POLITICA
“Como las agujas del reloj”: se sentó a ver cómo las hormigas transportaban hojas y cuenta el gran misterio
Julián Sabattini (34) despejó la duda que en algún momento todos, quizás, nos hemos planteado: ¿a dónde llevan las hormigas las hojas verdes que transportan en equipo a través de los estrechos caminos que hacen?. El joven de Paraná, Entre Ríos, es ingeniero agrónomo, investigador del Conicet y docente universitario, y hace 14 años decidió estudiar el comportamiento de las “hormigas cortadoras” con una tecnología de alta generación. Comenzó, como muchos, con un sistema manual de conteo con el que se pasaba hasta 24 horas observando los nidos, hasta que creó un software y un hardware para facilitarlo. Lleva analizadas miles de millones de hormigas desde el norte de Brasil hasta el sur de la Argentina, para saber cómo impactan en la biogeografía de los suelos y los sistemas agrícolas.
“Con mi papá [Rafael] nos sentamos y vimos cómo las hormigas transportaban hojas. Comenzamos a preguntarnos si lo que transportaban era mucho o poco, porque queríamos saber el impacto que generaban estos herbívoros dentro de la cadena trófica. Queríamos saber si lo que cortaban era igual a la cantidad de pasto que come una vaca por hectárea por año, porque esta era la teoría”, comienza a relatar el joven que estudia a estos insectos desde 2010. En el campo de la familia tiene una reserva
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La duda quedó planteada desde entonces y tres años después llegaron a la conclusión de que el consumo de las hormigas es “despreciable”, es decir, es ínfimo respecto de lo que consume una vaca. “Uno tiene esa sensación porque son millones de bichitos que están cortando y transportando las hojas. Llegás a un punto que estás a contra luz, ves las veredas verdes, senderos verdes de hojas que cortan, pero el consumo no es tanto. El valor no supera el 10% de la producción de pasto de un pastizal natural de la Mesopotamia”, sostuvo.
El estudio de la La cronobiología de estas especies lo comenzó junto a su padre, un exdocente de la cátedra de ecología de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Nacional de Entre Ríos. Allí fue donde padre e hijo se percataron que normalmente el conteo y estudio se hacía de forma manual para entonces. “Yo me quedaba 24 horas, día y de noche. Cada cinco minutos le sacás lo que lleva las hormigas, eso después lo pones en frascos que van al laboratorio, lo pesás y se hace la gráfica diaria. Lo hice durante tres años, hasta que me pregunté si no había algo más fácil”, añade.
El joven desarrolló un dispositivo para hacer el conteo de las hormigas cortadoras y con el tiempo se percató de que el Software era aún más potente y no hacía solo tareas de conteo, sino que era capaz de ejecutar más acciones. “Permitía saber cómo linkear o relacionar la actividad locomotora de las hormigas con variables que sean climáticas”, explicó. Sobre la hipótesis de que las hormigas predicen el clima, asegura que es una idea “muy tomada de los pelos”.
“Con el equipo llegamos a la conclusión que las hormigas no se mueven o dependen de la temperatura o la humedad. Tienen un pri-genético interno [una programación genética] que en determinadas épocas del año salen y cortan en determinados horarios; están programadas, son como robots programados que cortan todo en diferentes épocas del año y a diferentes horarios. Y ese quiebre de las horas determinó cuándo cortan en verano: de noche. En invierno, durante el día, pero está seteado. No está determinado por alguna variable microclimática o mesoclimática”, planteó.
El experto mide los impactos de daños que pueden ocasionar las hormigas en los cultivos agrícolas y está detrás del impacto biológico y ambiental. “Buscamos entender por qué determinados grupos están en determinados lugares y no en otro, queremos saber cuáles son los puntos críticos que hacen que esas hormigas estén o no estén”, precisó.
Además, estudió la estructura donde se albergan las hormigas, la profundidad de los nidos, su tamaño y objetivos. Todo esto para saber si se mueven de acuerdo con la particularidad de los suelos. En el mundo se conocen 50 especies de hormigas cortadoras de hojas y más de 1000 de otras especies. En la Argentina hay diferentes equipos de científicos que investigan el comportamiento de las hormigas, a lo largo y ancho del país. Desde Alemania, un científico argentino es el pionero de la biología experimental y la fisiología del comportamiento animal.
Sabattini hizo una especialización en recursos forestales en Corrientes, y durante su carrera estudió Ecología Vegetal. A través del nexo empresarial de la familia, cuya actividad económica es la ganadería, decidió analizar el comportamiento de estos animales en la agricultura. En el Conicet estudió el programa Líneas de Fortalecimiento y Temas Estratégicos.
El científico explica que hay dos géneros de especies de hormigas cortadoras: Atta y Acromyrmex. De estos últimos los nidos son más pequeños, que se hace con paja y los nidos son subterráneos. Los nidos de Atta tienen hasta ocho metros de diámetro y un metro de alto. “Eso lo hacen las hormigas con el movimiento de los suelos. Estos tienen entre 30 y 40 caminos en formas circulares, como las agujas del reloj. El camino más largo que medí tenía cerca de 210 metros, desde que salen del nido hasta buscar el forraje”, completó.
Hasta ahora, lo que se desconoce es la cantidad de veces que sale una hormiga del nido a buscar el forraje. Las hormigas cortan vegetales: hojas, flores, frutos y tallos para alimentar al hongo simbiótico. Se alimentan de las larvas iniciales, las obreras menores y mayores. Estas últimas sobre todo de los exudados de los fragmentos vegetales.
“Lo hacen varias veces en el día, todavía no sabemos cuánto. No son colonias chicas, son millones y sus nidos tienen casi seis metros de profundidad y mueven un volumen de tierra entre 6 y 10 toneladas por año. Continuamente están moviendo porque tienen que generar condiciones adecuadas para que el hongo que cultivan bajo tierra no le genere una condición de pérdidas de oxígeno. Ellas hacen torretas de ventilación que son utilizadas para que el aire ingrese a la colonia por difusión pasiva de gases, pase a la colonia y pueda haber una fusión entre el dióxido de carbono y el oxígeno”, afirmó.
POLITICA
El Kremlin trata de apropiarse de los templos ortodoxos rusos de la Argentina
Columna publicada originalmente en TN
El expansionismo de Vladimir Putin no es sólo geográfico. Por caso, anexar una parte de Ucrania. Aunque suene raro, hay que decir que también es religioso. Quizá sería más propio decir político-religioso.
Lo cierto es que desde 2007 promueve una ofensiva a través del Patriarcado de Moscú, férreamente alineado con él, para apropiarse de todos los templos de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el mundo que desde la revolución bolchevique, en 1917, se mantienen totalmente distantes de quienes gobiernan Rusia.
La ofensiva procura avanzar últimamente sobre una media docena de templos que permanecen autónomos en la Argentina de un total de 12. El embate incluye la presencia de miembros del clero subordinado a Moscú en esos seis lugares de cultos con el propósito de presionar a los sacerdotes que allí se desempeñan y maniobras fraudulentas para tomar el control de la institución que jurídicamente las agrupa, según comenzaron a denuncian integrantes de sus respectivas comunidades.
Hay un séptimo templo autónomo que está a salvo de la ofensiva: la catedral de la Santísima Trinidad, el característico templo con sus cúpulas de estilo bizantino que se alza en Parque Lezama, en el barrio porteño de San Telmo. Ocurre que en 1973 la Asociación Ortodoxa Rusa en la Argentina a la que pertenece ese bellísimo lugar de culto, tras 17 años de batallar legalmente, le ganó un juicio al Patriarcado de Moscú precisamente por la propiedad del templo.
No obstante, el párroco de la catedral, el padre Alejandro Iwaszewicz, fue suspendido en el ejercicio del sacerdocio en 2010 por la Iglesia Ortodoxa Rusa leal a Moscú. Y, finalmente, expulsado en 2017. El padre Alejandro sigue cumpliendo su labor religiosa sin amedrentarse, pero dice que le preocupa “la amenaza que sufren” los templos del barrio de Núñez, del gran Buenos Aires (Castelar, Quilmes, Temperley y Villa Ballester) y de Córdoba.
Las tensiones en la ortodoxia rusa -más allá de un comienzo de su expansión en el extranjero sin sobresaltos internos con la Misión Imperial Rusa, en 1888, año en el que llega a la Argentina- tiene su origen en la persecución religiosa bolchevique, que lleva al patriarca de entonces a disponer en 1920 que las iglesias en el extranjero deben organizarse de modo autónomo. Con ese espíritu, en 1926 se creó la Asociación Ortodoxa Rusa en la Argentina.
En aquellas primeras décadas del siglo XX los exiliados rusos en diferentes países fueron construyendo sus iglesias con gran esfuerzo, destinando horas de su descanso y aportando parte de su escaso dinero como inmigrantes que estaban tratando de abrirse paso en una nueva vida lejos de su patria, sin recibir aportes estatales. Con el fin de que las iglesias fuera de Rusia se relacionaran se conformó el Sínodo de Obispos de Nueva York.
Con el propósito de instrumentalizar políticamente el sentimiento religioso de los rusos -quienes se sentían oprimidos y, por caso, no querían integrar los ejércitos soviéticos-, el dictador Stalin restableció la ortodoxia rusa, pero obviamente sometida al régimen soviético. Así, en 1943 instauró el Patriarcado de Moscú que se mantuvo leal al gobierno de turno, incluso tras el desmembramiento del imperio soviético y el ascenso de Putin.
El Patriarcado de Moscú y las iglesias ortodoxas en el extranjero se mantuvieron separadas desde entonces hasta que, en 2007, una parte del Sínodo de Obispos de Nueva York suscribió un acta de acatamiento al Patriarcado de Moscú que conmocionó a las autónomas y que, en el caso de la Argentina, contraviene el estatuto de la Congregación Ortodoxa Rusa de la Argentina, que agrupa a la media docena ahora acechada.
“A partir de entonces comenzó una ofensiva en la Argentina para acaparar las parroquias que no responden a Moscú con un obispo que se hace llamar Juan supuestamente enviado por el Sínodo de Obispos de Nueva York “, afirma el padre Alejandro. El párroco de la catedral de Parque Lezama dice que el obispo Juan y sus colaboradores niegan que respondan al Patriarcado de Moscú, pero son leales al actual patriarca, Kirill.
Entre los intentos de apropiación de los templos, el padre Alejandro cuenta que semanas atrás el obispo Juan nombró un nuevo párroco en la iglesia de Villa Ballester e incluso se presentó en el templo con el fin de amedrentar a la comunidad, pero el sacerdote que está al frente no cedió a la presión y se fue sin lograr la posesión. “Parecen estar más preocupados por la propiedad del edificio que por las almas”, dice.
Comenta que llegaron a darse situaciones curiosas. “El clero que el obispo Juan enviaba a la iglesia de Temperley para los oficios no pudo entrar más al templo desde que comenzó la guerra en Ucrania porque el casero, que es ruso, pero de origen ucraniano, se dio cuenta que se rezaba por Kirill -férreo defensor de la invasión rusa- y les impide el ingreso; ellos no puedan hacer nada porque no tienen la propiedad”.
Por otra parte, los fieles de los templos que sufren el acecho acusan al obispo Juan de haber realizado una asamblea de la Congregación Ortodoxa Rusa de la Argentina con personas que no son socias y presentado a la Inspección General de Justicia una nómina de integrantes falsa. “Están intrusando y vaciando a la congregación para luego apoderarse de sus bienes y también de su historia”, denuncian.
Voceros del obispo Juan afirman que “los que protestan son grupos minoritarios y okupas” y que “la diócesis inició una batalla legal y hay fallos que nos respaldan”, sin precisar cuáles son. El interés que evidencia por los templos de la Argentina parece estar potenciado por la gran cantidad de inmigrantes rusos que llegaron al país en los últimos años huyendo de Putin y la guerra.
Sin embargo, de los más de 200 mil rusos que vinieron -aunque la mayoría se fueron tras una corta estancia y la obtención del pasaporte argentino que mucho valoran para desplazarse y eventualmente asentarse en otro país con mejor calidad de vida-, apenas unos diez mil son religiosos y la mayoría no responden al Patriarcado de Moscú, calcula el padre Alejandro.
Los fieles de las iglesias independientes aclaran que su resistencia “no es por conservar la propiedad de los templos, sino de profesar libremente el culto cristiano ortodoxo con absoluta independencia del poder de Moscú, que es esencial para no perder la identidad y honrar a nuestros ancestros, asesinados en el violento ateísmo y la desgarradora persecución”.
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