Sentada en una mesa desangelada de un café en Savannah, Georgia, vestida con un sobrio traje gris de look presidencial, Kamala Harris superó en la noche del jueves un duro examen (su primera entrevista como candidata) que Estados Unidos esperaba con gran expectativa.

La candidata por el partido demócrata, que era blanco de críticas por no enfrentarse con la prensa desde que se lanzó a la carrera por la Casa Blanca, se midió por primera vez ante las cámaras de televisión en una entrevista sin guion en la que no brilló, pero se la vio confiada y no cometió errores que podrían haber complicado su campaña.

Harris se presentó con su compañero de fórmula, el gobernador de Minnesota Tim Walz, en un reportaje en el prime time de la cadena CNN conducido por la periodista política Dana Bash.

Hacía 39 días que no aparecía mano a mano frente a la prensa y los republicanos –y el propio Donald Trump– lo recordaban todo el tiempo, señalando que la candidata no aceptaba el desafío porque no era capaz de enfrentarse a preguntas directas, sin teleprompter de por medio, y salir airosa.

Harris protagonizó un voraz ascenso en las encuestas desde que Joe Biden le cedió la candidatura y alcanzó –incluso superó en algunos estados clave— a Trump, cuya campaña aparece nerviosa ante el impulso demócrata.

Los republicanos esperaban ansiosos esta entrevista para que ella cometiera un error ante las cámaras, se pusiera nerviosa, luciera demasiado emocional, débil o a la defensiva, una oportunidad que los trolls de MAGA replicarían hasta el infinito en las redes.

Pero, aunque no brilló y dejó interrogantes en torno de sus políticas, Kamala lució como una persona cercana a la gente, reflexiva y, sobre todo, presidencial, un objetivo muy importante para los demócratas en esta entrevista.

Cuando Trump suele atacarla por “loca” o “con bajo cociente intelectual” –una ofensiva machista clásica del magnate–, en la entrevista Harris se mostró tranquila y segura de sí misma. No se enojó y ni siquiera le dio importancia cuando la periodista le preguntó por los ataques personales de Trump por su raza o género. “Es el mismo y cansador libreto de siempre. Siguiente pregunta, por favor”, minimizó.

También se la vio cercana a la gente y a veces una simple escena pega más que cualquier discurso. Cuando le preguntaron cómo había recibido la noticia de que Joe Biden se bajaba de la campaña, ella contó que había sido un domingo, que estaba en su casa desayunando panqueques con tocino en familia y armando un rompecabezas con sus pequeñas sobrinas nietas cuando recibió la llamada del presidente.

La mujer más poderosa de EE.UU. estaba haciendo lo mismo que cualquier familia estadounidense un domingo por la mañana.

Y, en otro punto alto en apelación a los moderados y a los opositores que no quieren a Trump, se mostró dispuesta a unir al país cuando dijo que aceptaría incluir a un republicano en su futuro gabinete, si llega a la Casa Blanca.

Igualmente, Harris todavía tiene mucho que resolver y dudas por disipar.

Evitó profundizar sobre qué haría desde el primer día de su presidencia y se refirió apenas en general a tomar medidas a favor de la clase media y enunció algunas de las que ya se saben, como reducir impuestos, ayuda para la compra de la primera vivienda y la inversión en familias y pequeñas empresas.

A pesar de que se le insistió, no dio detalles ni ningún plan específico para lograr estos objetivos. Es posible que a esta altura los enunciados ya no alcancen y que los estadounidenses –sobre todo los indecisos—quieran más detalles de las políticas para decidir el voto.

Harris también tuvo que explicar cómo han evolucionado sus posiciones en temas como el fracking y la seguridad fronteriza desde que se postuló por primera vez para la nominación presidencial demócrata en 2019. «Mis valores no han cambiado», dijo.

Y la candidata afrontó la delicada tarea de presentarse como la candidata del cambio, que quiere encabezar una nueva era, como ella dijo, pero a la vez defender el gobierno del cual es parte. La vicepresidenta defendió con energía a Biden y a su historial económico, y dijo que con la “Bidenomics” se hizo un buen trabajo, aunque “todavía falta”.

La vicepresidenta señaló que busca poner fin a una era «que comenzó hace aproximadamente una década», que es cuando Trump saltó a los primeros planos de la política y dijo estar “profundamente conmovida” cuando le preguntaron por una foto icónica en la que se ve a su pequeña sobrina nieta de espaldas, con trencitas, mirando el discurso de su tía en la Convención.

Aunque Harris enfatizó que se postuló a presidenta porque cree que “en este momento es la más capacitada para ocupar ese cargo, independientemente del género y la raza”, es consciente de que esa foto capturó el potencial de su candidatura para hacer historia como la primera mujer presidenta del país.

Sentado a su lado, Walz tuvo un marcado segundo plano. Le preguntaron por algunas falsedades que una vez había dicho como que había estado en combate durante su época de militar y dijo que “su gramática muchas veces no es la correcta”. Y se emocionó cuando le preguntaron por su hijo Guss, que tiene un trastorno de desarrollo, y que vivó a su padre durante la Convención Demócrata en Chicago.

Así, en una entrevista que duró poco menos de media hora, Harris pasó con su compañero una importante prueba que la coloca con mayor tranquilidad para el debate del 10 de septiembre con su rival republicano por la cadena ABC.

Quizás la mejor respuesta al impacto de la entrevista del jueves la dio el propio Trump tras finalizar el programa: “¡ABURRIDO!”, escribió en su red social. Y, como dicen los estadounidenses, “No news is good news”, o sea que la buena noticia es que no haya habido ninguna. Y la campaña de Harris puede estar aliviada: misión cumplida, prueba superada y a seguir adelante.