POLITICA
Tiene 17 años e ideó una forma de ayudar a que más chicos wichís lleguen a la universidad: “No se resignen”
“Desde los 14 años supe que quería ser docente para después volver a mi comunidad y enseñar castellano”, dice Eceba Díaz, un joven wichí de 17 años. Está a poco más de 30 días de empezar la carrera de profesor de Letras en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Formosa.
Eceba vive en El Potrillo, una comunidad wichí de Formosa que está a 600 kilómetros de la capital provincial. Hasta hace tres meses, nunca había salido de su pueblo. Pero en noviembre consiguió una beca que le permitirá cruzar extensos caminos desérticos para instalarse en la ciudad de Formosa y empezar su vida universitaria.
Eceba siempre fue curioso, cuentan sus docentes. “Elegí esta carrera porque creo que aprender bien el castellano va a ayudar a mi comunidad”, explica el joven que encontró en la lectura esos mundos que quiere salir a descubrir y lo ayudaron a enriquecer su español. Aclara que durante sus años de escuela vio que a sus compañeros wichí les costaba entender lo que se explicaba en castellano y por eso tardaban mucho en hacer la tarea. “Yo quiero volver como profesor para darles la materia en castellano y traducirlo a nuestra lengua materna cuando no entiendan”.
Antes de ingresar a la universidad, junto a otros 175 jóvenes becados por la Fundación Sí para cursar sus estudios universitarios durante 2025, Eceba se encuentra en el CBSI, un campamento de estudios en la ciudad de La Plata.
Se trata de un espacio en el que buscan que aprendan contenidos indispensables que no vieron en la secundaria, ya que en becas anteriores notaron que algunos de ellos abandonaban la facultad, entre otras razones, porque habían llegado a esa instancia con menos aprendizajes que los necesarios para un nivel superior.
“Ya veníamos notando este desnivel que traen por el nivel de fracaso en los exámenes al ingresar a la universidad”, dice María de Jesús Espil, voluntaria de la fundación y sigue: “Vimos que hay muchas falencias que cubrir porque vienen de secundarios en donde quizás no tuvieron algunas materias o la tuvieron pocas veces. Durante este mes, se los prepara en forma intensiva para tener conocimientos de las materias más importantes para que los ayude a surfear la ola lo mejor posible”.
Pocos wichís llegan a la universidad
Eceba cursó la secundaria en la N°2 de Formosa, una escuela intercultural bilingüe, parte de las 320 instituciones de este tipo que hay en la provincia gracias a la Ley Integral del Aborigen que estableció el derecho de las comunidades originarias a formarse en su propia lengua. Por la mañana, los alumnos reciben contenidos en castellano y, por la tarde, estudian lengua y cultura indígena en su lengua materna. A pesar de estas políticas inclusivas, de los 3.000 habitantes de El Potrillo son muy pocos los que pueden seguir una carrera universitaria.
“Mis compañeros ni siquiera se animan a imaginar qué estudiar”, agrega Eceba con algo de tristeza. Y añade: “Piensan que las circunstancias se los impide y se resignan”. Por eso, la mayoría de los jóvenes que terminan la escuela y no estudian se dedican a hacer trabajos temporales o lo que ellos llaman “changas” de limpieza, albañilería, mantenimiento de parques y casas, atender negocios o lavar ropa.
Catalina Bernechea es docente de Filosofía e impulsora de que Eceba acceda a la universidad gracias a la beca que la Fundación Sí otorga a estudiantes de familias vulnerables que viven en ciudades, pueblos y parajes del interior del país. “Este año, de un total de 35 chicos que egresaron del secundario, no llegan a 10 los que seguirán estudiando”, dice la docente y aclara que generalmente son criollos. “Hay una categorización muy marcada entre criollos y aborígenes”, añade Bernechea, que lucha mucho contra los prejuicios en el aula. Explica que “para los wichis, los profesores somos gente blanca que no conocemos su lengua materna”.
El Potrillo es una comunidad con una economía vulnerable. Hace 30 años, tuvo que relocalizarse luego de una gran crecida del río Pilcomayo que inundó y cubrió de barro su asentamiento. Algunos algarrobos y quebrachos salpican su trazado de calles de arena y casas bajas de material, revestidas de adobe y techos de tejas. El agua potable tiene sabor salado, al que todos están acostumbrados, pero que les provoca problemas endémicos de tiroides.
Barreras que los aleja de la universidad
Las dificultades que les impiden a los jóvenes wichí imaginarse estudiando luego de terminar la escuela tienen que ver con la falta de recursos económicos, el hecho de que están lejos de las universidades y la realidad de no dominar a la perfección el castellano. “El profesor acudía a mí cuando los alumnos no entendían lo que explicaba”, dice Eceba y añade: “Porque yo podía explicar a través de mi lengua materna”.
Antes de ser su profesora de Filosofía, a Bernechea otros docentes ya le habían hablado mucho de Eceba: “En la primera clase, se acercó a decirme que había leído el libro ‘El mundo de Sofía’”, recuerda con admiración la docente que llegó a la comunidad hace seis años, desde otro pueblo del norte formoseño. Lo que más la conmueve es que su alumno “tiene esa capacidad de asombrarse por todo: pregunta, cuestiona, investiga”.
Eceba juega al vóley durante la semana y los sábados va a la iglesia donde su abuelo es pastor evangélico. Vive con su mamá y su hermanito de seis años, con quien comparte su habitación y su pasión por la lectura. “Mi mamá tiene 37 años y es madre soltera. Somos ella, mi hermanito y yo nomás”, cuenta Eceba y detalla que la economía familiar se apoya en las artesanías que hace su mamá y luego vende en ferias y negocios. “Acá no hay plazas, ni clubes, ni ningún lugar de entretenimiento”, dice Bernechea y subraya que “la escuela es el único centro de reunión para los chicos, quienes van hasta los sábados para hacer deporte o encontrarse.
La beca que lo proyectó a futuro
A mitad del año pasado, Bernechea les compartió a todos sus alumnos de 6° año distintas oportunidades de becas para estimularlos a seguir estudiando. Eceba se interesó en inscribirse en la de la Fundación Sí. Esto significaría varios meses de entrevistas virtuales y trabajos prácticos hasta llegar a la selección final, en la que habría una entrevista presencial en la capital de Formosa. “Tenía esperanza, pero mucho miedo también”, dice Eceba y cuenta que hasta entonces nunca había salido de su pueblo.
“Él pensó que no iba a ser posible, ya lo daba por perdido”, cuenta la docente y sigue: “Yo les hablo a todos de los prejuicios y de que se los tienen que sacar, más él para ser docente”, dice Bernechea y describe que el viaje a la capital de Formosa implicaba un gasto de 100 mil pesos que la familia de Eceba no tenía y lo desmoralizaba.
“Muchos profesores empezamos a hacer una campaña para juntar dinero”, recuerda con emoción. Así fue que en noviembre de 2024, Eceba logró viajar con su abuelo y conocer, por primera vez, rutas, pueblos y nuevas amistades. Allí se enteró de que había sido elegido entre 3000 postulantes y que a partir de este año se instalaría en la residencia que la Fundación Sí tiene en la ciudad de Formosa, donde se quedará durante toda su carrera.
Al despedirse de su comunidad, Eceba estaba muy emocionado. “Fue una tristeza ver por primera vez a mi familia llorar por mí”, dice con nostalgia y describe que a la hora de partir, llovía mucho y el camino estaba muy feo, pero logró hacerlo. “Voy a extrañar a mis amigos, son una familia para mí. Ellos me visitaban cuando volvía del colegio cerca de las seis y me invitaban a jugar vóley”, dice Eceba y agrega: “También a los profesores… y a Catalina, más que nada, porque gracias a su materia yo empecé a desarrollar el pensamiento crítico que me llevó a cuestionarme todo el tiempo, a no conformarme con una sola mirada, sino a ver desde otras perspectivas”.
Cómo ayudar
- Cada 40 personas que se comprometan a donar $2.500 por mes, la Fundación Sí puede sostener a un estudiante en sus residencias universitarias. Si querés colaborar, podés, hacerlo desde el sitio web de la fundación.
Más información
- Si querés leer más historias que retratan la desigualdad en el acceso a la educación, podés ingresar a la serie de notas titulada “Vidas desiguales”
POLITICA
Lisandro de la Torre y sus fantasmas
Definido por Arturo Jauretche como “Estatuto Legal del Coloniaje”, el acuerdo venía a concretarse en un momento en el que Gran Bretaña nada tenía de aquella orgullosa potencia que extendía sus dominios a lo largo del mundo. La Primera Guerra Mundial había destruido su economía, y la década del ’20, con su corolario en la Crisis de 1929 y la Depresión mundial que la siguió, sólo habían profundizado la debacle. Por el contrario, las exportaciones argentinas se habían incrementado durante la Gran Guerra, y los años ’20, en particular durante la gestión de Marcelo T. de Alvear, habían permitido incrementar el sector industrial a través de la radicación de empresas norteamericanas en nuestro país. A través del simple expediente de vender carne a Gran Bretaña y adquirir productos industriales en los EE.UU. con las divisas producidas por esas ventas, la economía argentina se modernizó, el automóvil y los colectivos fueron desplazando al transporte ferroviario, sobre todo en las grandes ciudades, al tiempo que el Estado nacional daba un impulso significativo a YPF, a fin de dar respuesta a las nuevas demandas energéticas del sector industrial y de la tecnología automotriz.
El recambio presidencial de 1928, que posibilitó el retorno a la presidencia del viejo caudillo radical Hipólito Yrigoyen, estuvo acompañado de oscuros nubarrones sobre el futuro nacional. Las pretensiones de la Standard Oil (ESSO) de poner fin a la empresa estatal YPF para apropiarse de nuestros recursos del subsuelo fueron acompañadas por un sector representativo de la oligarquía argentina, y los rumores de un inminente golpe de estado comenzaron a circular ya desde los inicios de la campaña electoral. La victoria contundente de Yrigoyen, con más del 60 por ciento de los sufragios, postergó pero no consiguió archivar ese proyecto, que habría de concretarse finalmente el 6 de septiembre de 1930. Tras la asunción de Yrigoyen, Gran Bretaña comunicó a las nuevas autoridades que sólo podría continuar adquiriendo productos argentinos a condición de que las divisas generadas por ese comercio fueran aplicadas a la compra de productos ingleses, ya que habían sido desplazados de la mayor parte del mercado mundial por las manufacturas norteamericanas. Yrigoyen aceptó el envío de una misión inglesa, encabezada por Lord d’Abernon, con el fin de negociar las nuevas bases del intercambio comercial anglo-argentino. La crisis de 1929 y su deposición posterior impidieron que la gestión de Yrigoyen consagrara definitivamente el acuerdo alcanzado, que anticipaba los lineamientos generales del Pacto Roca – Runciman.
El Pacto Roca – Runciman
La Conferencia de Ottawa (1932) significó el reinicio de la ofensiva inglesa sobre la economía argentina. Argumentando la presión de los estados miembro de la Comunidad Británica de Naciones (Commonwealth), que exigían que Gran Bretaña se abasteciese de alimentos al interior de ese espacio, las autoridades inglesas recurrieron al chantaje, exigiendo una serie de condiciones inaceptables para cualquier país independiente, como condición excluyente para la continuidad de las compras de las carnes argentinas. De este modo, exigió la fijación de un precio inferior al pretendido por las economías de la Commonwealth, con una disminución anual del volumen de las compras de un 5 por ciento, la liberación de impuestos para los productos ingleses, la desarticulación de industrias y servicios competitivos con los británicos –corporación de colectivos, producción de carbón, etcétera–, y la creación de un Banco Central, concretada en 1936, que entregó a los intereses británicos la soberanía financiera de la nación. Además, se incluyó un pago compensatorio a las empresas ferroviarias británicas por la caída de sus utilidades a partir de la crisis.
Para la oligarquía argentina, el acuerdo venía a poner las cosas en su lugar, a tal punto que el vicepresidente Roca, en el marco de las negociaciones realizadas en Gran Bretaña, había destacado que “por su interdependencia recíproca, es, desde el punto de vista económico, una parte integrante del Imperio Británico”. Esta afirmación era desmentida por el senador santafesino Lisandro de la Torre, quien puntualizó por entonces que “no podría decirse que la Argentina se haya convertido en un dominio británico, porque Inglaterra no se toma la libertad de imponer a los dominios británicos semejantes humillaciones”. Esta controversia se desarrollaría al interior de las instituciones legislativas, dejando a las claras, una vez más, hasta que dónde estaba dispuesta a llegar esa oligarquía en defensa de sus intereses sectoriales.
Auge y ocaso del “fiscal de la república”
Lisandro de la Torre había nacido en Rosario, el 6 de diciembre de 1868. En 1890 se recibió de abogado en la Universidad de Buenos Aires, y acompañó a Leandro Alem en la fallida Revolución del ’90 y, al año siguiente, en la creación de la Unión Civica Radical. Convertido en uno de los referentes principales de la UCR santafesina, De la Torre participó de la Revolución de 1893, donde llegó a ser proclamado jefe de gobierno por los revolucionarios de su provincia. Sin embargo, la actitud diletante de Aristóbulo del Valle, sumada a una serie de polémicas acciones de Hipólito Yrigoyen en la provincia de Buenos Aires motivaron el fracaso de la iniciativa. Decepcionado por la corrupta matriz de la política de su época y por lo que juzgaba como una traición de su sobrino Hipólito para desplazarlo de la conducción de la UCR, Alem se suicidó en julio de 1896. Unos meses antes había fallecido Del Valle, por lo que el liderazgo partidario había quedado vacante. De la Torre propuso cerrar una alianza con el mitrismo, para confrontar con el roquismo, que fue vetada por Yrigoyen, motivando la ruputura del rosarino con la UCR, con agrios conceptos sobre el nuevo líder radical, al que acusó de tener una “actitud hostil y perturbadora, antes y después de la muerte del doctor Alem, anteponiendo a los intereses del país y los intereses del partido, sentimientos pequeños e inconfesables”. Las declaraciones de De la Torre concluyeron en un duelo con sables, que dejaron en su rostro una herida pronunciada, que le obligó a usar barba a partir de entonces.
Ya alejado de la UCR, De la Torre trató de consolidar su liderazgo santafesino, y creó la Liga del Sur en 1908. Esto le permitió acceder a la Legislatura provincial en 1911 y un año después, ya en vigencia la ley Sáenz Peña, accedió a una banca en la Cámara de Diputados de la Nación a los 44 años. A partir de entonces, intentó crear un espacio político nacional capaz de nuclear a independientes y a corrientes políticas fragmentarias, sobre la base de un programa que sostenía una economía pastoril, con mayor incidencia de los sectores medios, y un alto grado de autonomía de los municipios.
Su propuesta desembocó en la creación del Partido Demócrata – Progresista, pero en la práctica no consiguió trascender la dimensión regional, ante el éxito del fabuloso andamiaje electoral construido por su archirrival Hipólito Yrigoyen. De la Torre debió aguardar a la concreción del golpe de 1930 para alcanzar trascendencia nacional, formando parte de la fórmula presidencial completada por el Partido Socialista que fue derrotada en las elecciones fraudulentas de 1932 por la Concordancia, que permitió consagrar a Justo y Roca (h). Estas elecciones incluyeron la proscripción de la UCR yrigoyenista, por lo que, con su participación, De la Torre confirmó que, aunque progresista, tenía poco de demócrata. A partir del año siguiente desarrolló una enconada oposición al Pacto Roca – Runciman, que incluyó tanto motivos éticos –que son destacados habitualmente–, cuanto intereses personales y sectoriales mucho más concretos: por un lado, significaba una especie de revancha frente a quienes lo habían vencido en la amañada justa electoral; por otro, los pequeños y medianos ganaderos y agricultores, que constituían su principal base social, no obtenían beneficio alguno de este acuerdo.
De la Torre impulsó la creación de una comisión investigadora en el Congreso de la Nación, a fin de examinar los oscuros procedimientos del frigorífico Anglo, sospechado de falsificar datos contables a fin de evadir impuestos. En 1935, la Comisión presentó su informe, que demostró la existencia de graves actos de corrupción que involucraban al entorno del presidente Justo, y en especial a sus ministros de Hacienda, Federico Pinedo, y de Agricultura, Luis Duhau. El 23 de julio, Duhau agredió a De la Torre en el recinto del Senado Nacional, mientras un sicario suyo, Ramón Valdez Cora, efectuaba una serie de disparos, que provocaron la muerte de Enzo Bordabehere, compañero de bancada del rosarino. El crimen permaneció impune, de acuerdo con los procedimientos fijados por una oligarquía que consideraba al estado como su instrumento y agente de operaciones, y decidida a eliminar cualquier obstáculo que se opusiera a sus intereses, tal como ya lo habían experimentado en el pasado pueblos orginarios, gauchos, negros, mulatos, zambos y anarquistas. A De la Torre le quedó en compensación el reconocimiento social como fiscal de una república corrupta y oligárquica, y un nuevo duelo a pistolas, esta vez sin consecuencias, con el ministro Duhau.
A partir de entonces, De la Torre debió luchar contra sus fantasmas. El 5 de enero de 1939, se descargó un tiro de escopeta en la soledad de su departamento de la calle Esmeralda. La enseñanza era contundente: la salud de la república no podía restablecerse a partir de las acciones moralizantes de políticos de la vieja escuela oligárquica. Cuatro años después, las masas irrumpirían en la vida política argentina, con su savia democrática intacta, de la mano de un líder dispuesto a conducir definitivamente a la Argentina por el camino de la igualdad y de la justicia social. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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