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Los nacionalismos y la Primera Guerra Mundial

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Para Alemania, su victoria no había sido recompensada en el momento del reparto colonial, lo cual demostraba que las antiguas potencias no estaban dispuestas a ceder terreno a pesar de su relativa pérdida de dinamismo industrial. Los repartos imperiales no satisfacían claramente a Alemania, y por eso se ha dicho reiteradamente que la primera conflagración era la continuidad de la competencia económica a través de las armas.

Posiblemente en esta afirmación del “sentido común” haya algo de verdad y también alguna arista de simplismo. La guerra era también la conjunción de un conglomerado de variables que confluyeron negativamente e hicieron eclosión. El carácter imperialista de la época se combinaba con un nacionalismo exacerbado que se entroncaba con cuestiones étnicas y culturales. Este elemento fue más abordado por los especialistas respecto de la Segunda Guerra Mundial, sin embargo estuvieron también presentes en su antecesora, aun cuando los componentes racistas no adquirieran características tan extremas.

El fortalecimiento de los valores nacionalistas en el universo simbólico de los individuos es un elemento común a las fases previas y durante el transcurso de conflictos bélicos entre naciones; sólo basta con mirar el actual reverdecer del nacionalismo norteamericano para dar cuenta de ello. Pero lo cierto es que Alemania era el paradigma de ese nacionalismo. Cuando Alemania se convirtió en una gran potencia económica, su estructura social se caracterizó por la preeminencia de una gran aristocracia militar que se combinó con el auge del romanticismo y del arte en el pensamiento germánico.

Este cóctel creó una disputa de valores en el seno de su propia sociedad que enfrentaba a los que propiciaban una verdadera vida moral germana en contraposición con aquellos sectores políticos cuyo mayor baluarte era el individualismo democrático. Como diría un contemporáneo de la época, Max Weber, era una verdadera lucha por la imposición de valores, pero mientras unos propiciaban la adscripción a una regla objetiva de acción basada en una única moralidad, los otros consideraban que la democracia liberal era la escala de evolución humana más sublime. Sin embargo, el nacionalismo ofrecía un nexo entre los alemanes mucho más fuerte que el propio concepto de representación democrática. De esta forma, el pangermanismo comenzaría a desarrollarse en detrimento de la individualidad democrática que cada vez fue más asociada al egoísmo burgués.

Esta tendencia fue instaurando un fanatismo de la superioridad germánica sobre el resto de los pueblos. Los resultados de la Primera Guerra no resolverían en absoluto esta cuestión, más bien la exacerbaría hasta grados inverosímiles. Cada vez más el nacionalismo se asimilaría a la raza, se disfrazaría de ciencia y actuaría como sustituto religioso para un mundo secularizado que debe encontrar otro universo de identificación societaria. Pero este nacionalismo no era un atributo exclusivo de Alemania, sino que subyacía en todas las sociedades europeas desde los inicios del siglo XX. El lento pasaje a una economía de carácter endógeno alimentaría en el plano de las relaciones de mercado esta lógica nacionalista. Francia era también tributaria de esta tendencia, pero más lo eran los países de origen eslavo y también estaban presentes en los que aún subsistían del viejo imperio turco.

No obstante, esta cuestión se mostraría más traumáticamente donde efectivamente explotó la guerra. La zona de los Balcanes era desde hacía cincuenta años un verdadero hervidero. Los nacionalismos étnicos hicieron de esta región el epicentro del conflicto que cruzaba la dupla imperialismo-nacionalismo. Desde 1861, las luchas por la independencia que libraron Bosnia Herzegovina, Serbia, Bulgaria, Macedonia y Moldavia habían enfrentado a los imperios turco, austro-húngaro y ruso, los cuales disputaban por la dominación de estos territorios. Los resultados provisorios en este período fueron delineando al enemigo a la vez que alimentaba cada vez con mayor fuerza los nacionalismos.

En 1888, los búlgaros se unieron a las fuerzas rusas en contra de los turcos y lograron la independencia bajo la tutela rusa. Rumania, Montenegro y Serbia también vieron reconocida su independencia aunque ésta no duró mucho. Tropas austro-húngaras ocuparon los territorios turcos de Bosnia y Herzegovina y se anexionaron ambos territorios con lo cual se cercenó el intento expansionista de Serbia que buscaba unificar esta zona bajo una única soberanía. El proyecto serbio incluía una parte de Hungría: Croacia. Esta idea se plasmaría, luego de la guerra, con la creación del estado de Yugoslavia. El proyecto de los Eslavos Libres del Sur tenía base en Serbia, pero sus ramificaciones por todos los países balcánicos hicieron que el asesinato del archiduque Francisco Fernando fuera realizado por un agente bosnio de la organización serbia Mano Negra, brazo armado del movimiento Eslavos Libres del Sur. Era mucho más que un acontecimiento de terrorismo anárquico, era todo un símbolo de cuánto estaban dispuestas estas naciones eslavas para repeler las anexiones de los territorios al imperio austro-húngaro, además, como se dijo, esta aversión también se extendía al imperio turco. Por ello no se trató de un problema diplomático que las potencias europeas no tuvieron la astucia de resolver rápidamente: era, por el contrario, un conflicto de mayor envergadura que involucraba a tres imperios y que por efecto de las alianzas preexistentes y por las propias necesidades de expansión y del prestigio nacionalista alemán se transformó en la Primera Guerra Mundial. El problema de los Balcanes era mucho más dramático y profundo como para reducirlo a un acontecimiento individual como el asesinato del heredero del imperio austrohúngaro. Éste sólo fue su desencadenante. (www.REALPOLITIK.com.ar)

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En la UCR bonaerense ya hay cuenta regresiva para renovar autoridades

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Hay varios misterios que se van a develar en momentos cercanos al 6 de septiembre, fecha en que se presentarán las listas y saber, de esta manera, si la lista oficialista Adelante Buenos Aires tendrá competidores.

Como se viene señalando desde hace semanas, el mejor posicionado como sucesor en el oficialismo es Miguel Fernández, ex intendente de Trenque Lauquen y ex candidato a vicegobernador por la alianza Juntos en las elecciones de octubre pasado, que perdió por varios puntos contra el kirchnerista Axel Kicillof. Su postulación proviene desde la línea que comanda Daniel Salvador, aunque también hay quienes apuestan por el diputado nacional Fabio QuetglasFernández es médico de profesión y una suerte de emblema del foro de intendentes radicales, y tuvo un fuerte roce a la hora de interactuar tanto con la gestión de María Eugenia Vidal, como del nombrado Kicillof.

INQUIETUDES MUNICIPALES

Su postulación respondería en principio a la cobertura de la inquietud por insertar a un dirigente muy relacionado con el quehacer municipal porque se interpreta que el foco opositor provendrá desde ese nivel para dirigir la mira telescópica política hacia la gobernación. Tal vez a esto se refería Franco Flexas, intendente de General Viamonte, cuando declaró al periodismo que se venía la etapa de los jefes comunales para comandar el órgano partidario más importante.

Cabe remarcar que la gestión radical en municipios, con mayor presencia en el interior, es uno de los principales activos del partido, y los jefes comunales lo saben. Por eso, consideran que es hora de blanquear esa coordenada importante de poder dentro del ámbito partidario. Para recordar a un jefe o ex jefe comunal al frente del comité provincia hay que remontarse varios años atrás, con gestiones como las del entonces jefe comunal de Saladillo, Carlos Gorosito, o el otrora varias veces intendente de Vicente López, Enrique “japonés” García, quien luego se encaminó a engrosar las filas partidarias del kirchnerismo.

Volviendo a Flexas, éste supo estar enfrentado con el oficialismo partidario en las famosas elecciones partidarias de principios del 2021 -pandemia mediante- acompañando a sus pares de San Isidro, Gustavo Posse -quien competía por el comité provincia-, de Maipú, Matías Rappallini, y de San Cayetano, Miguel Gargaglione. No obstante, todo indicaría que ahora Flexas estaría acompañando a la actual conducción y, por supuesto, a Fernández.

Del lado de una oposición interna que siempre está latente y en estado de recomposición, lo único claro es la voluntad de Facundo Manes de competir por la conducción del radicalismo, aunque insertando a alguien de su confianza, dado que no estaría afiliado o no contaría con la antigüedad que prevé la carta orgánica. En su selecto círculo de confianza aparecen siempre su hermano Gastón y el actual diputado nacional, Pablo Juliano, quien fue secretario de la Juventud provincial y es líder de la corriente “en lucha” en homenaje al diario que publicaba el asesinado dirigente partidario Sergio Karakachoff.

A Manes no le sobra mucho y tendrá que seguir remando para cohesionar a toda la oposición y aún así deberá pelear palmo a palmo contra una aceitada estructura oficialista partidaria. Hasta el momento, sólo cuenta con el apoyo del jefe comunal de Tandil, Miguel Lunghi, y debe hacer méritos para captar la atención de Martín Lousteau y su delegado en territorio bonaerense, el diputado provincial Pablo Domenichini, como referente de la corriente Evolución. El neurocientífico y el senador nacional por CABA se han sacado algunas fotos en conjunto, pero no se conoce un mayor recorrido hacia una alianza fortalecida.

Manes también tiene que redoblar esfuerzos para convencer a los referente más ortodoxos y que manejan un importante caudal de seguidores como es la “Vergencia”, de Juan Manuel Casella, y la Corriente de Opinión Nacional, de Federico Storani. Ambos se sienten muy incómodos con el discurso de Manes para proclamar una propuesta de “centro popular” en lugar de hablar de “socialdemocracia”, a la vez que disgustan sus últimas apariciones en las cuales el galeno cuestiona a Milei sólo por fallas en la ejecución del plan liberal y no por las propuestas de fondo.

Lo cierto es que todo esto recién empieza en los papeles, pero ya es un aviso de cuenta regresiva para que los referentes de todos los sectores dejen de hacer la plancha y se motiven para dialogar en forma más periódica sobre futuros armados y por las estrategias de cara a la lucha por el máximo sillón partidario a nivel provincial. (www.REALPOLITIK.com.ar)

ETIQUETAS DE ESTA NOTA

UCR, Federico Storani, Martín Lousteau, Gustavo Posse, Facundo Manes, Daniel Salvador, Miguel Lunghi, Axel Kicillof, María Eugenia Vidal, Juan Manuel Casella, Unión Cïvica Radical, Miguel Fernández, Franco Flexas, Pablo Juliano, Pablo Domenichini, Fabio Quetglas, Gastón Manes, Miguel Gargaglione, Carlos Gorosito, Enrique García, Sergio Karakachoff, Matías Rappallini

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