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POLITICA

Santos Clemente Vera. “La gente me para en la calle, me da fuerzas y me pregunta cómo hice para aguantar tanto”

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El estigma del doble crimen de la Quebrada de San Lorenzo le quedará para siempre. Al igual que los peores momentos en el infierno de la cárcel a la que entró por primera vez en agosto de 2011, cuando, a instancias de la delación de otro imputado, lo acusaron de haber violado y asesinado a las jóvenes francesas.

El final del juicio de 2014 pareció darle un respiro, ya que tanto él como Daniel Vilte fueron absueltos y el hombre que lo había acusado a él, Gustavo Lasi, que se había inculpado y cuyo ADN fue hallado en los cuerpos de las víctimas, terminó condenado a perpetua. Pero un año y medio después, sin nuevas pruebas y sin un nuevo juicio, el Tribunal de Impugnación de Salta lo condenó. Volvió al pozo de la prisión y debió esperar siete años más a que la Corte Suprema de Justicia de la Nación fallara a su favor. El 30 de diciembre, excedidos todos los plazos razonables para un proceso penal, la Justicia de Salta lo sobreseyó definitivamente.

Ya libre de cargos, Santos Clemente Vera habló con LA NACION; en una larga conversación contó cómo fueron sus años más oscuros, cómo es su presente y qué espera del futuro.

–Empieza un nuevo año y una nueva vida después de tu sobreseimiento, ¿cómo se siente?

–Feliz, porque nunca se cerraba esto. Después de 13 años terminó la pesadilla. Pensé que en diciembre de 2023 se había terminado todo. Cuando salió el último fallo yo estaba haciendo unas compras con mis hijos cuando me llamó Beatriz, mi esposa, diciéndome que en la radio estaban hablando de mi sobreseimiento. Me descompuse y me dieron agua en el supermercado. Vino mi esposa, nos abrazamos y lloramos.

–¿Cómo fue este último año en su casa, a la que regresó después de tanto tiempo?

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–Fue hermoso. Estuvimos con todas las pilas, disfrutando con mis hijos. Los llevaba los días de semana a la escuela. Los fines de semana vamos a algún desfile, a misa y salimos a pasear a caballo. Antes de que pase todo esto salía siempre solo. Ahora lo hago con mis hijitos.

–¿Qué se siente prender la radio y que estén hablando de usted o que la gente lo reconozca en la calle?

–Antes era molesto porque cuando yo estaba adentro preso la prensa decía que yo era el asesino y pensaba en mi hijo Eduardo, si le dirían algo en el colegio o qué pensarían de mí. Y después eso fue cambiando. Lo que decía la prensa de mí fue cambiando. Ahora la gente me para en la calle, me da fuerzas, me pregunta cómo hice para aguantar tanto.

¿Y cómo hizo para aguantar tanto?

–Fue un camino muy duro, pero mucha gente me apoyó y me dio mucha fuerza. Mi abogado, Humberto Vargas, entraba una vez por semana al penal a visitarme. Ni me hablaba de la causa, nada más era para acompañarme. También recibí mucho apoyo de la gente de Innocence Project y del periodista francés Jean Charles Chatard. No sabés lo que fue que Jean-Michel Bouvier, el papá de una de las víctimas, venga desde Francia y entre al penal nada más para darme un abrazo y decirme que creía en mi inocencia. Fue muy fuerte. Yo no podía parar de llorar. La gente del Servicio Penitenciario lloraba. Hombres duros lloraban conmigo al escucharme.

–Estuvo preso por una causa muy mediática. ¿Cómo fue sobrellevar esa situación?

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–Los primeros tiempos fue tremendo. La prensa me mataba. Decían que habían encontrado a los verdaderos asesinos. Cuando entré en la alcaidía me escupían por todos lados, gritaban que me iban a matar, pateaban las rejas. Decían que yo había hecho quedar mal a Salta y que por eso los jueces les ponían penas tan altas a ellos, que era mi culpa cómo los juzgaban a ellos.

Me llevaron a aislamiento, al “chancho”. Estaba las 24 horas encerrado en un lugar muy chiquito, oscuro, con una puerta de chapa. Hacía mucho frío o me desmayaba del calor. Los otros que llegaban ahí era porque estaban castigados, por eso gritaban todo el día. Prendían fuego la celda, los sacaban desmayados a los demás, porque el humo se filtraba. Los otros presos se hacían encima, no tenía baño, el olor era inmundo.

Estuve así casi un año, hasta que pude hablar con un periodista por teléfono y contarle el infierno que era eso. No era mi intención, pero salió en todos lados. Me sacaron de ahí por el escándalo que se generó. Me mandaron a un pabellón tranquilo, pero en el camino los otros presos me amenazaban. Tenían facas y las golpeaban contra las rejas. Con el tiempo la prensa cambió lo que decían de mí. Hablaban de mi inocencia. Y ahí la población empezó a cambiar cómo me trataban.

–Estuvo preso con personas que hicieron lo peor. ¿Tuvo que adaptarse de alguna forma para poder convivir con ellos?

-Yo no soy quien para juzgar. No estaba seguro si a los que estaban ahí les estaban haciendo lo mismo que a mí. Todos los que recién llegaban me decían que se estaban “comiendo un garrón”, pero al tiempo me decían que se sentían mal por mí porque ellos eran culpables, que realmente estaban pagando por algo que habían hecho y que lo que pasaba conmigo era muy injusto.

Santos Clemente Vera y dos de sus hijos, antes de un desfile a caballo

–¿Cómo fue el momento en el que salió en libertad en 2023?

–Llevaba casi 8 años esperando que la Corte resolviera. Me preguntaba cuándo iba a salir en libertad. Año tras año iba empeorando. Tenía mucho miedo de caer en una depresión muy fuerte. Me miraba al espejo y me hablaba. Me daba fuerzas porque tenía que estar bien, preparado para recibir esa noticia. Pensaba que en ese momento me podía desmayar y golpear la cabeza. Tenía miedo de infartarme de lo desesperado que estaba por salir.

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Los últimos días la prensa decía que iba a quedar en libertad en cualquier momento. Los presos gritaban de un pabellón a otro: “¿Vera ya salió?”. “No, sigue acá”… Cuando salió el fallo, mi mujer entró al penal para darme la noticia. Me dijo: “Se terminó todo, Clemente. Ya vas a salir”. Pasaron algunos días hasta que me liberaron. Estaba desesperado. Me sentía en una jaula.

–¿Y cómo fue ese momento?

–Entró el jefe a mi celda y me dijo: “Verita, salís en libertad”. Me latía fuerte el corazón. Agarré el bolso y en el patio habían hecho dos filas muy largas con toda la población penal. Todos gritaban, aplaudían, me abrazaban. La misma gente del Servicio, los profesores, todos lloraban de emoción. Yo todavía no caía. Pensaba que hasta que no cruzara la reja no lo iba a poder creer.

Salí y afuera había mucha gente esperándome. Mi familia, mis abogados, amigos, la prensa, gente a la que no conocía, pero que fueron a apoyarme. Fue muy emocionante.

–¿Tenía miedo de que hubiera otro juicio y saliera mal para usted?

–No, porque tenía el apoyo de todos. Estaba más fuerte que nunca. Pero también quería que esto se termine de una vez por todas lo más rápido posible. Ya no quería hacer pasar a mi familia por esa situación. Desde hace años quería decirles a mis hijos que ya está, que soy inocente para toda la vida. Hasta me imaginaba esa conversación con Eduardo, mi hijo más grande.

Santos Clemente Vera y su hijo Eduardo

–En el 2011, cuando fue preso por primera vez, Eduardo tenía un mes y medio de vida, ¿qué sintió saber que siguió creciendo sin usted? Y después, con la llegada de sus otros tres hijos…

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–Fue muy duro no poder estar con mis hijos. Eduardo es el más grande y el que más entendía la situación. Cuando me liberaron en 2014 se hizo muy pegote a mí. Y cuando me metieron adentro otra vez en 2016 lo sufrió mucho. Venía al penal a visitarme y lloraba. Me decía: “Papi ,yo te voy a sacar de acá. Voy a venir con los caballos y vamos a salir galopando”. Cuando los despedía de la visita y llegaba hasta la reja me tiraba del brazo y me decía: “Dale, papi, vamos. Vení con nosotros”, y a mí se me partía el alma.

Después una de mis hijas estuvo internada y con problemas de salud. No podía dejar de pensar en mi esposa que estaba sola, soportando todo. Lloraba todo el día y hasta los celadores me consolaban.

Santos Clemente Vera

–Es muy probable que los asesinatos de Cassandre y Houria queden impunes, ¿Qué opina?

–Me da mucha bronca. Me da la razón a mí y a todos los salteños. La impunidad es culpa de los jueces. Pusieron tanto esmero en inventarme pruebas, en negarme las contrapruebas y en esconder evidencia; en vez de buscar a los verdaderos asesinos… Me llena de tristeza que las familias de las víctimas sigan esperando, la enfermedad de Bouvier que avanza y que haya tanta injusticia. Todo este tiempo que estuve adentro, ¿qué han hecho para llegar a la verdad? Nada.

–Y a partir de ahora, ¿qué es lo que le gustaría?

–Ser feliz. Volver a ser como antes, pero eso nunca va a pasar. Mis padres ya no están. El tiempo que perdí sin mis hijos no lo recupero más. Pero me apoyo en el amor de mi familia. Ahora la gente me para en la calle, me abrazan, me preguntan cómo estoy. Eso también me llena de fuerzas y me da esperanzas de que todo va a estar bien.

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La receta para preparar un pan de remolacha

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Esta preparación de pan de remolacha aporta mucho colorido a la mesa y a la vista, y con finas especias perfectas para el queso y derivados queda delicioso. La remolacha además hace que se conserve fresco y jugoso durante bastante tiempo.

Ingredientes:

– 500 gramos de remolacha (fresca o precocida y envasada al vacío)

– 200 ml de jugo de remolacha

– Una cucharada colmada de mostaza

– Una cucharada de aceite

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– 50 g de nueces

– Un manojo de tomillo (aprox. 8 g)

– 500 g de harina de espelta (tipo 630)

– Una cucharadita de azúcar

– Una cucharadita de sal

– Un sobre de levadura seca

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– Papel de horno

Paso a paso:

1- Pelá 500 g de remolacha fresca y cortala en finos cuadrados. Se aconseja usar guantes de cocina para evitar que se te tiñan. Poné 200 ml de jugo de remolacha en una cacerola. Añadí la remolacha picada, ponelo todo a hervir y dejalo cocer a fuego lento durante 15 minutos.

2- Añadí una cucharada colmada de mostaza y una cucharada de aceite y hacé un puré fino. Aunque la remolacha fresca está más sabrosa, si usás precocida, ésta no necesita hervirse a fuego lento durante 15 minutos, simplemente llevá el agua a ebullición brevemente y luego prepará un puré con la mostaza y el aceite.

3- Triturá 50 g de nueces. Lavá el tomillo y arrancá las hojas de los tallos.

4- Mezclá bien los 500 g de harina de espelta con una cucharadita de azúcar, una cucharadita de sal y un sobre de levadura seca. Añadí el puré de remolacha caliente a la mezcla de harina y amasá todo con la batidora de mano durante dos o tres minutos hasta obtener una masa suave.

5- Añadí las nueces y el tomillo a la masa. Amasá todo de nuevo brevemente y hacé una bola. Cubrí la masa con un paño húmedo y caliente y dejá reposar para que suba en un lugar cálido durante una hora.

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6- Forrá una bandeja con papel de horno. Amasá brevemente de nuevo y volvé a hacer una bola. Colocala en la bandeja de hornear y cubrilo con un paño húmedo y caliente durante otros 15 minutos. Mientras tanto, precalentá el horno a 160 °C de convección (180 °C de calor superior/inferior).

7- Hacé incisiones en el pan de remolacha en forma transversal a unos 2 cm de profundidad. Espolvoreá sal marina gruesa al gusto y un poco de harina sobre ella (como decoración). Ponela en el horno precalentado durante unos 30-35 minutos. Para saber el grado de cocción, introducí un palito o cuchillo en la masa, que debe salir limpio, sin restos.

Fuente: Albal

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