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PHOTOS: GOP delegation provides inside look at controversial El Salvador prison housing U.S. deportees

After visiting the controversial Salvadoran mega-prison known as the Terrorist Confinement Center («CECOT»), freshman Congressman Riley Moore, R-W.Va., says he is «even more determined» to support the president’s efforts to secure the U.S. from criminal illegal aliens.
This comes as the Trump administration’s scheme of sending the «worst of the worst» migrant gang members to CECOT has caused national controversy, with some outraged Democrats accusing President Donald Trump of «kidnapping» people for deportation.
Moore said that while at CECOT he came face to face with some of the country’s «most brutal criminals, including murderers, rapists, pedophiles, and terrorists,» and «extremely violent criminals recently deported from the U.S.»
After his visit to El Salvador, he said: «I leave now even more determined to support President Trump’s efforts to secure our homeland.»
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Rep. Riley Moore visits the Terrorist Confinement Center (CECOT) in El Salvador which houses some 14,000 gang members and criminals, including several hundred deported gang members from the U.S. On left, an MS-13 gang member with the letters «MS» tattooed on his chest. (Office of Rep. Riley Moore)
Moore told Fox News Digital he visited the prison with a congressional delegation led by House Ways and Means Committee Chair Jason Smith, R-Mo. The delegation toured the prison this week and spoke with several inmates.
«These are dangerous individuals,» he said. «We had several of them tell us, and they were not afraid to share it, [that] they are killers and committed homicides.»
«It’s not something that it seems that they regret one way or the other, from what I could glean from it,» he explained.
While touring the prison, Moore said he spoke with two deportees from the U.S., both of whom were originally from El Salvador and had been deported from Virginia and California. He said one had been in the U.S. for 20 years and was a high-ranking member of the brutal gang MS-13. According to Moore, both deportees «were not afraid to admit» that they had killed people.
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Moore told Fox News Digital he visited the prison with a congressional delegation led by House Ways and Means Committee Chair Jason Smith. The delegation toured the prison this week and spoke with several inmates.
He said there is a lot of misinformation about the prison, leading the American public to believe that it is a kind of «death camp» for deportees.
«That is not true,» he said, pointing out that of approximately 14,000 inmates in CECOT, only a few hundred were deported from the United States.
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«They are in austere conditions in that prison, there’s no doubt about that,» he explained, adding, «to be clear, they don’t have the death penalty in El Salvador.»
That being said, Moore said the impact of CECOT and Salvadoran President Nayib Bukele’s crackdown on gang crime has been «miraculous» for the people of El Salvador.
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While touring the prison, Moore said he spoke with two deportees from the U.S., both of whom were originally from El Salvador and had been deported from Virginia and California. He said that one who had been in the U.S. for 20 years was a high-ranking member of the brutal gang MS-13. According to Moore, both deportees «were not afraid to admit» that they had killed people.
He said he spoke with ordinary people on the streets of El Salvador’s capital city, San Salvador, who told him that «they were living in a terror state, being terrorized by these gangs and controlling their lives and taking their lives many times.»
Now, he said, «they have their lives back.»
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That is why Moore’s resolve to support the Trump administration’s crackdown on gang terrorism is stronger than ever.
«It is very tragic that all of these young people have just thrown their lives away because they decided to basically not only destroy themselves, to destroy their own country and community and people’s lives… It’s hard to really wrap your mind around,» he said. «[But] the fundamental building block of any nation state is security. If you don’t have security, you can’t have economic opportunities, civil society, justice, any of those things. The bedrock of it is security. That has to be provided.»
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Pinin Brambilla, la mujer que dedicó más de 20 años a restaurar La Última Cena y enmendó el “gran error” de Leonardo Da Vinci

Pinin Brambilla, una de las restauradoras más destacadas de su tiempo, comenzó en 1977 una de las tareas más complejas y fascinantes de la historia del arte: restaurar La última cena de Leonardo da Vinci. El mural, una de las obras más emblemáticas del Renacimiento, había sufrido más de 400 años de deterioro, intervenciones incorrectas y condiciones ambientales adversas.
Brambilla, quien falleció en 2020, dedicó más de 20 años a devolver a esta pintura su esplendor original. Su meticuloso trabajo no sólo corrigió los errores de restauradores previos, sino que también reparó lo que muchos consideran el “gran error” de Da Vinci: la técnica experimental que utilizó en la pintura.
A través de su restauración, restauró la humanidad y el carácter de los apóstoles que el maestro florentino había inmortalizado.
Cuando Brambilla comenzó a trabajar en La última cena, la pintura se encontraba en un estado lamentable. Como ella misma recordó, al ver la obra por primera vez no podía reconocerla: “No podías ver la pintura original, estaba completamente cubierta por yeso y más pintura. Tenía cinco o seis capas encima”, comentó hace años a la BBC. Lo que Da Vinci había creado en 1498 estaba casi irreconocible, y su genuina belleza se encontraba oculta bajo varias capas de materiales. La razón de este daño se encontraba en la misma técnica que el pintor utilizó, la cual, aunque innovadora, resultó ser un gran error a largo plazo.
A diferencia de lo que era común en la época, Da Vinci rechazó la tradicional técnica de pintura al fresco, en la que los pigmentos se aplican sobre yeso húmedo. Optó por una técnica experimental que consistía en aplicar óleo o témpera sobre yeso seco. Este método, que le permitió dedicar más tiempo a los detalles, resultó ser perjudicial. El óleo no se adhirió de manera permanente al muro, lo que generó que la pintura comenzara a deteriorarse apenas dos décadas después de su finalización.
El escritor Walter Isaacson mencionó en su libro Leonardo da Vinci, que la pintura comenzó a desintegrarse poco después de la muerte del artista, algo que se exacerbó por factores como el agua que filtraba por la pared y el humo proveniente de la cocina del monasterio. Además, la pintura sufrió daños durante la Revolución Francesa y la Segunda Guerra Mundial.

Frente a semejante desafío, Brambilla comenzó su intervención en 1977. Lo que le esperó fue una restauración minuciosa y compleja que duró más de dos décadas. El proceso no solo implicó la eliminación de las capas de pintura añadidas por otros restauradores a lo largo de los siglos, sino también una exploración profunda para comprender las capas originales de Da Vinci.
Brambilla y su equipo realizaron pequeñas perforaciones en la pared para insertar cámaras diminutas que pudieran establecer cuántas capas de pintura se habían superpuesto a la obra original. Con instrumentos quirúrgicos y lupas, fueron retirándolas cuidadosamente del boceto original.
“Trabajamos con pequeños fragmentos a la vez, con mucha dificultad, porque la pintura original era muy frágil, mientras que las capas superiores eran muy robustas”, explicó Brambilla.
El proceso no estuvo exento de interrupciones. El equipo de Brambilla tuvo que enfrentarse a dificultades técnicas y burocráticas, y en ocasiones la restauradora pasaba semanas sin poder trabajar en la obra debido a visitas de dignatarios. La tarea también tuvo un costo personal: Brambilla dedicaba tantos años a la restauración que esto afectó su vida familiar. A menudo se veía obligada a pasar largas jornadas lejos de su marido e hijo, y en ocasiones, incluso trabajaba los fines de semana.

Finalmente, en 1999, Brambilla completó la restauración. El resultado fue una obra notablemente más cercana a lo que Da Vinci había concebido. Al retirar las capas de pintura, la restauradora reveló detalles minuciosos que habían sido ocultos durante siglos. Las expresiones faciales de los apóstoles, por ejemplo, recuperaron su humanidad, y la sensación emocional que Da Vinci había querido transmitir en la escena de La última cena se hizo más evidente.
“Ahora las caras de los apóstoles parecen participar genuinamente del drama del momento”, comentó Brambilla, satisfecha con el trabajo realizado.
Sin embargo, la restauración no fue un proceso exento de críticas. Algunos expertos en arte sostuvieron que la restauración había removido demasiado de la pintura original, mientras que otros defendieron la intervención, argumentando que la obra recuperó la profundidad emocional que Da Vinci había querido plasmar. A pesar de las controversias, Brambilla se mostró satisfecha con su trabajo, pues consideraba que la pintura había sido devuelta a su esencia original.
Pinin Brambilla siempre se sintió emocionalmente vinculada a la obra. “Por cada obra que restauro, una parte se queda conmigo”, confesó. La restauradora nunca dejó de sentir una conexión profunda con las piezas que restauraba, y La última cena no fue la excepción. Al finalizar la restauración, sintió una mezcla de satisfacción y tristeza al tener que “abandonar” la obra que tanto la había marcado.
La restauración de La última cena es una de las más grandes contribuciones al mundo del arte en el siglo XX. Pinin Brambilla no solo devolvió a esta obra su esplendor original, sino que también corrigió los errores que podrían haber permanecido en la pintura durante siglos. Su dedicación, paciencia y conocimiento técnico transformaron una obra deteriorada en un testamento de la maestría de Leonardo da Vinci.
La última cena, restaurada con tanto amor y dedicación, continúa siendo una de las pinturas más admiradas del mundo, no solo por su mensaje visual, sino también por la historia detrás de su restauración.
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