INTERNACIONAL
Fernando Aramburu: “Es muy humano el miedo a contagiarse de la desgracia, a estar cerca del dolor”

Fernando Aramburu es uno de los más grandes y premiados autores en lengua española. Su novela Patria –esa historia formidable en la que dos familias amigas del País Vasco terminan enfrentadas por el terror y la manipulación política–, le valió el reconocimiento internacional y también la posibilidad de convertir su ficción en una exitosa y premiada miniserie.
Aramburu nació en San Sebastián (País Vasco) en 1959 y vive en Alemania desde 1984. Es autor de novelas como Fuegos con limón, Los ojos vacíos, Viaje con Clara por Alemania, Años lentos, Los vencejos e Hijos de la fábula, y de libros de cuentos como Los peces de la amargura y El vigilante del fiordo. Es también autor de los libros de no ficción Autorretrato sin mí, Vetas profundas y Utilidad de las desgracias. Su poesía completa fue publicada con el título Sinfonía corporal.
Aramburu estuvo en Buenos Aires durante la Feria del Libro para presentar su nuevo libro de cuentos Hombre caído, un volumen integrado por catorce relatos atravesados por emociones y también por el terror y la inquietud. La mirada sobre la vejez, lealtad y la muerte, los pactos íntimos en las parejas, la frustración, el resentimiento.
Una acuarela de emociones componen estos cuentos muy elaborados, algunos de ellos breves, otros con una extensión cercana a la nouvelle, que impactan a veces por el odio y la crueldad y otras por el dolor que pueden llegar a atravesar las personas. Observados en conjunto, estos catorce relatos reproducen, a su manera, una suerte de cartografía humana.
— Es un placer leer Hombre caído y una lectura que ofrece también momentos, no diría de zozobra, pero sí de inquietud. Pienso por ejemplo en el relato de Beatriz, en el que la crueldad es uno de los temas. Beatriz está mal económicamente y a su pareja se le ocurre ir a buscar dinero a la casa en la que ella está cuidando a un señor hace muchos años. Pensaba en las cosas que puede llegar a hacer un ser humano sin siquiera considerar que están mal, ¿no? Me impresiona.
— Sí, bueno, tienes toda la razón. Por razones que yo no sabría explicar, cuando me pongo a escribir cuentos sale mi vena más cruel. Tengo una rápida tendencia a contar historias breves en las cuales aparecen los flancos menos nobles del ser humano, aunque a veces, sí, para compensar echo mano del humor. Pero incluso este humor que aflora de vez en cuando en mis cuentos es de tipo negro o de tipo inoportuno. Es decir que surge en situaciones en las que lo esperable sería la gravedad, el respeto.
— Sí, hasta el humor es brutal.
— Un poco, sí. Creo que la culpa es del niño, del muchacho que fui, al que doy ocasión de participar un poco en mi literatura y esto es por medio de los cuentos.
— Más que por las novelas.
— No, en las novelas domina el señor metódico. El que se documentó. El que tiene que levantar historias complejas, pobladas con diversos personajes. En fin, que va a un desenlace. Que tiene que cerrar bien un conjunto amplio de páginas. De hecho, estos días he descubierto que, según lo que escriba, me visto, me calzo una u otra personalidad creativa. Creo que no soy el mismo escritor cuando escribo novelas, cuando escribo poemas, cuando escribo relatos.

— ¿En qué ves eso, además del tratamiento de los temas?
— Lo veo en muchos aspectos pero en uno muy esencial y es la manera en que permito que el proyecto en el que estoy ocupado colonice mi cerebro. Cuando yo escribo algo, estoy ocupado las 24 horas del día en eso. No de una manera física visible pero bueno, me llevo el trabajo al reposo nocturno; cuando voy por la calle estoy dándole vueltas al párrafo que me está haciéndolo todo difícil. Veo personajes. Busco en mis trato social anécdotas, palabras, gestos que me puedan ser provechosos. Y ahí es donde noto que no soy el mismo cuando estoy haciendo una cosa o cuando estoy haciendo otra.
— Me quedé pensando porque, en general, uno imagina que los narradores, sobre todo los novelistas que escriben también libros de cuentos, hay como una cosa más relajada en los libros de cuentos en la medida en que muchas veces se van escribiendo en momentos entre novela y novela y así se van acumulando, hasta llegar a una cantidad que permite ya convertirse en libro. ¿Te pasa eso?
— En parte, sí. Lo que ocurre es que mis cuentos en realidad forman parte de un proyecto global que consiste en que yo deseo escribir un único libro de cuentos a lo largo de mi vida, del cual voy dando muestras cada cierto tiempo. Entonces, Hombre caído es la tercera muestra de ese libro hipotético que seguiré escribiendo.
— ¿Un proyecto que arrancó con el primero, con Los peces de la amargura?
— No, Los peces de la amargura no era parte porque son de tema vasco. Pero soy autor de un libro de los años 80 que se titulaba No ser no duele y que también es de tipo un poco cruel, con historias que ilustran aspectos poco compasivos del ser humano, situaciones límite, traiciones, etcétera, etcétera, y ya con Hombre caído ese hipotético volumen de cuentos completos vamos a decir que es bastante grueso y espero seguir añadiendo más piezas. Cada muestra es fruto de una selección. Esto lo explicaste muy bien hace un momento, yo voy escribiendo cuentos y, cuando ya veo que tengo bastantes, hago una selección y elijo los que me parecen más dignos de la mirada ajena.
— Pero imagino que esa selección también incluye ver qué los une.
— Sí, bueno, los une ya el hecho innegable de que los ha escrito la misma persona. De que además la escritura de los cuentos forma parte también de una evolución calculada, deliberada, que me lleva, ya lo estoy viendo desde hace unos libros, hacia una depuración; hacia el propósito de contar historias con la cantidad verbal mínima necesaria, ¿de acuerdo? Y entonces esto también los unifica porque les da un tono parecido. Pero tampoco me siento al escritorio y me digo: “bueno, voy a escribir catorce cuentos sobre lo bonita que es la primavera”. Lo que pasa es que, en realidad, toda mi escritura narrativa sigue una línea que es la del indagador en lo humano. De nuevo, como en las novelas, los cuentos están protagonizados por seres humanos concretos. Como si el escritor fuera un dron que vuela sobre la ciudad y en un momento determinado entra por la ventana en un ámbito privado y cuenta una historia que ha encontrado allá. Lo del dron lo digo ahora porque se ha puesto de moda, pero sí soy consciente de ello. Yo he trabajado siempre así, a partir de esa fascinación que tengo por mis semejantes. Yo me siento a menudo en la terraza de una cafetería y veo pasar a la gente pero no me limito a ver solo lo que ellos muestran, la vestimenta, las facciones, sino que intento descubrir su verdad, su historia secreta.
— ¿Tomás notas sobre la gente cuando estás sentado en los cafés?
— Pudiera ser. Sí, sí que voy armado con un cuaderno y un bolígrafo y como no me fío de mi memoria, veo algo interesante y lo anoto. Pero es verdad que soy un paseante de la vida, siempre con una antena literaria puesta ¿no?
— Otro de los temas que aparece mucho en tus cuentos tiene que ver con las parejas. Como esas parejas que uno se pregunta por qué siguen juntas, qué es lo que los une más allá del contrato que hicieron en algún momento. Y, también, cierta cosa desaprensiva de padres o madres hacia los hijos y de los hijos hacia los padres. Hay algo ahí en los vínculos familiares y entre hermanos: hay uno que me gusta mucho en el que aparece un encargo de alguien que sufrió un ataque y le pide al hermano que lo vengue. Y, en ese sentido, la cuestión de la familia como la unidad social, humana, aparece muy diseccionada.
— Me encanta escucharte porque me siento claramente descifrado.
— (Risas) Qué bueno.
— Te digo la verdad, yo fui consciente una vez publicado el libro y mientras corregía las pruebas de un detalle y es éste, precisamente, que muchos de estos cuentos están protagonizados por parejas. Matrimonios, hermanos, un padre y un hijo, un padre y una hija, sí. Y quizás eso tenga que ver con esta inquietud sostenida que tengo por la dificultad que tenemos los seres humanos para mantener relaciones armónicas duraderas. Nos amamos, nos abrazamos, pasa un tiempo y eso se va deteriorando, se va rompiendo. Incluso puede llegar a situaciones de confrontación violenta. A mí esto me da mucha pena y lo que hago es ilustrarlo no para buscar respuestas, ni siquiera para formular preguntas, que son frases que solemos decir los escritores en las promociones y entrevistas para salir del paso, ¿no? Es como una pequeña obsesión, una pena existencial que tengo. Y me la suscita la ruptura entre hermanos, las desavenencias familiares, las amistades que se rompen.
— Al mismo tiempo uno piensa, no sé, tenemos más o menos la misma edad: ¿no te cansás de vos mismo?
— A veces sí, pero soy muy pesado. No es fácil vivir conmigo.
— Por eso digo, ya existe esa dificultad, imaginate vivir con otro, ¿no?
— Pero quizás por eso escribo, porque así ideo aventuras, vidas que no son la mía… Pero también hay un punto en el que me reúno conmigo mismo y es un poco antes de terminar la jornada, esa mirada ante el espejo cuando acabó el día y uno se mira, es el momento de lavarse la dentadura, y uno se mira un momento y se pregunta: ¿actuaste bien? ¿Hiciste daño? ¿Cumpliste con tu tarea? Y yo necesito que el otro, que soy yo, me diga que sí. Entonces me voy tranquilo a dormir. O sea, tengo ese punto moral que hace tolerable que yo conviva conmigo mismo.
— ¿Hay como un mandato ahí desde siempre?
— Desde siempre no, pero vamos a decir desde los 17, 18 años. Eso se lo debo a Albert Camus. Es un hombre que ha determinado mi ética durante toda mi vida, que es la ética del respeto, del reconocimiento a la dignidad del otro. Quizás por eso mis historias son a veces un poco crueles, porque me gusta mostrar adónde conducen ciertas conductas insolidarias.

— Estamos viviendo en una era de la crueldad como no recuerdo. Es algo que no hemos visto y que baja desde los liderazgos.
— Sabes, es que mi idea es que, claro, algunos procedemos de dictaduras, entonces hemos hecho un esfuerzo por levantar una democracia con todas sus imperfecciones. Y nuestros hijos o nuestros nietos han nacido en una democracia y quizás no la saben valorar.
— Sí, coincido.
— Veo que hay como un cansancio. Pero es que fuera de la democracia está el infierno, eh. Está el totalitarismo, la prohibición, la censura, la represión. Esto yo lo llevo muy grabado pero no porque lo haya leído sino porque lo he visto.
— Pero cómo se hace para que entiendan lo que no vivieron.
— Bueno, pues no sé si tenemos respuesta. Pero sigo confiando en que la humanidad sigue un trayecto civilizatorio desde el simio inicial que se comportaba conforme a las leyes de la naturaleza, que son las leyes de la fuerza bruta, que favorecen al más fuerte o al más rápido, al que tiene los dientes más poderosos, y que nos va llevando poco a poco a una sociedad de derecho donde reconocemos que todos son iguales ante la ley, que las mujeres no pueden ser discriminadas, que quienes tengan una responsabilidad gubernamental son funcionarios, están en función de la sociedad y deben ser elegidos libremente por los ciudadanos. Deben convencer a los ciudadanos. No veo otro camino. Pero es verdad que ese trayecto civilizatorio, digo civilizatorio porque nos civiliza, porque nos aleja de la naturaleza, a veces sufre regresiones, ¿de acuerdo? La tentación de apoderarse de los resortes del poder es muy grande. De imponer el propio capricho. O introducir el interés propio, el interés partidista, el interés personal, a costa del bienestar de los ciudadanos, eso también…
— Mencionaste recién además lo de los funcionarios. Las deudas de la democracia también tienen mucho que ver con eso. Cuando uno ve que efectivamente está el interés propio por encima del interés del servicio, digamos, se va creando una base como para que haya una desconfianza absoluta en el sistema.
— Bueno, a partir de que el siglo XX nos enseñó que se puede elegir en comicios al tirano.
— Así es. Elegir de manera democrática no garantiza la democracia del elegido.
— Ni mucho menos. Ni mucho menos.
— Eso es grave sobre todo porque cuando te hablo de una era de la crueldad ni siquiera estoy hablando solo por lo que podamos estar viviendo en la Argentina, sino por lo que uno ve en el mundo. Y la guerra, naturalizada. Eso es muy peligroso.
— Sí. Y aparte de que estamos en un momento histórico en el que el concepto de nación pierde sentido porque si es tan fácil el transporte, la comunicación es global, si el comercio también está tan imbricado entre las naciones, si las fronteras caen como caen afortunadamente en Europa, a mí encanta ir de España a Alemania, de Alemania a los Países Bajos, no hay control, pago con la misma moneda, ¿no? Entonces, esto genera cierta inseguridad, incluso miedo. Miedo a la pérdida de una identidad asociada a un terreno determinado. Y entonces estamos en un momento histórico en el que faltan quizás respuestas o quizás falte algún tipo de calamidad…
— Parecía que la pandemia nos haría mejores, sin embargo a la vuelta de la pandemia nos encontramos con que fue todo para peor.
— No sé si para peor, pero el ser humano reacciona de parecida manera ante situaciones similares. La pandemia supuso, bueno, aparte de una cantidad preocupante de fallecidos, no podemos olvidar, pero sí que unos impulsos solidarios de la población que a mí me parecen muy positivos, puesto que fomentan el respeto.
— Sin embargo tenemos uno de tus cuentos en donde está prohibido ayudar al caído.
— Sí, pues quizás precisamente por esto, ¿no? Vemos a un hombre caído en la vía pública y no se le puede ayudar. Hay una ley. Hay una norma que no sabemos quién la ha dictado que prohíbe levantarlo. Y, entonces, incluso hasta la solidaridad, la empatía, la comprensión, están prohibidas no sabemos por qué. Por cierto, yo escribí ese cuento de una manera más bien intuitiva. Es decir, no es que voy interpretando pero ahí hay personas más perspicaces que yo que han hecho interpretaciones muy profundas de ese cuento, en relación con el mundo en el que estamos viviendo.
— ¿Cómo fue que decidiste nombrar el volumen con el título del último relato?
— Lo he hecho así en las tres colecciones de cuentos que he publicado hasta la fecha porque, como te dije antes, la idea es que estos libros integren uno mayor, que tendría su propio título. Entonces, en cada caso elegí el título de una de las piezas. Pues quizás me pareció el más eufónico, o me dejé llevar, no sé, por algún tipo de olfato. O porque sonaba bien. Quiero decir que no me habría costado nada un simple paseo con mi perra para idear un título general, pero como tengo esta intención de añadir ahora estos catorce cuentos a los anteriormente publicados, la elección de este título es puramente un trámite. Porque de alguna manera hay que nombrar el libro.
— Entiendo. Estamos hablando de catorce relatos. Catorce relatos que se escribieron a lo largo de cuánto.
— De 13 años. Algunos han estado escritos de una manera dispersa, tal vez porque no he sabido solucionarlos, y luego los he dejado para más adelante. Soy más bien un escritor rumiante. Es decir que vuelvo a mascar ahí los párrafos hasta que les encuentro la solución definitiva. Hay tres, si quieres te lo digo, hay tres maneras de que yo escriba cuentos. Una, que es la que más me gusta porque es la más rápida, más sencilla, es cuando me los encargan. No es que haya muchos acá pero bueno, si me comprometo a escribir un cuento de unas determinadas dimensiones y con fecha de entrega determinada, yo sé que cumplo seguro. Aunque no tenga una historia en la cabeza, ya te digo; agarro a mi perra y salgo a pasear por el borde del canal cerca de donde trabajo y tarde o temprano se me ocurre algo. La otra forma es que haya una historia que se esté formando en la cabeza que me inquiete, que no me deje dormir, que no me deje tranquilo, y ya sé que, como no la convierta en texto, no me voy a liberar de ella.
— ¿De esa clase de historias qué cuento surgió de ahí?
— Pues algunos, sí. Por ejemplo, el de la mujer que le solicita al marido una relación sexual…
— Con algo de violencia.
— Sí. Le solicita violencia y él, que es una buena persona, pues no la complace y eso conduce a la destrucción del matrimonio. Sí, esa es una cuestión, son unas imágenes…
— Te aparecieron imágenes e ideas.
— Sí, y están en la cabeza y además interfieren en otros trabajos que estoy haciendo y, como no ponga las palabras por escrito, no me va a dejar en paz.
— Claro, claro.
— Y la tercera posibilidad de creación de cuentos son las rachas. Es decir, me paso dos, tres, cuatro meses, y un cuento me lleva a otro. Como en un racimo de uva se van sucediendo…
— Aunque no tengan que ver entre ellos.
— No, pero ya es que es en un momento en un cuento hay un diálogo, hay una imagen, que me lleva, no sé, como un cabo de hilo tirando del cual sale otra historia. Historias que se complementan o historias que llevan a otras y estas a otras.
— ¿Y te pasó alguna vez que algunas de estas historias que se complementan se terminaron convirtiendo en una novela?
— Eso me ha pasado alguna vez, sí. Pero para que una idea de cuento se convierta en novela para mí tiene que introducirse un elenco de personajes largos. Porque de hecho mis novelas consisten en la creación de personajes, que puedan convivir, etcétera. Les busco un contexto histórico, una época. Subtramas, etcétera. Entonces pienso: ya veo que esto da para una novela.

— Uno de los relatos, que es el más largo, que me gustó particularmente. Hay cuatro personajes, son dos parejas de vecinos y el cuento se llama “Klaus”. Contame un poco cómo surgió ese cuento.
— Bueno, te contaré hasta donde pueda puesto que ese cuento está basado en un hecho real, lo cual no significa que lo que yo cuento en el cuento ocurriera, ¿no? Pero sí que tuvimos un vecino que contrajo una grave enfermedad de la cual falleció. Yo no narro en realidad la enfermedad sino más bien alrededor de este personaje moribundo, lentamente moribundo, describo toda una serie de comportamientos de los vecinos. Y particularmente centrados en el matrimonio que vive al lado. Es un cuento que transcurre en Alemania, en una vecindad de casas adosadas y en todas ellas hay un pedazo de jardín. Esto es muy alemán. Eso obliga o induce a una convivencia bastante estrecha. El cuento me parece que está claramente emparentado con La muerte de Iván Illich, de Tolstoi, donde ocurre un hecho semejante. Pero, evidentemente, aquí en el mío hay algo vivido. No exactamente lo que cuento, pero sí hay algo vivido. Y es muy humano reaccionar de una manera quizás no muy noble, no muy valiente, cuando nos vemos cerca de la desgracia. Eso lo he visto yo muchas veces en el País Vasco. Una persona que ha sufrido un atentado o ha perdido un pariente y de repente los demás se alejan. Pero ni siquiera con mala intención. O se muere, pongamos, una vecina de cuatro, cinco plantas. Muere una persona en el 3º B. Y esto obliga a una respuesta, tienes que dar el pésame. Entonces no es raro que alguien cuando oiga salir a la viuda, por ejemplo, se quede en casa. No sé por qué, quizás porque no sepa cómo decirle, cómo expresarle un sentimiento u ofrecerle una fórmula convencional de condolencias le puede parecer insincero. Hay como un miedo a contagiarse de la desgracia. A estar cerca del dolor. Y hay todo un mundo psicológico de comportamientos que a mí me inspiraron para escribir ese cuento. Y eso es en realidad lo central, no el hecho de que un señor se ponga enfermo y al cabo de un tiempo fallezca. Esa es más bien la excusa para describir toda una serie de comportamientos alrededor: la hipocresía, el temor, la vergüenza, etcétera.
— ¿Y “Klaus” surgió de cuál de las tres maneras que me comentabas?
— “Klaus” es un cuento de encargo.
— ¿Ah sí?
— Sí, sí. De encargo de un periódico que me solicitó un cuento del cual se pudiera publicar un extracto un día determinado de la semana.
— A la manera del folletín.
— Sí. Claro, lo que yo hice al comprometerme a publicar un texto relativamente largo. Tenía que ser largo porque eran cinco, seis colaboraciones, eso me llevó a echar mano de una historia que ya me estaba rondando en la cabeza de un tiempo, ¿no? O, en todo caso, la incomodidad de haber vivido este caso de cerca y necesitar de alguna objetivarla, sacarla de mí convirtiéndola en un texto. Porque una vez que he terminado una pieza, ya me siento como libre de ella. De hecho, el cerebro la suele olvidar rápidamente.
— ¿No vuelve?
— No, no vuelve. Ya la hice, ya pasé por acá. Me voy al siguiente pueblo. Sí, tengo esa sensación.
— Algo que aparece también en algunos relatos es la mención de, en general, mujeres latinoamericanas. Las latinoamericanas que están en Europa, en España hay muchísimas, aparecen en los cuentos como laterales o apenas mencionadas y siempre en tareas de limpieza o de cuidado. ¿Cómo estás viendo eso en la vida real? Porque la sensación ahí es que estás hablando de una realidad que es justamente esta, mujeres latinoamericanas que viajaron para poder mandar las remesas para que sus familias sobrevivan en sus países de origen.
— Sí, están ahí, son visibles. Pero yo te confieso que no me he planteado un objetivo sociológico ni mucho menos sino que la presencia de personas, particularmente mujeres hispanoamericanas que atienden ancianos o que se ocupan de la limpieza, es muy normal en estos momentos en España. Mi madre, que pronto va a cumplir 100 años, durante mucho tiempo recibió los cuidados, remunerados naturalmente, de una colombiana con la que además amistó y con la que mantiene contacto pues, no sé si telefónico o por carta. Y también en Patria aparecía una ecuatoriana, sí, no tuve que hacer un gran esfuerzo imaginativo.
— Claro.
— A esto es cuando yo me refiero que tengo esa pequeña ambición de trazar un dibujo social de mi época. Pero no a la manera del sociólogo que ve un fenómeno y dice: ah no, le tengo que hacer un hueco en mi trabajo porque esto es representativo. No, yo observo, miro, y lo que me encuentro me lo llevo a mis textos. A eso me refiero cuando digo que vivo de modo literario, que tengo la antena puesta viendo detalles, viendo escenas que me pueden ser provechosas para lo que escribo. Y yo no era consciente de eso que acabas de decir, tienes mucha razón, sí. Y entonces nunca he escrito un texto en el que una de estas personas fuera protagonista, pero están ahí y una función cumplen, ¿no? Y a veces cumplen una función muy positiva, bueno, en parte porque son personas al margen de las clases privilegiadas y eso ya me obliga a una empatía natural. Pero sí que me sirven parar mostrar algunos comportamientos de las personas que las contratan.

— Totalmente.
— Me acuerdo de Patria cómo una persona que era absolutamente nacionalista, que pedía como una pureza ideológica, sin embargo tenía contratada a una ecuatoriana a la que no pagaba bien. Hay una contradicción evidente que el lector percibe. Yo no tengo por qué explicársela.
— En tus cuentos aparecen la decadencia, la vejez y la posibilidad de una muerte más bien cercana en algunos de los personajes. Y siempre que te escucho pienso que sos una persona muy metódica, muy organizada; ya varias veces mencionaste tu proyecto en relación al libro de cuentos final. Y me pregunto si tenés también pensado lo que va a ser de vos en unos años. Es decir, si le dijiste a tu familia qué cosas querés para vos dentro de unos años. En uno de los cuentos hay un geriátrico, una residencia para mayores. ¿Es algo en lo que pensás?
— Pero totalmente. De una manera sosegada. Sí, sí. Yo tengo hecho mi testamento. Tengo perfectamente asumida mi condición pasajera. Tengo 66 años. De hecho, aprovecho el tiempo porque sé que esto se acaba y me gustaría llevar a cabo algunos proyectos antes de que sea demasiado tarde. Me faltan 4 años para cumplir 70. Ya hace un tiempo he decidido que cuando tenga 70 revisitaré mi biblioteca, si la salud lo permite. Probablemente dejaré de leer novedades y volveré a leer los libros que tanto me colmaron, que tanto me gustaron, como quien los visita de nuevo. Me leeré de nuevo todo Kafka. La Biblia. El Quijote.
— Me vas a hacer llorar, eh.
— A nuestro querido Borges.
— Sí, sí.
— Y me gustaría despedirme de todos estos libros, Stendhal, la Divina Comedia. De uno en uno. Y ese proyecto tengo. Y por supuesto que si tengo un problema físico, de tal manera que no pueda decidir mi destino, también lo tengo tramitado. O sea que yo te digo que sí. Y, sin embargo, soy un agradecido a la vida. Le agradezco a la cultura una especie de serenidad que me ha dado, en el sentido que me considero libre del sentimiento trágico de la vida. Es decir, no estoy…
— Siendo Unamuno.
— No, Unamuno no está en mi horizonte de convicciones. No creo en un más allá. Y vuelvo a lo de la mirada: me gustaría en los últimos 5, 6 segundos de vida mirarme en un espejo y decirme: “Chaval, lo hiciste bien”. No dejaste una huella de dolor. Te equivocaste algunas veces naturalmente, fuiste muy tonto en otras. Pero vamos a decir que no has dejado el mundo peor de como lo encontraste en el ámbito que tú te moviste, ¿no?

— Hablaste de proyectos de escritura. ¿A qué te gustaría dedicarte en los próximos años?
— En el plano de la escritura creo que tengo todavía mucho que hacer. Lo que me da equilibrio, ¿sí? No tengo la sensación de que lo he dicho todo y eso me consuela bastante. Tengo varios proyectos, entre otros el de Gentes vascas. Me gustaría ampliar. Me gustaría seguir contando historias de gente de mi tierra natal, gente común y corriente. Como siempre, yo no escribo sobre los hacedores de la historia ni sobre presidentes ni reyes. Yo escribo libros sobre vecinos, padres, madres, hermanos, que viven en un lugar determinado, que fue el mío y en una época que fue la mía. Y eso es todo.
— Dijiste que el libro de cuentos ya es bastante gordo. ¿Pensás que podría haber más cuentos todavía?
— Sí, sí. Si nada lo impide. Si nada se tuerce, claro que escribiré cuentos. Para no escribir cuentos me lo tendría que prohibir. Porque una novela sí que me la impongo, pero es que los cuentos me vienen. Los malditos me vienen. Y además que tengo muchas espinas que me dicen: como no me escribas voy a estar aquí molestándote todos los días.
— Un tábano.
— Sí. Y digo: bueno, pues te voy a escribir y así puedo quedarme tranquilo.
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FLASHBACK: Wildest moments Mamdani overcame on the campaign trail to become NYC’s next mayor

NEWYou can now listen to Fox News articles!
New York City socialist candidate Zohran Mamdani cruised to victory on Tuesday night, defying the laundry list of critics who railed against him over several high-profile controversial stances and statements.
Communist label
Mamdani dismissed the «communist» label throughout the campaign, maintaining that he is a democratic socialist.
His past comments promoting the abolition of private property, seizing the means of production, claiming billionaires shouldn’t exist, and calling for free government programs earned him the communist label from some, including President Donald Trump.
Mike Gonzalez, the Angeles T. Arredondo E Pluribus Unum Senior Fellow at The Heritage Foundation, told Fox News Digital earlier this year that Mamdani is «absolutely a communist» who «repeats lines out of the ‘Communist Manifesto’ and other writings by Karl Marx.»
«When Marxists today say they are socialists, they usually want to convey the impression that they believe in elections and not just in shooting your way into power,» Gonzalez added. «Of course, that election often ends up being the last free and fair one. Witness Venezuela.»
AMERICANS FLOCK TO THE POLLS FOR 2025 OFF-YEAR ELECTIONS ON NOVEMBER 4
New York City Democratic mayoral nominee Zohran Mamdani speaks during an interview on «The Story with Martha MacCallum» at Fox News on Wednesday, Oct. 15, 2025, in New York City. (Evan Agostini/Invision/AP)
Anti-Israel positions
Days before the election, an antisemitism research institute released a comprehensive report that summarized its concerns about Mamdani’s stances on Israel and concluded he shouldn’t become the next mayor of New York City.
Mamdani faced heated criticism on the campaign trail, including hundreds of rabbis signing a letter opposing him for positions dating back to his time in college co-founding his school’s Students for Justice in Palestine chapter all the way up to this year when he was hesitant to definitively condemn the term «globalize the intifada.»
Mamdani sparked a political firestorm last month, drawing outrage from the law enforcement community after posting a smiling photo with Imam Siraj Wahhaj, a Brooklyn cleric who served as a character witness for the mastermind of the 1993 World Trade Center bombing and has been a longtime defender of convicted terrorists, raising funds for their legal defenses.
Mamdani, a 34-year-old New York state assembly member, has been an outspoken critic of Israel and has even vowed to have Israeli Prime Minister Benjamin Netanyahu arrested if he visits New York City.
«I call Zohran Mamdani a jihadist because he is. Zohran Mamdani is a raging anti-Semite,» New York GOP Rep. Elise Stefanik said in August.
MAMDANI’S GOD SQUAD: THE CLERICS, ACTIVISTS AND POLITICAL OPERATIVES WHO HAVE HIS BACK
«Mamdani is the definition of a jihadist as he supports Hamas terrorists which he did as recently as yesterday, when he refused to call for Hamas terrorists to put down their arms — the same Hamas terrorist group that slaughtered civilians including New Yorkers on October 7, 2023.»
In July, a Jewish advocacy group blasted Mamdani for sharing a video mocking Hanukkah Jewish traditions on social media.
Mamdani also faced criticism over the anti-Israel positions of his Columbia University professor father, Mahmood, who previously compared Abraham Lincoln to Adolf Hitler and appeared sympathetic to suicide bombers in a book he authored.
«I think critiques of the state of Israel are critiques of a government, as opposed to critiques of a people and of a faith,» Mamdani told MSNBC this week. «And my job is to represent every single New Yorker, and I will do so no matter their thoughts and opinions on Israel and Palestine, of which millions of New Yorkers have very strong views — and I’m one of them.»
THE 2025 ELECTION THAT MAY DETERMINE IF REPUBLICANS HOLD HOUSE IN 2026 MIDTERMS

New York City Democratic mayoral nominee Zohran Mamdani accepts an endorsement from the United Bodegas of America in the Bronx, New York City, on Wednesday, Oct. 29, 2025. (Deirdre Heavey/Fox News Digital)
Defunding the police
Public safety was one of the most talked about issues on the campaign trail, resulting in a constant debate about Mamdani’s calls in 2020 to «defund the police.»
Before his mayoral campaign, Mamdani called the New York Police Department «racist» and said in 2023, «We have to make clear that when the boot of the NYPD is on your neck, it’s been laced by the IDF.»
«I think what scares a lot of New Yorkers about the policy positions taken by Zohran Mamdani over the years is that he has exhibited not just a lack of appreciation for the men and women that stand on that [police] line, but a visceral disdain for them, which has led him to push for things like defunding and dismantling the police,» Rafael A. Mangual, senior fellow and head of research for policing and public safety at the Manhattan Institute, told Fox News Digital in August, shortly after a gunman killed four people in midtown Manhattan, including a NYPD police officer.
«It’s not so much as just that he said, well, I wanna allocate some of this money to other places. He has gone so far as to say that we should dismantle the entire department.»
Mamdani attempted to distance himself from his previous positions on the campaign trail and apologized to them in a Fox News interview in October.
«Will you do that right now?» Fox News anchor Martha MacCallum asked.
«Absolutely,» Mamdani said, turning to face the camera directly. «I’ll apologize to police officers right here because this is the apology that I’ve been sharing with many rank-and-file officers. And I apologize because of the fact that I’m looking to work with these officers, and I know that these officers, these men and women who serve in the NYPD, they put their lives on the line every single day. And I will be a mayor.»
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New York City Democratic mayoral nominee, Zohran Mamdani, spoke to supporters at a canvass launch event in Prospect Park on Sunday, Aug. 17, 2025. (Deirdre Heavey/Fox News Digital)
Columbus Day incident
In July, Mamdani sparked a social media firestorm after a post resurfaced of him giving the middle finger to a statue of Christopher Columbus.
«Take it down,» Mamdani posted in June 2020, along with a photo showing what is presumably his gloved hand raising the middle finger toward a statue of the famed Italian explorer in Astoria, New York.
In a post around the same time, Mamdani asked his followers in a poll who should be honored instead of Columbus with options that included, «Tony Bennett (Astoria native, music icon) Walter Audisio (Communist partisan, killed Mussolini) Sacco & Vanzetti (Executed due to anti-Italian sentiment).»
The winners of the poll were Sacco and Vanzetti, two anarcho-communists executed in 1927.
Some in the Italian community took offense to the post, according to a New York Post report, including Columbus Heritage Coalition President Angelo Vivolo.
«We will defend Columbus Day and Columbus statues,» Vivolo said.
«He is being disrespectful to the Italian American community.» Vivolo added. «If you offend one community, you offend all communities.»

Sen. Bernie Sanders, Democratic mayoral candidate Zohran Mamdani and Rep. Alexandria Ocasio-Cortez pose for a photo in Astoria, Queens, Sept. 6, 2025. (@ZohranKMamdani via X)
Despite the criticisms and opposition from high-profile lawmakers across the country, Mamdani’s campaign focused on affordability, pushing back against Trump, and taxing the rich guided him to a commanding victory on Tuesday night.
Mamdani’s victory is expected to be a rallying cry for Republicans as they look to paint him and his socialist agenda as the face of the Democratic Party heading into next year’s midterms.
«The Democrat Party has surrendered to radical socialist Zohran Mamdani and the far-left mob who are now running the show,» National Republican Committee Spokesman Mike Marinella told Fox News Digital on Tuesday night.
«They’ve proudly embraced defunding the police, abolishing ICE, taxing hard-working Americans to death, and replacing common sense with chaos. Every House Democrat is foolishly complicit in their party’s collapse, and voters will make them pay in 2026.»
Fox News Digital’s Deirdre Heavey contributed to this report.
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INTERNACIONAL
Los demócratas logran amplias victorias para gobernador en los estados de Virginia y Nueva Jersey

Los demócratas se aseguraban este martes notables victorias con dos líderes femeninas, ambas ex legisladoras, en dos Estados clave, Virginia y New Jersey. Las dos postulantes triunfaban por importantes diferencias sobre sus rivales republicanos.
Un escenario central para la oposición, que planteó estas urnas como un referéndum sobre el comportamiento del gobierno de Donald Trump en la perspectiva de la futura batalla por el Legislativo el año próximo.
En Virginia, aunque ha tenido registros republicanos importantes entre sus electores, las encuestas habían anticipado que el público en general experimenta un fuerte rechazo hacia la figura del presidente. Un beneficio para la ex agente de la CIA y operativa antinarcóticos, Abigail Spanberger, de 46 años, que picó en punta no bien cerraron las urnas para las elecciones de gobernador.
Compitió contra la vicegobernadora Winsome Earle-Sears, una dirigente republicana que no tuvo sin embargo un apoyo franco y directo de parte del jefe de la Casa Blanca, posiblemente convencido de que carecía de posibilidades. Al computarse casi el 80 por ciento de los votos, Spanberger, madre de tres niñas, reunía 56,2% de los votos contra 43,6% de su competidora.
En New Jersey, las diferencias parecían incluso aun mayores a favor de la ex piloto de helicópteros de la marina, Mikie Sherrill, de 53 años. Cuando se llevaban computados 69% de los votos, la demócrata reunía 56,8% por ciento de los sufragios, contra 42,7% del republicano Jack Ciattarelli.
De confirmarse el resultado, sería notable. Los analistas habían anticipando un posible empate debido a que ese Estado, vecino de Nueva York, tiene una inclinación hacia los líderes neoyorquinos y Trump figura completamente en ese marco. New Jersey, si bien no le dio la victoria al magnate, ha votado gobernadores republicanos a quienes ha reelegido. De modo que este voto expresaría un duro castigo al gobierno central.
En ese sentido, las elecciones de este martes configuraron para la oposición demócrata un primer intento muy serio y quizá concluyente para recuperarse de la apabullante derrota del año pasado en las presidenciales y abrir camino a ganar el control de las cámaras en las elecciones de medio término en noviembre próximo cuando se renueven todas las bancas de diputados y un tercio del Senado.
Spanberger de 46 años, llegó a la política justamente en 2018 cuando ingresó al Congreso a caballo de la fuerte victoria demócrata en la mitad del mandato del primer gobierno de Trump. Ese triunfo reflejaba la desazón en aquel momento de los norteamericanos por la situación económica y el caos en la administración, una escena que este partido busca repetir desde la caída en la imagen del jefe de Gobierno y los problemas que comienza a evidenciar la economía de la potencia.
Esas elecciones fueron también el umbral de Sherrill, amiga desde entonces de su colega.
Madre de tres niñas, Spanberger exhibió un discurso mucho más moderado que el que mostró Zohran Mamdani en Nueva York, que sería muy reactivo en el publico virginiano. Ha hecho campaña exhibiendo su récord militar y en los sistemas de seguridad, pero, además, agregando un detalle que marca una visión diferente a lo que fue la campaña presidencial demócrata del año pasado.
La dirigente, así como su colega de New Jersey, apuntaron con firmeza a los problemas sociales que ha creado el gobierno trumpista. Tuvo a la mano el efecto de los despidos que promovió el multimillonario Elon Musk cuando se asoció con Trump que dejó a miles de empleados estatales en la calle, incluso derribando agencias centrales para la cobertura social.
Últimamente también por el cierre del gobierno, el proceso por el cual los dos partidos no acuerdan para renovar el financiamiento al Ejecutivo, con lo que caen los salarios de los empleados públicos y contratados externos.
Una encuesta en Virginia revelaba hace pocos días que casi 50% de los votantes culpaba a los republicanos por ese desastre y concordaba con la presión demócrata que ha venido exigiendo que el gobierno acceda a financiar los sistemas de ayuda sanitaria a los sectores más desfavorecidos de la población como condición para autorizar los recursos.
Trump se ha negado a ese cambio, que desafiaría su ley de presupuesto. Esa norma reduce sensiblemente los impuestos a los segmentos de mayores ingresos y compensa esa pérdida recortando los sistemas sociales para los segmentos más desfavorecidos, una cuestión que preocupó a sectores liberales del Partido Republicano con vista a las legislativas de noviembre próximo.
INTERNACIONAL
El caso Myriam Fefer: el crimen por encargo que desnudó los conflictos de una de las familias más poderosas de Perú

En la mañana del 15 de agosto de 2006, una empleada doméstica subió al cuarto de Myriam Fefer, una exitosa empresaria textil de 60 años, y la encontró sin vida. Estaba tirada en el piso, boca para arriba, con signos de violencia en la cara y el cuello.
Desde el principio se creyó que se trataba de un ataque directo, ya que la habitación no estaba desordenada y se descartó un robo. La hipótesis principal fue la de un homicidio premeditado, cometido por alguien que sabía a dónde iba y qué tenía que hacer.
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Rápidamente, el caso comenzó a ser tratado en los medios más importantes de Perú y las sospechas se centraron en un círculo más íntimo. La principal señalada fue la hija de la víctima, Eva Bracamonte, a quien se la acusó de haber contratado a un sicario para poder obtener la herencia millonaria de su madre.
Sin embargo, hasta la actualidad, quedaron varios enigmas que aún generan desconcierto en la sociedad.
El entramado familiar
Myriam Fefer era una empresaria que tuvo una larga trayectoria en el rubro textil en Perú, por lo cual tenía varios contactos en el sector y una posición estable y exitosa. Vivía en un barrio cerrado en la localidad de San Isidro, en Lima, tenía personal doméstico trabajando para ella en su casa y vivía con sus dos hijos, Ariel y Eva Bracamonte.
A pesar de la imagen de “familia acomodada”, la realidad es que había problemas al interior de la misma: la relación entre ellos era tensa y había muchas peleas por temas económicos. Por un lado, Eva, la hija menor, había generado una deuda y buscaba tener independencia económica; mientras que Ariel tenía una relación distante con su madre por varios cruces. Myriam Fefer era una empresaria peruana con una larga trayectoria en el rubro textil. (Foto: El Comercio)
En los primeros meses de investigación, cuando todavía no había detenidos, la hipótesis que tomó fuerza fue que alguien del núcleo íntimo podría haber tenido motivaciones para deshacerse de Myriam. La sospecha inicial sobre el entorno no surgió de rumores mediáticos, sino de los primeros informes policiales.
El crimen
Después de las primeras investigaciones, se estableció la teoría de que la muerte de Myriam Fefer fue un homicidio por encargo. La autopsia determinó que la mujer murió estrangulada y que sufrió varios golpes contundentes.
El resultado de las pericias arrojó que el asesino estuvo dentro de su cuarto, la atacó y no hubo resistencia en otras partes de la casa. Además, no se encontraron signos de ingreso forzado en otras entradas de la propiedad ni faltaba dinero o joyas de valor.
Ese nivel de planificación fue clave para orientar la causa hacia un autor material que no actuó solo. En este sentido, los investigadores consideraron que el homicida tenía información precisa y que no se trataba de un “robo que terminó mal”. En su lugar, la escena y las pruebas sugerían un ataque directo y deliberado.
En los primeros dos años después del crimen, el expediente quedó casi estancado. Hasta que, dentro de otra investigación, la policía peruana obtuvo un dato que lo cambió todo: un sicario colombiano, identificado como Alejandro Trujillo Ospina, declaró que había sido contratado para asesinar a la empresaria. Alejandro Trujillo Ospina confesó haber sido contratado para asesinar a Myriam Fefer. (Foto: Poder Judicial del Perú)
Las autoridades lo detuvieron en 2008, y en cuanto estuvo frente a los fiscales, confesó que había sido contactado para que matara a Myriam Fefer. Aseguró que le habían pagado y que la orden venía del entorno familiar.
Las dudas sobre la hija y los enigmas del caso
Tras la confesión de Trujillo Ospina, la investigación avanzó sobre Eva, la hija menor de Myriam. Para el Ministerio Público, había un móvil económico: la joven buscaba quedarse con su parte de la herencia y tenía tensiones permanentes con su madre por cuestiones de dinero, autonomía y manejo de gastos. También se dio a conocer que la relación entre ambas venía desgastada y que Fefer no aprobaba la vida personal de Bracamonte, ya que en ese momento estaba de novia con una mujer, Liliana Castro Manarelli.
De esta manera, la fiscalía no solo apuntó contra Eva, ya que también imputó a Liliana. La acusación establecía que ella había sido el nexo con los intermediarios que terminaron contactando al sicario. Eva Bracamonte junto a su entonces pareja, Liliana Castro Mannarelli. Ambas fueron señaladas por ser las autoras intelectuales del crimen de Myriam Fefer. (Foto: Poder Judicial del Perú)
En el expediente, se incorporaron testimonios que sugerían que Castro Manarelli tenía una influencia marcada en las decisiones de Bracamonte, y se construyó una hipótesis de doble autoría intelectual. Sin embargo, la defensa de ambas siempre negó ese planteo.
En octubre de 2010, Eva y Liliana fueron detenidas y quedaron bajo prisión preventiva. A partir de ese momento, el caso se transformó en uno de los más mediáticos de la década en Perú.
Dos años más tarde, en diciembre de 2012, el sicario colombiano Alejandro Trujillo Ospina fue condenado a 35 años de prisión por ser el autor material del asesinato de Myriam Fefer y se le ordenó pagar una compensación económica. Eva Bracamonte, la hija de la víctima, fue la principal sospechosa en el caso. (Foto: Poder Judicial del Perú)
Por otro lado, durante el juicio de Eva y Liliana, la acusación se centró en la confesión de Trujillo y algunos contactos telefónicos que, según la fiscalía, vinculaban a Liliana con intermediarios. La defensa respondió que no había pruebas directas de ello: ni transferencias registradas o videos que comprobaran el contacto.
Sin embargo, en 2013, el tribunal condenó a Eva Bracamonte a 30 años de prisión como autora intelectual, y a Liliana Castro Manarelli a 35 años como coautora. Ambas quedaron detenidas inmediatamente y fueron trasladadas a una cárcel de máxima seguridad.
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Tras la sentencia, los abogados de Bracamonte y Castro Manarelli comenzaron una larga etapa de apelaciones. En 2015, dieron su fruto cuando la Corte Suprema de Perú anuló la condena de ambas.
La decisión fue contundente: se determinó que no había evidencia suficiente para sostener la autoría intelectual y se ordenó la realización de un nuevo juicio. En esta revisión, la fiscalía no logró sostener con pruebas firmes sus hipótesis iniciales, por lo cual las dos quedaron absueltas.
Hasta la actualidad, el caso de Myriam Fefer continúa siendo uno de los más enigmáticos de Perú, ya que si bien la Justicia acreditó que hubo un asesinato a sueldo, nunca se pudo demostrar quién lo ordenó.
Perú, Homicidio, empresaria
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