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SOCIEDAD

¿Dengue o Covid?: síntomas clave para identificarlos y qué hacer en cada caso

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Fulano tiene Covid, mengano tiene dengue. Son las dos infecciones que por estos días más preocupan en la sociedad. Si bien hay ciertos síntomas que ambas enfermedades comparten, hay otros que las diferencian. Y es ahí donde se puede reparar, para darse cuenta de cuál es el padecimiento y, en consecuencia, qué se debe hacer en cada caso.

Obviamente, la consulta médica con la revisación clínica y, a veces, la orden de un estudio de laboratorio, puede arrojar el dato preciso. Pero hasta que se llega a esa instancia, cada persona, con algunas pistas clave, puede empezar a sospechar por dónde transita el cuadro que le ha tocado en suerte.

En principio, en base a las estadísticas informadas oficialmente se puede suponer que actualmente existen más chances de contagiarse dengue que Covid. Esto es, se vienen sumando unos 15 mil casos de dengue por semana, mientras que en los últimos siete días relevados los contagios registrados de Covid fueron poco más de 2 mil.

Por otro lado, para que el coronavirus se contagie sólo se necesita una persona infectada y otra en su radio de influencia. Mientras que en el caso del dengue la única posibilidad de que la enfermedad se irradie es a caballo del mosquito transmisor, el Aedes aegypti.

Es decir, hace falta un elemento exógeno al emisor y al receptor del virus, que sólo existe en la medida que las condiciones ambientales lo permitan. En eso, la prevención del dengue corre con ventaja sobre la del Covid. Y es justamente la falta de precauciones y de suficientes campañas públicas lo que potencia la epidemia.

Un ejemplar del Aedes aegypti, transmisor del dengue, que prolifera en recipientes con agua. Foto: EFEUn ejemplar del Aedes aegypti, transmisor del dengue, que prolifera en recipientes con agua. Foto: EFE

Este año se ha agregado, también, un nuevo factor que pone en un pie de mayor igualdad las herramientas para la prevención. Desde la presente temporada está disponible la vacuna contra el dengue, medicamento que para el caso del Covid, en cambio, se dispone en todo el mundo desde fines de 2020.

Cómo distinguir si se trata de Covid o de dengue

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Pero yendo al punto central de los síntomas, Clarín le pidió a Eduardo López, jefe del Departamento de Medicina del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, que hiciera un repaso didáctico sobre la cuestión, para que cualquiera pueda tener presente y a mano lo que diferencia una enfermedad de la otra.

“Lo primero es que el dengue tiene fiebre mucho más alta y constante que el Covid. Es decir, la persona con Covid tiene menos temperatura y, en general, ésta dura menos tiempo. El segundo punto importante es que la cefalea es más importante y severa en el dengue que en el Covid”, explicó el experto.

Esos, podrían decirse para empezar, son los dos “signos madre” a tener en cuenta a la hora de querer distinguir el patógeno invasor. Pero hay más: “El dengue agrega dos datos, cuando están presentes (entre el 45 y 50 por ciento de los casos) por lo menos en adolescentes y niños, que son el dolor retro ocular (en los ojos) y el dolor espinal”. El infectólogo agregó que, además, “el dengue tiene muchos más dolores musculares que el Covid”.

¿Pero qué es propio del Covid que no lo sea del dengue? López fue claro al respecto: “El Covid tiene síntomas respiratorios que en el dengue son muy poco frecuentes, por no decir que habitualmente no están presentes. O sea, la rinorrea, la congestión nasal, sentirse con la nariz tapada y la tos son bastante característicos del Covid”.

Eduardo López hizo un repaso didáctico para distinguir un cuadro de otro. Foto: Luciano ThiebergerEduardo López hizo un repaso didáctico para distinguir un cuadro de otro. Foto: Luciano Thieberger

Por otro lado, el médico hizo hincapié también en “la época del año. En general el dengue es una enfermedad de primavera-verano, y se va apagando en otoño, cosa que el Covid en general, aunque no siempre, tiene mayor preponderancia en otoño e invierno”.

Otra diferencia clave son los métodos de diagnóstico: “En el Covid se hace por hisopado nasofaríngeo, método rápido que, si da positivo, se está infectado. Y si no, la PCR, que cuando da positivo es importante. Además el Covid no tiene alto grado de viremia (carga viral); en cambio, el diagnóstico de dengue se hace en sangre porque entre los cinco y siete primeros días el virus circula por la sangre y ahí se busca el antígeno específico”.

Qué hacer ante la sospecha de dengue o de Covid

Por último, la pregunta que con frecuencia surge apenas aparecen los primeros síntomas de que algo no está bien: ¿Qué hacer? “En este momento del brote epidémico si se tiene fuerte dolor de cabeza con alta fiebre y fuertes dolores musculares, es dengue mientras no se demuestre lo contrario. Uno puede concurrir a un centro de salud para hacer el diagnóstico durante los primeros cinco a siete días y con una muestra de sangre se diagnostica”.

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¿Siempre conviene ir al médico? “Sí -continúa López-, porque en el dengue puede haber factores de alarma que obligan a tener un control mucho más estrecho del paciente o eventualmente internarlo, como dolor abdominal intenso, fatiga, intensa caída de las plaquetas (elementos fundamentales para la coagulación), sangrado y caída de los linfocitos”.

En cuanto al Covid, el jefe del Gutiérrez dijo: “Lo que estamos viendo es que son cuadros más bien leves, sobre todo los sublinajes de Ómicron, con lo que uno puede esperar hasta 48 horas y si persisten los síntomas respiratorios, hisoparse. Siempre conviene ir al médico para establecer un diagnóstico definitivo”.

Finalmente, López contó que en el hospital en el que trabaja instalaron “un consultorio para niños y adolescentes, de 8 a 15 horas, en Mansilla 3120, donde se hace el manejo completo. Se los revisa, se les saca sangre para hacer diagnóstico de dengue y también para ver si el paciente muestra algunos signos de alarma”.

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20 años de Cromañón: el día que la Legislatura porteña se transformó en el lugar de la tragedia

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La oscuridad es total. La respiración del público sentado se escucha como agitada. El escenario vacío se va poblando. Se enciende una linterna que asemeja una bengala. Unas veinte personas que aparecen en escena hacen pogo y arengan. El público mudo, incómodo. Un nudo retuerce el estómago y por un instante se viaja 20 años en el tiempo… Estamos en Cromañón, en la noche del 30 de diciembre de 2004. La oscuridad ficticia muta a penumbra y luego a un atisbo de claridad. Se deja ver una bandera de Callejeros, suenan los primeros acordes de «Distinto» y el bullicio es atronador.

A pensar, a reaccionar, a relajar, a despotricar / A decir estupideces, a olvidarme de olvidar / A recordar lo que vendrá, a arriesgar una y mil veces. Se escucha lo que podría ser la voz de Pato Fontanet, pero la entona la masa de jóvenes entre alegría e histeria. Aquella linterna encendida, ahora pestañea diez, cien, mil veces… y el efecto teatral pone los nervios de punta. De aquel lado reinan el caos y la confusión, de éste, donde está el público, gobierna un silencio que retumba. Desde el escenario se advierten las siluetas que van cayendo como muñecos, entre llantos, gritos de desesperación y pedidos de auxilio. Se escuchan a lo lejos las sirenas que ganan en intensidad.

Por primera vez la Legislatura porteña fue sede de una obra teatral y su bautismo fue nada menos que con «Un minuto», una inspiración de la tragedia de Cromañón, que costó la vida de 194 personas y más de 3.000 heridos, a cargo de directora Flora Casale y 20 actores de Teatro Integral. A días de cumplirse el 20 aniversario de «la masacre», como denominan los familiares de las víctimas, la pieza fue elegida por Nilda Gómez, abogada y presidente de la ONG Familias por la Vida, quien gracias a su gestión produjo que la obra se viera en la Legislatura, en un salón donde no hubo legisladores.

«Se ve que estaban ocupadísimos craneando ideas y pensando en cómo pueden cambiar el mundo. ¿Qué podemos esperar de esta gente que nunca se hizo cargo? Parecen gerentes de sus propios kioscos, escondidos en sus despachos, intentando que no les salpique su propia inoperancia», dice Carolina Benítez, que perdió a su hermano Mariano en el boliche de Once.

Una escena conmovedora de «Un minuto», obra teatral de Flora Casale que llegó a la Legislatura a pocos días de cumplirse 20 años de la tragedia.

En el mismo tono, pero con muestras de hastío, Andrea Belzunce remarca que «hace tiempo que en este lugar se legisla lejos del alma y del bien común… Se legisla según los intereses de los políticos. Si la masacre de Cromañón es sinónimo de corrupción, ¿qué político va a dar la cara por todo lo adeudado, cuando hay 194 muertos y se van a cumplir 20 años de desatención y violencia hacia las víctimas?», pregunta la mujer que después de horas buscando a su hermano Rubens, lo encontró al otro día «en una bolsa, en la morgue».

Hace dos años que «Un minuto» se exhibe en centros culturales y escuelas de Los Polvorines y San Miguel. «Para mí poder llegar a la ciudad de Buenos Aires y a la Legislatura es un salto enorme, porque con la obra buscamos crear conciencia y mantener viva la memoria», explica la hacedora Flora Casale. «Yo tengo alumnos que están por terminar el secundario y que no tenían la menor idea de lo que fue Cromañón, lo que me motivó con mi grupo de Teatro Integral para armar algo y poder contarles de qué se trató». Recuerda que en una de las funciones se hizo presente Nilda Gómez quien, impactada, motorizó la iniciativa de llevar el proyecto a la Legislatura.

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La directora de la obra Flora Casale (derecha) abraza a una familiar de una víctima de Cromañón. Foto: Santiago García DíazLa directora de la obra Flora Casale (derecha) abraza a una familiar de una víctima de Cromañón. Foto: Santiago García Díaz

Volvemos a la ficción y el salón Presidente Perón de la Legislatura se convierte por un rato en Cromañón. «¡Celeste! ¡Nicolás! ¡Luchi!». Una madre desesperada hace el esfuerzo a toda costa por entrar al boliche, pero no se lo permiten. Otros padres claman por sus hijos. Desde más allá se escuchan gritos desesperados y la escena cobra veracidad. En la platea, mayormente copada por familiares y amigos de las víctimas, hay lágrimas y llanto. No lo ocultan, aunque un señor se levanta y sale. «No puedo escuchar ruido de sirenas, me trauma», alcanza a decir.

Aparecen flashbacks en «Un minuto» y se pone el foco en historias de cómo había sido la previa al recital. Como ese padre culposo que sorprendió a su hija comprándole una entrada. «Papi, quedate tranquilo, me voy a cuidar. Me hiciste feliz con este regalo». O como esa chica que le avisó a su novio que lo acompañaría después de conseguir un ticket. «Amor, sabés que a esta banda me gusta ir solo, porque me engancho con las letras». O esa otra joven que se escapó a pesar de que tenía el rotundo no de su madre. «No me gusta el tipo de gente que va y mucho menos ese lugar», la había advertido. «Te odio mamá», fue la réplica y lo último que hablaron.

Actores de la obra "Un minuto" y familiares y amigos de las victimas de Cromañón posan en la puerta de la Legislatura porteña. Foto: Santiago García DíazActores de la obra «Un minuto» y familiares y amigos de las victimas de Cromañón posan en la puerta de la Legislatura porteña. Foto: Santiago García Díaz

«Un minuto» tocó las fibras más íntimas de los allí presentes -cronista incluido- y ni hablar de los familiares. «Es demoledora, refleja lo sucedido y por un instante me sentí en Cromañón. Hoy, a 20 años, siento que me estoy muriendo de a poquito… Tengo diabetes, ¿cuánto tiempo más puedo luchar? Cada vez tengo menos fuerzas«, reclama Aída Isabel Rodas, mamá del fallecido Abel Rodolfo González.

Exhala profundo Daniel Ranieri, hermano de Silvina, que perdió la vida en Cromañón «Fue dura la obra, más de lo que imaginaba. Me llegó hondo, me perturbó también y me hizo revivir aquella noche del infierno. En un momento cerré los ojos y esa ambientación oscura, con los gritos y las sirenas, fue sin duda como viajar en el tiempo». Se acerca Nilda Gómez, que ya había visto la obra y les pide perdón a familiares desprevenidos: «Es que la obra sacude, es la más real, pero confieso que no es para todo el mundo».

Nilda Gómez (derecha), presidente de la ONG Familias por la Vida, quien motorizó la llegada de la obra "Un minuto" a la Legislatura Porteña. Foto: Santiago García DíazNilda Gómez (derecha), presidente de la ONG Familias por la Vida, quien motorizó la llegada de la obra «Un minuto» a la Legislatura Porteña. Foto: Santiago García Díaz

La recta final de la puesta imagina reencuentros de familiares con víctimas, produciendo otra vuelta de ese nudo que ahora contractura. «Me hubiera gustado poder decirle a mi vieja que no la odiaba para nada». «A mí me hubiera gustado convertirme en madre y haberle dicho te amo a mi novio». «A mí me hubiera gustado poder escuchar la canción completa y que me encontraran antes de que mis pulmones se llenaran de humo».

Uno de los actores rasga las cuerdas de una guitarra y canta junto a una actriz. «Estaba empezando a preguntarme cosas raras / ¿Qué busca la gente cuando uno sólo canta? / Será la necesidad de no sentirse nadie. / Soy uno más de ellos y menos uno en casa. / La vida dibujó una sonrisa en mi cara y en un minuto triste la borró como si nada. /A y de mí, ay de vos, ay de todos… Se trata de un fragmento del tema que compuso León Gieco y que en algunas oportunidades, post Cromañón, interpretó con Fontanet.

Se encienden las luces y los rostros humedecidos de los presentes hablan por sí solos. El aplauso es cerrado, el salón deja de ser la pista de Cromañón y vuelve a llamarse Presidente Perón. «Por los pibes, por los sobrevivientes y por los padres que ya no están», exclaman desde el escenario y hay eco en la platea. Una bandera argentina reza «Los chicos de Cromañón presentes ahora y siempre» y se ven las 194 fotos de los fallecidos.

En la puerta de la Legislatura, sobre la calle Perú, se despiden los familiares, que mastican bronca, impotencia y hartazgo. Pero antes sale el tema de la serie recientemente estrenada. «Fue una ficción muy básica, que representa una mínima parte de lo que pasó. Pero aburre esto de representar una sociedad de sexo, drogas y rock&roll. Ojalá dejen de poner la lupa siempre sobre las víctimas y hagan una película sobre cómo trataron de zafar los políticos responsables», afirman.

«Acá, nosotros no lo queremos a Fontanet, que es el único que sigue lucrando con Cromañón y nuestros muertos. Porque Chabán, que fue el único que pidió perdón, está muerto. Aníbal Ibarra, ex intendente, es un muerto político. (Rafael) Levy, ex dueño de Cromañón, dicen que está fuera del país. Entonces nuestro foco es Fontanet, que en su banda Don Osvaldo tiene al baterista Juano Falcone, que es el nieto de Estela de Carlotto y ahora el grupo es intocable».

Se ponen la mano en la boca para evitar groserías. «Pensar que las primeras misas después de la masacre de Cromañón las daba Bergoglio... Mirá las vueltas de la vida, ahora como Papa se saca una foto con Fontanet y Falcone. ¿Qué favores le estará debiendo el Papa a Carlotto?», se preguntan sarcásticos y ahora sí se despiden. «Nos vemos el jueves», día en el que la Legislatura se debatirá la ley para declarar como vitalicia la asistencia a familiares de víctimas y sobrevivientes.

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