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POLITICA

Milei se cruzó con el kirchnerismo, en un recinto con muchas bancas vacías y palcos colmados de militantes

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Javier Milei presentó el Presupuesto con las bancas vacías en la parte superior del recinto, en contraposición con los palcos colmados de funcionarios y militantes libertarios. Los bloques opositores retacearon la asistencia, principalmente Unión por la Patria y la izquierda, aunque también en menor medida los aliados del PRO. Hubo contados cruces entre el Presidente y los presentes.

Cada espacio había debatido en la previa qué posición tomaría ante una exposición inédita, en un día y horario no habitual y sin la posibilidad de hacer preguntas sobre el contenido del proyecto. El único bloque que decidió faltar completo fue el Frente de Izquierda.

De Unión por la Patria hubo unos 20 diputados -menos de un cuarto del total-, desde el jefe de la bancada Germán Martínez, integrantes de la Comisión de Presupuesto como Carlos Heller, Itaí Hagman, Victoria Tolosa Paz y Juan Manuel Pedrini a otros como Daniel Arroyo, Eduardo Valdés y Leandro Santoro.

Sobre la hora apareció el senador catamarqueño Guillermo Andrada, que responde al gobernador Raúl Jalil y había votado capítulos de la Ley de Bases, a contramano de la ausencia anunciada por José Mayans. Cuando Milei ingresó al recinto Andrada fue el único de ese espacio que aplaudió. El resto lo recibió de pie, en silencio e inmóvil.

“Aunque yo lea, vos no sabés sumar”, le dedicó en un momento el Presidente a Martínez, que le había marcado la lectura que hacía del discurso, con la mirada permanente en las páginas sobre el atril. “Dame micrófono”, chicaneó el jefe de bloque para señalar que no podía responderle, en uno de los contados intercambios de Milei con la oposición.

En otro tramo Martínez le reclamó la suba del mínimo no imponible de Ganancias. “Lo habías votado vos”, le enrostró la postura a favor de la baja cuando era diputado. El Presidente lo miró pero siguió sin contestarle.

En el centro del recinto, en línea con el posicionamiento político, se sentaron los diputados de la oposición llamada dialoguista. Asistieron unos 15 radicales. Acaso también en una ubicación que graficó la división partidaria, Rodrigo de Loredo y un grupo entre los que estaban Pablo Cervi, Lisandro Nieri y Pamela Verasay quedaron en un sector; apartadas, arriba y más lejos Danya Tavella, Mariela Coletta y Melina Giorgi, del ala crítica de Milei.

De Encuentro Federal escucharon la presentación Miguel Pichetto, Margarita Stolbizer, Oscar Agost Carreño, Florencio Randazzo e Ignacio García Aresca. Cerca quedaron los integrantes de Innovación, el bloque alineado con los gobernadores Gustavo Sáenz, Hugo Passalacqua y Alberto Weretilneck. Y algunos de la Coalición Cívica, como Juan Manuel López, Maximiliano Ferraro y Paula Olivetto.

Del PRO hubo casi 30 diputados que aplaudieron varios pasajes de la exposición. Con predisposición para aprobar el proyecto, Cristian Ritondo había asegurado que revisarán que lo destinado al pago de la coparticipación de la Ciudad quede en línea con el fallo de la Corte Suprema. También participaron senadores del PRO, como Luis Juez y Alfredo de Angeli, y aliados provinciales del oficialismo en la Cámara alta como los misioneros Carlos Arce y Sonia Rojas Decut.

Al final Milei citó una frase de Cicerón sobre un presupuesto equilibrado y dirigió la mirada hacia las bancas de Unión por la Patria: “Ustedes de eso no aprendieron nada”. Hubo sonrisas irónicas, pero no confrontación.

Si fuera por las presencias en la presentación, si se tradujeran a eventuales votos, al oficialismo se le complicaría para conseguir la aprobación. El Gobierno tendrá tiempo para negociar y sumar apoyos, mientras transcurra el tratamiento con la exposición de funcionarios en la comisión de Presupuesto.

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POLITICA

El goce inmoral a costa del sufrimiento ajeno

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La conducción de la violencia siempre tuvo el mismo instrumento, la antes y ahora ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, siempre al servicio de cualquier plan de concentración de la riqueza y exclusión social, contracaras del saqueo de la Argentina. El presidente podría ser Mauricio Macri o Javier Milei, lo que no variaba era la concepción del “cambio”: un país para pocos, y un festival para especuladores, capitales extranjeros y empresarios top argentinos.

Pero en nuestro presente la violencia desencajada contra los jubilados tiene un adicional del que careció en el pasado: el goce perverso a costa de los perjudicados. El asado ofrecido por Javier Milei a los diputados que se prestaron a ser instrumentos de la confirmación del veto presidencial tuvo como telón de fondo las protestas de los afectados que se acercaron a la Quinta de Olivos. Si ya la anulación de una mejora que apenas les permitía acceder a 2 kilos de carne por mes es cuestionable, la celebración fastuosa del maltrato coloca al gobierno actual y a sus aliados en el lugar que les corresponde: el éxtasis que les provoca condenar a la muerte por inanición y falta de acceso a la medicación a los más ancianos. No es una novedad, ya que tanto Milei como la canciller Diana Mondino habían afirmado que “los jubilados ya habían vivido bastante”.

El problema es que buena parte de las víctimas fueron seducidas por la manipulación a la que los medios hegemónicos sometieron a la población durante la campaña electoral, y también al discurso de autoconvencimiento de que Milei “no iba a hacer” lo que anunciaba. Su inocencia y credulidad, así como la de la mayoría de quienes convalidaron su llegada a la presidencia, hoy la estamos pagando todos.

Aunque parezca no darse cuenta, el gobierno está en problemas, y muy serios, en su relación con la sociedad. En los últimos días la encuesta de Zuban Córdoba demostró que el 70 por ciento de los argentinos cree que el presidente es un mentiroso serial. Tras el veto a jubilados y el anuncio de la aplicación de otro similar a la ley de Financiamiento Universitario su imagen, que ya venía en caída, perdió 10 puntos adicionales. El factor “esperanza” que sostenía su valoración positiva en la sociedad implosionó: la gran mayoría de los argentinos sólo espera sangre, sudor y lágrimas para su futuro. 

Consciente de las señales de declinación sobre las que advertían los encuestadores, Santiago Caputo apeló a lo que en el pasado le había resultado exitoso: organizó una cadena nacional, teniendo en cuenta que esta herramienta le había aportado más de 50 puntos de audiencia en los canales de aire a principios de marzo, en oportunidad de la apertura de sesiones. Nunca un presidente había presentado el presupuesto antes, y la jugada resultó nefasta: en medio de la bronca social acumulada, los canales de aire cayeron del un encendido previo de 15 puntos a sólo 3,8. En youtube, X y otras redes sociales, el apagón fue aún más pronunciado.

Inmediatamente los pases de factura internos afloraron de manera descontrolada, en una interna que siempre pone a La Libertad Avanza al borde de la ruptura. Santiago Caputo y Karina Milei fueron los apuntados, por lo que el líder de los Peaky Blinders recurrió a difundir una foto de ambos, acompañados del jefe de Gabinete, Guillermo Francos, quien había sido hospitalizado la semana previa a consecuencia de su disputa con el Mago del Kremlin, dejando en claro que, si termina cayendo, tratará de arrastrar a todo el gobierno consigo.   

Pero el Santiago Caputo que apareció en la foto ya no era el atildado joven del pasado. Desalineado, sin afeitar, excedido de peso y con surcos en su cara que demuestran las consecuencias que impone la gestión pública protagónica, no era sino una sombra de lo que supo ser. Y, en  lugar de llamarse a silencio, intentó recomponerse insistiendo en el asado de reconocimiento a los “héroes”, cuyo único mérito consistió en hambrear sin pudor a los argentinos de la tercera edad.

Por cierto que tanto en el caso de la cadena nacional como en el del asado, los destinatarios no eran los jubilados; ni siquiera el pueblo argentino; sino los mercados y los acreedores externos a quienes se pretendía dirigir dos mensajes concatenados: el primero, que la administración argentina subordinaría todas sus políticas al pago de las obligaciones externas; el del asado, para demostrar que esa determinación no tendría costo político ni afectaría la gobernanza, al planificar la asistencia de los 87 diputados que habían apoyado el veto y que, al superar los dos tercios, eliminaban cualquier posibilidad de un juicio político que pusiera término a las actuales políticas de saqueo.

Para desgracia de Milei y de Santiago Caputo, el asado no fue una revancha, sino un nuevo tropiezo para la gestión, ya que no sólo la decisión de organizar un asado de elite ante la mirada de los hambrientos fue pésimamente valorada, incluso por los medios y operadores políticos más cercanos al gobierno, sino que Mauricio Macri, rápido de reflejos, ensayó una zancadilla letal al ordenar a diecisiete legisladores que no aparecieran por Olivos. De este modo, el tercio que garantizaría el blindaje ante un eventual juicio político no consiguió sumarse, por lo que el gobierno quedó expuesto en toda su fragilidad ante los acreedores e inversores externos y también frente al pueblo argentino.

Las decisiones oficiales de los últimos días confirman el escaso profesionalismo y experticia que caracteriza a la gestión Milei. A esta altura sus votantes tienen en claro que el ajuste no lo pagará la casta, sino la mayoría de los compatriotas, sobre todo quienes se encuentran en situación más precaria. Además, la comida compartida o la asistencia al evento del Congreso Nacional muestran a un Milei celebrando la compañía de las “ratas” que venía denunciando. Más casta no se consigue: el presidente va quedando cada vez más identificado por el juicio popular como miembro de aquello que prometió destruir.

Por si fuera poco, en coincidencia con el fracaso de la cadena nacional y en la previa del asado de Olivos, todos los medios de comunicación -tanto los que lo acompañaban como los que se oponían- se dedicaron a mostrar las imágenes de trabajadores precarizados y en blanco saltando molinetes o caminando por las vías férreas para evitar el pago de los brutales incrementos de tarifas de transportes y el fin del boleto asociado, ante la imposibilidad de afrontar esos costos para acceder a sus empleos que les proveen de remuneraciones miserables. Las víctimas de la perversidad de Milei ya no son sólo los jubilados o los universitarios, sino también los trabajadores y los jóvenes, aquellos entre los cuales concentró mayor cantidad de voluntades. (www.REALPOLITIK.com.ar) 

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