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POLITICA

Caos en Aeroparque, Ezeiza y otros aeropuertos por medidas gremiales sorpresivas

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En medio del conflicto gremial que enfrenta el sector aeronáutico desde hace varias semanas, trabajadores de Intercargo sorprendieron al público con asambleas escalonadas que perjudicaron vuelos en Aeroparque y amenazan ahora el normal funcionamiento en Ezeiza, Mendoza y Córdoba, según confirmaron fuentes oficiales. La primera medida de fuerza comenzó pasadas las 18 en Aeroparque y afectó al menos a doce vuelos que debieron ser cancelados o reprogramados.

LA NACION pudo reconstruir que las medidas son impulsadas por el gremio del personal de la Asociación del Personal Aeronáutico (APA), conducido por Edgardo Llano, y ejecutadas por los trabajadores de la empresa que se dedica al servicio de rampas.

La primera asamblea informativa comenzó en Aeroparque pasadas las 18 y estaba previsto que se extienda hasta las 20 aproximadamente. Si bien desde Aerolíneas Argentinas indicaron que, a priori, no afectaría a los vuelos de la empresa, ya que la empesa cuenta con servicio de rampa propio admitieron que la medida de fuerza podría impactar indirectamente.

En cambio, la asamblea interna afecta principalmente el cronograma de vuelos de las aerolíneas Flybondi y Jetsmart, porque Intercargo presta servicios de rampa para ambas low cost. Desde las dos empresas informaron a este medio que la asamblea de Aeroparque provocó la afectación de al menos 12 vuelos.

Minutos después de iniciada la asamblea en Aeroparque, desde Jestsmart indicaron a LA NACION que cuatro vuelos resultaron afectados. Si bien la empresa logró adelantar el horario de tres ellos, el cuarto vuelo sufrió demoras.

Por su parte, Flybondi informó por medio de un comunicado que cuatros vuelos fueron cancelados y otros cuatro presentan demoras en la salida desde Aeroparque, afectando a más de 1.300 pasajeros, al tiempo que advirtieron que no se descartaban mayores afectaciones en los próximos vuelos.

“Sus vuelos cancelados son: Buenos Aires – Mendoza, Mendoza – Buenos Aires, Buenos Aires – Jujuy y Jujuy – Buenos Aires. En cuanto a los vuelos demorados son: Buenos Aires – Salta, Salta – Buenos Aires, Buenos Aires – Puerto Iguazú y Puerto Iguazú – Buenos Aires”, precisaron al respecto.

Previamente, la compañía lowcost había difundido esta tarde otro comunicado en el que advertía las consecuencias que tendría “la medida de fuerza sorpresiva” anticipando que los vuelos podrían “presentar demoras en la salida desde Aeroparque y en la entrega de equipaje de los vuelos que aterrizan”.

En el caso de Ezeiza, los trabajadores de Intercargo realizan una asamblea interna desde las 20 que, se estima, durará hasta las 22; en los aeropuertos de Mendoza y Córdoba la medida de fuerza comenzará a regir desde las 23 hasta la 1 de la madrugada del miércoles.

“Las asambleas de esta tarde son una medida sorpresiva e intempestiva del sindicato APA (Asociación de personal aeronáutico) que a las 16 horas comunicó la realización de estos paros extorsivos camuflados como ‘asambleas’”, señalaron desde la Secretaría de Transporte que comanda Franco Mogetta.

“El sindicato pretende usar a la gente de rehén cuando las autoridades gubernamentales fueron claras en la pauta salarial ofrecida”, apuntaron desde la cartera que conduce Mogetta al referirse al conflicto gremial que lleva semanas sin resolverse. Por otro lado, las autoridades aclararon que se avanzará con un pedido de sanciones a los gremios. Y tras ello advirtieron: “Se harán los descuentos correspondientes a los trabajadores que impidan la operación aérea en tres de los principales aeropuertos del país”.

El conflicto en Aerolíneas Argentinas

El anuncio de asambleas internas en Intercargo se da en medio de otro conflicto gremial del sector aeronáutico que impacta de lleno en Aerolíneas Argentinas que derivó en el paro del viernes anunciado por la Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas (APLA) y la Asociación Argentina de Aeronavegantes (AAA) producto de una dura negociación salarial entre los sindicatos y la empresa estatal.

La jornada de protesta del viernes provocó serias complicaciones y demoras a más de 15.000 pasajeros, ya que aproximadamente 150 vuelos se vieron afectados directamente. Ese día, todos los vuelos de Aerolíneas Argentinas fueron cancelados salvo los que tenían como destino Madrid (España) y Miami (Estados Unidos), que solo presentaron demoras.

Este lunes, la Secretaría de Trabajo dictó la conciliación obligatoria por 15 días al personal de la Asociación del Personal Aeronáutico (APA) en el marco del conflicto gremial en Aerolíneas Argentinas y los inhabilitó para llevar a cabo medidas durante ese tiempo.

De esta forma, la empresa paralizó la asamblea que el gremio tenía prevista para las 11. Este accionar se suma a otras medidas que el Gobierno tomó para evitar situaciones como la del viernes pasado. Durante una de las conferencias de prensa, el vocero Manuel Adorni adelantó que los trabajadores que participen en los paros verán “descuentos significativos” en sus salarios, con sanciones que podrían oscilar entre los $50.000 y $150.000, dependiendo de su nivel de participación.

Asimismo, el ministerio de Capital Humano -a cargo de Sandra Pettovello- decidió declarar esencial la actividad aeronáutica civil, sea pública o privada, con el objetivo de reducir los efectos de este tipo de medidas de fuerza.

Durante el mes de agosto los gremios realizaron varias asambleas en aeropuertos estratégicos del país, como Aeroparque, Ezeiza, Córdoba y Mendoza, lo que generó retrasos y cancelaciones en los vuelos. A pesar de los esfuerzos de Aerolíneas Argentinas por minimizar el impacto, los gremios intensificaron sus protestas al no recibir una propuesta que consideren justa.

El descargo de Lombardo

El presidente de Aerolíneas Argentinas, Fabián Lombardo, volvió a apuntar este martes contra los gremios que provocaron demoras y cancelaciones en los vuelos en las últimas semanas, y aseguró que hay “compañías internacionales” interesadas en comprar la línea aérea estatal. Sus declaraciones coinciden con la insistencia del gobierno de Javier Milei de privatizar la compañía, a pesar de que fue quitada de la lista de la Ley Bases que enumera las empresas a seguir esos pasos.

“Proyectamos una privatización en base a lo que sucedió en el pasado. Hoy la industria evolucionó muchísimo. Quienes se interesan en Aerolíneas Argentinas son grupos de la aeronavegación comercial. Hay compañías internacionales que están interesadas en la compañía y eso me consta a mí porque me llamaron y me lo dijeron, están interesados en saber cómo sigue la privatización”, aseguró Lombardo este martes en diálogo con Radio La Red.

“El mercado doméstico argentino es muy interesante. Después dirá el Congreso, pero trabajamos en esa dirección”, dijo el titular de la línea de bandera poco después de conocerse la noticia de que la firma denunciará a los gremios por los paros y pedirá la expulsión de Pablo Biró, titular de la Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas (APLA) y uno de los líderes de las medidas, del directorio.

Mar tarde, el titular de Aerolíneas Argentinas volvió a cargar contra Biró, en diálogo con LN. “Él es la casta aeronáutica. Va a seguir con el tema de complicarnos la vida y nosotros de esta compañía no lo vamos a permitir”, sentenció Lombardo.

“Es un comportamiento que empezó de una forma horrible y no veo voluntad de parte de ellos de llegar a ningún acuerdo”, señaló. “Espero que recapaciten y tomen conciencia de que le están haciendo un mal al la empresa y que podamos sentarnos a negociar sabiendo que no podemos dar lo que no tenemos. No podemos endeudar al contribuyente argentina”, agregó Lombardo en relación al reclamo salarial de un 70% de recomposición que hace el sector.

“Hoy todavía perdemos 70 millones de dólares Nosotros tenemos que tener parámetros y eso lo vamos a respetar, en ese contexto podemos negociar. En el contexto de país que estamos no podemos pensar en dar un 70% de aumento”, sostuvo Lombardo.

Y al respecto concluyó: “Nosotros estamos haciendo todo para que la empresa sea privatizada. La decisión del Presidente Javier Milei es privatizarla y nosotros estamos trabajando para dejarla en una situacion que sea interesante para las empresas”.

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La cabeza de un inversor, entre el entusiasmo y la desconfianza

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Imaginemos la escena: empresarios internacionales sentados a una gran mesa de directorio. Se han convocado para analizar “el caso argentino” y definir, a partir de esa evaluación, si se embarcan en grandes inversiones en un país que promete un nuevo rumbo. ¿Qué pesará más? ¿El entusiasmo o las dudas? ¿El optimismo o la cautela? En palabras de Borges, ¿el amor o el espanto?

Si nos permitieran ser testigos de ese debate, seguramente escucharíamos argumentos alentadores y también muchos interrogantes sobre el futuro de la Argentina.

Los inversores ven la orientación general de la política económica con expectativas bien favorables. Anotan muchos datos saludables: la baja de la inflación, el achicamiento del déficit, la estabilidad cambiaria y los avances para una administración más racional y responsable del gasto público. También apuntan algunas dudas sobre la solidez de esos indicadores. El drástico descenso de la inflación, por ejemplo, no parece todavía a salvo de nuevos fogonazos y recaídas. Para algunos economistas, la calma del dólar “está atada con alambre”. Pero se reconocen los resultados en tiempo récord y se evalúan como muy positivos los logros de una gestión que se encontró, en diciembre del año pasado, con una economía arrasada. Ponderan, además, lo que parecería ser un aprendizaje social: no se puede gastar más de lo que se recauda.

Ven con definitivo entusiasmo el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI), la reforma laboral y el ambicioso programa de desregulación que lleva adelante Federico Sturzenegger. El esfuerzo por destejer la inmensa madeja normativa que burocratiza, encarece y corrompe, en todos los niveles, la vida económica de los argentinos se evalúa como uno de los objetivos más estimulantes de esta nueva etapa. Observan, sin embargo, una brecha entre los anuncios y las concreciones. Por supuesto que estos procesos son arduos y trabajosos. No se desarma en seis meses lo que se tejió durante décadas. Pero basta con ir hoy a cualquier registro automotor para comprobar, por ejemplo, que siguen atiborrados de gente, de empleados y de expedientes, sin muchas señales visibles de un proceso efectivo de desmantelamiento como el que se ha prometido.

En esa imaginaria reunión de inversores también se celebra el realineamiento internacional de la Argentina, aunque despierta dudas cierta “heterodoxia” y hasta una marcada prepotencia en las relaciones del Gobierno con el mundo. Aun empresarios que tienen una pésima opinión del gobierno de Pedro Sánchez en España, ven con incredulidad, cuando no con estupor, la extrema agresividad con la que el presidente argentino ha vapuleado al jefe de Estado de una nación con la que nos unen lazos históricos y entrañables y de la que provienen inversiones en sectores estratégicos. Se evalúa con alivio y satisfacción que la Argentina haya abandonado la complicidad con el chavismo y con las dictaduras castrista y nicaragüense que cultivó durante el largo ciclo kirchnerista, pero se ve con preocupación la dificultad para el diálogo con líderes de distinto signo ideológico, así como la embestida contra un funcionario técnico del FMI, con el que el Presidente bordeó la descalificación y el agravio. Los inversores suelen valorar el pragmatismo y, sobre todo, las reglas de la diplomacia profesional. Cuando observan comportamientos extravagantes y posiciones dogmáticas, se activan en sus cabezas fuertes señales de alerta. Algo de eso ya había ocurrido en el Foro de Davos, donde Javier Milei fue a dar cátedra de capitalismo. Esos auditorios celebran los discursos claros, firmes e incluso disruptivos, pero los incomoda, como mínimo, la dialéctica altisonante y megalómana, sobre todo cuando viene de países que no están precisamente en condiciones de dar lecciones al mundo.

Los inversores, sin embargo, están acostumbrados a mirar los hechos más que las palabras. En el plano económico, lo que más ruido les hace es la continuidad del cepo. Entienden los riesgos de un levantamiento apresurado, pero ven con inquietud que no aparezca una hoja de ruta para normalizar el mercado de cambios. También ponen un signo de interrogación ante la ausencia de un proyecto nítido de reforma impositiva.

Hasta acá, ese directorio imaginario hace, aun con algunos reparos, una evaluación alentadora. La balanza parecería inclinarse a favor de invertir y arriesgar en la Argentina. Pero nadie que haya hablado con empresarios de talla internacional puede imaginar que solo miran la economía y las planillas de Excel a la hora de apostar por un país o por otro. Por el contrario, prestan especial atención a la calidad institucional, al clima general de negocios, a los indicadores de transparencia y de convivencia política, al respeto por las normas y por la división de poderes y a conceptos que pueden parecer abstractos, pero que son esenciales: seguridad jurídica y, sobre todo, previsibilidad. Miran la coyuntura, claro, pero también el largo plazo.

Cuando aquella mesa de directorio empieza a analizar los factores “cualitativos” que ofrece la Argentina poskirchnerista, se encuentra con muchas cosas que no han cambiado, incluso aquellas que serían más fáciles de modificar. La atmósfera de crispación, lejos de disiparse, se ha exacerbado. Los ataques a la prensa independiente se reproducen con metodologías distintas, pero con una virulencia equivalente a la que empuñaba el populismo de izquierda: ya no está 6,7,8, el programa ultrakirchnerista que se ocupaba, desde la TV Pública, de denostar a empresarios, periodistas y dirigentes opositores, pero ahora hay batallones digitales que, orquestados desde el poder, funcionan con la misma lógica.

Los inversores ven a un gobierno que exhibe serias dificultades para lidiar con la crítica y con las diferencias. Al que plantea reparos o matices se lo atropella desde la cima del poder con una violencia verbal que registra pocos antecedentes. El discurso político ha incorporado el insulto y la descalificación grosera como si fueran códigos aceptables del debate público. Los desbordes de intolerancia, que suelen copiar modelos de otros liderazgos populistas, se hacen cada vez más burdos. ¿Puede haber una deriva autoritaria en la Argentina?, se preguntan analistas globales cuando ven que el Gobierno, por ejemplo, acaba de limitar por decreto el acceso a la información pública.

Entre los inversores aparecen dudas cuando observan la extrema fragilidad parlamentaria del oficialismo, pero esas dudas se convierten en preocupación y temor cuando ven que el Presidente, lejos de tender puentes y propiciar el diálogo, descalifica a los legisladores con generalizaciones insultantes. Observan a un gobierno con dificultades, incluso, para dejarse ayudar, que muchas veces desprecia a sus propios aliados y que, lejos de reforzar su estructura de sostén político, deja todo librado a un combate permanente de resultado incierto. En un almuerzo de empresarios extranjeros con diplomáticos de su país, buena parte de la sobremesa se la llevaron las preguntas sobre por qué Milei rompió relaciones con un aliado natural como debería haber sido Ricardo López Murphy y sobre cuánto resiste el precario equilibrio en el que parece balancearse la relación con Mauricio Macri. También sobre la inestabilidad que parece exhibir el vínculo del Presidente con su vicepresidenta. Tal vez los participantes de aquella sobremesa hayan evaluado con alivio algunas señales políticas de los últimos días, con una mayor apertura del Presidente para construir alianzas y proponer un diálogo con legisladores que ascendieron, sin escalas, del sótano de las “ratas” al pedestal de los “héroes”.

Los potenciales inversores encargan informes sobre la situación argentina. Y en esos papers reservados, la candidatura de Ariel Lijo a la Corte aparece marcada con resaltador. ¿Qué confianza puede generar en esos sectores la incorporación al máximo tribunal de un magistrado que enfrenta un récord de impugnaciones por razones técnicas y morales? ¿Qué seguridad jurídica pueden sentir los inversores cuando se habilita una negociación oscura en la que todas las posibilidades parecen abiertas, hasta un pacto con el kirchnerismo para una ampliación de la Corte que favorezca su politización y el toma y daca?

El juez Ariel Lijo, una postulación a la Corte que genera dudas entre los inversores

Los inversores también ven con preocupación que un organismo tan sensible y estratégico como la SIDE esté manejado por una especie de “monje negro” al que el Presidente le ha delegado una enorme cuota de poder, pero sin ninguna responsabilidad formal en la estructura de gobierno. Para los estándares internacionales, eso remite a un país institucionalmente débil, con interlocutores confusos y mecanismos poco transparentes. ¿Quién decide? ¿El ministro o el asesor? Son dudas que debilitan la confianza y generan incertidumbre.

En el plano cualitativo, seguramente se apuntarán también algunos logros significativos: ningún inversor dejaría de valorar la firmeza que ha exhibido el Gobierno frente a la extorsión sindical de los gremios aeronáuticos, ni los avances para reponer el imperio de la ley en la vía pública, con la eficaz aplicación de un protocolo antipiquetes, o la denuncia contra los “gerentes” de la pobreza, que ha permitido transparentar la ayuda social con la eliminación de “intermediarios”. La aprobación de la boleta única y el impulso a la ley de ficha limpia son progresos que tampoco pasan inadvertidos para los actores internacionales que miran la calidad institucional de la Argentina.

Es probable que, a esta altura, aquel directorio imaginario decida pasar a un cuarto intermedio. Hay entusiasmo, pero también hay dudas: “Wait and see”, dicen los estadounidenses. Esperar y ver. En los próximos meses tal vez quede más claro si el Gobierno aprende de sus propios errores y consolida un rumbo virtuoso o, por el contrario, acentúa su beligerancia y su iracundia con métodos que, inevitablemente, debilitan la convivencia y la institucionalidad. La inversión, después de todo, será el verdadero termómetro de la confianza que inspire la Argentina. La inversión es trabajo, es crecimiento, es desarrollo, es futuro para las nuevas generaciones. Y a esta altura del siglo XXI va donde pueda ser rentable, por supuesto, pero también donde encuentre un clima de armonía, transparencia y previsibilidad. Hoy están mirando a la Argentina con esperanza y con dudas. Será la calidad institucional la que tal vez incline la balanza.

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