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INTERNACIONAL

Los aranceles de Donald Trump y el regreso del mundo a la montaña rusa

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Aún antes de subir al ring, Donald Trump comenzó a lanzar trompadas. El anuncio de aranceles contra China, México y Canadá, generó un estremecimiento porque anticipa una implacable ofensiva proteccionista. Algunos analistas consideran que no hay nada que temer, es solo presión.

La amenaza de imponer la enormidad de 25% de aranceles a las importaciones de sus dos vecinos y adicionar otro 10% al 19% promedio que ya corre contra los productos chinos, no sucederá, aseguran. Se aferran a una idea que la realidad parece discutir. Trump no cree en el libre mercado ni en la globalización.

Considera que una barrera contra la competencia externa, obligará a un compre nacional con el regreso de las empresas norteamericanas localizadas en el exterior y la sustitución de las importaciones. Esa antigua aspiración fallida del populismo latinoamericano.

En EE.UU., el magnate neoyorquino adhiere a una minoría nacionalista que se expresa en el fundamentalista Tea Party de donde viene el futuro canciller Marco Rubio y del que emergen instituciones como la conservadora Heritage Comissión. Esos grupos visualizan al país todavía como la potencia de posguerra cuando concentraba más del 50% del PBI mundial y dominaba desde la distancia la agenda global. Si eso no existe hoy no se debe a que el mundo ha cambiado, sino a la burocracia de Washington, “el pantano”, lo llama Trump.

Los anuncios de este semana no son solo amenazas, es el anticipo de una política. El reinicio “de una relación de montaña rusa cuando Trump asuma el cargo en enero”, en la visión de China, advierten sinólogos como Yu Lie, del Chatham House de Londres. Para el sur mundial el panorama que se abre agravará su fragilidad. En la reciente cumbre de la APEC, en Lima, el presidente de Vietnam, Luong Cuong, advirtió sobre un futuro de pobreza debido a las guerras comerciales.

Esta pequeña pero poderosa potencia asiática tiene el cuarto mayor superávit comercial con EE.UU. (después de China, la UE y México) por el traslado de empresas desde China. Lo mismo sucede con el “nearshoring” mexicano, que ha recibido firmas estadounidenses desde la República Popular y que operan dentro del acuerdo que une comercialmente a los tres países norteamericanos.

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Impotencia mexicana

Si Trump no cede, México no tiene cómo defenderse. Los números son palmarios. Mientras EE.UU. coloca 15% de sus exportaciones en México, este país envía a su vecino el 84% de todo su paquete exportador. En ese conjunto se encuentran las automotrices, blanco especial de la irritación del republicano porque ve la mano de insumos chinos en el intercambio.

EE.UU. es el mayor importador de bienes del mundo, y México, China y Canadá son sus tres principales proveedores. Pero las medidas de Trump tienen doble filo. La Federación Nacional de Minoristas venía ya avisando desde la campaña que los aranceles prometidos (60% contra China y 10% al resto del mundo) le costarían a los consumidores estadounidenses entre US$ 46.000 y 78 mil millones adicionales al año en vestimenta, juguetes, muebles, electrodomésticos o calzado. La organización agregó ejemplos de changuito: una tostadora de 40 dólares subiría a 48/52 dólares y un par de zapatillas treparía de 50 a 59-64 dólares.

El presidente electo Donald Trump habla durante una reunión con la conferencia republicana de la Cámara de Representantes, el 13 de noviembre de 2024. Foto AP

México y Canadá son, además, los mayores proveedores de frutas y verduras frescas a EE.UU., básicos cuyos costos treparían en las cajas de los supermercados. Trump, recordemos, ganó las elecciones montado en el enojo popular por una economía cara. El saliente gobierno demócrata logró normalizar el país con una baja extraordinaria de la inflación con alto empleo, pero los precios cotidianos no regresaron a los niveles previos a la pandemia. Este plan amenaza incrementarlos.

El republicano mintió al denunciar una economía en bancarrota y también con la migración que lejos de crecer se ha reducido 50% en la frontera suroeste, según los propios datos oficiales de la Oficina de Aduanas y protección fronteriza de EE.UU. Son los niveles más bajos de cruces ilegales en cuatro años. En el desagregado se ve que el número de migrantes de El Salvador, Guatemala y Honduras, ha caído 34% desde 2021, cuando llegaban unas 58.000 personas al mes de estas nacionalidades.

Ese resultado se debe en especial a los operativos de México para contener el flujo. La migración es sin embargo el pretexto de Trump para atacar comercialmente a México y lo mismo achaca a Canadá. Con China mueve otra carta, el fentanilo, un opiáceo que hace estragos en EE.UU. y que tiene a la República Popular como uno de sus principales productores.

«Delete A» (borrar America)

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El interés central de Trump no acaba en la cortina proteccionista que espera tejer, Su principal propósito detrás de estos juegos conspirativos, es acorralar a la economía de la República Popular y desmontarla de la carrera tecnológica. Es un objetivo que también estimuló Joe Biden que agravó las sanciones del trumpismo contra China, la única potencia global con capacidad de competir con EE.UU.

Es una batalla destinada a crecer. Tanto el canciller Rubio como el futuro asesor de seguridad nacional, Mike Waltz, califican a Beijing como “la amenaza que definirá este siglo” y reclaman abandonar “urgentemente” los conflictos en Ucrania y Oriente Medio para enfocarse excluyentemente en “el peligro comunista” chino. No deberían subestimar la vereda que confrontan.

Según los analistas, este equipo supone que podrá usar el conflicto ucraniano para separar a Rusia de China, restándole un aliado clave a Beijing. Difícil que suceda. No es la década del ‘70 cuando Richard Nixon y Henry Kissinger lo intentaron en épocas que dominaba la URSS. Hoy Moscú es un peón en el ajedrez de la potencia asiática.

Para el trumpismo la política arancelaria agresiva sería la herramienta correcta para agravar los problemas económicos que padece la República Popular y obligarla a negociar. ¿Negociar qué? Recientemente en las cumbres que coincidieron, la APEC en Lima y el G20 en Rio, Xi Jinping le dijo a Biden que “no habrá ganadores” en una nueva guerra fría. “Contener a China es insensato, inaceptable y fracasará”, advirtió.

Algún antecedente lo asiste. EE.UU. sacó casi totalmente del mercado a Huawei cuando en 2021 los celulares de esta empresa central del desarrollo chino mostraban récords de ganancias y dejaban atrás a los teléfonos inteligentes de Samsung o Apple.

El expresidente Donald Trump, a la izquierda, habla con Yasir Al-Rumayyan, gobernador del Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudita. Foto APEl expresidente Donald Trump, a la izquierda, habla con Yasir Al-Rumayyan, gobernador del Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudita. Foto AP

La ofensiva norteamericana argumentó que los aparatos escondían habilidades de espionaje y literalmente liquidó a la poderosa competidora en beneficio de sus marcas. Pero Huawei se diversificó y apenas unos años después es hoy “más fuerte que antes”, señala The Wall Street Journal.

“Se convirtió en un campeón nacionalista ayudando a China a deshacerse de los proveedores extranjeros, parte de una campaña más amplia para eliminar la tecnología estadounidense en China, llamada Delete A, borrar America”, indica el diario. Eso incluye los chips estadounidenses, el eje de la batalla tecnológica entre las dos mayores potencias. China aun está atrás de Occidente en este campo, pero Huawei usa ya semiconductores propios con un sistema operativo totalmente suyo, Harmony . Solo se trata de tiempo para que completar el Delete A.

En la parábola de esa empresa hay enseñanzas. El sinólogo Scott Kennedy del Center for Strategic and Inernational Studies, comentó en Foreign Affairs que “irónicamente, las mismas restricciones impuestas para frenar el progreso tecnológico de China han contribuido a estimularlo”. La consecuencia de la paradoja es que a medida que las empresas chinas amplían sus fronteras, la tecnología estadounidense en algunas partes del mundo, sobre todo el sur mundial, África claramente, se torna menos indispensable. No es un detalle.

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© Copyright Clarín 2024

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INTERNACIONAL

Los genomas humanos más antiguos revelan cómo un pequeño grupo irrumpió en África

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Hace unos 45.000 años, un pequeño grupo de personas (menos de 1.000) vagó por las gélidas franjas septentrionales de Europa.

A lo largo de miles de kilómetros de tundra, cazaban rinocerontes lanudos y otros animales grandes.

Su piel era probablemente oscura.

Para mantenerse calientes en las gélidas temperaturas, probablemente usaban las pieles de los animales que mataban.

Estas resistentes personas de la edad de hielo, conocidas como la cultura LRJ, dejaron atrás herramientas de piedra distintivas y sus propios restos en cuevas diseminadas por toda Europa.

Los investigadores revelaron recientemente los genomas de siete individuos LRJ a partir de huesos fosilizados encontrados en Alemania y la República Checa:

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los especímenes genéticos más antiguos de humanos modernos encontrados hasta ahora.

Resulta que el pueblo LRJ fue parte de la expansión humana temprana desde África a otras partes del mundo.

Pero la suya fue una migración sorprendentemente reciente.

Los antepasados ​​comunes del pueblo LRJ y los no africanos de la actualidad vivieron hace unos 47.000 años.

En cambio, los estudios de restos en Australia sugieren que los humanos modernos llegaron a ese continente hace 65.000 años.

Y en China, los investigadores han encontrado lo que parecen huesos de humanos modernos que datan de hace 100.000 años.

El cráneo de Zlatý kůň, hallado en 1950 en la actual República Checa. El ADN de fósiles europeos de hace 45.000 años ofrece nuevas pistas sobre cómo se extendió nuestra especie por el mundo. (Marek Jantač vía The New York Times)

La enorme brecha entre esas edades podría cambiar nuestra comprensión sobre cómo los humanos se expandieron por el mundo.

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Si los antepasados ​​de los no africanos de hoy no se extendieron por otros continentes hasta hace 47.000 años, entonces esos sitios más antiguos deben haber sido ocupados por oleadas anteriores de humanos que murieron sin transmitir su ADN a las personas que ahora viven en lugares como China y Australia.

«No pueden ser parte de la diversidad genética que está presente fuera de África», dijo Johannes Krause, genetista del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig, Alemania, y autor del nuevo estudio.

Los genomas recién descubiertos provienen de fósiles que han desconcertado a los científicos durante décadas.

En 1950, los arqueólogos que excavaban en una cueva en lo que hoy es la República Checa encontraron el cráneo de una mujer antigua.

Sin embargo, no pudieron determinar su edad.

Encontraron herramientas de piedra en el sitio, conocido como Zlatý kůň, pero las herramientas no eran lo suficientemente distintivas como para vincular a la mujer con un grupo cultural en particular.

Hace unos años, los investigadores del Max Planck lograron extraer algo de ADN del cráneo.

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Un análisis preliminar insinuó que la mujer pertenecía a una antigua rama de humanos.

Mientras tanto, otro conjunto de huesos antiguos llegó de una cueva en Alemania llamada Ranis, a unas 140 millas al oeste de Zlatý kůň.

Los restos de Ranis fueron descubiertos hace más de un siglo.

Los arqueólogos habían llegado a la conclusión de que todos habían pertenecido a una única cultura antigua, a la que llamaron Lincombiano-Ranisiano-Jerzmanowiciano, o LRJ para abreviar.

Pero no sabían mucho más.

No estaba claro si la gente de LRJ eran humanos modernos o neandertales, por ejemplo.

En 2016, un equipo de arqueólogos regresó a Ranis para una nueva mirada.

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Marcel Weiss, arqueólogo de la Universidad de Erlangen-Nuremberg en Alemania, y sus colegas descubrieron un nuevo conjunto de fósiles y herramientas y utilizaron métodos del siglo XXI para analizarlos.

Los fósiles proporcionaron una gran cantidad de ADN, suficiente para reconstruir los genomas de seis individuos.

Todos ellos estaban estrechamente relacionados entre sí, incluida una madre y su hija. Los científicos también descubrieron que dos de ellos estaban estrechamente relacionados con la mujer de Zlatý kůň.

«Es el mismo grupo, la misma familia extensa», dijo Krause. «Podría ser que se conocieran».

La cueva de la República Checa donde se encontró el cráneo de Zlatý kůň en 1950. El ADN de fósiles europeos de hace 45.000 años ofrece nuevas pistas sobre cómo se extendió nuestra especie por el mundo. (Martin Frouz vía The New York Times)La cueva de la República Checa donde se encontró el cráneo de Zlatý kůň en 1950. El ADN de fósiles europeos de hace 45.000 años ofrece nuevas pistas sobre cómo se extendió nuestra especie por el mundo. (Martin Frouz vía The New York Times)

Los investigadores estimaron que los siete conjuntos de fósiles tenían al menos 45.000 años de antigüedad.

Sus genomas están sacando ahora a la gente de LRJ de la sombra de la historia.

Su similitud genética indica que pertenecían a una población diminuta que solo contaba con unos pocos cientos de personas en un momento dado.

Y el estrecho parentesco entre los seis Ranis y los individuos individuales de Zlatý kůň sugiere que la gente LRJ vagó en pequeños grupos a lo largo de grandes distancias, pasando poco tiempo en un mismo lugar.

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“Si fuera a Nueva York y tomara a una persona del Bronx y luego fuera a Long Island y tomara a otra persona de allí, sería improbable que estos dos tuvieran un ancestro común dentro de las últimas tres generaciones”, dijo Kay Prüfer, paleogenetista de Max Planck y coautor del nuevo estudio.

“Pero, por supuesto, estamos hablando del pasado lejano, cuando las cosas eran diferentes”.

Prüfer y sus colegas descubrieron que la gente LRJ carecía de algunas mutaciones clave encontradas en los europeos actuales.

No tenían los genes que producen piel pálida, por ejemplo, lo que sugiere que tenían pigmentación oscura, como la tenían sus ancestros que surgieron de África.

Los científicos también utilizaron los genomas para determinar dónde encajan los LRJ en el árbol genealógico humano.

Estudios anteriores habían establecido que los antepasados ​​humanos evolucionaron durante millones de años en África.

Hace unos 600.000 años, los antepasados ​​de los neandertales se separaron por su cuenta.

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Se extendieron por Oriente Medio y se establecieron en Europa y Asia occidental.

Los neandertales perduraron durante cientos de miles de años, desapareciendo del registro fósil hace unos 40.000 años.

Los humanos modernos permanecieron más tiempo en África antes de expandirse a otros continentes.

Cuando se encontraron con los neandertales, posiblemente en Oriente Medio, se cruzaron.

Pasado común

Hoy en día, todos los humanos del mundo tienen al menos un rastro de ADN neandertal.

Aunque las líneas generales de esta historia están bien establecidas, los científicos todavía están luchando por precisar los detalles.

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Las estimaciones de cuándo los humanos modernos y los neandertales se cruzaron por primera vez varían desde hace 54.000 años hasta hace 41.000 años, por ejemplo.

Krause y sus colegas descubrieron que, a diferencia de los humanos actuales, los habitantes de LRJ tenían grandes extensiones de ADN neandertal en sus genomas.

Esto sugiere que había pasado relativamente poco tiempo desde que los humanos modernos se cruzaron con los neandertales. Krause y sus colegas estiman que el mestizaje tuvo lugar entre 1.000 y 2.500 años antes, o hace unos 46.000 años.

En otro estudio reciente, un segundo equipo de científicos llegó a una conclusión similar al examinar el ADN neandertal en fósiles y en personas vivas.

“Fue realmente fantástico ver una fecha similar”, dijo Priya Moorjani, paleogenetista de la Universidad de California, Berkeley, y autora del segundo estudio.

Científicos independientes dijeron que la nueva cronología sugería que los humanos modernos se trasladaron desde Oriente Medio a los márgenes del norte de Europa a una velocidad notable.

“El marco temporal es muy ajustado”, dijo Pontus Skoglund, paleogenetista del Instituto Francis Crick en Londres.

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Skoglund también dijo que sería extraño que los antepasados ​​no africanos hayan surgido hace unos 47.000 años, mientras que los humanos modernos en Asia y Australia datan de hace 100.000 años.

Los sitios en cuestión podrían haber sido datados incorrectamente, dijo, o la gente podría haber llegado a Asia y Australia hace tanto tiempo, solo para extinguirse.

He Yu, paleogenetista de la Universidad de Beijing en Beijing que no participó en ninguno de los estudios, dijo que el misterio no se resolverá hasta que los científicos encuentren ADN en algunos de los fósiles asiáticos antiguos.

“Todavía necesitamos genomas humanos modernos tempranos de Asia para hablar realmente de las historias de Asia”, dijo Yu.

c.2024 The New York Times Company

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