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POLITICA

Qué pasará con las más de 1.000 obras paralizadas en todo el país tras la salida de Ferraro

El Gobierno evaluaba anunciar un plan para atraer inversiones privadas en febrero, pero con la salida repentina del Ministro de Infraestructura, crece la incertidumbre sobre la continuidad de las obras.

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La salida de Guillermo Ferraro del Ministerio de Infraestructura de la Nación ha generado incertidumbre sobre el futuro del plan de inversión privada en obras públicas. Ferraro no llegó a formalizar el esquema para atraer constructoras y desarrolladores, y su renuncia, en medio de rumores sobre una filtración de información, complica la continuidad de estos planes.

Guillermo Ferraro, ex ministro de Infraestructura de la Nación

En Argentina, unas 2185 obras y más de 96 mil viviendas se encuentran en ejecución. Muchas de ellas están en un “estado de paralización total” desde meses atrás, según fuentes gubernamentales y locales. La situación preocupa a contratistas y trabajadores de la construcción. El Presupuesto 2024 no sería suficiente para concluir estos proyectos, y se busca financiamiento privado para algunos de ellos.

El Ministerio de Infraestructura planeaba anunciar en febrero un esquema de iniciativa privada para atraer inversiones en diversos proyectos, pero la posible transformación de Infraestructura en una secretaría bajo Economía plantea dudas sobre la continuidad de estos planes. El gobierno estaba trabajando en la búsqueda de financiamiento internacional para proyectos de gran envergadura.

El gobernador Axel Kicillof destaca que en la provincia de Buenos Aires al menos 1000 obras en ejecución se encuentran interrumpidas o abandonadas en distintos municipios. La incertidumbre sobre la continuidad de los proyectos crece ante la falta de precisiones sobre el futuro de las obras y la necesidad de fondos adicionales.

Tras la salida de Ferraro, intendentes bonaerenses reclaman a Kicillof por las obras frenadas

El plan de iniciativa privada para vivienda propuesto por Ferraro contemplaba la finalización de 30 mil viviendas con fondos propios y buscar financiamiento privado para las restantes 60 mil.

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POLITICA

El Kremlin trata de apropiarse de los templos ortodoxos rusos de la Argentina

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Columna publicada originalmente en TN

El expansionismo de Vladimir Putin no es sólo geográfico. Por caso, anexar una parte de Ucrania. Aunque suene raro, hay que decir que también es religioso. Quizá sería más propio decir político-religioso.

Lo cierto es que desde 2007 promueve una ofensiva a través del Patriarcado de Moscú, férreamente alineado con él, para apropiarse de todos los templos de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el mundo que desde la revolución bolchevique, en 1917, se mantienen totalmente distantes de quienes gobiernan Rusia.

La ofensiva procura avanzar últimamente sobre una media docena de templos que permanecen autónomos en la Argentina de un total de 12. El embate incluye la presencia de miembros del clero subordinado a Moscú en esos seis lugares de cultos con el propósito de presionar a los sacerdotes que allí se desempeñan y maniobras fraudulentas para tomar el control de la institución que jurídicamente las agrupa, según comenzaron a denuncian integrantes de sus respectivas comunidades.

La catedral de la Santísima Trinidad en el barrio porteño de San Telmo. (Foto: catedrales argentinas)

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Hay un séptimo templo autónomo que está a salvo de la ofensiva: la catedral de la Santísima Trinidad, el característico templo con sus cúpulas de estilo bizantino que se alza en Parque Lezama, en el barrio porteño de San Telmo. Ocurre que en 1973 la Asociación Ortodoxa Rusa en la Argentina a la que pertenece ese bellísimo lugar de culto, tras 17 años de batallar legalmente, le ganó un juicio al Patriarcado de Moscú precisamente por la propiedad del templo.

No obstante, el párroco de la catedral, el padre Alejandro Iwaszewicz, fue suspendido en el ejercicio del sacerdocio en 2010 por la Iglesia Ortodoxa Rusa leal a Moscú. Y, finalmente, expulsado en 2017. El padre Alejandro sigue cumpliendo su labor religiosa sin amedrentarse, pero dice que le preocupa “la amenaza que sufren” los templos del barrio de Núñez, del gran Buenos Aires (Castelar, Quilmes, Temperley y Villa Ballester) y de Córdoba.

Las tensiones en la ortodoxia rusa -más allá de un comienzo de su expansión en el extranjero sin sobresaltos internos con la Misión Imperial Rusa, en 1888, año en el que llega a la Argentina- tiene su origen en la persecución religiosa bolchevique, que lleva al patriarca de entonces a disponer en 1920 que las iglesias en el extranjero deben organizarse de modo autónomo. Con ese espíritu, en 1926 se creó la Asociación Ortodoxa Rusa en la Argentina.

En aquellas primeras décadas del siglo XX los exiliados rusos en diferentes países fueron construyendo sus iglesias con gran esfuerzo, destinando horas de su descanso y aportando parte de su escaso dinero como inmigrantes que estaban tratando de abrirse paso en una nueva vida lejos de su patria, sin recibir aportes estatales. Con el fin de que las iglesias fuera de Rusia se relacionaran se conformó el Sínodo de Obispos de Nueva York.

Con el propósito de instrumentalizar políticamente el sentimiento religioso de los rusos -quienes se sentían oprimidos y, por caso, no querían integrar los ejércitos soviéticos-, el dictador Stalin restableció la ortodoxia rusa, pero obviamente sometida al régimen soviético. Así, en 1943 instauró el Patriarcado de Moscú que se mantuvo leal al gobierno de turno, incluso tras el desmembramiento del imperio soviético y el ascenso de Putin.

El Patriarcado de Moscú y las iglesias ortodoxas en el extranjero se mantuvieron separadas desde entonces hasta que, en 2007, una parte del Sínodo de Obispos de Nueva York suscribió un acta de acatamiento al Patriarcado de Moscú que conmocionó a las autónomas y que, en el caso de la Argentina, contraviene el estatuto de la Congregación Ortodoxa Rusa de la Argentina, que agrupa a la media docena ahora acechada.

Moscú en noviembre de 2024. (Foto: AFP/Kirill Kudratsyev).

Moscú en noviembre de 2024. (Foto: AFP/Kirill Kudratsyev).

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“A partir de entonces comenzó una ofensiva en la Argentina para acaparar las parroquias que no responden a Moscú con un obispo que se hace llamar Juan supuestamente enviado por el Sínodo de Obispos de Nueva York “, afirma el padre Alejandro. El párroco de la catedral de Parque Lezama dice que el obispo Juan y sus colaboradores niegan que respondan al Patriarcado de Moscú, pero son leales al actual patriarca, Kirill.

Entre los intentos de apropiación de los templos, el padre Alejandro cuenta que semanas atrás el obispo Juan nombró un nuevo párroco en la iglesia de Villa Ballester e incluso se presentó en el templo con el fin de amedrentar a la comunidad, pero el sacerdote que está al frente no cedió a la presión y se fue sin lograr la posesión. “Parecen estar más preocupados por la propiedad del edificio que por las almas”, dice.

Comenta que llegaron a darse situaciones curiosas. “El clero que el obispo Juan enviaba a la iglesia de Temperley para los oficios no pudo entrar más al templo desde que comenzó la guerra en Ucrania porque el casero, que es ruso, pero de origen ucraniano, se dio cuenta que se rezaba por Kirill -férreo defensor de la invasión rusa- y les impide el ingreso; ellos no puedan hacer nada porque no tienen la propiedad”.

Por otra parte, los fieles de los templos que sufren el acecho acusan al obispo Juan de haber realizado una asamblea de la Congregación Ortodoxa Rusa de la Argentina con personas que no son socias y presentado a la Inspección General de Justicia una nómina de integrantes falsa. “Están intrusando y vaciando a la congregación para luego apoderarse de sus bienes y también de su historia”, denuncian.

Voceros del obispo Juan afirman que “los que protestan son grupos minoritarios y okupas” y que “la diócesis inició una batalla legal y hay fallos que nos respaldan”, sin precisar cuáles son. El interés que evidencia por los templos de la Argentina parece estar potenciado por la gran cantidad de inmigrantes rusos que llegaron al país en los últimos años huyendo de Putin y la guerra.

Sin embargo, de los más de 200 mil rusos que vinieron -aunque la mayoría se fueron tras una corta estancia y la obtención del pasaporte argentino que mucho valoran para desplazarse y eventualmente asentarse en otro país con mejor calidad de vida-, apenas unos diez mil son religiosos y la mayoría no responden al Patriarcado de Moscú, calcula el padre Alejandro.

Los fieles de las iglesias independientes aclaran que su resistencia “no es por conservar la propiedad de los templos, sino de profesar libremente el culto cristiano ortodoxo con absoluta independencia del poder de Moscú, que es esencial para no perder la identidad y honrar a nuestros ancestros, asesinados en el violento ateísmo y la desgarradora persecución”.

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