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POLITICA

Revés judicial para Espinoza: Rechazan denuncia por espionaje y lavado contra Melody Rakauskas

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El intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, recibió un duro golpe judicial en la causa que intentaba llevar adelante contra su ex secretaria, Melody Rakauskas, a quien acusaba de espionaje y lavado de dinero. La Sala II de la Cámara Federal Penal resolvió el 1 de octubre de 2024 rechazar la apelación presentada por el abogado de la municipalidad de La Matanza, Alberto Rubén Riccio, quien buscaba que la comuna fuera admitido como querellante en el proceso.

En la resolución (expediente CFP 2265/2024/CA1), los jueces Martín Irurzun y Eduardo Guillermo Farah confirmaron que la municipalidad de La Matanza no reúne los requisitos legales para ser parte querellante en este tipo de causas, ya que los hechos denunciados no afectan de manera directa y concreta a la comuna. El tribunal consideró que la denuncia por espionaje y lavado de activos, vinculada a la presunta sustracción de correos electrónicos y grabación de conversaciones de empleados municipales, no puede constituir un perjuicio para la entidad que represente a la ciudad, desestimando así la solicitud de involucrar al municipio en la querella.

Este fallo pone a Fernando Espinoza “contra las cuerdas” en un contexto legal ya complicado, dado que enfrenta otras acusaciones en su contra, entre las que se incluye la denuncia de abuso sexual realizada por Melody Rakauskas. La exsecretaria del jefe comunal lo acusa de haber abusado de ella en 2021, en su domicilio, en un contexto de presión psicológica y manipulación. La causa por abuso ha tomado relevancia mediática, luego de que la Cámara del Crimen confirmara el procesamiento del jefe comunal, situación que debilita aún más su posición política.

El fallo judicial en detalle

El documento judicial al que tuvo acceso REALPOLITIK explica que la apelación presentada por Riccio no cumplió con los requisitos procesales. En particular, se señala que los documentos aportados por el abogado no cumplían con lo establecido por el artículo 83 del Código Procesal Penal de la Nación, lo que de por sí imposibilitaba la pretensión del municipio de ser considerado como querellante.

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Los jueces también advirtieron que los delitos denunciados -como el acceso indebido al sistema judicial Lex 100 y el supuesto lavado de dinero- no implicaban un daño específico y directo a la municipalidad de La Matanza, sino que estaban más bien relacionados con la figura de Espinoza en lo personal. Asimismo, se destacó que las denuncias sobre la grabación de conversaciones y sustracción de correos electrónicos ya habían sido tramitadas en otra causa, bajo la órbita del juzgado Federal Nro. 2 de Morón.


Melody Rakauskas.

Contexto político y mediático

Este revés judicial tiene lugar en un contexto delicado para Fernando Espinoza, quien ha sido objeto de múltiples denuncias en los últimos años. Melody Rakauskas ha sido una de las principales voces que han revelado los abusos cometidos presuntamente por el intendente. La denuncia de Rakauskas, que comenzó como un caso de abuso laboral, escaló hasta incluir graves acusaciones de abuso sexual, lo que ha derivado en una seria investigación judicial contra Espinoza. En entrevistas recientes, la denunciante describió cómo el intendente comenzó a manipularla psicológicamente, llegando a irrumpir en su casa y ejercer presión sobre ella, hasta que, en una tercera visita, habría ocurrido el abuso.

Este caso ha resonado fuertemente en los medios de comunicación, lo que ha provocado un notable desgaste en la figura pública de Espinoza. Además, la falta de éxito en su intento de acusar a Rakauskas por espionaje y lavado de dinero sólo aumenta la presión sobre el intendente, quien enfrenta la posibilidad de nuevas complicaciones judiciales en el futuro cercano.

El reciente fallo de la Cámara representa no solo una victoria para Rakauskas, sino también un claro mensaje de que las acusaciones contra Espinoza tienen suficiente fundamento para avanzar en el plano judicial, mientras que las estrategias defensivas del intendente no han prosperado.

Este proceso judicial y la exposición mediática podrían tener repercusiones políticas en el municipio de La Matanza, debilitando la gestión de Espinoza y generando incertidumbre sobre su futuro en el cargo y la eventual sucesión. (www.REALPOLITIK.com.ar)

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El tiempo que tenemos: notables actuaciones de Florence Pugh y Andrew Garfield para un melodrama que juega con el tiempo

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El tiempo que tenemos (We Live In Time, Reino Unido/Francia/2024). Dirección: John Crowley. Guion: Nick Payne. Fotografía: Stuart Bentley. Edición: Justine Wright. Elenco: Florence Pugh, Andrew Garfield, Grace Delaney, Lee Braithwaite, Adam James, Douglas Hodge, Aoife Hinds. Calificación: apta para mayores de 13 años. Distribuidora: Imagem Films. Duración: 108 minutos. Nuestra opinión: buena.

Hay historias que necesitan actores “importantes”. No solo importantes en términos de su talento, o su prestigio, o siquiera en su incidencia en la taquilla. Importantes por su cualidad de estrella, algo que Alfred Hitchcock entendía bien y dejó inmortalizado en la larga entrevista con François Truffaut que resultó en El cine según Hitchcock. Hablando de Saboteador (1942), una de sus primeras películas en los Estados Unidos, señaló entonces la condición “ligera” del protagonista Robert Cummings como una de las razones de la falta de compromiso del público con su suerte. “El público concede menos importancia a los problemas de un personaje interpretado por un actor que no le resulta familiar”. Un actor que no tiene esa cualidad de estrella, podríamos agregar.

Quizás esa es la verdadera preocupación del irlandés John Crowley a la hora de elegir al reparto de El tiempo que tenemos, su verdadera incursión en el melodrama, aún en tono menor. La historia es simple, algo convencional -como lo había sido Brooklyn (2015), su éxito previo al horrible traspié de El jilguero (2019)-, pero no por ello menos conmovedora. Una mujer joven sabe que está enferma y que el tiempo que le resta debe pasarlo haciendo tratamientos para sobrevivir de manera pasiva, o emprender una entrega más absoluta a lo que quiere y desea. Está enamorada de su pareja, tienen una nena de tres años, y además disfruta y se luce como chef en su propio restaurant en el corazón de Londres. Es claro, piensa Crowley, que para que nos importe ese periplo que combina la amenaza de la muerte y el ímpetu por la trascendencia, los actores que interpretan a esos personajes queribles, y de algún modo condenados, deben resultarnos familiares -en palabras de Hitchcock-, involucrarnos en su destino, y conmovernos hasta las lágrimas.

Florence Pugh y Andrew Garfield hacen un gran trabajo. Tienen carisma, química en sus escenas de amor, transitan con fluidez entre el drama y la comedia, y transmiten una verdad que escapa al mero verosímil. Pese a ello, la película no llega a estar a su altura. Elige una caprichosa estructura de alternancia temporal, que se presume sofisticada y que no termina de usar en su favor, esquivando la dimensión existencial en virtud de un juego con piezas a reacomodar. Entonces tenemos tres cronologías en danza: cuando los protagonistas se conocen, se enamoran, surge el fantasma de la enfermedad; luego cuando están esperando a su hija, con vaivenes de comedia que ofrecen las escenas más memorables; y luego un presente en el que las sombras reaparecen y con ellas las elecciones de vida. Ese ida y vuelta en el tiempo no ofrece más que un pretencioso rompecabezas que no esconde nada porque siempre tiene lo que ya sabemos para mostrar.

El tiempo que tenemos es una historia de amor amenazada por la muerte cuyas tensiones están delineadas sobre un lienzo universal: ¿qué es lo esencial de una vida, la memoria del mundo o la de los propios que nos recuerdan? ¿Un tiempo efímero de gran intensidad o una pasiva agonía? Preguntas que ha transitado el melodrama a lo largo de su historia y de las que Crowley tiene clara conciencia. Sin embargo, no se termina de conformar con esa premisa. Elige un espiral temporal que no es más que una anécdota, subraya algunas escenas con pantalla partida o música melosa cuando alcanzaba con el rostro desnudo de sus protagonistas, y enfatiza falsos dilemas de la modernidad -¿trabajo o amor? ¿Matrimonio heteronormativo o convivientes sin papeles?- cuando apelar a lo esencial es siempre la mejor solución.

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Por suerte, Pugh y Garfield están ahí para hacernos sentir y creer en lo que vemos, para rescatarnos cuando la película se desvía en sus propios aires de “importancia”.

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