INTERNACIONAL
Las fábricas de EE. UU. enfrentan un reto: encontrar miles de empleados

La promesa del presidente Donald Trump de reactivar la industria manufacturera estadounidense se está chocando con el obstinado obstáculo de la realidad demográfica.
La reserva de obreros que pueden y quieren realizar tareas en una fábrica estadounidense está disminuyendo. A medida que los baby boomers se jubilan, pocos jóvenes se han ofrecido para ocupar su lugar.
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Según la Oficina de Estadísticas Laborales, actualmente hay alrededor de 400.000 empleos sin cubrir en el sector manufacturero, un déficit que seguramente aumentará si las empresas se ven obligadas a recurrir menos a la fabricación en el extranjero y a construir más fábricas en Estados Unidos, señalan los expertos.
Desde 2017, los fabricantes estadounidenses han hablado constantemente de la dificultad para atraer y retener una fuerza laboral de calidad como uno de sus “principales desafíos”, dijo Victoria Bloom, economista jefe de la Asociación Nacional de Fabricantes, que elabora una encuesta trimestral. Esto apenas recientemente descendió en la lista de desafíos, al ser rebasado por la incertidumbre relacionada con el comercio por los aranceles del gobierno de Trump y por el aumento de los costos de las materias primas, explicó Bloom.
Sin embargo, la escasez de obreros cualificados sigue siendo un problema a largo plazo, según Ron Hetrick, economista de Lightcast, empresa que proporciona datos laborales a universidades e industrias.
“Nos pasamos tres generaciones diciéndole a todo el mundo que el que no iba a la universidad era un perdedor”, dijo. “Ahora estamos pagando el precio. Aún necesitamos que la gente use las manos”.
Los retos de contratación que enfrentan las fábricas estadounidenses son complejos.
Las medidas del presidente Trump contra la migración, que incluyen intentos de revocar las protecciones contra la deportación para los inmigrantes procedentes de países con problemas, podrían eliminar a trabajadores que podrían haber ocupado esos puestos de trabajo. (Foto: The New York Times)
A muchos estadounidenses no les interesa trabajar en fábricas porque a menudo no pagan lo suficiente como para atraer a trabajadores que ya tienen empleos en el sector servicios, los cuales pueden ofrecer horarios más flexibles o entornos laborales más cómodos.
Para algunas empresas, seguir siendo competitivas a nivel mundial implica el uso de equipos sofisticados que requieren que los empleados tengan una amplia formación y estén familiarizados con ciertos programas informáticos. Y los empresarios no pueden limitarse a contratar a gente recién egresada de la preparatoria sin ofrecerles programas de formación especializados para que se pongan al día. Eso no ocurría en el apogeo de la fabricación estadounidense.
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Atraer a jóvenes motivados a carreras de fabricación también es un reto cuando los orientadores de las escuelas siguen siendo juzgados por la cantidad de estudiantes que van a la universidad.
Por otra parte, los egresados de universidades no suelen tener las aptitudes adecuadas para tener éxito en una fábrica.
El país está inundado de egresados universitarios que no encuentran trabajos acordes con su formación, afirmó Hetrick, y no hay suficientes obreros cualificados para cubrir los puestos que existen actualmente, por no hablar de los puestos que se crearán si se construyen más fábricas en Estados Unidos.
The Business Roundtable, un grupo de presión cuyos miembros son directores ejecutivos de empresas, ha puesto en marcha una iniciativa en la que los ejecutivos colaboran en estrategias para atraer y formar a una nueva generación de trabajadores en oficios cualificados. En un acto llevado a cabo la semana pasada en Washington, los ejecutivos compartieron sus frustraciones sobre lo difícil que era encontrar personal cualificado e intercambiaron consejos en el escenario sobre cómo superar la brecha.
Sus ideas incluían revisar las descripciones de los puestos de trabajo existentes en las empresas para dar prioridad a la experiencia relevante sobre los títulos universitarios y reclutar a estudiantes de preparatoria desde segundo año para brindarles experiencias que despierten su interés en carreras en el sector manufacturero.
“Actualmente, por cada 20 ofertas de empleo que tenemos, hay un candidato cualificado”, dijo David Gitlin, presidente y director ejecutivo de Carrier Global, que fabrica aires acondicionados y hornos y da mantenimiento a equipos de calefacción y refrigeración.
Con el auge de la inteligencia artificial, dijo Gitlin, se ha disparado la demanda de técnicos para dar mantenimiento a centros de datos, que se construyen con sistemas de refrigeración llamados enfriadores. Calculó que cada centro de datos necesitaría cuatro técnicos para dar mantenimiento a un solo enfriador.
“Hoy tenemos 425.000 técnicos”, dijo, refiriéndose a toda la industria de equipos de calefacción y aires acondicionados. “Vamos a necesitar contratar a otros cuatrocientos o quinientos mil en los próximos 10 años”. Pero la cantidad de jóvenes que acuden a escuelas vocacionales y colegios comunitarios, añadió, está disminuyendo, no creciendo.
En el evento de The Business Roundtable, los ejecutivos elogiaron los esfuerzos de Trump por reactivar la base industrial del país. Sin embargo, algunos ejecutivos reconocieron que las políticas migratorias del presidente representan un desafío para cualquier intento de llenar las fábricas que él se ha comprometido a reactivar.
Peter Davoren, presidente y director ejecutivo de Turner Construction Company, afirmó que le gustaría ver “un camino claro hacia la ciudadanía” para los inmigrantes del sector de la construcción y la industria alimentaria.
Los agresivos recortes del gobierno de Trump a los programas de formación para obreros también han perjudicado los esfuerzos por formar a una nueva generación de trabajadores industriales. El gobierno ha tomado medidas para eliminar Job Corps, un programa de 60 años de antigüedad que ofrece una vía hacia una carrera en oficios especializados a jóvenes de entre 16 y 24 años en situación de riesgo. Huntington Ingalls Industries, el mayor constructor naval de Estados Unidos, contrató en diciembre a 68 graduados de Job Corps en un intento de reforzar su fuerza laboral.
“La brecha entre las habilidades disponibles y las necesarias en la fuerza laboral es cada vez mayor”, dijo Chris Kastner, presidente y director ejecutivo de Huntington Ingalls Industries. “La tecnología evoluciona rápidamente, pero los sistemas de educación y formación se quedan atrás con demasiada frecuencia”. U.S. President Donald Trump speaks during a press conference at the NATO summit in The Hague, Netherlands June 25, 2025. REUTERS/Piroschka Van De Wouw
El gobierno de Trump ha puesto en marcha una iniciativa denominada Make America Skilled Again (Hagamos a Estados Unidos hábil de nuevo), que consolida los programas existentes de formación de mano de obra en una sola iniciativa que daría subvenciones a los estados si cumplen determinados criterios. Al menos el 10 por ciento de la nueva financiación de Make America Skilled Again debe destinarse a programas de aprendizaje.
En abril, Trump firmó una orden ejecutiva que ordenaba al secretario de Trabajo, al secretario de Comercio y al secretario de Educación que presentaran un plan para crear un millón de programas de aprendizaje registrados. Sin embargo, no está claro si ese ambicioso objetivo podrá alcanzarse con los fondos asignados en el proyecto de presupuesto de Trump, que recorta US$1600 millones destinados a la capacitación laboral.
En abril, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, provocó la ira de muchos empleados federales cuando sugirió que las fábricas estadounidenses podrían obtener los trabajadores que necesitaban entre las filas de los empleados despedidos del gobierno. “Nos estamos deshaciendo del exceso de trabajadores en el gobierno federal”, dijo a Tucker Carlson, antiguo presentador de Fox News. “Eso nos dará la mano de obra que necesitamos para la nueva fabricación”.
Sin embargo, en el evento de Roundtable nunca se habló de reclutar empleados federales despedidos. En lugar de esto, los participantes hablaron de los esfuerzos para formar a estudiantes de preparatoria y veteranos.
Blake Moret, presidente y director ejecutivo de Rockwell Automation, una empresa especializada en automatización de procesos con sede en Milwaukee, dijo que su compañía había creado una academia de manufactura avanzada que capacitaba a exmilitares durante 12 semanas.
Sara Armbruster, directora ejecutiva de Steelcase, una compañía de Grand Rapids, Michigan, que diseña muebles, dijo que las empresas deben empezar a contratar personal en la preparatoria para que los estudiantes y sus padres aprendan lo gratificante que puede ser una carrera en la industria manufacturera.
Los estudiantes suelen cambiar de opinión sobre las carreras en el sector manufacturero cuando visitan el taller de la empresa y ven que una fábrica moderna es limpia, de alta tecnología y “cool”, añadió.
“Cuando tienen ese momento, realmente lo cambia todo en términos de las posibilidades que se les abren en su carrera”, dijo.
Por Farah Stockman.
EMPLEO, Estados Unidos
INTERNACIONAL
El vuelo que no iba a Nagasaki y las nubes que cambiaron todo: la bomba que marcó el fin de la Segunda Guerra

Unas nubes cambiaron el destino de cientos de miles de personas.
El cielo demasiado encapotado disuadió al piloto de que debía seguir el plan B. Temía no llegar a destino, que allí la situación climática se repitiera, el combustible se acabara y tuviera que tirar la bomba al mar.
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La misión se había adelantado dos días porque los reportes meteorológicos hablaban de tormentas y cielos cerrados. La visibilidad era fundamental.
Boxscar y los aviones escoltan viraron. Dejaron atrás Kokura y enfilaron hacia Nagasaki.
Era el 9 de agosto de 1945 y estaba por ser lanzada la segunda bomba atómica sobre Japón.
El mundo había ingresado en la era nuclear tres días antes, cuando el Enola Gay había dejado caer la bomba sobre Hiroshima. El hongo atómico se había tatuado en el cielo, la ciudad había conocido un nivel de destrucción nunca antes visto y 80.000 personas murieron en los primeros minutos.
Horas después, el presidente estadounidense Harry S. Truman, informó por radio: “Hace poco tiempo un avión americano ha lanzado una bomba sobre Hiroshima, inutilizándola para el enemigo. Los japoneses comenzaron la guerra por el aire en Pearl Harbor: han sido correspondidos sobradamente. Pero este no es el final, con esta bomba hemos añadido una dimensión nueva y revolucionaria a la destrucción”.
La histórica imagen de la tripulación del Enola Gay, tomada y difundida el 17 de agosto de 1945, pocos días después de que el bombardero B‑29 lanzara la bomba atómica sobre Hiroshima. (Foto: US Archive).
Kokura era plana y mezclaba zonas industriales y urbanas. Y tenía -como Hiroshima y Nagasaki- otra característica imprescindible para los altos mando norteamericanos: no había sido bombardeada hasta ese momento. Querían ciudades lo más prístinas posibles para que no hubiera confusión, para que quedara bien establecido el sideral poder destructor de las bombas nucleares. El terreno de Nagasaki era irregular -eso hizo que el daño se concentrara y no se esparciera-, predominaban las construcciones antiguas con mucha madera en las paredes y contaba con algunas fábricas importantes como Mitsubishi.
La segunda misión se había planificado de manera muy similar a la que había arrojado la bomba sobre Hiroshima. El avión que transportó a la bomba Fat Man hasta los cielos de Nagasaki se llamó Bockscar y era comandado por Charles Sweeney.
La operación Nagasaki: la segunda misión atómica de EE.UU. sobre Japón
A pesar de la meticulosidad previa, la operación debió sortear varios imprevistos. Ya todos, aunque nadie lo hubiera confirmado, sabían qué clase de bomba llevaba el avión. En el momento del despegue de uno de los aviones de apoyo, el que llevaba al personal de observación (científicos y encargados de tomar las imágenes), el piloto hizo bajar a uno de los tripulantes: en vez de paracaídas, en un error por los nervios, había tomado un segundo salvavidas.
El informe del avión meteorológico fue positivo. Pero cuando el Bockscar sobrevoló Kokura, Sweeney se encontró con un espeso manto de nubes cuando llegó a su destino. Intentó encontrar un hueco en el que la visibilidad hiciera posible el lanzamiento pero fue infructuoso. En ese instante Nagasaki se convirtió en el objetivo. Era el plan de contingencia. Pero un nuevo problema surgió. El avión mostró desperfectos. Perdía combustible. No se sabía si podría regresar. A Nagasaki también la cubrían las nubes. Cuando no quedaba demasiado tiempo, Sweeney descubrió una brecha.
La bomba atómica sobre Nagasaki mató 40 mil personas en el momento de la detonación. Y otras tantas murieron en los meses siguientes por efecto de la radiación. La fábrica Mitsubishi que proveía armamento fue destruida, al igual que el 40 % de las viviendas de la ciudad.
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Fat Man estaba hecha de plutonio 239. La ventaja era que se conseguía con mayor facilidad. Sin embargo era más complejo para ensamblar la bomba y mayor probabilidad de fallar. De hecho algunos científicos creen que solo se fisionó menos del 20 por ciento del material. No importó: su efecto fue devastador.
En uno de los aviones escolta iban los instrumentos de medición, que lanzados con pequeños paracaídas, buscaban establecer la magnitud de la explosión, el poderío de la bomba. El general Groves y Robert Oppenheimer habían enviado tres científicos desde Los Álamos a Tinian. Eran los representantes del Proyecto Manhattan en la base militar. Eran Luis Walter Álvarez, Lawrence Johnston y Harold Agnew. Uno de ellos tuvo una idea. Una improvisación en el detallado plan. Querían enviar un mensaje.

Dr. J. Robert Oppenheimer, físico atómico y cerebro del Projecto Manhattan, que llevó adelante el plan atómico contra Japón, durante la Segunda Guerra. (Foto: Departmento de Energy de EE.UU. via REUTERS)
Cuando se enteraron que la segunda bomba sería lanzada casi de inmediato, los físicos norteamericanos sostuvieron que eso terminaría de desconcertar a los japoneses. Que si ellos estuvieran del otro lado, y los comandantes les preguntaran qué posibilidades habría de un segundo ataque, ellos dirían que sería casi imposible, dado que esas bombas eran muy difíciles y muy costosas de construir, que esa dificultad les daría tiempo. Por lo tanto, el factor sorpresa, una vez más, sería importante.
Los tres científicos que estaban en la base del Pacífico no estaban preocupados por las vidas que se habían perdido en Hiroshima sino por las que podrían perderse en caso de continuar la contienda. Así que decidieron mandar un mensaje a un par, a un colega. A alguien que pudiera explicarles a los gobernantes japoneses qué era eso que les había caído del cielo.
La carta que los físicos estadounidenses enviaron a Japón: “A menos que se rindan, una lluvia de bombas atómicas caerá sobre el país”
Luis Walter Álvarez, luego Premio Nobel de Física, dictó una carta. Sus colegas Johnston y Agnew, la transcribieron y agregaron algunos párrafos. La misiva estaba dirigida a Ryokichi Sagane, un respetado físico japonés que ellos habían conocido en Estados Unidos unos años antes.
En la carta sin firma se presentaban como “tres colegas de Bekerley” y entre otras cosas decían: “Como científicos deploramos el uso que se ha dado a tan bello descubrimiento, pero podemos asegurar que a menos que Japón se rinda una lluvia de bombas atómicas caerá sobre el país”. Le rogaban a Sagane que utilizara sus conocimientos e influencias para convencer a las autoridades japonesas.
Adosaron la carta a uno de los instrumentos de medición y la dejaron caer hacia suelo japonés. La misiva fue encontrada unos pocos días después y estudiada por funcionarios nipones. Recién llegó a su destinatario el Dr. Sagane varios meses más tarde.
Varios años después de la guerra, los físicos volvieron a cruzarse. Sagane sacó el papel arrugado de su bolsillo y se lo extendió a Álvarez que lo leyó en silencio. Luego sacó una lapicera del bolsillo interno de su saco y, varios años después de que fuera escrita, la firmó.
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Ni Álvarez ni los otros dos científicos mostraron remordimiento ni pesar por las bombas. Constituyeron casi una excepción (otro caso notable fue el de Edward Teller, creador de la Bomba H) entre los especialistas del Proyecto Manhattan que se convirtieron casi de inmediato en pacifistas y abogaron por el desarme atómico, por desactivar el infierno que crearon con sus conocimientos y trabajo.
La visión de Álvarez y de sus compañeros, posiblemente, se sustentaba en su experiencia en el campo de batalla. Ellos salieron del laboratorio, vivieron en bases militares, participaron de misiones, vieron a los hombres morir en combate. Esas vivencias pueden haberlos convencido que la extensión de la guerra hubiera acarreado mayor número de muertos que los que produjeron las dos bombas atómicas.
Álvarez había estado en el lanzamiento de prueba del nuevo arma en el desierto californiano y en Hiroshima. El 9 de agosto se quedó en la base y fue Johnston en el avión. Así, Johnston se convirtió así en la única persona que fue testigo ocular de los tres lanzamientos atómicos de esa guerra. Un récord nada envidiable.
Los hibakusha. Los sobrevivientes a las explosiones atómicas. Los afectados por la radiación. Aquellos a los que la destrucción signó de por vida. Las secuelas físicas, las pérdidas materiales, la muerte de los familiares. Los que atravesaron el horror y sienten la necesidad de contarlo. Aunque muchos hayan necesitado demasiados años para poder expresarse, para poder evocar el cataclismo, para conseguir ponerle palabras a lo inhumano.
Entre ellos, entre los hibakusha, hay algunos que revisten un estado aún mayor de excepcionalidad. Son doblemente hibakushas: sobrevivieron a ambas explosiones atómicas.
Tsutomu Yamaguchi era un joven empleado de Mitsubishi. Había sido enviado a Hiroshima a realizar unas tareas. El tren que lo devolvería a Nagasaki partía a las 9 de la mañana del 6 de agosto. Camino a la estación se dio cuenta que había dejado documentación en el hotel. Regresó a buscarla y se separó de sus dos compañeros de viaje. Al regresar, una explosión de una potencia desconocida lo hizo volar por el aire. Luego de unos minutos de atontamiento se levantó. Vio el peor paisaje imaginable. Tenía algunas lastimaduras, le sangraba la cabeza pero no mucho más. Se escondió en un refugio antiaéreo. La tripulación del Enola Gay, el bombardero B-29 que lanzó la primera bomba atómica sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945. La imagen fue difundida pocos días después de la misión, en agosto de ese mismo año. (Foto: US Archive).
A la mañana siguiente, con la ciudad todavía cubierta por la bruma atómica, inició el camino de regreso a su casa. Una odisea de más de 250 kilómetros. Llegó a Nagasaki a la noche del 8 de agosto. Abrazó a su esposa y a su hijo pequeño. A la mañana siguiente se dirigió a la fábrica. A media mañana se reunió con su jefe. Intentaba convencerlo de lo sucedido. El jefe valoró darle licencia. Pensó que Yamaguchi se había vuelto loco. Era inconcebible suponer que una sola bomba podía arrasar una ciudad. Cuando el jefe estaba por echarlo de la oficina, la explosión.
Estados Unidos había lanzado la segunda bomba atómica. Una vez más, Tsutomu salió indemne. Entre los escombros se levantó con nuevos magullones y quemaduras para ir a buscar a su familia. Su esposa y el bebé tampoco habían sufrido daños. La familia pasó varios días en un refugio hasta que pudieron regresar a su casa. Yamaguchi sólo perdió parte de la audición de un oído y le quedó cierta debilidad en sus piernas; secuelas menores para haber soportado dos explosiones atómicas. Murió en el 2010. Tenía 94 años. Su hijo vivió bastante menos; murió de cáncer afectado por la radiación a fines del Siglo XX.
Kazuko Sadamaru tenía 20 años y la guerra la había transformado en enfermera. Ella también fue doble hibakusha. El 6 de agosto, desde Nagasaki acompañaba en tren a unos heridos cuyo lugar de residencia era Hiroshima. Cuando la formación ingresaba en la ciudad, el destello cegador. El tren cimbreó. Al bajar, se encontraron con el paisaje más funesto. Al día siguiente regresó a Nagasaki. El 9 de agosto, la siguiente bomba. Allí vivió los peores días de su vida. Trabajando varios días seguidos, sin dormir, sin materiales para asistir a los heridos, sin saber contra qué luchaban. Ella con el paso de los meses tuvo problemas en la sangre y perdió casi todo el pelo. Pero se recuperó. Tuvo una hija y cuatro nietos. Hiroshima, arrasada por la potencia nuclear. (Foto: US National Archives Catalog).
El mundo tardó en enterarse de lo que había ocurrido en Nagasaki, su real dimensión. Los grandes medios prefirieron quedarse con la rendición japonesa, el fin de la guerra, el regreso a casa de los soldados aliados, el descubrimiento del horror de los campos de concentración nazis. Y cuando se sabía algo, se minimizaba.
En septiembre de 1945, un hombre con uniforme de coronel del ejército de Estados Unidos entró a Nagasaki. Japón ya se había rendido. La guerra había terminado. En la ciudad sus escasos habitantes parecían espectros. Era como si nada de lo anterior hubiera quedado en pie. Destrucción total. El paisaje más desolador posible.
Por ese tiempo Estados Unidos disfrutaba del éxito. Las bombas habían derribado las últimas defensas japonesas. Nada se sabía (al menos públicamente) de las consecuencias de las bombas. Todavía ni siquiera era sencillo determinar los daños instantáneos que había ocasionado, mensurarlos con precisión. Se sabía de su poder de devastación pero no mucho más. Los generales norteamericanos negaban consecuencias. Afirmaban que ya todo había pasado. No había secuela posible.
Mentían.
Nagasaki no tenía demasiada atención de los medios. Varios factores confluyeron: haber sido la segunda bomba y la vocación por silenciar las decenas de miles de muertes y, en especial, las secuelas de la radiación.
El hombre con ropa de coronel era periodista. Se llamaba George Weller. En su libreta de apuntes tomó nota de lo que vio. Un espectáculo atroz. Le costaba imaginar qué había provocado eso. Encontró un campo de prisioneros de guerra. Sus reclusos eran soldados americanos capturados por los japoneses. Todavía no sabían que la guerra había terminado. Weller les dio la noticia. Ellos le relataron el resplandor, el ruido atronador y la ola expansiva. El periodista escribió un informe estremecedor. Siguió recorriendo la ciudad, lo que quedaba de ella, y reportando. Envió sus notas. Hablaba también de enfermedades extrañas que parecían tener origen en la bomba. La radiación afectaba a las personas.
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Semanas después se enteró de que ninguna había llegado al diario. Los oficiales de Estados Unidos las habían retenido y destruido. No eran tiempos de dar malas noticias; eso era hacerle el juego al enemigo (ya derrotado). Las excusas que se suelen esgrimir para ejercer la censura.
Weller regresó a su país y vivió convencido que sus crónicas se habían perdido para siempre. Tras su muerte, una de sus hijas, encontró una copia en carbónico de ellas y las publicó.
Sesenta años después, el mundo conocía detalles de lo que había ocurrido en Nagasaki durante los días posteriores a su devastación, en ese paisaje que parecía haber sido olvidado por Dios.
Nagasaki, Segunda Guerra Mundial, Japón, bomba atomica
INTERNACIONAL
Fetterman joins fiscal hawks to sound alarm as national debt nears staggering $37T

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The U.S. national debt is rapidly approaching $37 trillion with no signs of slowing down as President Donald Trump’s «big, beautiful bill» is projected to raise budget deficits by $2.4 trillion over a decade, according to the Congressional Budget Office (CBO) dynamic analysis.
Senators from both parties sounded the alarm on the staggering debt crisis in interviews with Fox News Digital on Capitol Hill.
«I’m very, very deeply concerned about that,» Sen. John Fetterman, D-Pa., said. «I think that’s gonna be part of the next big crisis, where we are gonna have to confront our national debt because it wasn’t that long ago that a trillion was unthinkable, and now that there’s 40 trillion approaching in our debt, we really have to address it, honestly.»
Trump signed his «one big beautiful bill» by Congress’ self-imposed July 4 deadline. It includes the fulfillment of Trump’s key campaign promises through the reconciliation process, including tax cuts and reforms to immigration, energy and Medicaid.
MAGA COUNTRY VOTERS SOUND ALARM OVER ‘RIDICULOUS’ NATIONAL DEBT AMID DEBATE OVER TRUMP-BACKED BILL
The U.S. national debt is more than $36 trillion. (Fox News Digital)
But conservative fiscal hawks, including Rep. Thomas Massie, R-Ky., who voted no and regularly sports a national debt clock badge, threatened to derail its passage as they spoke out against its contribution to the national debt.
DEMOCRAT-CONTROLLED BUDGET OFFICE WRONGLY ANALYZED TRUMP’S BIG BILL, MISSED RECORD SAVINGS, WHITE HOUSE SAYS
Sen. Katie Britt, R-Ala., a Trump ally and advocate for the bill, told Fox News Digital, «The time for tough conversations is now.»
She said the United States must continue to look for waste, fraud and abuse—a nod to former Trump-ally turned online foe, Elon Musk, who spearheaded efforts to cut government spending via the Department of Government Efficiency (DOGE) earlier this year, before a well-documented fallout between Trump.
«When you think of things like Social Security and Medicare, people say that they could be insolvent within the next eight years,» arguing that interest on the U.S. debt and mandatory spending on programs, like Medicaid, are taking up a big portion of the pie.

Elon Musk led the Trump administration’s effort to cut waste, fraud and abuse in government spending. ( Francis Chung/Politico/Bloomberg via Getty Images)
«We’ve got to make sure that we are more responsible with taxpayer dollars,» Britt added.
Meanwhile, freshman Sen. Bernie Moreno, R-Ohio, described the U.S. debt crisis as a «moral failing that we leave this country to our kids and grandkids with this kind of level of debt.»
«$37 trillion of debt is unimaginable, right? We’ve got to balance our budget. We need to do it right now. If we don’t do it, what’s going to happen is interest [rates] are going to go up. Inflation is not going to be under control. It’s real simple,» Sen. Rick Scott, R-Fla., told Fox News Digital.
Sen. Ron Johnson, R-Wisc., agreed, «We need to focus on spending, spending, spending. I’ve been beating this drum really since I got here, but particularly with this administration, since January 1st, trying to return to a reasonable pre-pandemic level spending.»

Demonstrators carry cardboard caskets in front of the U.S. Capitol in protest of President Donald Trump’s tax breaks and spending cuts package on Monday, June 30, 2025, in Washington, D.C. (AP Photo/Julia Demaree Nikhinson)
While Republicans have led the charge on eliminating waste, fraud and abuse in government spending, Sen. Ed Markey, D-Mass., said the number one priority should be reversing «all these massive tax breaks of billionaires and millionaires in America.»
Trump’s megabill included an extension of the 2017 Tax Cuts and Jobs Act (TCJA), as well as new tax breaks on tipped wages and overtime.
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Markey added, «We can save trillions and trillions of dollars that are going to be wasted in our country by giving these massive taxpayers by the trillions to the wealthiest. We also have to re-examine our defense budget. We actually don’t need a whole new generation of nuclear weapons.»
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Zelenskyy says peace deal will not include giving territory to Moscow ahead of Trump-Putin summit

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Ukrainian President Volodymyr Zelenskyy said Saturday that Ukraine will not give up any territory to Russia in efforts to reach a peace deal ahead of talks between President Donald Trump and Russian President Vladimir Putin next week.
Ukrainian President Volodymyr Zelenskyy said Ukraine will not «gift» land to Russia ahead of a Trump-Putin summit next week aimed at seeking a peace deal between the countries. (Antonio Masiello/Getty Image)
In a video posted on his social media accounts on Saturday, Zelenskyy addressed the war with Russia and said while he is ready for the conflict to end, Ukraine will not «gift» land to Moscow in the process.
«The answer to the Ukrainian territorial question already is in the Constitution of Ukraine. No one will deviate from this—and no one will be able to. Ukrainians will not gift their land to the occupier,» Zelenskyy said.
His remarks come after Trump talked about the upcoming summit at the White House on Friday, stating that a deal to end the war could include «swapping of territories.»
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