Cataluña ha aportado esta semana los embalses más secos de España por segunda semana consecutiva, algo que no ocurría desde 1999, al tener ahora sus cuencas internas una reserva hídrica con un 15,1% de su capacidad total.

Los embalses catalanes tienen la cantidad de agua más baja desde al menos 1990, año en que comienza la serie histórica del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico sobre la reserva hídrica del país.

Sin embargo, en medio de una inédita emergencia por sequía que mantiene en vilo a muchos territorios de esta comunidad autónoma, la Generalitat ha celebrado el «récord» de las exportaciones agroalimentarias -sector que por primera vez ha superado los 15 mil millones de euros-, uno de los principales motivos estructurales del déficit hídrico, según coincidente todos los expertos.

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«Consolidamos el camino del volumen al valor, manteniendo las exportaciones como motor de la economía catalana», ha destacado el Govern en sus cuentas de redes sociales. 

Para Dante Maschio portavoz de la plataforma «Agua es Vida», un colectivo conformado por varios movimientos de distinta procedencia -asociaciones de vecinos, sindicatos, entidades ecologistas, que defiende el agua como derecho humano y como servicio básico y público, ese posteo resume a la perfección las «contradicciones e incongruencias» de un Gobierno que demuestra «no tener un rumbo claro» en sus políticas para revertir un «grave problema» en los usos productivos del agua que, de no atacarse, va a llevar a la región a un «colapso hídrico». 

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«Te sientas con el departamento de acción climática y te dicen que sí, que el regadío tiene que reducirse y que mucho usos productivos del agua son insostenibles. Te reconocen el problema y el diagnóstico a puertas cerradas. Pero luego celebran que en medio de la emergencia por sequía tengamos una exportando récord de agua en forma de cerdos y frutas. Es decir, siguen promoviendo este modelo basado en la exportación del agua», explica Maschio en diálogo con LPO.

Esta plataforma repite que, más allá de la sequía pluviométrica, Cataluña sufre una escasez que tiene que ver con la (mala) gestión política del agua. A grandes números, se explota un 30% más del agua que se tiene.

«La reflexión es que no hay ni una mínima lectura del Gobierno que entienda que el modelo de desarrollo es parte del problema que nos ha traído hasta aquí en lo que respecta a los consumos de agua», agrega su portavoz.

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Pone un ejemplo: el trasvase de cuencas para aliviar el estrés hídrico de las regiones más afectadas por la falta de lluvia y garantizar así la supervivencia de los viñedos. 

Ya estamos entrando en una guerra de los sectores por el agua. Los hoteleros piden tener agua para las piscinas, los jardineros quieren flexibilización de normas para poder regar, los agricultores no quieren restricciones para no perder las cosechas. La solución del Gobierno son parches. Mi sanción es que el enfado social va a crecer y va a quebrar parte de este negacionismo. Al final los ciudadanos costean el aumento del precio, las inversiones. Si en verano llegan barcos y tenemos los hoteles y la rambla llena de turistas, eso va a ser mucho ruido

«Convalidamos la medida de trasvasar agua del Ebro hacia el Priorat para garantizar el riego de supervivencia de la viña siempre y cuando con ésta medida se acompañe de la eliminación del trasvase de Riudecanyes (un trasvase histórico del Ebro hacia el Campo de Tarragona). Si se hace así el agua queda en la misma cuenca. Pero luego te enteras que en el plan hay un aumento encubierto de hectáreas de regadío. Esa es la lógica que tiene la administración», denuncia.

A su juicio, reina, pese a la emergencia, «una visión totalmente negacionista de la crisis climática que sigue promoviendo un aumento de regadío». 

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Según los datos de la propia Generalitat, de la última sequía a hoy el aumento del regadío ha sido del 13%. 

«Es legítimo que el Gobierno celebre y promueva la exportación de carne y fruta. Pero es imposible compatibilizarlo con el otro plan en puerta, el de aumentar el porcentaje de soberanía alimentaria, del 40 al 60 por ciento. Para todo se necesita más agua. Y no hay, es lo que no se quiere entender», insiste Maschio sobre las incongruencias en la gestión hídrica.

Además, añade, la «única medida» sobre la mesa es más inversión pública para la modernización de los regadíos, cuando hay estudios científicos que demuestran «que más eficiencia genera más consumo y más producción». 

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En el corto plazo, «el sistema tal vez se aguante», pero en el mediano y largo plazo plazo, este modelo es «sinónimo de conflicto».

La insostenibilidad es tal, explica, que «la sociedad empieza a cansarse y ha darse cuenta que el modelo no aguanta». 

«Ya estamos entrando en una guerra de los sectores por el agua. Los hoteleros piden tener agua para las piscinas, los jardineros quieren flexibilización de normas para poder regar, los agricultores no quieren restricciones para no perder las cosechas. La solución del Gobierno son parches. Mi sanción es que el enfado social va a crecer y va a quebrar parte de este negacionismo. Al final los ciudadanos costean el aumento del precio, las inversiones. Si en verano llegan barcos y tenemos los hoteles y la rambla llena de turistas, eso va a ser mucho ruido», advierte.

El Gobierno reconoce el problema y el diagnóstico a puertas cerradas. Pero luego celebran que en medio de la emergencia por sequía tengamos una exportando récord de agua en forma de cerdos y frutas. Es decir, siguen promoviendo este modelo basado en la exportación del agua

Aunque matiza: «También es cierto que en ciudades como Barcelona no se percibe mucho la escasez porque uno abre el grifo y corre agua. El ciudadano medio está muy desconectado de lo que pasa en los territorios. A partir de marzo el recibo de agua saldrá un 15% más caro, estos impactos, sin duda, pueden generar alguna movilización».

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Por eso, señala, es vital «vincular la sequía con los problemas del día a dia», como por ejemplo el turismo, que cada vez genera más rechazo social. 

En contra aparecen «los tiempos de la política» y unas elecciones que ya empiezan a condicionar decisiones. 

Maschio subraya que a excepción de Vox, «todos los partidos comparten el diagnóstico vinculado a la escasez hídrica por el cambio climático». Pero las soluciones más ambiciosas pasan por la profundización de un «desarrollo sostenible», que es «puro postureo». 

«La sensación es que no se quiere enfurecer a ningún sector, menos a un año de las elecciones. Pero tarde o temprano, guste o no, algún sector va a tener que perder», concluye.