SOCIEDAD
Lo que no se ve en TikTok de los argentinos en Australia: mucho trabajo, poca noche y una cultura muy distinta
En el paraíso se escucha el acento argentino en Byron Bay, en el sudeste de Australia, un lugar que brinda felicidad a sus residentes. Junto a Manly Beach en Sydney y Port Douglas en el norte de Queensland, el sonido argentino resuena en todas partes. La zona está rodeada de una exuberante naturaleza, bosques autóctonos habitados por koalas que, aunque no se ven, están presentes según los carteles que piden conducir con precaución. El clima tropical, un faro de vigilancia y una amplia variedad de impresionantes playas completan el escenario. En el centro bullicioso, los negocios tienen precios elevados y abundan los jóvenes en traje de baño, descalzos, muchos con tablas de surf.
“¡Argentina!”, exclaman dos personas con una amplia sonrisa al cruzarse en la calle y reconocer el acento. Ana, una argentina que trabaja en Cotton On, una tienda de ropa en una de las calles principales, lleva dos años en Australia y no tiene planes de regresar por el momento. Lo mismo sucede con Marco, María José, Segundo, Martín, Jessica de Morón, quien lleva cuatro años allí, o Florencia de Tres Arroyos, que llegó hace poco tiempo. Todos ellos solicitaron la visa working & holiday, disponible para personas de hasta 30 años, que permite permanecer legalmente en el país y trabajar (o no) en diversos sectores. Byron Bay es un verdadero paraíso argentino, pero hay otros lugares así en Australia, un país que según el último censo cuenta con 21 mil argentinos en 2022, aunque se estima que la cifra real es mucho mayor.
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La precisión de las estadísticas resulta complicada, según admiten desde el consulado, debido a que muchos argentinos optan por solicitar la visa “working” con pasaporte europeo, en su mayoría italiano, que ofrece ciertas ventajas adicionales. A pesar de esto, y considerando los límites establecidos por país, Argentina se encuentra entre los cinco principales en solicitudes y concesiones de visas, mostrando un marcado aumento postpandemia.
Entre junio de 2022 y 2023, Argentina ocupó el cuarto lugar en cantidad de solicitudes presentadas, con un incremento de casi el 70%, que se eleva al 110% entre los solicitantes por primera vez. Asimismo, se posiciona en tercer lugar en cuanto a visas otorgadas en el mismo período, con un aumento del 80%. Es importante destacar que durante la pandemia hubo una disminución significativa para todos los países que más solicitudes de estadía reciben: Indonesia, China, Estados Unidos, Vietnam, Chile y Argentina.
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Quizás se deba a la distancia, a las catorce horas de diferencia o a que este país británico en Oceanía se mantiene un tanto alejado del foco. Sin embargo, esta migración joven no recibe tanta atención mediática como la migración algo más madura, con hijos, que eligió España, con muchos optando por Valencia recientemente. Los jóvenes (muchas chicas solas o con amigas) que llegaron a Australia con la visa working holiday muestran su alegría en videos de TikTok que se convirtieron en una suerte de meme. Algunos de ellos se sienten un tanto cansados de esa imagen que, a su pesar, contribuyeron a crear. “Esa no es la realidad”, comenta Marco Ciaponi, quien trabaja sirviendo tragos en el bar de una elegante resort en Byron. “Es frustrante porque esos videos transmiten cosas que no son tan simples: sí, la experiencia es positiva y el país es hermoso, pero también implica trabajar, adaptarse y comprender cómo organizarse en una cultura muy diferente”.
Florencia coincide. Llegó en mayo con muchas expectativas. Tiene 26 años, se recibió de abogada en La Plata y, antes de profundizar en su carrera, sintió que era el momento de viajar. “Creo que idealizamos mucho —dice—. Se romantiza mucho la idea de irse del país y hay mucha información errónea, como las típicas notas que dicen: ‘en dos días de trabajo te comprás un iPhone’. Bueno, no es así. El costo de vida es elevado. Y la idea de que todo es rápido y fácil al llegar no es cierta”. Hace media hora que terminó su turno de trabajo en el hotel. Es mediodía en Byron Bay y el calor aprieta. Pasará la tarde en la playa, surfeando. “El otro día, entre delfines —cuenta—. Decíamos: mirá, dónde estamos viviendo, y esta mañana fui a servir mesas”.
Lejos de la imagen que pueden proyectar las redes sociales, estos jóvenes argentinos no son precisamente recolectores de kiwis desesperados por salir de Argentina, sino jóvenes de clase media, formados, con ganas y la posibilidad de conocer otras realidades que decidieron experimentar. Hablar con ellos en Byron, o en la playa Manly de Sidney, llena de mates y tablas, o en algún café de Port Douglas, revela un grupo contento con su decisión y, sin idealizaciones, con ganas de quedarse.
Florencia Aristegui (Instagram)
¿Por qué se fueron y por qué eligieron Australia? ¿Qué ventajas y desventajas encontraron en esta nueva vida? ¿Cómo los reciben los australianos? ¿Se adaptan? ¿Qué costumbres de esta cultura tan distinta les resultan más difíciles? ¿Se sienten a veces discriminados? ¿Qué impacto tiene la enorme distancia de sus seres queridos?
En los discursos comunes se establece que el costo de vida es alto, pero hay trabajo y se gana bien. Con la visa working holiday, con la que llegó la mayoría, pueden elegir entre varios sectores laborales, e incluso optar por no trabajar. Aquellos que trabajan ganan entre 30 y 40 dólares por hora; lo que les permite ganar alrededor de 5 mil al mes. Con eso les alcanza para pagar el alquiler, mantenerse y ahorrar.
“Me sobra”, dice Martín, que es ingeniero agrónomo y estuvo trabajando en el campo, mientras sirve mesas en el Balcony, un restaurante clásico del centro de Byron, para aumentar sus ingresos durante la temporada de verano. Su plan es revalidar su título; ya inició el trámite para convertir la working holiday en visa de estudiante, lo que le permitirá estudiar y extender su residencia legal.
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María es una rubia sonriente y pecosa. Un descuido con el protector solar le dejó la piel pelada en los hombros y el rostro. Cuando termina su jornada laboral en un restaurante de Suffolk, un barrio de Byron con un aire de pueblo, se dirige a alguna de las muchas playas. Llegó con una visa de estudiante para formarse como chef y muestra orgullosa los currys que prepara ella misma. Mientras tanto, afuera, un grupo de jóvenes mantiene una animada conversación, con bromas aquí y allá. María lleva más de dos años en Australia y no tiene intenciones de mudarse. “Mirá esto”, dice como única respuesta. También menciona que en Australia, un país que no se destaca por su gastronomía propia, hay demanda de chefs. Otros rubros se van sumando: por ejemplo, mecánicos, donde escasean. Cuentan que si tu auto tiene una falla, puedes pasar meses en lista de espera para ser atendido.
Jessica no tenía idea de que existía la working holiday hasta que llegó a España, donde vivió dos años. Allí muchos habían viajado con esa visa. Lleva cuatro años en Australia porque “es hermoso. La estabilidad que tiene no está en España. Si trabajás, ganás como para pagar el alquiler y en un mes si querés te comprás un iPhone, una MacBook. O, en dos o tres meses, un auto. Eso en Argentina es impensado. Y da para ahorrar”, dice.
Su historia, como muchas otras, combina distintos permisos de estadía y residencia. Llegó con la working holiday, trabajó en una granja, luego aplicó para la segunda working cuando llegó el covid. Hizo una student pero como no podía salir del país con la pandemia, y estaba de novia con un chico australiano, aplicó a la visa de pareja, con la que está ahora. Con esa visa, la pareja australiana funciona como sponsor del extranjero, teniendo que demostrar que se trata de una pareja real: no es necesario casarse. Ahora está en camino hacia la residencia permanente que le permitiría finalmente aplicar a la ciudadanía.
Jessica Mendik. (Foto: Instagram)
“Se extraña un poco, obvio, pero se vive bien, esto es un paraíso. Un paraíso de vida simple: vivimos en la naturaleza. Eso garpa mucho. Por eso estamos acá: los sudamericanos sabemos lo que es bueno, no somos boludos”, se ríe Nacho, oriundo de Paysandú, Uruguay. “Y se nota que la gente está contenta, se transmite en la calle eso y está muy bueno. Igual, algo que aprendí en la pandemia es que no es el lugar lo que te va a hacer feliz, sino cómo vos te lo tomés. Entendí que no era Australia lo que me hacía feliz sino cómo yo estaba tomándome la vida acá. Podés tomarte la vida working holiday en cualquier lado: es un modo de vida. Y podés quedarte y trabajar en la oficina, como hacía yo. No es el lugar, sino cómo te lo tomes”.
Y depende mucho de la experiencia que tengas. Acota Majo, chilena de cabello oscuro y ascendencia mapuche que lleva ya unos años recorriendo el país. “Para mí Australia es lindo, es hermoso y a la vez es durísimo, porque tenés que estar tomando decisiones constantemente, partir de cero, en cada movimiento. Hay mucha incertidumbre, miedo de ir a lo desconocido. Ante cada cambio hay que buscar trabajo, casa, comunidad, eso implica mucha energía. Tenés que estar muy enfocada, hay emoción, sí, pero también hay que estar en acción constante”.
“Es que llevamos una vida súper nómade”, suma Florencia. “Según la temporada, tres meses en un lugar, cuatro en otro, y cada vez que llegás a un lugar nuevo implica amigos nuevos, buscar casa, buscar trabajo y empezar de cero. Laburar mucho es una opción, pero todo lo demás hay que conseguirlo. La plata está, pero tenés que laburarla. Eso es algo muy de los latinos, también: a veces tengo que decirme a mi misma pará, no necesitás agarrar todas las horas, trabajar todos los días”.
Majo, Nacho, Jessica, Florencia. Argentinos, y una chilena, viviendo la experiencia australiana, entre trabajo, playa y naturaleza.
Comunidad. La razón por la que un lugar como Byron Bay está tan lleno de argentinos. O al revés. “Buscamos la comunidad”, dice Jessica de manera insuperable “Encontramos en nuestros compañeros esa familia que dejamos y nos apoyamos mutuamente. El estar viviendo en un pueblo que es bastante latino, con una comunidad grande, hace que todo sea más fácil. Se habla español en todas partes”.
Segundo Hunter, de 26 años y oriundo de San Isidro, hincha de Boca, fue motivado por el sueño de asistir al Mundial de fútbol a llegar a Australia en 2019 por primera vez, como turista por tres meses, regresando a finales de 2022. “Trabajé seis meses, a veces catorce horas por día, porque se paga por hora, y así me pagué el mundial”. Llegó con mil dólares en el bolsillo y sin teléfono, ya que se lo habían robado el día anterior al viajar al Quilmes Rock. “Trabajé muchas horas pero la playa es gratis —dice—. Ahora hago un turno en este hotel, practico inglés. Me gustaría volver en algún momento, pero cada vez es más difícil irse, y somos muchos: vivo en un país de habla inglesa pero sólo hablo inglés en el trabajo. Estuve una temporada en el Sheraton de Port Douglas: de 200 empleados, 120 éramos argentinos. Era un planazo ir a trabajar”.
Se puso de novio con una argentina y están, como muchos, extendiendo sus visas. Valora la multiculturalidad del país que lo acoge, y está contento con su cambio de vida: “Se aprovecha más el día. Ahora tomo café con leche vegetal, como más sano. Me levanto temprano y a las 7 estamos cenando. En Buenos Aires salía todos los días y me levantaba con resaca. Acá voy a la playa al amanecer, me rodea la naturaleza, y la idea de volver se va posponiendo”.
Segundo Hunter, 26 años, es de San Isidro y llegó a Australia persiguiendo el sueño del mundial de fútbol.
Marco Ciaponi, de 24 años y proveniente de Pilar, también experimentó cambios en sus costumbres al mudarse a Australia. Dejó de usar Instagram porque no soportaba ver a sus amigos disfrutando de fiestas, asados y partidos de fútbol a los que él no podía asistir. Dejó de consumir alcohol y tabaco, y ahora se acuesta temprano. Practica surf y maneja un auto con el volante a la derecha. Llegó un poco desorientado como turista, motivado por la comunidad de Argentinos en Australia en Facebook, y trabajó informalmente en la construcción. “Perdí dinero trabajando informalmente, pero el país me fascinó”, dice. “A pesar de los errores iniciales, fue una experiencia de independencia total que no se vive en Argentina. Hay oportunidades laborales, aunque en verano disminuyen; actualmente pago 250 dólares de alquiler y me sobra dinero. Puedo ahorrar, aunque el tema del alojamiento es costoso y complicado. Todos los días disfruto de playas con agua transparente y surfeo con delfines”.
Aunque sus padres residen en Valencia, mudarse cerca de ellos es una posibilidad futura; sin embargo, por ahora prefiere permanecer en Australia. Forma parte del grupo de WhatsApp La Latin, en Byron Bay, donde se comparten ofertas laborales y datos útiles, aunque también se advierte sobre posibles estafas. “¿Discriminación? A veces, si vas a surfear a lugares que son frecuentados por locales, no les agrada. Los locales son muy dedicados al surf. Sin embargo, también hay latinos que tienen dificultades para adaptarse; organizan fiestas y no cuidan el entorno. Aquí, si arrojas basura en la calle, te lo hacen notar”.
“Yo siento que sí existe discriminación”, dice Florencia. “Al principio vivimos en un camping y nos pidieron que nos fuéramos por ‘disturbios’. Los disturbios eran simplemente juntarnos a cenar. Creo que los latinos tendemos a compartir momentos alrededor de la comida. Sin embargo, a los locales no les agrada esto; son una sociedad muy tranquila que cena temprano. Pero bueno, sucede en todas partes”.
Marco, feliz de estar en Australia. (Foto: Instagram).
“Yo discrepo con Florencia”, comenta Jessica. “Tuve experiencias muy positivas y he notado que existen espacios más abiertos a la diversidad cultural donde se pueden producir tensiones debido a las diferentes culturas. Durante un viaje en bicicleta de tres meses, la gente me ofrecía alojamiento sin esperar nada a cambio; me invitaron a cenar e incluso me regalaron la comida, y eran australianos. Mi acento extranjero al hablar inglés es evidente para ellos. Tuve muchas experiencias como estas. Creo que es importante adaptarse ya que somos visitantes. Ahora que tengo un horario más acorde al estilo de vida australiano, cuando escucho a latinos causando disturbios alzaría la voz y les recordaría que están en una cultura totalmente diferente; incluso si no es fin de semana, deben respetar las normas locales o podrían llamar a la policía”.
-Te integraste a la cultura australiana.
-Me adapté. Me levanto a las 6 de la mañana y sigo su horario porque soy la que está fuera de su entorno habitual. Traer las costumbres y tradiciones de mi país puede resultar chocante.
-¿Qué piensan cuando ven noticias sobre Argentina?
-¿Noticias? No seguimos… ¿hay noticias? —risas—.Es algo que dejamos de hacer por nuestra salud mental, dice Jessica. Cuando visito Argentina y veo a mi hermana viendo las noticias, siento que es abrumador consumir constantemente esa realidad tan intensa.
-Nos dimos cuenta de que no existe una única verdad -comenta Nacho- Y ahora decidimos buscar nuestra propia verdad.
-Y conocer otras realidades -agrega Jessica- Estar en otro país nos permite interactuar con personas diferentes y observar cómo otros países son gobernados; esto nos hace sentir que al final.
SOCIEDAD
El mayor misterio de Penny en The Big Bang Theory nunca se ha resuelto, pero algunos fans tienen una buena teoría
Han pasado más de cinco años desde que dijimos adiós a The Big Bang Theory pero la sitcom sigue siendo una de las series de más éxito en televisión. Y no es para menos, a lo largo de 12 temporadas y 279 episodios tuvimos momentos de sobra para pasar un buen rato frente a la pequeña pantalla, y bastantes de ellos siguen siendo bastante divertidos con multitud de referencias. Pero a pesar de todos esos capítulos, en ninguno de ellos se revela el apellido de Penny.
Puede parecer un tema trivial, pero teniendo en cuenta la insistencia en decirnos los apellidos del resto de protagonistas del programa, a algunos fans no les tardó en entrar una curiosidad que nunca fue resuelta ni delante ni detrás de cámaras. No tiene por tanto ningún apellido canónico, pero eso no quiere decir que haya habido teorías entre los fans. Una de ellas apuntaba a Teller, con muy buen ojo, pero fue desmentida tras viralizarse en redes sociales hace ya varios años.
El desliz con una caja de reparto
¿De dónde vino el rumor? Si ves a máxima resolución el 2×18 (El nano-cúmulo de las canciones para trabajar), lo detienes en el minuto 2:55, y haces zoom, igual te topas con el apellido de Teller impreso sobre una etiqueta de envío en una caja de reparto con la que Penny está trasteando. Hace falta la vista de un lince para verlo, pero alguien lo descubrió, lo compartió en redes sociales y Steve Molaro, productor ejecutivo de The Big Bang Theory, tuvo que salir a desmentirlo.
«El equipo de utilería tuvo que etiquetarlo y resultó que lo grabaron, pero esto no fue algo autorizado. Ni lo escribimos ni lo pusimos ahí a propósito. Tenía garantías de que no iba a verse, que desde el departamento de utilería solo lo necesitaban para darle forma. Pero que su apellido sea Teller no es para nada canónico. Lo canónico es que no tiene. Nunca vamos a darle uno». Vía TVLine
La teoría de Wyatt como apellido
Pero el desliz con esta caja no es el único que quizás han tenido los responsables de la serie. Otra teoría bastante buena apunta a Wyatt como el verdadero apellido de Penny tal y como recogen desde MoviePilot. El origen de esta teoría se halla en el 2×15 (La capacidad maternal), donde Penny conoce por primera vez a la madre de Leonard, Beverly, y le habla de su infancia y menciona brevemente el nombre de Bob para referirse a su padre. Pero dos temporadas más tarde, en el 4×09 (La complejidad del novio), le conocemos en persona usando el nombre de Wyatt y muchos fans creen que ese es su apellido, solo que prefiere que lo llamen así. De esta forma, Penny Wyatt sería el nombre y apellido de este personaje.
Es igualmente probable, por supuesto, que los guionistas de TBBT se olvidaran del nombre de Bob. O que Penny, simplemente, se inventara un nombre para esta charla. Sea como fuere, en la novena temporada se casó con Leonard y tomó su apellido, Hofstadter. Quién sabe si algún día se revelará este gran misterio.
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SOCIEDAD
Google se lanza a la carrera por los robots con la mirada puesta en los humanoides
“El próximo gran salto de la humanidad serán los robots humanoides”, afirma Rev Lebaredian, vicepresidente de Omniverso y Tecnología de Simulación en el gigante informático Nvidia. El trampolín para ese salto, previsto como uno de los avances disruptivos de los próximos años, ya está aquí y Google acaba de sumarse a la carrera al anunciar Gemini Robotics, el desarrollo de su modelo de inteligencia artificial (IA) para máquinas, para robots tanto industriales como humanoides, y que ha puesto a disposición de los grandes de la industria, como Apptronik, Agile Robots, Agility Robots, Boston Dynamics y Enchanted Tools, para que lo pongan a prueba.
Los robots hasta ahora eran mecanismos articulados “ciegos y tontos”, como describe Lebaredian los antiguos modelos, diseñados para realizar tareas repetitivas, pero incapaces de aprender, de desarrollarse en escenarios desconocidos y obrar en consecuencia.
Para Dennis Hong, fundador de RoMeLa, “el futuro es que los robots puedan ejecutar cualquier cosa que un humano pueda hacer”. Pero para actuar como una persona necesitan un cerebro que les permita entender, aprender, percibir y actuar. Y esa mente es la IA fundamentada en grandes modelos de lenguaje (LLM, por sus siglas en inglés), la inteligencia artificial capaz de desarrollar las máquinas hasta su última expresión: los androides, los robots con apariencia y comportamientos similares a los humanos capaces de desenvolverse en un mundo desarrollado por y para las personas.
Los robots con la inteligencia artificial de Google aún no muestran en las pruebas de laboratorio habilidades tan complejas como Figure 01, el prototipo más cercano al humanoide que la ciencia ficción había anticipado y respaldado por Open AI, Nvidia y Jeff Bezos, fundador de Amazon.
Pero los dotados con Gemini Robotics se acercan mucho tras el cambio de rumbo adoptado en 2024. “El año pasado”, según explica Carolina Parada, directora de ingeniería en Google DeepMind Robotics y de origen venezolano, “decidimos tomar un nuevo desafío y centrarnos en enseñar a los robots a realizar tareas complejas de manipulación fina, como las que hacemos al atarnos los cordones de los zapatos, a partir de datos del mundo real y de simulación para aprender”.
De ese reto ha surgido Gemini Robotics, el modelo de IA destinado al desarrollo de robots de propósito general (humanoides). “Para esto, se necesitan que sean realmente útiles, que te entiendan, que comprendan el mundo que te rodea y, luego, ser capaces de actuar de forma segura, interactivamente y con habilidad”, precisa Parada.
Las pruebas de laboratorio mostradas, donde los robots, a partir de comandos de voz, recogen y guardan objetos en recipientes específicos descritos solo por su color y que van cambiando de sitio, pueden parecer simples, pero para un robot es muy difícil. En este sentido, Kanisha Rao, compañero de Parada en DeepMind, precisa que los robots, “funcionan bien en escenarios que han experimentado antes, pero fallan en los desconocidos”.
De esta forma, según explica Rao, durante las pruebas se ha llevado las máquinas a situaciones donde los objetos que tienen que identificar y manipular cambian de color, los entornos se modifican y la IA responde a órdenes de acciones inéditas para la máquina o sobre objetos que desconocía, como encestar una pelota de baloncesto de juguete sin haber conocido antes qué es este deporte.
Para conseguir estas destrezas, según explica Parada, la IA del robot tiene que entender el leguaje natural, “comprender el mundo físico con mucho detalle” y, según añade Vikas Sindhwani, investigador científico en el equipo de robótica de Google DeepMind, actuar de forma segura a través de “evaluaciones de las propiedades de la escena y las consecuencias de realizar una determinada acción”.
El camino de la seguridad está aún abierto. Sindhwani afirma que han conseguido que los robots tengan una amplia “comprensión” de este concepto a partir de los datos tanto reales como simulados de los que se alimenta su IA, pero siguen ajustando para “permitir tareas cada vez más interactivas y colaborativas” sin riesgos y cumplir las tres reglas de Isaac Asimov: un robot no debe dañar a un humano por acción u omisión; debe obedecer órdenes humanas, a menos que esté en conflicto con la primera ley; y debe proteger su propia existencia, a menos que entre en conflicto con la primera o segunda ley.
El concepto global del nuevo paso de Google a la robotización es el traslado de lo conseguido en el mundo digital, con el desarrollo de agentes (asistentes) cada vez más sofisticados al entorno físico. “En DeepMind, hemos estado progresando en la forma en que nuestros modelos Gemini resuelven problemas complejos a través del razonamiento multimodal a partir de textos, imágenes, audios y videos. Hasta ahora, sin embargo, esas habilidades se han limitado en gran medida al ámbito digital. Para que la IA sea útil para las personas en el ámbito físico, tienen que demostrar un razonamiento “embodied”, la capacidad humana para comprender y reaccionar ante el mundo que nos rodea”, explica Parada.
Los dos modelos de IA de Google para la robotización son el VLA (visión-lenguaje-acción), construido a partir de Gemini 2.0 y al que se le incorporaron acciones físicas, y el ER (embodied reasoning), con habilidades de razonamiento.
Estas herramientas son el camino para la utilidad real, que Parada resume: “Los modelos de IA para robótica necesitan tres cualidades principales: tienen que ser generales, es decir, que sean capaces de adaptarse a diferentes situaciones; tienen que ser interactivos, lo que significa que pueden entender y responder rápidamente a instrucciones o cambios en su entorno; y tienen que tener destreza, lo que significa que pueden hacer el tipo de cosas que las personas generalmente pueden hacer con sus manos y dedos, como manipular objetos cuidadosamente”.
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Todo sobre los nuevos LEGO de Bluey – Nintenderos
Hoy traemos noticias para los fans de Bluey dado que las empresas LEGO y BBC Studios nos han traído una gran colaboración con la famosa serie de animación Bluey. Esta colaboración traerá con ella 6 nuevos sets en los que podremos vivir aventuras junto a la familia Heeler, tanto los más peques como los no tan peques podrán divertirse dado que esta colaboración estará formada por 2 sets LEGO DUPLO y cuatro sets para mayores de 5 años, estos sets y sus respectivos precios serán los siguientes:
- LEGO DUPLO Bluey Excursión a la Heladería con Bluey – 29,99 €
- LEGO DUPLO Bluey: Casa Familiar de Bluey con Juego de Memoria – 69,99 €
- LEGO Bluey: Casa Familiar de Bluey – 69,99 €
- LEGO Bluey: Excursión Familiar a la Playa de Bluey – 29,99 €
- LEGO Bluey: Diversión en el Parque de Juegos con Bluey y Chloe – 19,99 €
- LEGO Bluey: Bluey Tea Party – 3,99 €
El set Bluey: Casa Familiar de Bluey con Juego de Memoria invitará a los más pequeños a mejorar su memoria mientras juegan y se divierten junto a sus personajes favoritos y además de montar la casa de la familia Heeler los jugadores podrán divertirse jugando con una ruleta en la que deberán emparejar figuras y objetos. Aparte la aventura no acabará aquí porque gracias a los demás sets los más pequeños podrán liberar su imaginación creando sus propias historias en el universo de dicha serie junto a sus personajes favoritos. Los sets saldrán el 1 de junio de 2025.
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