que han tenido que salir de su país, precisamente por la dictadura que viven”.

En la platea la escuchaban, entre otras personalidades, el ex presidente Felipe González -quien este viernes se reunió con Edmundo González Urrutia-, el juez Manuel Marchena y la nueva presidenta del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, Isabel Perelló.

Desde Caracas, el ministro de Relaciones Exteriores venezolano, Yvan Gil, calificó de “groseras” e “insolentes” las palabras de la ministra española. Y este viernes decidió llamar a consultas al embajador del Reino de España en Venezuela, Ramón Santos. Convocó también a su embajadora en Madrid, Gladys Gutiérrez.

En un intento por maniobrar para evitar la ruptura definitiva con Venezuela, un régimen que se está sintiendo cada vez más acorralado y solo, el ministro de Asuntos Exteriores español, José Manuel Albares, hace equilibrio: “Llamar a consultas son decisiones soberanas de cada Estado, por lo tanto no hay nada que comentar”, dijo este viernes.

Crisis interna

González Urrutia lleva apenas cinco días exiliado en la capital española y, puertas adentro, su presencia fue la excusa perfecta para profundizar el enfrentamiento entre el gobierno PSOE-Sumar y la oposición que lidera el Partido Popular, dispuesto a desgastar a Sánchez agitando la bandera del reconocimiento del opositor como presidente electo de los venezolanos.

González Urrutia lleva apenas cinco días exiliado en la capital española. Foto: EFEGonzález Urrutia lleva apenas cinco días exiliado en la capital española. Foto: EFE

España, como el resto de los países que integran la Unión Europea, no acepta el triunfo electoral de González Urrutia ni la autoproclamación como vencedor de Maduro, hasta que el régimen presente las actas de los comicios.

Sin embargo, el PP encabezó una proposición no de ley en el Congreso para presionar al gobierno de Pedro Sánchez a reconocer la legitimidad del opositor como presidente elegido en la urnas.

El PP piensa ampliar la iniciativa -que sólo tiene valor simbólico- al Senado, donde cuenta con mayoría absoluta, para luego proyectarla fuera de España y debatirla en el Parlamento europeo.

“Lamento profundamente que España no defienda la democracia en Venezuela. Y lamento profundamente que nuestras relaciones históricas, culturales y de hermandad que hemos mantenido con las naciones hispanoamericanas se quiebren por intereses ideológicos, políticos o económicos del gobierno socialista español”, dijo Alberto Núñez Feijóo, presidente del PP.

“En todos los países europeos estamos diciendo: ‘Primero las actas y luego el reconocimiento’. Y además hay que evaluar si ese reconocimiento sirve de verdad para defender la democracia en Venezuela”, defendió la postura del gobierno el vocero del PSOE en el Congreso, Patxi López.

“Nos creen colonia y se creen imperio”

“¿Qué carajo tiene que ver el Reino de España o el Congreso de España con los asuntos internos de Venezuela?”, estallaba el ministro del Interior venezolano, Diosdado Cabello.

“Nos creen colonia y ellos se creen imperio”, agregó.

“De aquí los echamos, hace 300 años, y los vamos a volver a echar cada vez que intenten meterse en los asuntos internos de Venezuela. A ellos y a cualquier imperialista”, exageró el ministro del Interior de Maduro.

Edmundo González Urrutia visitó el jueves a Pedro Sánchez en el Palacio de la Moncloa. El encuentro, despojado de todo gesto de institucionalidad -sin la presencia del representante de las relaciones exteriores de España ni banderas de por medio- se limitó a un paseo informal por los jardines de la casa de gobierno. Sin corbata, el presidente Pedro Sánchez recibió al venezolano con saco y camisa. González Urrutia, de traje, asistió acompañado por Carolina, su hija menor.

Edmundo González Urrutia visitó el jueves a Pedro Sánchez en el Palacio de la Moncloa. Foto: EFEEdmundo González Urrutia visitó el jueves a Pedro Sánchez en el Palacio de la Moncloa. Foto: EFE

“Doy una cálida bienvenida a nuestro país a Edmundo González Urrutia, a quien acogemos mostrando el compromiso humanitario y la solidaridad de España con los venezolanos”, expresó Sánchez en sus redes fingiendo demencia ante el reclamo de cortar las relaciones entre ambos países.

“España sigue trabajando en favor de la democracia, el diálogo y los derechos fundamentales del pueblo hermano de Venezuela”, posteó el jefe del gobierno español.

El opositor al chavismo, que este viernes también se reunió con el ex presidente del PP Mariano Rajoy, hizo circular un comunicado en el que aseguraba: “Mi compromiso con el mandato que he recibido de parte del pueblo soberano de Venezuela es irrenunciable”.

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