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Suena otra alarma en la Rosada: las seis provincias del Litoral se abroquelan para discutir planes y recursos

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CORRIENTES.- Los gobernadores de las seis provincias que conforman el Litoral Norte del país firmaron hoy en la ciudad correntina de Bella Vista un “pacto histórico”: el acta de constitución de un bloque regional que busca no sólo reafirmar los valores del federalismo y la integración, sino terciar en las discusiones para conseguir las inversiones necesarias para alcanzar el desarrollo de los pueblos de cada una de las provincias que lo integran.

Por ello, según se desprende del acta rubricada esta tarde, la ciudad de Santa Fe será sede, en octubre, del acto con el que suscribirán un tratado interprovincial o “tratado de integración regional”, que fijará las metas del bloque, que pasará luego por las respectivas legislaturas provinciales y por el Congreso nacional, según establece la Constitución.

Todo ello se decidió esta tarde a orillas del río Paraná, en la ciudad de Bella Vista, distante unos 150 kilómetros de la capital provincial. Allí el gobernador de Corrientes, Gustavo Valdés, fue anfitrión de la firma a la que asistieron también los mandatarios de Chaco, Leandro Zdero; de Santa Fe, Maximiliano Pullaro; de Misiones, Hugo Passalacqua; de Entre Ríos, Rogelio Frigerio; y de Formosa, Gildo Insfrán.

“Que hoy estemos acá confirma la inquebrantable voluntad de marchar juntos”, afirmó Valdés y aseguró que el objetivo es “reconfigurar una Patria más justa para nuestros pueblos”.

Los gobernadores fueron acompañados por funcionarios de las seis provincias de Litoral

Esa idea se desprende del acta, que señala asimismo que los gobiernos de las seis provincias asumen “el compromiso de avanzar con la integración de nuestros territorios, con el objetivo fundamental de trabajar denodadamente junto a las provincias hermanas del Litoral, a fin de articular el desarrollo de la Región Litoral, que se conforma en el día de la fecha para gestar un proceso exitoso en beneficio de la comunidad toda”.

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Por consecuencia, buscan “reafirmar el federalismo mediante la consolidación de la integración regional de nuestro territorio, conforme a los artículos 121, 124 y 125 de la Constitución Nacional, que otorgan a las provincias la facultad para crear regiones con el objeto de alcanzar su desarrollo económico y social, y de establecer órganos de funcionamiento para el cumplimiento de dichos fines”.

El documento reconoce que las “provincias comparten vínculos históricos, geográficos, económicos, sociales, culturales comunes y una firme decisión de impulsar la creación la Región Litoral, para el desarrollo de proyectos y acciones conjuntas que permitan incrementar la producción, el comercio, la conectividad y la mejor calidad de vida de los pueblos”.

En el mismo acto, propusieron designar un funcionario representante por cada provincia para integrar la Mesa de Coordinación, que tendrá la tarea de llevar adelante las acciones necesarias para el cumplimiento de los fines propuestos en esta declaración. La primera de ellas será la reunión de octubre en Santa Fe.

Al hacer uso de la palabra, Valdés sostuvo que “después de mucho tiempo de trabajar, hoy vemos la necesidad las provincias argentinas y fundamentalmente las del Litoral, que tenemos que reunirnos nuevamente para reconfigurar a nuestra Patria, para constituir una zona de trabajo común y darle un nuevo impulso a esta Argentina que necesita transformarse, reformarse, pero sobre todo para que sea más justa con los ciudadanos del interior y que no tengamos que estar emigrando hacia otros destinos para buscar un futuro mejor”.

Pullaro, por su parte, enfatizó en una “agenda que defienda el trabajo, la producción, el futuro y el federalismo”. “Nosotros creemos profundamente en un Gobierno y en un Estado Federal”, aseguró. “Pero es muy importante en los tiempos que corren en nuestro país y en el mundo, que los Estados podamos empezar a encontrar temas comunes para de esa manera llevar adelante políticas que nos permitan fundamentalmente desarrollarnos”, destacó.

Gildo Insfrán, Rogelio Frigerio y el vicegobernador correntino Pedro Braillard Poccard

“No les voy a hablar de federalismo, solamente decirle que vamos a defender al Litoral”, resaltó el formoseño Insfrán. “Porque, por ejemplo, el puerto de Buenos Aires nunca nos miró y en este momento peor: ni nos mira”, sostuvo. “Nosotros no existimos para ellos. El país termina, como solemos decir en el interior, en la General Paz”, sostuvo.

El gobernador de Misiones, Hugo Passalacqua manifestó su propósito de este encuentro que es “consolidar el federalismo” sin “las descalificaciones que existen entre los políticos. Estamos en un país que hace muchos años está en tensión, en fricción, con diatribas y desencuentros”. Sin embargo “hoy estamos aquí seis gobernadores de varios colores políticos y que no nos interesa nuestra procedencia desde el punto de vista partidario, sino que nos une un territorio y una historia”, resaltó.

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El entrerriano Frigerio aseguró que “la conformación de esta región y de otras regiones en línea con el mandato constitucional, nos hace más fuertes en la pelea de algunas cuestiones básicas”, como por ejemplo a la vera del río, “la hidrovía del Paraná, ya que no pueden tomarse decisiones en términos de la hidrovía sin el acuerdo, el consejo, el conocimiento que tienen estas provincias, no debe ser así, en esta pelea quedamos muchas veces en solitario y a partir de hoy, a partir de esta fecha histórica, la vamos a dar entre todos”.

Además, el chaqueño Zdero indicó “este pacto que seguramente será histórico si tenemos la capacidad de trabajar juntos, es justamente el norte que marcarán las acciones de ahora en más”. “Los problemas comunes de la Argentina profunda, tienen que ser expresados desde la posibilidad concreta de ir resolviéndolos y creo que hoy más que nunca la ratificación de este pacto viene a expresar eso, la voluntad política, el entendimiento, el esfuerzo compartido porque siempre lo digo: no hay posibilidad de salir adelante si los argentinos seguimos mirándonos de reojo”.

Este encuentro se terminó de cerrar hace diez días, cuando casi todos los gobernadores del país se reunieron en Buenos Aires para renovar autoridades del Consejo Federal de Inversiones (CFI). En esa ocasión, los 22 gobernadores que forman parte del Consejo decidieron, por unanimidad, la continuidad de Ignacio Lamothe.

Allí Valdés habló en persona con sus pares y les propuso fecha y lugar. Días más tarde siguieron las conversaciones, y de allí LA NACION supo que la reunión que pretendía ser de cuatro gobernadores se amplió a seis, con la confirmación primero de Insfrán y luego de Passalacqua, lo cual robusteció el planteo y el simbolismo de la foto de familia regional, donde conviven expresiones provinciales, el PRO, radicales y peronistas.

No obstante, la iniciativa de conjunto con las provincias vecinas de Corrientes no es nueva. Ni en la historia ni en lo que va del año. En febrero Valdés y Zdero se reunieron para planificar acciones conjuntas con la Universidad del Nordeste. En mayo firmaron un convenio de adhesión al programa Munigestión que hace más de 25 años se impulsa desde la Universidad Nacional del Litoral en alianza con la Universidad Nacional de Rosario. Hace poco más de un mes, el 15 de agosto, Valdés y Pullaro fueron hasta Puerto Ocampo. Inauguraron obras vitales para el hermanamiento de las ciudades de Bella Vista (Corrientes) y Villa Ocampo (Santa Fe) y allí mismo firmaron el acta de compromiso para la creación de la Región Litoral que dio su primer paso hoy.

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La colección más vendida, amada y leída por varias generaciones de argentinos

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Fue tan modesto como su propio nombre, pero dejó una siembra que transformó en lectores consecuentes a varias generaciones de argentinos, quienes gracias a su imaginación creativa y a su olfato popular como editor supieron ser parte de un abanico de consumidores de literatura de todos los géneros posibles en la antigua plataforma del “libro papel”. Supo aprovechar aquel tiempo, que en un momento pareció eterno, en el cual la vida no pasaba por las pantallas y en cambio quedaba fijada para siempre en las retinas y podía ser recreada en la memoria, como de hecho lo era.

Se llamaba Modesto Ederra, vivió hasta los 102 años, y el 23 de diciembre se está cumplen dos décadas de su muerte, que pasó casi sin registro en el universo mediático de las infancias, adolescencias y juventudes de hoy. a cuyos padres, tíos y abuelos, este hombre casi anónimo, sin embargo, supo seducir con inolvidables historias de aventureros, héroes mitológicos, adolescentes enamoradas, familias inspiradoras, piratas indómitos o exploradores de un futuro inimaginable por entonces, como llegar a la Luna o explorar las profundidades marinas en naves intrépidas con monstruos calamitosos al acecho.

Su nombre será necesario repetirlo una y otra vez para desafiar al “¿quién?” impertinente de la mayoría que escuche mencionarlo. Modesto Ederra había nacido en Bahía Blanca cuando el siglo XX era un recién llegado y el mundo era otro: ni siquiera conocía el rugir de los cañones de dos de las guerras más crueles que ensangrentaron a la Humanidad. Hijo de inmigrantes vascos, Modesto viajó a Buenos Aires con la idea de alistarse en la Marina para tener un ingreso fijo, pero no pudo hacerlo y, en cambio, miró el mapa para encontrar una tierra de oportunidades. La meca del poder naciente le indicó que su búsqueda tenía como destino Nueva York, aquellas comarcas frías y riesgosas, ideales para inmigrantes con ambición, donde estaría cuatro años, entre 1923 y 1926: llegó cuando el boxeador Luis Angel Firpo brillaba y daba ese martillazo que casi lo vuelve campeón ante el inmenso Jack Dempsey, y volvió cuando “El Toro Salvaje de las Pampas” ya no buscaba la gloria sino sumar dólares en su cuenta bancaria. El temperamento indómito de ambos los asemejaría, aunque no se conocieran. Firpo anduvo por cuanto ring le significara dinero fresco y abundante y Ederra estudiaría economía en la New York University y en el City College de la misma ciudad.

En 1928, de regreso en Buenos Aires, Ederra conseguiría empleo en Acme Agency, una pequeña empresa fundada al comenzar los años 20 por el estadounidense Charles Harris, encargado de la distribución local de revistas anglosajonas y publicaciones técnicas, especializadas en menesteres varios, a modo de lo que hoy serían los tutoriales de Internet. Apenas nichos de mercado entonces con escasas posibilidades de proyección: era una editorial que languidecía desde su fundación en un rincón perdido del sur porteño, en Barracas, donde la vida transcurría morosamente y el emprendimiento no prosperaba como el inversor había pensado. Un buen día, cansando de esperar un despegue que nunca llegaba, y con sospechas de que Argentina no tendría un buen clima de negocios en los venideros años 40, Harris decidió irse del país y liquidar su sueño breve al mejor postor. Y Modesto pasaría a ser el dueño.

A finales de los años 30. las carencias, barreras comerciales y consecuencias de todo tipo que vendrían con la guerra, trabarían la vida comercial en Europa y Estados Unidos. Y sus coletazos llegarían al país. Acme ya tenía otras colecciones que fueron apuntalando el camino y dándole un lugar en el mercado editorial, facilitado por Amadeo Bois quien había editado títulos como David Copperfield y Robin Hood, entre otros. Al terminar un contrato, heredado de la administración Harris, Bois pasó a ser parte de Acme Agency. Nacía una sociedad próspera entre un editor que quería probarse y un distribuidor que conocía el oficio.

Estudiosos como Carlos Abraham, profesor y licenciado en Letras por la Universidad Nacional de La Plata, y el periodista y escritor José Montero, siguieron en detalle el fenómeno que desembocaría en la creación de la colección más amada, leída y vendida del mercado argentino y latinoamericano. Los famosos libros de tapas amarillas, con ilustraciones de portada que le dieron ese estilo inconfundible de Pablo Pereyra, “El Indio”, formado en la Academia Nacional de Bellas Artes. También pasaron por la editorial escritores como Juan Carlos Onetti, quien sería uno de los tantos traductores. María Granata y Héctor Germán Oesterheld, entre otros.

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Entre 1943 y 1986, llegaron a editarse unos 240 libros, de autores notables y exitosos, aunque las reimpresiones continuaron hasta 1992. Clarín incorporó una parte de la obra a los históricos coleccionables cuando éstos atravesaban su época de oro. Lo hizo en dos formatos. Quince libros reproducidos tal y cómo fueron editados en las versiones originales, todos clásicos. Cuentos de Navidad (Charles Dickens), Robin Hood (leyenda inglesa), Mujercitas (Louise May Alcott), Los Tigres de la Malasia (Emilio Salgari), Corazón (Edmundo De Amicis), Robinson Crusoe (Daniel Defoe), Juvenilia (Miguel Cané), El llamado de la Selva (Jack London). Aventuras de Tom Sawyer (Mark Twain), El Mago de Oz (Frank Baum), Azabache (Anna Sewell), El Mundo Perdido (Arthur Conan Doyle), Sandokan (Emilio Salgari), Cinco semanas en Globo (Julio Verne), El Corsario Negro (Emilio Salgari). Luego sobrevino una segunda tirada, en formato más amigable, con los dibujos originales ya a a modo de pequeña viñeta con el clásico fondo de las tapas amarillos, sello inconfundible.

Según Abraham, se puede resumir la colección en tres etapas. La primera, de 1943 a 1953, período de asentamiento y de la integración de sus grandes temáticas. La segunda, entre 1953 y 1966, el ciclo de esplendor. La tercera, de 1967 en adelante, marcó el comienzo del declive, ante cambios tecnológicos y cierto estancamiento en la oferta. La inclusión de nuevas obras se volvió cada vez más esporádica. El libro que abrió aquel colectivo fue Mujercitas y la despedida la daría Peter Pan, quizá no casualmente la metáfora sobre la resistencia a la inevitable clausura de la infancia en el reino del “Nunca Jamás”.

“Robin Hood” fue abierta a todo tipo de consumidores: estamos hablando de una de las colecciones de literatura para chicos y jóvenes más importantes del siglo XX en habla hispana, que durante medio siglo nos permitió el placer de leer y de aprender a amar los libros. Aquellos libros con los que viajábamos por el mundo sin movernos de casa o de la escuela. Peleábamos como piratas bravíos contra autócratas injustos, nos perdíamos en las profundidades de la selva o en el fondo del mar, nos enamorábamos por primera vez. Atravesábamos el tiempo, nos sumábamos a la rebelión moral por las injusticias de la niñez desvalida y huérfana en la Inglaterra victoriana, nos adentrábamos en un futuro que entonces no existía o volvíamos al mundo de las cavernas y los dinosaurios. Todo estaba en esas páginas.

Basta la mención de un puñado de autores y títulos, y viceversa, que no podrán resumir la verdadera magnitud de aquella biblioteca, cuyos contenidos se transformarían en regalos de Navidad o de Reyes cuando el tiempo de los juguetes empezaba a desfilar por otras manos y llegaba la hora de experimentar otros placeres. Emilio Salgari y su clásica saga de Los Piratas de la Malasia, bajo el sable del legendario Sandokán; Julio Verne nos haría cruzar fronteras por aire, mar y tierra y nos abriría las puertas del futuro con su celebrado Viaje a la Luna y nos sumergiría en el mar con sus 20 mil Leguas de Viaje Submarino, con el capitán Nemo y el legendario submarino Nautilus. Y la imaginación ardía: La Vuelta al Mundo en 80 días, Viaje al Centro de la Tierra. Edmundo De Amicis nos enternecía el alma con Corazón, la conmovedora historia de Marco, el adolescente italiano que vendría a Buenos Aires en busca de su madre, que trabajaba de doméstica de este lado del mundo. Ni qué decir de Louise May Alcott, quien retrataba épocas y costumbres, con un estilo cautivante y un mensaje muy profundo, transgresor para la época, militante de la lucha contra la esclavitud o el voto femenino, con sus inmortal clásico Mujercitas (¿cómo olvidar a Meg, Jo, Beth y Amy?), y la saga pertinente, Aquellas Mujercitas, Hombrecitos, Aquellos Hombrecitos, Los 8 primos. Tantos y tantos: Robinson Crusoe, Colmillo Blanco, El llamado de la Selva, La Isla del Tesoro, Los Caballeros del Rey Arturo, Las Aventuras de Tom Sawyer y su candoroso amor por Vecky, del genial Mark Twain. Las historias de Charles Dickens, en los bajo fondos de una Londres en tinieblas, con Oliver Twist y su pandilla traviesa. O la alegoría de El Cuento de Navidad.

Ese universo de tapas amarillas sobrevive en las “librerías de viejo”, en mesas de oferta en la calle Corrientes, en los anaqueles de queribles bibliotecas particulares, como un homenaje a esa colección que iluminó a tres o cuatro generaciones de argentinos que no tuvieron dificultad en la comprensión de textos. Quizá fueron los únicos libros que se leían con los ojos, como cualquier otro y con todos los sentidos, como aquella inolvidable colección de tapas amarillas.

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