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POLITICA

La vida clandestina de Alberto Fernández, el terror de sus amigos y el regocijo de Javier Milei

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El primer síntoma que experimenta un político cuando pierde el poder es que su teléfono empieza a sonar cada vez menos. Alberto Fernández es un caso extraño. Dejaron de llamarlo cuando todavía ejercía la presidencia. La acumulación de frustraciones, las derrotas electorales y la destrucción de la alianza gobernante con Cristina Kirchner lo fueron marginando antes de tiempo hacia la soledad política, aunque no tanto en otros ámbitos, según se desprende de las investigaciones judiciales que revelan una agitada vida clandestina.

El golpe definitivo pareció caer sobre él, en más de un sentido, cuando abandonó la Residencia de Olivos, pero se agravó por completo el domingo 4 de agosto luego de que Clarín publicó que habría ejercido violencia física y psicológica contra su pareja, Fabiola Yañez, en muchas ocasiones. Ahora no solo su teléfono no suena: es él el que llama. Se queja de lo que se dice, de que nadie lo defiende y hasta se anima a hablar de traición. ¿Cómo le podés creer a Clarín?, pregunta. Un recurso gastado, de otra época, en el que ni Cristina cree. A esa pregunta, en los últimos días Alberto sumó otra: ¿Leyeron a Verbitsky el domingo?

La lista de amigos que lo visitaron después de la denuncia -primero mediática y luego judicial-, que ya era chica, se redujo a menos de la mitad en los últimos días, cuando salieron las fotos y los videos de sus coqueteos sexuales en el mismísimo sillón de Rivadavia. El círculo se redujo al máximo cuando la Justicia allanó su casa y secuestró su celular. Fernández entregó el Iphone con la clave para que se pueda leer sin perder tiempo. Destrabar un Iphone es siempre una pesadilla. Esta vez no hará falta, se abre solito. ¿Habrá borrado los mensajes más comprometedores? Sus ex funcionarios temen que no. No solo ellos: también periodistas, jueces, empresarios y famosos -y famosas- del mundo del espectáculo con los que se escribía y concretaba encuentros por WhatsApp.

Con muchos de ellos, Fernández mantenía largas charlas, a veces a deshoras. “¿Estás?”, sorprendía en plena madrugada. Así lo describen ante este diario media docena de fuentes. Cuando se consulta a quienes fueron sus interlocutores entre 2019 y 2023 se empieza a desnudar lo que hasta su salida del poder tan solo eran conjeturas: que chateaba por Twitter con personalidades conocidas, y también con anónimos, que usaba su Instagram como un adolescente y que muchas tardes dejaba la Casa Rosada para tener aventuras en Puerto Madero.

Cuenta uno de esos protagonistas que una vez estaba en Olivos a la 1 de la mañana y que le avisaron que Litto Nebbia había concurrido a Nordelta, contratado por un empresario para una celebración privada. Fernández fue en su auto y regresó cerca de las seis. Esto, como se ve, recién empieza. Hay muchos videos, si es que no fueron borrados, que acreditan este tipo de escenas. Y algunas peores. A Fernández le gustaba mostrar lo que grababa con su teléfono a sus amigos. De nuevo: en su círculo saben demasiadas cosas. Hay unas diez personas que están aterrorizadas. Las más comprometidas, quizá: su secretaria, María Cantero; el intendente de la Quinta de Olivos, Daniel Rodríguez; y el jefe de la Unidad Médica Presidencial, Federico Saavedra. Este último le habría recetado globulitos de árnica a Fabiola después de una de las golpizas del Presidente.

—Pero… ¡hijos de puta! ¿Cómo puede ser que me condenen antes de escucharme? —le recriminó a uno de sus laderos al enterarse de que era uno de los que empujaba los desagravios públicos y su renuncia al PJ.

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Fernández también se enojó cuando se enteró de que los diputados de Unión por la Patria estaban por sacar un comunicado de repudio hacia él y se contactó con varios de ellos. Aunque lo asocia a una movida del cristinismo, de quien -lógicamente- no espera más que crueldad. Por su cabeza a veces asoma un sentimiento de venganza, propio de quien ya no tiene mucho para perder: ¿Se atreverá a contar su traumática relación con Cristina?

—Es que Alberto… ya es muy difícil creerte. Nos mentiste tantas veces —oyó el ex presidente de boca de uno de sus confidentes.

Fernández niega todo. “Fabiola se está vengando, solo quería plata. Hasta me critican por Calabaza y yo puedo explicarles”, dijo días atrás sobre el perro de Fabiola. La ex primera dama habría dicho que su mascota, de raza Pomerania, tuvo que ser cedida al cuidado de una amiga porque Fernández le decía que era “un perro de puta”. El profesor de Derecho llamó a varios amigos para contarles su verdad sobre este tema, que le inquietaba particularmente.

“Me llamó y se puso a hablar de Calabaza, ¿qué querés que te diga?”, se sinceró un ex funcionario. ¿Qué dijo Alberto? “Dylan se lo quería comer a Calabaza, le ladraba y Calabaza le tenía miedo. El perrito se nos escondía debajo de la cama. Entonces un día le dije a Fabiola: ‘este perro es un quilombo, ¿por qué no te lo llevás?”.

Los ex ministros lo escuchan y casi no le responden. “Siempre tuvo una personalidad negadora, pero nunca supimos que tanto”, dice uno de ellos. Son pocos los que ensayan alguna defensa. Una es Victoria Tolosa Paz, que en charlas informales en Diputados llegó a decir que ella presenció malas contestaciones por parte de Fabiola. Otro es Enrique “Pepe” Albistur, su marido, que aconseja hoy mismo a Fernández en temas de comunicación. Albistur tiene a su nombre el departamento en el que Fernández vive hace más de una década.

Los funcionarios de la era albertista la están pasando mal con sus propios vínculos. Más de uno recibe preguntas incómodas. ¿No sabías? ¿Nunca viste nada? Lo mismo sucede con el escándalo de los seguros, una serie de contrataciones millonarias dirigidas desde el Estado para favorecer al broker Héctor Martínez Sosa, el esposo de Cantero, íntimo de Fernández. Los cuestionamientos comienzan a ser recurrentes. Un ex ministro, de los más poderosos, pasó un momento muy difícil la semana pasada en el club GEBA, antes de un partido de fútbol y delante de todos sus compañeros. “¿Venís a jugar con la nuestra?”, le preguntaron. El clima social está espeso.

Javier Milei usa la red X, su arma preferida de comunicación, para alimentar ese descontento con la política tradicional. Castiga a Fernández, al kirchnerismo, a la izquierda, al feminismo, al progresismo no K y al «centrismo bien pensante», según dice. Como si todo fuera lo mismo. Él se para, solito, del otro lado. Es parte de la estrategia oficial. Puertas para adentro de la Casa Rosada se acordó que nadie podría salir a hacer declaraciones sobre el tema, salvo el jefe de Estado. En los últimos días se jactó del cierre del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad.

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En el Gobierno ganaron aire con el escándalo. Lo necesitan. En eso consistió buena parte de la estrategia durante 2024: en ganar tiempo hasta que el feroz ajuste de la economía permita un respiro. El favor del albertismo es gigante.

Hay indicadores de la economía que avanzan, como pronosticaba el oficialismo, y otros que sufren retrocesos. Milei y su equipo se anclan en los números inflacionarios para decir que la cosa va bien. La suba de precios marcó 4% en julio, la más baja desde enero de 2022, y el índice anual estaría en torno al 120 y 130 por ciento. Es una cifra mucho más baja que la que anunciaban los economistas independientes, que llegaron a proyectar, cuando asumió la nueva administración, que los precios subirían 100 por ciento en los primeros tres meses de este año.

Sin embargo, los mercados siguen intranquilos. Las reservas cayeron 1.500 millones de dólares en abril y de aquí a enero habrá vencimientos de deuda por cerca de 6 mil millones de dólares. El riesgo país está apenas por debajo de los 1.500 puntos. Y la actividad sigue frenada. El consumo se derrumbó en julio: las ventas en los supermercados y comercios de cercanía registraron la peor caída no solo de este año, sino de los últimos tres, con una variación negativa del 16,1% respecto del mismo mes de 2023. Milei insiste en que la recuperación económica es una cuestión de tiempo. «Todo el mundo ve el milagro, menos los argentinos», dijo durante su presentación en el Council of the Americas.

La mirada puesta en la economía y el escándalo que hunde la popularidad a Alberto Fernández y de buena parte del peronismo maquillan también las desavenencias en el seno del poder. Esta semana se produjo una nueva renuncia, la del secretario de Culto, Francisco Sánchez. Son casi cincuenta los funcionarios importantes que dejaron el Gobierno en ocho meses de gestión. La cifra constituye un récord.

Milei volvió a tensar la cuerda con Victoria Villarruel. La vicepresidenta fue marginada de la cena de camaradería de las Fuerzas Armadas, donde habló el Presidente. Villarruel esperó la invitación hasta último momento. En el acto ascendieron a militares que fueron amigos de su padre. La vice tenía preparado un fotógrafo y un chofer para salir apenas le dijeran. A las 17.15 del viernes, cansada de esperar, le dijo a su equipo: «Ya está, suspendamos todo». No estaba, como es fácil imaginarse, con el mejor humor.

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POLITICA

Los tres deseos de Javier Milei para el año electoral y el drama de Cristina

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Se respira ansiedad en la cima del poder libertario. Javier Milei pasa del optimismo ciego al fogonazo de paranoia. Con minutos de diferencia vaticina una “oleada de dólares” en el país y denuncia una conjura golpista detrás de las protestas todavía módicas contra su programa de ajuste. La estridencia verbal disimula un momento de su gobierno que no estaba en los planes. “Hicimos casi todo lo que teníamos previsto hacer en materia económica este año y ahora falta que lleguen los resultados. Es una especie de tensa calma que no habíamos previsto y a la que necesitamos adaptarnos”, explica uno de los interlocutores más cercanos del Presidente.

La sensación de que hay “una moneda en el aire” enturbia la confianza que Milei y su ministro de Economía, Luis Caputo, transmiten sobre el “éxito inevitable” de sus medidas. Una pregunta inconfesable circula entre los gestores del movimiento libertario: “¿Y si no sale todo lo bien o todo lo rápido que imaginamos?”

La duda convive con un reajuste de prioridades. La energía del Gobierno se vuelca ya de manera obsesiva hacia la meta de ganar las elecciones de medio término del año que viene.

La proyección de la campaña depende del escenario económico inminente. Milei transmitió como única regla de oro que no va a sacrificar el equilibrio fiscal en el altar de los votos. “No voy a ceder ni aunque pierda. La imagen está para comérsela. Yo tengo un norte y no me muevo por lo que digan las encuestas”, dijo esta semana en reuniones reservadas.

Quienes trabajan en la ingeniería política del oficialismo repiten que la rareza de ajustar el gasto en un año electoral va a ser una bandera proselitista. Y que se va a quebrar la lógica del “bolsillo de payaso” de los años impares porque a cambio esperan exhibir “normalidad económica” a una sociedad que viene de años de descalabro.

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El principal nudo a desatar no es otro que el de las restricciones cambiarias. “La campaña va a ser sin cepo. No damos fecha, pero estamos en el camino final para liberarlo”, explican en las cercanías del “triángulo de hierro” que integran los hermanos Javier y Karina Milei más el asesor multifunción Santiago Caputo.

Si este martes -en su cumpleaños 54- Milei tuviera que pedir tres deseos para 2025, un desarme incruento del cepo estaría seguro al tope de la lista.

El debate entre los economistas sigue caldeado en medio de la fiesta financiera de estas últimas semanas. La apreciación del peso ha convertido a la Argentina en un país con precios de primer mundo e ingresos de subdesarrollo. Milei y Luis Caputo insisten en que llegarán a la convergencia entre el tipo de cambio oficial y el paralelo a partir de un aterrizaje suave de la inflación y la tasa de interés. Otros profesionales que fueron cercanos, como Domingo Cavallo, creen que será imposible normalizar la situación sin un salto devaluatorio previo.

Milei sueña con refregarles en la cara el error a sus críticos. Aun así, a la hora de moverse en el tablero político la incertidumbre impone ciertas cautelas.

Amor-odio

Karina Milei y los cinco legisladores porteños: la hermanísima busca pisar fuerte en territorio macrista

Las encuestas tal vez no le tuerzan el rumbo, pero sí le muestran la magnitud de la tarea. El golpe de la recesión se ha comido parte de la popularidad inicial y va configurando un núcleo de rechazo a su gestión, del que la rebelión universitaria es apenas una expresión visible. Las inversiones no terminan de llegar por mucho que los ministros les rueguen a los empresarios, como se vio en el Coloquio de IDEA. El Gobierno mira con principal atención dos variables, además de la imagen presidencial: la cantidad de gente que dice llegar a fin de mes y la percepción sobre cómo será el futuro económico individual de los entrevistados. Las principales consultoras arrojan aún resultados ambiguos. Salir del cepo asoma como una condición necesaria para que la actividad crezca con vigor en 2025 y el optimismo se cristalice.

La percepción de peligro convenció a Milei y a Santiago Caputo de aflojar tensiones con Mauricio Macri. La designación de María Tettamanti en la Secretaría de Energía, recomendada por el macrista Emilio Apud, se presentó como un gesto de sintonía con el Pro. El Gobierno había decidido hace tiempo la salida de Eduardo Rodríguez Chirillo en la antesala de lo que se prevé un verano difícil, plagado de cortes de electricidad.

Mauricio Macri llega al restaurante Sarasa Negro a compartir un almuerzo con empresarios de IDEA

Lejos estuvo sin embargo de marcar un punto de inflexión en esta relación signada por las desconfianzas. “No queremos un cogobierno. No nos conviene y no vamos a caer en esa trampa”, enfatiza un habitante primordial de la Casa Rosada.

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El segundo deseo de Milei ante las velitas de la torta no puede ser otro que diluir al Pro dentro de La Libertad Avanza en el proceso electoral de 2025. Siente que ya tiene a los votantes tradicionales del macrismo y que las urnas pueden ser la herramienta para ejecutar la operación.

El jefe de Gabinete, Guillermo Francos, es un pacifista que le aconseja no jugar con fuego en medio de la recesión. Karina Milei y Santiago Caputo exploran la otra vía. Alrededor de una y otro transmiten el deseo de competir con listas separadas. Que se imponga la pureza identitaria en una fiesta a la que están invitados los conversos, en la estela de Patricia Bullrich.

“En mis encuestas el Pro tiene menos votos que el Frente de Izquierda”, le escucharon decir a Caputo y la frase que llegó a oídos de dirigentes macristas. En las filas del expresidente rige un malestar persistente. “Nos vienen a buscar cuando necesitan votos y después nos liman permanentemente para bajarnos el precio. Así es difícil”, se queja uno de los armadores del partido amarillo.

El jefe porteño, Jorge Macri, es uno de los más insistentes en la idea de marcar matices con el gobierno nacional. Cree que el Pro debe dejar bien claro que tendrá una oferta electoral propia el año que viene y en las presidenciales de 2027. Y si después hay acuerdo que sea para conveniencia de ambas partes. “Somos un partido con vocación de poder y de transformación, no una rueda de auxilio de nadie”, subraya una fuente de Uspallata.

Las señales explícitas de Karina Milei de que quiere disputarle la Ciudad a los Macri agiganta las intrigas. “Son como los adolescentes, que no miden las consecuencias de sus actos”, describe un funcionario cercano al jefe porteño. Una ruptura en Capital, reflexiona, llevaría a la casi segura división en la provincia de Buenos Aires, distrito decisivo para el resultado nacional, sede del kirchnerismo y donde peor le ha ido a Milei en 2023.

Los libertarios sugieren que lo más práctico sería una división coordinada en la Ciudad, que podría permitirles quedarse con los tres cargos de senadores en juego: “¿Para qué le vamos a regalar una banca a Martín Lousteau o a Leandro Santoro?”. La pregunta apenas disimula un desafío. Si La Libertad Avanza pudiera ganarle al Pro en su bastión porteño, quedaría a un paso de fagocitarlo como ya hizo con el sector que sigue a Bullrich. “Que vengan. Nuestras encuestas nos muestran que Milei está cayendo en la Ciudad, sobre todo en el Sur”, dicen en el gobierno porteño. Creer o reventar; a estas alturas una encuesta favorable no se le niega a nadie.

Como medida defensiva, Jorge Macri no descarta desdoblar la fecha de las elecciones locales. La ley de boleta única ya lo obliga a que haya dos comicios separados, aun si se celebraran el mismo día.

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Un Congreso hostil

Un operador del equipo karinista, que conduce Eduardo “Lule” Menem, admite que la confluencia con el Pro será casi inevitable. Es una cuestión táctica, de supervivencia: “Al menos hasta finales de 2025 dependemos de ellos para defendernos de un Congreso hostil”.

Persisten diferencias profundas de criterio y de autopercepción entre los libertarios y el Pro. Milei se enfurece cuando escucha a Macri decir que “no hay gestión”. Y desprecia las sugerencias sobre el cuidado de las formas. Alude sin nombrarlo al gobierno de Cambiemos cuando dice que él no les hace caso a las encuestas: “Ellos fracasaron por hacer lo que les pedía Durán Barba”. Los libertarios conciben de manera distinta el poder. Ven con más simpatía al peronismo que a los “tibios” republicanos. Incluso le niegan a Macri influencia en el triunfo en el ballottage, una disidencia inmensa en la interpretación que cada uno hace de la historia reciente.

Caputo y el diputado Cristian Ritondo mantienen abierta una mesa de coordinación cuya misión principal es hoy garantizar el tercio de diputados necesario para blindar los vetos de Milei a las leyes que sancione la oposición. A la categoría de enemigos Milei arrojó a Miguel Pichetto y su bloque arcoiris, que se habían ofrecido como aliados a principios de año. El Pro se acomoda en el espacio del “sí, pero”. Un grupo de gobernadores sin terminal nacional se ofrece como muleta, votación por votación, a cambio de paz electoral en sus distritos y alguna migaja en la era del “no hay plata”.

Javier Milei Pichetto Es Un Ignorante En Términos De Economía

El próximo reto del Gobierno consiste en impedir -con otro veto- una ley que limite el uso de Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU). Y en paralelo evitar que “los muchachos se pongan creativos con el presupuesto”, como retrata un ministro. “Si fuera por nosotros, que nos dejen sin ley y seguimos manejando partidas a gusto”, se sincera otra fuente libertaria.

Milei está dispuesto a pagar el costo de gobernar a fuerza de DNU y vetos. Como consecuencia, alimenta el espíritu de cuerpo entre opositores de paladares muy diversos.

Con los primeros calores de la primavera se diluyó por completo el impulso acuerdista de aquel Pacto de Mayo que se firmó en julio. En la Casa Rosada admiten que fue un artilugio para atravesar el peor momento de la actividad económica y la etapa de mayor conflicto con la corporación política.

La crisis del kirchnerismo

Milei y su gente celebran que en este impasse se haya desatado la implosión del kirchnerismo. La decisión de Cristina Kirchner de quedarse con la presidencia del PJ había sido una nota amarga para el Gobierno. Ofrece la tentación simplona de polarizar con un símbolo de todo lo que Milei rechaza en materia económica. Pero instala el fantasma de un regreso al populismo, capaz de desestabilizar el programa económico en caso de lograr una buena elección en Buenos Aires.

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Cristina Kirchner, en Smata, junto al secretario general Ricardo Pignanelli; allí acusó sin nombrarlo a Kicillof de traidor

“Más que polarizar con Cristina nosotros queremos que florezcan muchos peronismos, que se dividan todo lo posible sobre todo en la Provincia”, resumen en el oficialismo.

En las usinas proselitistas del oficialismo trazan un “número mágico”: conseguir el 40% de los votos a nivel nacional, suficiente para instalar la idea de que el proyecto libertario tiene cuerda para un segundo período. Pero saben que históricamente el resultado de Buenos Aires ha sido la medida del éxito o fracaso de un gobierno en las elecciones de medio término.

Nada podía ser más alentador para Milei que la batalla entre Cristina Kirchner y su hijo político, Axel Kicillof. Ella lo acusó sin nombrarlo de traidor y cobarde porque no la apoyó en público en el acto del 17 de octubre. Esa ceremonia peronista fue el lanzamiento de un inverosímil ultrakirchnerismo sin Cristina. No hubo canciones ni caras ni estética nuevas. “Kicillof dijo que con Cristina se vivieron los días más felices, pero lo expresó como un divorciado nostálgico”, resume un camporista indignado.

Axel Kicillof, en Berisso

Ella le aplica el rigor de su manual de conducción política. Manda uno solo. Quien la quiera jubilar le tiene que ganar. “El bastón de mariscal”, al que tantas veces aludió, es para gente que se anime a ir la guerra. Dejó correr que está dispuesta a ser candidata a diputada para erigirse en la némesis de Milei. Habrá que ver el destino del fallo sobre el caso Vialidad y su eventual inhabilitación.

Tiempo al tiempo. Ahora mismo a Cristina se le materializa el espectro del despoder. Cuando tuvo que declarar en el juicio por el intento de asesinato, en agosto pasado, La Cámpora presionó y obtuvo el apoyo de 84 intendentes bonaerenses para una solicitada laudatoria de su figura. Un mes después, cuando ella se lanzó para presidir el PJ, apenas arañaron una decena de firmas.

El Gobierno mira este drama con recelo. “No nos comemos el amague de que se va a quebrar todo. Ellos están destinados a ir juntos, son lo mismo”, dice un estratega libertario que opera en la Provincia. La crisis no detuvo los contactos del Gobierno con intendentes y legisladores peronistas que aspiran a construir una alternativa al kirchnerismo.

Se trata al fin y al cabo de cumplirle a Milei el tercer deseo para el año electoral: un peronismo en mil pedazos, con Cristina y Kicillof trenzados en su particular “guerra de los Roses” y sin nafta para reflotar la mística de una nueva resurrección.

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