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POLITICA

Israel, el aliado secreto de la Argentina en la guerra de Malvinas

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Israel fue uno de los principales proveedores de equipamientos bélicos de la Argentina durante la guerra de las Malvinas debido a los bloqueos de armas que le impusieron los Estados Unidos, Gran Bretaña, el Commonwealth y la Comunidad Económica Europea (CEE) al gobierno de Leopoldo Fortunato Galtieri tras la recuperación de las islas el 2 de abril de 1982.

Junto con Perú, Venezuela, Ecuador, Libia y, en menor medida, Brasil, el Estado judío se transformó en una de las pocas ayudas que tuvo el país para reabastecerse y, así, poder enfrentar al Reino Unido, en un conflicto para el que no estaba preparado.

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Así, llegaron armamentos desde Jerusalén por un total de 87,43 millones de dólares, equivalentes a 287,60 millones de la actualidad, sin tener en cuenta los 86 millones (282 millones) de los McDonnell Douglas A-4E Skyhawk que nunca arribaron a Buenos Aires, tal como lo detalla el libro “Operación Israel: El rearme argentino durante la dictadura (1976-1983)” que este autor acaba de reeditar.

La relación entre los militares e Israel se había aceitado desde 1978, cuando el Estado judío se convirtió en la salvación del sector castrense, a pesar de su antisemitismo, cuando lo abasteció en tiempos en los que se estaba desatando una posible guerra con Chile por la posesión de las islas Picton, Lenox y Nueva en el canal de Beagle.

Esto le permitió al gobierno de Galtieri poder recurrir nuevamente a Jerusalén como fuente de aprovisionamiento y que la administración de Menajem Beguin se mostrara dispuesta a prestarle ayuda apenas se lo plantearon, una actitud que sorprendió a la mayoría de los militares.

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“Beguin odiaba a los ingleses más que a cualquier otra cosa, porque habían ahorcado a su íntimo amigo, Dov Gruner, en la cárcel de Akko. Todos se habían olvidado, pero él no. La decisión superaba incluso a [N del A: el ministro de Relaciones Exteriores; Itzhak] Shamir, y la tenía que tomar el gabinete en pleno. Entonces, Hitron y [N del A: Aaron] Dovrat (el capo de Clal) [N del A: uno de los principales conglomerados israelíes, controlante de Isrex] se pasaron ahí como tres horas esperando tener una entrevista con él – recuerda uno de los vendedores de Isrex Argentina, la representante en Buenos Aires de las empresas de armamentos israelíes, Israel Lotersztain -. Finalmente, Shamir los hizo entrar. Estos dos le empezaron a explicar que las Malvinas son argentinas y que los ingleses y qué sé yo. Beguin los interrumpió y les dijo: ‘A mí me vienen a hablar mal de los ingleses ustedes. ¿Esto se va a usar para matar ingleses? Kadima (adelante). Dov desde arriba va a estar satisfecho de esta decisión que tomé. Eso sí, por supuesto, me lo hacen todo bien’. Era específicamente por su amigo. Le saldó la cuenta”.

Lo primero que hizo Jerusalén fue cumplir con todos los contratos firmados antes del inicio del conflicto, cosa que sus proveedores europeos, canadienses y estadounidenses se negaron a realizar. Así, llegaron al país 10.000 gabanes (dubones), que habían sido adquiridos en 1980 y que tenían entregas pautadas para años posteriores, repuestos para la Fuerza Aérea, cifradores, minas y tres turbinas para los cazabombarderos Dagger. Todo esto se embarcó en vuelos especiales de Aerolíneas Argentinas entre el 6 y el 12 de abril.

La trama por la que el presidente israelí durante la guerra de Malvinas se convirtió en un aliado estratégico

Para el resto de las operaciones, tuvieron que cambiar el método ya que a Israel le era imposible justificar ante los ingleses nuevos envíos que carecían de documentación respaldatoria rubricada antes de la fecha del inicio de la guerra, como en los casos anteriores. Su propio servicio secreto, el Mossad, les solicitó que utilizaran otra forma que pasara desapercibida, tal como lo había pedido Beguin.

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La solución fue triangular las armas a través del Perú. El gobierno de Fernando Belaunde Therry, en seguida, se mostró dispuesto a colaborar en todo lo que necesitaran los militares para adquirir armamentos. “Había órdenes del señor presidente de colaborar en todo lo que fuera posible”, afirma el teniente general José Zlatar Stambuk, por ese entonces comandante de Material de la Fuerza Aérea del Perú (FAP).

A tal punto llegó la ayuda que su Aeronáutica firmó órdenes de compra en blanco y certificados de destino final en su país que fueron enviados a la Argentina para que pudieran concretarse las triangulaciones. “El Perú se prestó a cualquier tipo de triangulación y firmó órdenes en blanco. Cada una era diferente y las firmaba el ministro de cada Arma”, detalla el ex secretario de la Presidencia del Perú en ese entonces y sobrino del primer mandatario, Víctor García Belaunde.

Las negociaciones las realizaron el agregado militar argentino, comodoro Andrés Dubós y el brigadier general Basilio Lami Dozo. “Luego, [N del A: el vendedor de Isrex Argentina] Luis Guterson viajó a Lima para recoger los papeles. Yo llenaba las órdenes de compra en blanco que nos habían dado firmadas y selladas por la Fuerza Aérea peruana y certificados de destino final, junto con el informe del agregado militar israelí en Perú. Hay que tener bolas para firmar órdenes de compra en blanco, tenés que ser macho”, destaca Lotersztain.

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Así, las Fuerzas Armadas pudieron comprar lo que precisaban en nombre del Perú, hacer los envíos directos al Aeropuerto del Callao y, desde allí, transportarlos al país. Las FAP, en tanto, pusieron a disposición sus dos aviones DC-8 para trasladar los equipamientos desde Tel Aviv a Lima.

Los cinco vuelos fueron realizados entre el 10 y el 30 de mayo por los pilotos Jaime Manrique Alcazar, Caceda Benvenuto, Octavio Arbulu Rivadeneira, Luis Arroyo Jaime, Carlos García Fernández y José Antonio Díaz Valverde en los que llevaron veinte misiles Shafrir, entre otros materiales, camuflados como si formaran parte de contratos previos al conflicto. Para eso, hicieron escalas en Milán (Italia), Guyana Francesa e Islas Canarias.

Una vez que los cargamentos llegaban al aeropuerto de Lima, los esperaban los Boeing 707 de Aerolíneas Argentina y se traspasaban los equipos. Desde allí, viajaban directo hacia El Palomar donde hacían escala rumbo a las distintas bases en el sur del país, donde estaban desplegadas las fuerzas.

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Luego, como se necesitaban traer cargas mayores, se decidió alquilar otros aviones más grandes, a la firma Carglolux. En estos vuelos, se transportaron uno de los equipamientos más controvertidos que Israel le suministró a la Argentina: los tanques suplementarios de combustible de 1.700 litros. Sin ellos, hubiera caído sustancialmente la capacidad de ataque a la flota británica.

La Fuerza Aérea contaba con 40 de ellos, pero de 1.300 litros cada uno, que en muchos casos debieron ser eyectados para que las aeronaves pudieran volver a salvo al continente tras realizar los bombardeos. Entonces, recurrieron a Isrex Argentina para que les consiguieran más con urgencia ya que si no tenían que dejar de volar. Para su sorpresa, los israelíes les ofrecieron unos más grandes, con lo que ganaban más tiempo en el aire.

El problema fue que Jerusalén demoraba la autorización por las presiones que recibía de los británicos. Ésta era una decisión meramente política que implicaba tomar partido por Buenos Aires porque obligaba a los ingleses a mover su flota más lejos para evitar los ataques. Finalmente, se enviaron cuarenta más, pero de 1.700 litros entre el 23 y el 26 de mayo.

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El negocio se planteó como una venta a Perú, ya que contaban con Mirage y podía justificar la necesidad de adquirirlos en ese momento. Igualmente, esto provocó malestar en Londres, cuando fotografiaron cómo los traspasaban de un avión a otro en Lima.

“Apareció una fotografía en el diario en el que se veía cómo se transfería la carga de un avión con bandera de Luxemburgo a otro que decía arriba Aerolíneas Argentinas, a un carguero que había volado al Callao. El problema fue que eso hacía quedar para la miércoles a Israel, porque para ellos era un compromiso. Era una grosería total que alguien se diera cuenta”, destaca el comodoro (R) Juan Carlos Luscher, agregado aeronáutico en Tel Aviv, en ese entonces.

Israelíes en las Malvinas

La seguridad de las comunicaciones fue el punto más frágil dentro del Ejército, ya que disponía de codificadores Datotek DV-505 que están pinchados por la Central Intelligence Agency (CIA) de los Estados Unidos y el Bundesnachrichtendienst (Servicio Federal de Inteligencia de República Federal de Alemania), quienes eran los dueños de la empresa Crypto AG, que los fabricaba y le pasaba a los británicos todo lo que se transmitía entre Puerto Argentino y el continente.

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Al notar esto, salieron a buscar sustitutos. Los únicos que le brindaron una alternativa fueron los de Isrex Argentina, pero se negaron vendérselos. Sólo aceptaron dejarles a préstamo tres Sec-23 de la firma Tadiran, los mismos que utilizaba en ese momento las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI, por sus siglas en inglés). Los envíos se realizaron el país el 9 de abril al país junto a un equipo de radio de 400 W de la línea de GRC-142 y una tanda de dubones en un vuelo de Aerolíneas Argentinas.

El Ejército disponía codificadores que estaban pinchados por la CIA

Como los técnicos argentinos desconocían su funcionamiento, los cifradores fueron instalados y calibrados por dos ingenieros de la empresa, Yehoram Guilor e Ika Orgad, en el Estado Mayor General del Ejército, en Buenos Aires, y en el Comando de la Brigada de Infantería IX, en la localidad chubutense de Comodoro Rivadavia.

El problema era que el tercero debía colocarse en Puerto Argentino. Para eso, le pidieron a Isrex Argentina si también podían hacerlo en las islas. “Cuando me preguntaron qué opinaba sobre que la gente de Tadiran viniera a instalarlo, les dije que sí, ya que era una forma de que se involucraran. Vinieron ellos mismos y lo instalaron en el Centro de Comunicaciones Fijo en Malvinas”, afirma el coronel (R) Abelardo Acevedo.

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Los dos ingenieros llegaron con identidad falsa junto a los equipos en un vuelo desde Comodoro Rivadavia para evitar problemas diplomáticos. “Los dos oficiales, uno de ellos flaco y alto, viajaron en un Hércules a Malvinas para instalar un equipo con encriptamiento de comunicación de alta confidencialidad. Fueron a ponerlo en servicio porque nadie sabía instalarlo. Fueron de incógnito, acreditados como periodistas”, recuerda el coronel (R) Carlos Stricker.

El problema fue que la guerra avanzaba y los técnicos no regresaban a Buenos Aires. Finalmente, Orgad volvió promediando el conflicto, pero Guilor siguió allí por decisión propia. “Yehoram Guilor era un loco de mierda. Estaba bien que peleara una guerra que fuera suya, pero ésta no lo era. Yo estaba desesperado para que volviera y lo hizo diez días antes de que la pista de Puerto Argentino dejara de operar. Si se hubiera quedado ahí, los ingleses lo hubieran agarrado. Era mi desesperación. No me quiero imaginar qué hubiera pasado si agarraban como prisionero de guerra a un israelí”, destaca Lotersztain.

El día de la rendición, el 14 de junio, los oficiales argentinos recibieron la orden de destruir todos los equipos para que no cayeran en manos inglesas. Sin embargo, no lograron hacerlo con el Sec-23, por lo que los británicos se lo llevaron a la firma Racal en Londres para que estudiara su tecnología e intentara descubrir la clave del cifrado.

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Más aviones para la guerra

Los combates con los británicos fueron devastadores ya que la Argentina sufrió la destrucción de 35 aviones, por lo que vio reducido su poder de fuego y de defensa. Por eso, sobre el final de la guerra la Fuerza Aérea salió a buscar otros que le permitiera tener poder de fuego por si Chile aprovechaba su debilidad para intentar quedarse con las islas del canal de Beagle, pues aún no estaba resuelto el diferendo entre ambos países.

Luego de analizar las alternativas, concluyeron que el único proveedor posible era Jerusalén y salieron a comprar unos Mirage IIIC que había descartado en 1980 porque eran obsoletos y estaban en mal estado. La orden la dio directamente el brigadier general Lami Dozo.

La primera reacción de Isrex Argentina fue advertirles de que se trataba de una adquisición desacertada ya que eran aparatos viejos que no les iban a servir de mucho. Pero la necesidad superó cualquier análisis racional y la negociación siguió adelante.

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El libro que detalla la colaboración estratégica de Israel con Argentina durante el conflicto bélico con Inglaterra por las Islas Malvinas

Así, las Israel Aerospace Industries (IAI) accedieron a enviarles 23 aviones Mirage IIIB/C (20 monoplaza y 3 biplaza) valuados en 78 millones dólares, menos que lo que le habían cotizado dos años antes.

La operación fue hecha en nombre del Perú, utilizando las órdenes de compra en blanco y certificados de destino final que les habían firmado las FAP. Para Jerusalén, esto tenía su lógica ya que Lima contaba con otros similares en su flota y podía aducir que quería ampliar la cantidad, en ese momento.

El pago se hizo por anticipado ya que ningún banco quería abrirles una carta de crédito y no podía utilizarse una entidad argentina porque los aviones eran supuestamente para las FAP. Por eso, el dinero se depositó en una cuenta en el Credit Suisse que tenía Isrex en Suiza en lugar de seguir los métodos tradicionales.

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Los MIIIC llegaron en barco a Buenos Aires entre diciembre de 1982 y febrero de 1983, cuando ya había terminado la guerra, pintados con las insignias y la numeración de la Fuerza Aérea del Perú en tres viajes diferentes. El traslado entre la base en las que se encontraban en Israel hasta el puerto de Ashdod se realizó en secreto en medio de la noche, para evitar fueran captados por los radares.

El negociado de la Armada

Las operaciones que se llevaron a cabo entre Israel y la Argentina no siempre fueron exitosas, algunas por presiones de los Estados Unidos y otras porque estuvieron a cargo de estafadores que se aprovecharon de la premura que tenía el país para conseguir armamentos.

El caso más destacado fue el de los aviones A-4E Skyhawk que la Armada intentó adquirir para reponer los que había perdido durante los combates. Esto ya había intentado hacerlo desde comienzos de la década del ‘70, pero siempre se enfrentaba con el veto de Washington.

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Pese a esto, envió a Jerusalén entre finales de mayo y los primeros días de junio al capitán de navío Horacio Pedro Estrada con un cheque de 86 millones de dólares en la mano para comprarlos, a sabiendas de que carecían de la autorización de los EE.UU. y de que Isrex Argentina les había advertido que la transacción era imposible de realizarse.

Allí, entró en contacto con Norman Skolnik, amigo personal del ministro de Defensa, Ariel Sharon, quien le aseguró que lograría que le firmasen la venta. Tras presionar a algunos funcionarios, obtuvo el documento, que dejaba en claro que la Argentina debía encargarse de conseguir el permiso de Washington, en medio de la guerra.

Con esto en mano, seleccionó 16 A-4E Skyhawk, un lote de repuestos y otro de armamentos, firmó el contrato en nombre de la empresa Sygma Sales International (Panamá) Inc, como pantalla de la Armada, y pagó la suma acordada, incluidas comisiones del 15%.

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Finalmente, la transacción fue vetada por los Estados Unidos y los aviones quedaron estacionados en Israel. Así, comenzaría un calvario para la Argentina para recuperar el dinero de la estafa que habían tramado Estrada y Skolnik. Esto se prolongó hasta 1988 cuando el gobierno de Raúl Alfonsín logró que le reconocieran un crédito a su favor de 50 millones de dólares que se utilizó para montar un sistema de reabastecimiento en vuelo en dos aviones Electra, para traer repuestos de los A-4E y para realizar la turbinización de los Grumman S-2 Tracker.

“Todo lo que sucedió después de Malvinas, durante el proceso militar, se hizo de una manera tan desprolija: uno le dio una valijita a una persona para que se fuera con dólares a comprar cosas, de shopping. Fue una operación lamentable, desde el punto de vista de la realización. ¿Cómo se van a entregar cerca de U$S 80 millones en el aire?”, concluye el por entonces ministro de Defensa, Horacio Jaunarena.

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POLITICA

El criminal nazi que vivió 40 años en la Argentina hasta que fue delatado por el valor de un boleto de colectivo

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Durante casi 40 años estuvo suelto y tranquilo en la Argentina. Vivió en Miramar, en el barrio de Belgrano y en la Zona Norte del Gran Buenos Aires. Se casó, fue ejecutivo de una gran empresa, tuvo sus negocios y una peculiar asociación para el cuidado de animales que instalaba cámaras de gas para matar perritos. Se hacía llamar Pedro Olmo, pero tenía un inconfundible acento germánico, duro y trabado. Nadie jamás pudo confundirlo con un español. Desde 1967 las autoridades argentinas tuvieron noticias ciertas, datos fehacientes, de su presencia en el país. Nadie hizo nada, ni siquiera simularon buscarlo, no amagaron a perseguirlo. Adquirió más fama en 1975 cuando alguien lo delató solo por un peso. Salió en las revistas más vendidas del país con su nombre real y su domicilio y, aun así, su vida no se vio demasiado alterada. Tan evidente era su identidad que cuando unos periodistas lo fue a buscar en 1982, después de Malvinas y con los militares en salida, los vecinos les dijeron: “¿El nazi? Ah sí, vive dos cuadras más allá”.

Recién en 1985, con el regreso de la democracia y con la decisión política del gobierno de Alfonsín de no permitir su impunidad, fue arrestado por Interpol.

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Walter Kutschmann fue un terrible criminal de guerra nazi. Miembro de las SS, se desempeñó en territorios polacos. Allí fue responsable de varias matanzas. Se le atribuyen más de 2000 muertes de judíos polacos. En otro episodio ordenó fusilar a decenas de profesores universitarios y sus familiares por oponerse al régimen. En 1944 fue trasladado a Francia. En París siguió con sus masacres. Juntó a su jefe participó de la Operación Modellhut, una maniobra en la que los nazis se valieron de Coco Chanel para intentar llegar a un acuerdo con las fuerzas inglesas (los historiadores todavía discuten el papel de la modista francesa: mediadora, pacifista, colaboracionista o nazi rampante). Al final de la guerra escapó.

1975. El dato era bueno. Tanto es así que Editorial Atlántida, la más poderosa del momento, mandó de inmediato a la ciudad balnearia a su mejor dupla de periodista y fotógrafo. Luego sería cuestión de oficio, paciencia y, como siempre, algo de suerte. Tenían que buscar un Mercedez Benz añoso y gris. Menos de dos horas después, lo vieron pasar y detenerse frente a su puesto de guardia. Ricardo Alfieri (h), el fotógrafo, gatilló su máquina varias veces. Primero la patente del auto. Luego, la figura de ese hombre canoso con camisa a cuadros que caminaba con decisión y gesto agrio. Alfredo Serra, el periodista, se le acercó a pocos metros y gritó (acá también se podría utilizar: “gatilló”): ¡Kutschmann!

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El sesentón se dio vuelta abruptamente. Su cara se agrietó, fue como si una sombra, una nube negra lo envolviera. Supo que lo habían descubierto. “Olmo, Pedro Olmo me llamo”, dijo impostando firmeza. Serra replicó: “No mienta, usted es Kutschmann, el nazi”. El hombre se apresuró a entrar al lugar.

¿Cómo había llegado hasta Miramar un criminal de guerra nazi? ¿Cómo había hecho para que no lo descubrieran durante tres décadas?

Cuando el derrumbe alemán en la Segunda Guerra Mundial fue inevitable, Kutschmann no regresó a su tierra. Supuso que en Alemania todo sería peor para él. Desde Francia huyó hacia España. Dentro de las escasas posibilidades que tenía a mano, esa se le presentaba como la más viable; descontaba la colaboración (cobertura) de Franco. Y manejaba los rudimentos del idioma; había combatido junto a los franquistas en 1937. En España tuvo una estadía fugaz en un campo de refugiados.

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Luego del Holocausto, Walter Kutschmann escapó de Alemnia, se escondió en Miramar durante 40 años y fue delatado (Foto: Wikipedia)

Fugado o ayudado a escapar de ahí, tomó una nueva identidad que lo acompañaría hasta su captura final. A partir de ese momento sería Pedro Ricardo Olmo, un sacerdote español que se desplazaba con sotana y todo. Justificaba su pronunciación errática y metálica con una historia inventada de décadas misionando en la campiña suiza. Tomó la identidad y los documentos de un sacerdote republicano asesinado tiempo antes. Con eso se asegura algo de tranquilidad. Documentos reales y la cobertura del hábito ¿Quién se animaría a molestar a un cura? No se sabe bien cuál fue su actividad en territorio español en esos años. No hay demasiadas huellas de sus pasos. La presión internacional provocó que Franco no pudiera proteger más a los criminales nazis fugados. La organización Odessa sacó a muchos de sus miembros a través del puerto de Vigo, una de las vías de escape principales (aunque a veces menospreciada por la historiografía) de la Ruta de las Ratas. Kutschmann asumió su papel a la perfección. A lo largo del viaje en el barco Monte Ambotto, desempolvó la sotana y fue. de nuevo, el Padre Olmo.

El 16 de enero de 1948 llegó a Argentina. Su rastro se pierde brevemente hasta que aparece trabajando en la empresa Osram. Algunos dicen que trabajó de taxista. En Osram, ya habiendo colgado los falsos hábitos, fue un oficinista adusto, poco comunicativo, que ascendió hasta convertirse en ejecutivo de la firma alemana. Llegó a ocupar el puesto de jefe de compras.

Desde 1967, Simon Wiesenthal denunció ante tribunales alemanes la presencia de Kutschmann en Argentina. Lo localizó con datos fehacientes. Pero la historia fue la de siempre. Al no haber tratado de extradición entre los países, todas las actuaciones judiciales y los movimientos diplomáticos oficiales se perdían en la desidia de las autoridades argentinas. Nadie tenía interés en que la búsqueda prosperara. Kutschmann se intranquilizó pero confiaba en su red de protección.

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Durante ese lapso, junto a Geralda Baeumler de Olmo fundaron la Asociación Amigas de los Animales (la sugestiva sigla era AAA, la triple A). Decían estar preocupados por el cuidado de los animales, en especial de los perros. Su aporte fueron dos decenas de cámaras de gas en distintos municipios de la Provincia de Buenos Aires para practicar la eutanasia a perros moribundos, enfermos o que debían ser asesinados por causa de fuerza mayor.

Desde la década del 50, la pareja también vivió en el barrio de Belgrano donde tenía un cómodo departamento en el edificio de Sucre 2907. Esto se supo cuando hace unos años una chica compró la unidad funcional y encontró el nombre de Geralda y Pedro Olmo en la escritura. Puestos a buscar, en el libro de actas del consorcio, encontraron actividad (por lo general quejas) de Pedro Olmo en las asambleas del consorcio hasta 1984.

El criminal nazi Walter Kutschmann cuando era joven. (Foto: gentileza Blog City of Lions)
El criminal nazi Walter Kutschmann cuando era joven. (Foto: gentileza Blog City of Lions)

En 1975, Wiesenthal volvió a la carga. Tuvo nuevos datos e identificó con claridad que Olmo, el ejecutivo de Osram era Walter Kutschmann, el criminal de guerra nazi. Como la vía judicial y diplomática estaba estancada, utilizó a la prensa. Difundió sus hallazgos en los medios con el fin de poner en movimiento al gobierno democrático argentino.

Un grupo de residentes en Argentina integrado por sobrevivientes del Holocausto enviaron telegramas urgentes a la Cancillería, al Ministerio del Interior y a la presidenta Isabel Martínez de Perón denunciando que Kutschmann, buscado por sus crímenes, estaba en Miramar. Ninguna autoridad, ningún funcionario, acusó recibo ni respondió.

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Cercado por el nuevo impulso de las denuncias y por la mención a su nombre en algunos diarios, Kutschmann volvió a escapar. No fue más a su trabajo. Las autoridades de Osram se mostraron sorprendidas y pretendían haber sido estafados en su buena fe. Simulaban. Luego por declaraciones del mismo Kutschmann se supo que la empresa lo indemnizó por sus años de trabajo apenas apareció la noticia en los diarios. Los vecinos contaban lo mismo que en otra decena de casos de criminales nazis integrados a la vida argentina. Que tanto él como la esposa eran buena gente, algo parcos, que no se metían con nadie, que eran poco comunicativos. Cuando parecía que su hora había llegado, que estaba cercado, Kutschmann se esfumó.

Unas semanas después un hombre trajeado, serio, se acercó a la redacción de la revista Gente un viernes por la tarde. Pidió hablar con Alfredo Serra. Ofreció información a cambio de dinero. Serra le dijo que no estaba autorizado por los directores a ninguna erogación. “Un peso; ese es el valor”, dijo el hombre, solicitando nada más lo que valía un viaje en colectivo. Exigió, eso sí, un recibo oficial. Ahí le habló de Miramar y del Mercedes Benz gris con un cuarto de siglo de antigüedad, el único que había en la zona.

Que fuera Serra el elegido no era casualidad. Era uno de los mejores periodistas del momento y una de sus especialidades era la de perseguir y encontrar nazis. Unos años antes, por ejemplo, lo había hecho con Klaus Barbie en Bolivia. La revista en la que trabajaba, Gente, era la más vendida del momento: cientos de miles de ejemplares semanales. Era un tiempo en que era verosímil que un periodista hallara a un criminal nazi que la policía había perdido y hasta lograra extraerle alguna declaración.

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En Miramar, luego de la guardia breve y del encuentro, Kutschmann habló con Serra:

–Usted, usted es el hombre que destruyó mi vida con las dos notas que publicó…

–Perdón. No destruí su vida. Escribí una historia, igual que otros periodistas.

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–Sí. Pero usted usó las palabras de un modo… especial.

–No. En todo caso, las palabras fueron dictadas por Simón Wiesenthal, y por usted mismo.

–¡Claro! Ustedes publican todo lo que dice ese señor. Todas sus mentiras. Todos los ardides que usa para conseguir dinero.

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–Kutschmann, pasé seis meses de mi vida buscándolo, y ahora le pido una entrevista. Le doy una chance. Si no es un criminal de guerra, defiéndase.

–No puedo hablar. Recién en marzo estaré en condiciones de asumir mi defensa.

–Para mí, marzo es la eternidad.

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–Todavía me faltan pruebas, y mis asesores legales no quieren que haga declaraciones hasta que las tenga.

–Entonces tendré que usar otra vez la versión de Wiesenthal, pero reforzada, porque ahora tengo sus fotos, su dirección, y la chapa de su auto.

–Haga lo que quiera. Pero si publica algo, me entrega a mis asesinos.

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–¿Usted cree que sus asesinos, si existen, ignoran su paradero? No sea ingenuo. Si lo encontré yo, un periodista, más fácil les será a los que quieren matarlo.

–De cualquier manera, soy un hombre muerto. Cada día que pasa espero a mis asesinos.

El diálogo siguió unos minutos más en el mismo tono. Kutschmann acusando al periodista por haberle hecho perder su trabajo, pidiéndole que pensara en sus hijos. Hasta intervino, Geralda, su esposa. Kutschmann no negó sus crímenes, sólo justificó su conducta bajo el rótulo de acciones de guerra.

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La nota con sus respectivas fotos en las que se veía al hombre de 61 años con nitidez, con su pelo blanco, el bigote espeso, los anteojos de armazón pesado y su camisa a cuadros se publicó en el siguiente número de la revista y provocó un gran impacto. Pero nada pasó. Las autoridades argentinas adujeron que el acusado era muy lábil, un escapista virtuoso que burlaba sus esfuerzos. Lo que pudieron un periodista, un fotógrafo y un remisse, no lo consiguieron las autoridades nacionales. El gobierno de Isabel Perón no emitió comunicados oficiales al respecto.

Kutschmann, una vez más, se había esfumado. Se conocía su imagen, donde residía, sus pasos anteriores, la integración de su familia y hasta había sido localizado por un periodista; pero para los investigadores oficiales era un prófugo de una habilidad extraordinaria, habilidad que parece compartía con otros criminales nazis.

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En el último verano del Proceso, con los militares tratando de manejar la transición democrática para que sus crímenes quedaran impunes, unos periodistas del flamante diario Tiempo Argentino destinados a cubrir la temporada veraniega, ante nuevos rumores de la presencia de Kutschmann en la Costa Atlántica dedicaron un par de días a rastrearlo. Otra vez, lo encontraron en pocas horas. Vecinos, garagistas y empleados de rotiserías conocían al matrimonio y sabían de sus crímenes pendientes. “¿El nazi? Vive en aquel edificio”, señalaban con naturalidad. Solo tuvieron que montar una guardia discreta. De ese momento es la extraordinaria fotografía en la que se lo ve a Kutschmann, asomando su cara, detrás de una entornada y sólida puerta de madera de su departamento. Tiempo Argentino no publicó la nota de los periodistas Bec y Tonnelier, pero ellos lograron difundirla junto a las fotos a través de una agencia de noticias. Al día siguiente la imagen fue tapa de muchos de los matutinos nacionales. Otra vez, Kutschmann se le escurrió a la laxa justicia nacional.

Pero el largo escape del criminal de guerra terminó el 15 de noviembre de 1985 hace 40 años. Cuatro agentes de Interpol rodearon al hombre de 71 años en la localidad de Florida en la Provincia de Buenos Aires. Los pocos vecinos que vieron la escena se sorprendieron cuando los hombres armados se abalanzaron sobre el anciano que paseaba su perro.

“Soy Pedro Olmo. Ustedes están confundidos”, dijo. Menos de un minuto después comprendió que esta vez sí se había terminado su fuga. “Soy quien buscan. No me voy a resistir. Ahora sí terminó todo”, dicen que dijo.

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Y no fue una cuestión de suerte. El azar no tuvo nada que ver. El regreso democrático también terminó con la impunidad de estos criminales de guerra que utilizaron durante décadas -con gobiernos de distinta legitimidad y diferente signo político- a Argentina como apacible guarida. En pocas horas y tras negociaciones entre Alemania, el Centro Simon Wiesenthal y el gobierno argentino, el presidente Alfonsín firmó la orden de captura internacional y la extradición. Medio día después, los agentes de Interpol lo detuvieron.

La voluntad política de los mandatarios argentinos por primera vez desde el fin de la Segunda Guerra Mundial era la de poner a disposición de las jurisdicciones pertinentes a los criminales de guerra. Un cambio de rumbo contundente.

Después fue el tiempo de los trámites, de las presentaciones judiciales, los recursos de apelación que le sirvieron a la defensa para demorar el traslado. Mientras se preparaba la extradición, Walter Kutschmann fue internado por un problema coronario.

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Murió en el Hospital Fernández, el 30 de agosto de 1986. No llegó a ser extraditado.

Nazismo, Extradicion

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POLITICA

Círculo rojo: derivaciones del caso ANDIS y el detrás de escena de las negociaciones en áreas sensibles del poder

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A diferencia de Diego Spagnuolo, un habitué, Miguel Ángel Calvete apenas pisó una sola vez la Casa Rosada durante la gestión libertaria. Fue el 16 de enero de este año, una visita al despacho de Eduardo Serenellini -por entonces secretario de Prensa de la Presidencia- en su rol de presidente del Instituto de Estudio de Consumo Masivo (INDECOM), un cargo que utilizó en estos últimos tiempos como pantalla para protagonizar, de manera subterránea, una trama delictiva desenmascarada por la Justicia federal en torno a la causa ANDIS por la que se canalizaron en poco más de un año más de $30.000 millones en contratos de medicamentos. La auditoría interna que se llevó a cabo puertas adentro en el ámbito del Ministerio de Salud arribó a conclusiones igual o más escandalosas que las de la Justicia.

Junto a Pablo Atchabahian -preso en Mendoza-, un eslabón clave en el negocio de los laboratorios, las droguerías y el Estado, que se perfeccionó durante la administración de Cambiemos, Calvete sirvió a los jefes de la Superintendencia de Servicios de Salud y se transformó en un personaje central detrás en la investigación del fiscal Franco Picardi y el juez Sebastián Casanello que desmenuzaron una serie de adjudicatarios y proveedores alrededor de la Agencia de Discapacidad que desarrollaron un sistema ilícito de recaudación en el que sorprendió la participación de MED Latinoamérica S.R.L., la filial regional de MED-EL, una empresa fundada en Austria a fines de los ‘70, reconocida internacionalmente por su tecnología, que opera en más de 130 países a través de subsidiarias y distribuidoras oficiales. “Acá rompieron el mercado”, aseguraron fuentes del sector. En los intercambios de WhatsApp detectados por la Justicia entre Calvete y el propietario local, debaten cómo “sacar entre 1.600 y 1.700 palos”.

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El expediente ANDIS revolucionó al sector, también al Gobierno, que en un primer momento, cuando estalló el escándalo, amenazó con desatar un vendaval de derivaciones en el entorno de Javier Milei, en particular en torno a la familia Menem. “Conocido el escándalo, Javier se encargó de proteger a su hermana”, explicaron fuentes oficiales. Desde ese momento, la secretaria General no paró de acumular poder, cuando se pensaba que, por el contrario, ella debía empezar a ceder posiciones. El contundente triunfo electoral de octubre colaboró para esa protección, en desmedro del sector contrario, referenciado en Santiago Caputo, que cuenta con un puñado de colaboradores y amigos, además del ministro Mario Lugones, fuertemente vinculados con el rubro de la salud. Trascendió, por ejemplo, que en plena etapa de instrucción del caso del fentanilo adulterado, que se cobró decenas de vidas -más de 170-, fue un colaborador del consultor el que ofició de nexo con el juez de la causa, Ernesto Kreplak.

El caso ANDIS, o Spagnuolo, obligó además a tomar mayores recaudos a otras administraciones. Es el caso de la ciudad de Buenos Aires, cuyo ministro de Salud, Fernán Quirós, es considerado un duro a la hora de negociar. La capital ya resolvió dos licitaciones este año del sector, está en proceso la de insumos hospitalarios y resta la de los medicamentos de alto costo. En este proceso mostró un creciente interés en los últimos años la familia Kovalivker, cuyo principal lobista, Jonathan, desarrolló excelentes vínculos con la cúpula macrista. Aún así, siempre fue resistido por las autoridades, una variable más a considerar en la fría relación entre Mauricio y Jorge Macri, que se mantiene inalterable, principalmente por desacuerdos políticos.

Existe, además, en la órbita de la ciudad de Buenos Aires otro expediente que es seguido con especial atención por parte del círculo rojo, por las obras de remodelación del histórico estadio Luna Park, que quedaron a cargo de DF Entertainment en sociedad con Live Nation. La semana pasada, el constitucionalista Andrés Gil Domínguez presentó un amparo y una medida cautelar en el fuero contencioso y administrativo local para frenar los trabajos por la presunta inconstitucionalidad de una resolución de la administración porteña que amplió la capacidad del estadio. Fuentes al tanto de los secretos detrás de esas obras dan cuenta de que, en las negociaciones de estos meses, se habrían incluido otros proyectos en la Costanera. Para conformar a todos los oferentes.

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¡Justicia! ¡Justicia! Conformar a todos los sectores se convirtió, en estos tiempos, en una tarea titánica para el sistema. No solo por las negociaciones, en su mayoría truncas, entre oficialismo y oposición -no solo a nivel nacional, también en territorio bonaerense y, en mucha menor medida, en la capital, como caja de resonancia del sistema político-, si no también por la disputa interna en el seno de La Libertad Avanza, en el que ahora se libró una puja sórdida por el control y la relación con el Poder Judicial, un rubro en el que Mauricio Macri intentó inmiscuirse, sin éxito, en los albores de la gestión actual, y que quedó entonces a cargo de Santiago Caputo y sus colaboradores.

El ministro Mariano Cúneo Libarona (Gustavo Gavotti)

Consumada la victoria de octubre, la hermana del presidente y los Menem, Martín y Eduardo, “Lule”, procuraron avanzar sobre esa área. Esa decisión motivó que la propia Karina Milei, y su hermano, le pidieran a Mariano Cúneo Libarona que se quedara en el cargo, para obturar un posible ascenso de Sebastián Amerio o la promoción de un dirigente vinculado con Caputo. Por ejemplo, el intendente Guillermo Montenegro, que ya se mentalizó que deberá asumir en el Senado bonaerense a partir de diciembre. “Nunca hubo ni siquiera un tanteo”, deslizaron cerca del intendente. Y completaron: “No lo veo a Santiago con el poder de mover fichas como antes de la elección”. La permanencia de Cúneo Libarona llamó la atención incluso puertas adentro porque el ministro ya se tomó una licencia y planea tomarse otra, algo extensa, durante el verano, por un viaje programado a Europa.

Una situación similar se registró en las últimas semanas en la SIDE, en particular por versiones muy insistentes sobre su titular, Sergio Neiffert, y una vinculación pendular entre Karina Milei y Caputo, que lo propuso entonces para ese lugar a pesar de su escasa pericia. Neiffert nunca le tomó el pulso a la gestión, plagada de funcionarios que llegaron a esa secretaria empujados por el consultor. En las últimas semanas, la agencia acumuló escenas tragicómicas. ¿“El Jefe” le pidió, como a Cúneo Libarona, que resista al frente de la secretaría? Es una pregunta que circula con fuerza en el edificio de la calle 25 de mayo.

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Lo cierto es que los desacuerdos en esas dos oficinas, Justicia y la ex AFI, son un botón de muestra de la disputa no saldada entre los dos polos de poder del Gobierno, que se agravó tras las elecciones. Desde ese momento, Caputo se preservó, para resguardar su cuota de poder interna -y externa-, que lo mantiene, por su magnitud, bien vigente. También sus principales asesores, que se refugiaron en un premeditado silencio y bajaron ostensiblemente el perfil. En medio de ese hermetismo, circuló la versión de que desde el Gobierno se había puesto sobre la mesa de negociaciones con el kirchnerismo la posibilidad de acordar al camarista Mariano Llorens y a la senadora Anabel Fernández Sagasti para integrar la Corte Suprema. El Presidente mandó a desmentir esas eventuales tratativas. En la Cámara alta, Bullrich les dijo a algunos senadores que no estaba al tanto. Trascendió, además, que había otro camarista de los tribunales federales de Comodoro Py interesado en llegar a la Corte.

Según fuentes de gobierno, existiría, en principio, una definición interna en torno a esas probables negociaciones: desactivar cualquier tipo de acuerdo mientras se debata en el Congreso el Presupuesto 2026 y las reformas de segunda generación propiciadas por la Casa Rosada. “A lo sumo se puede allanar el camino para completar algunas de las decenas de vacantes judiciales que quedaron pendientes en estos casi dos años”, sugirieron desde el Ejecutivo.

Patricia Bullrich y Alejandra Monteoliva

Estrategias. En ese contexto, LLA en su versión parlamentaria está orientada en engrosar su bloque -el diputado del PRO Alejandro Bongiovanni, de la fundación Libertad, medita sus próximos pasos, mientras Silvia Lospennato resiste las presiones de Macri, que la quiere en el Congreso hasta el 2027-, para convertirse, de ser posible, en la primera minoría y pelear la conducción de la mayor cantidad posible de comisiones. Se trata de una sangría que preocupa no solo al jefe del PRO, sino también a Cristina Kirchner, consciente de existe un grupo de legisladores, que no necesariamente responden a gobernadores del peronismo, que meditan la posibilidad de abandonar la bancada mayoritaria.

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En el caso de los gobernadores, deseosos por ser aliados permanentes del oficialismo, empieza a brotar cierta impaciencia por falta de respuestas concretas. Las famosas efectividades conducentes. Hasta ahora, Diego Santilli hizo malabares en su raid de reuniones. Algunos gestos concretos, unilaterales, obtenidos por Rogelio Frigerio, Raúl Jalil, Ignacio Torres o Alfredo Cornejo, mientras el ministro terminar de diagramar su estructura administrativa, mucho más magra que la heredada. “A Diego lo hicieron ministro, no le dieron un ministerio”, lo graficó esta semana un dirigente amigo de “El Colorado”. El empoderamiento de Manuel Adorni -los ojos de Karina Milei en el Gabinete, su comisario político en los encuentros de Santilli con los jefes provinciales- y los idas y vueltas en el organigrama evidenciaron el encierro de los hermanos Milei en ellos mismos tras el resultado electoral.

Diego Santilli, Manuel Adorni y Gustavo Sáenz

Resta, en ese sentido, conocer cómo se terminará de completar el resto del gabinete, cuando se complete el recambio legislativo y deban llenarse varios casilleros. Puede haber movimientos próximamente, antes del viaje que tiene previsto el Presidente a Estados Unidos, para volver a encontrarse con Donald Trump. Por eso el gobierno apuró ayer los reemplazos de Patricia Bullrich y de Luis Petri, que le dejará Defensa por primera vez a un militar desde el regreso de la democracia. Milei prevé, además, viajar otra vez a Manhattan, para participar de la “Argentina Week”, un evento empresario que anunció el embajador Alec Oxenford para la segunda semana de marzo del año próximo.

Pero hay, en preparación, otra gira del establishment norteamericano que podría aterrizar en nuestro país después de ese evento, en abril, y que estaría integrada por unos cien empresarios estadounidenses y el gobernador de La Florida. Una visita de tres o cuatro días que está bajo preparación del lobista Carlos Trujillo, ex embajador ante la OEA y muy cercano a Trump. Trujillo tiene su agencia en Washington y hace algunos días sentó en el Salón Oval, frente al presidente republicano, al socio de José Luis Manzano del fondo suizo Mercuria Energy, en la petrolera Phoenix Global Resources (PGR).

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Axel Kicillof

En el organigrama oficial hay lugares sensibles aún pendientes de resolución como Migraciones, que quedó bajo la órbita de Seguridad, oficialmente en manos de Alejandra Monteoliva: a Bullrich, el jefe de Estado le cumplió la promesa. También resta saber, por ejemplo, quién estará por debajo de la nueva ministra. Había, en las últimas semanas, varios postulados.

La ministra quiere un perfil vinculado con la seguridad al frente de Migraciones. Mala noticia para Daniel Seoane, su actual director nacional, con ganas de permanecer en el cargo. Hasta le preguntó a Sergio Massa por su futuro. Mala noticia también para Diego Valenzuela, que espera por alguna señal para tratar de entrar al gabinete.

Santilli no levantó demasiado la voz: el ministro está compenetrado en sacar el Presupuesto, colgarse esa medalla y avanzar en su proyecto bonaerense 2027, para el que ya empezaron a reunirse algunos colaboradores que trabajan desde hace tiempo detrás de ese objetivo. En sintonía, ahora, con Cristian Ritondo, con el que volvió a trabajar como una sociedad política, como en los viejos tiempos. Un tándem revitalizado.

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La provincia de Buenos Aires se encamina a una semana decisiva: Axel Kicillof sabrá, entre el martes y el miércoles, si podrá tener su propio Presupuesto, la ley fiscal impositiva y, en particular, el endeudamiento, que necesita de dos tercios y con los que, hasta este fin de semana, no contaba. El martes habrá una nueva reunión a las 19. A la mesa de negociaciones se sientan Carlos Bianco, “Carli”, y Mariano Cascallares, por parte de Kicillof; Alexis Guerrera, que representa a Massa; Facundo Tignanelli, de La Cámpora, y Juan Pablo de Jesús, el delegado de Martín Insaurralde, que desapareció públicamente tras pasearse en yate por la costa del sol española pero que mantiene plena vigencia en el sistema político bonaerense.

Javier Milei junto a su hermana Karina, Bullrich y Santilli

Por fuera de la guerra interna en el PJ, la oposición espera con un dictamen entre manos como prenda de negociación con el gobierno provincial. El PRO, la UCR y la CC están dispuestos a concederle a Kicillof un “rollover” de la deuda en torno a los USD1.900 millones. El gobernador pretende unos USD1.500 más de nueva deuda. La oposición quiere, en paralelo, un fondo de $600.000 millones para los intendentes.

En el medio se coló, en tanto, otra negociación por las cuatro vacantes en la Corte Suprema provincial, que cuenta, como en el tribunal nacional, con solo tres miembros: Hilda Kogan, Daniel Soria y Sergio Torres, con muy buenos vínculos con el PRO. Después de las elecciones estaba previsto que volvieran a conversar sobre el tema Kicillof y su ministro Juan Martín Mena, uno de los principales consejeros legales de Cristina Kirchner, pero el resultado de octubre alteró la hoja de ruta. Nadie tiene esperanzas de poder avanzar en lo que resta del año. Tampoco durante el verano.

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POLITICA

Las redes, en modo “reformas” ante los cambios que promueve Milei

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El análisis de Monitor Digital muestra que las reformas que impulsa el Gobierno de Javier Milei generan un clima emocional cargado en redes sociales, con siete de cada diez menciones que expresan un sentimiento negativo.

La política actúa como primer filtro de la conversación digital, donde la Casa Rosada, los gobernadores y el Congreso aparecen como protagonistas de un debate que se mueve en un territorio que oscila entre la negociación y el conflicto abierto.

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El eje económico y, en especial, la reforma laboral, concentran la mayor atención del público, con menciones que giran en torno al empleo, los derechos y la estabilidad económica de los usuarios.

Leé también: En las redes, la Justicia es la que se sienta en el banquillo de los acusados

Esa tensión explica por qué el trabajo se convierte en el corazón simbólico del debate digital argentino.

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La conversación digital de los argentinos revela expectativas y temores que conviven en un mismo plano, con usuarios que muestran rechazo, desconfianza o enojo, pero también esperanza en la libertad económica, el crecimiento y la modernización.

En ese cruce emocional, las reformas funcionan como un escenario donde la sociedad discute su propio futuro.

El mundo digital argentino, al ritmo de las reformas

El interés de los argentinos por las reformas tanto en la Web como en las redes sociales muestra un movimiento guiado por impulsos coyunturales.

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La serie anual de las dos últimas décadas, que refleja la dinámica de menciones sobre el asunto en el universo digital, deja una señal clara: los picos de consultas online aparecen cuando la política instala la palabra reforma como núcleo del debate público.

En 2017, el gráfico marca un salto que supera con amplitud cualquier valor previo.

Ese año, la agenda gira en torno a la reforma previsional y al paquete legislativo del entonces gobierno de Cambiemos, con un conflicto que deja una huella fuerte en la memoria pública.

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Entre 2018 y 2022, el interés baja, pero nunca entra en un estado de apagón.

Los niveles se mantienen estables, como si la sociedad cargara una preocupación latente por la necesidad –o el temor– a cambios en áreas sensibles del Estado.

A partir de 2023 y 2024, la curva vuelve a moverse dentro de la era libertaria.

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El giro económico y político posterior al cambio de gobierno reactiva la búsqueda de información sobre reformas, con un promedio anual que supera al del quinquenio previo.

Qué buscan los argentinos cuando buscan “reformas”

El análisis temático de Monitor Digital sobre las consultas en Google acerca de las reformas es contundente: 82% del interés se concentra en la reforma laboral.

La agenda económica del gobierno, las tensiones con el sindicalismo y el debate sobre el modelo de empleo capturan casi toda la atención digital.

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La reforma previsional y la tributaria aparecen con niveles mínimos, casi marginales en la escala general.

Para buena parte de los usuarios argentinos, hablar de reformas es hablar del trabajo.

Lo fiscal o lo previsional quedan relegados, incluso cuando forman parte del mismo paquete de cambios que impulsa el gobierno.

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Un clima cargado sobre las reformas

La conversación digital sobre las reformas emerge con un dato que ordena todo: 75% de negatividad.

El malestar define el tono del debate y se vuelve lectura dominante detrás de cada interacción.

El rechazo se reparte entre usuarios que cuestionan la velocidad de los cambios, quienes temen perder derechos, quienes reclaman modernización y quienes desconfían del rumbo económico.

La negatividad funciona como denominador común, incluso cuando los argumentos parten de posiciones opuestas.

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En el centro de la nube de palabras que surge de la charla digital sobre las reformas –laboral, tributaria o previsional– aparecen términos dominantes como GOBIERNO, ARGENTINA, TRABAJO y MILEI.

La presencia del presidente en la zona central de la nube muestra el grado de personalización del debate.

La palabra trabajo crece como núcleo de preocupación y confirma la centralidad del eje laboral.

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Un mapa emocional atravesado por la tensión

La nube de palabras del último mes, que refleja el sentimiento digital, profundiza el clima que venimos observando: la negatividad sigue en 75% y convive con términos que revelan el choque entre expectativas y temores.

Las palabras en rojo —error, perder, crisis, dudas, echar, régimen, inflación— resumen el costado más reactivo del debate.

Pero la nube también expone un costado luminoso: libertad, trabajo, empleo, apoyo, acuerdos, diálogo, crecimiento.

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Se trata de términos que actúan como huellas discursivas de usuarios que ven en las reformas una salida a la rigidez del mercado laboral, a la presión impositiva o a la falta de dinamismo económico.

El resultado es una conversación partida, donde la esperanza y el rechazo conviven en tensión.

Para los argentinos, las reformas no funcionan como un tema aislado. Se convierten en un espejo del momento político y en un termómetro del ánimo social. El dato clave es la negatividad persistente en redes, que se mantiene estable durante dos años.

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Esa constancia muestra que el malestar no nace de episodios puntuales, sino de una percepción estructural: la idea de que los cambios llegan en un clima de incertidumbre, tensiones de poder y temor a perder derechos.

Las reformas generan rechazo y expectativa en dosis similares, y esa mezcla sostiene la conflictividad.

Leé también: Javier Milei consolida su centralidad digital

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El debate político ocupa el centro porque las reformas condensan algo más que decisiones técnicas.

Son discusiones que representan una disputa por la conducción y por la capacidad de ordenar un país que arrastra tensiones de larga data.

La conversación digital habla menos de leyes y más de sensaciones: confianza, miedo, esperanza y poder.

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Son sensaciones que describen un país que necesita cambios, pero que discute cómo, cuándo y con qué costos.

reforma laboral, Javier Milei, Redes Sociales

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