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Trabajar en el cielo: Matías Guerra tiene 43 años, es torrista y su lugar en el mundo está en una antena

Trabajar en el cielo. (Foto: Telenoche).Trabajar en el cielo. (Foto: Telenoche).Trabajar en el cielo. (Foto: Telenoche).

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Matías Guerra es torrista y trabaja a 70 metros. Así de altas son las antenas telefónicas, de radio o internet que suele frecuentar. Yo, en cambio, laburo a nivel del mar y los informes televisivos que hago -miren que casualidad-, se transmiten por esas antenas. Hasta acá todo parece muy alineado, pero en el momento en que se cruzan nuestros destinos porque yo tengo que entrevistarlo para una nota, surge una interferencia: mi vértigo.

Sólo pensar que Matías se sube hasta allá arriba me intranquiliza.Y mucho más si, como ocurrió, intento hacer la nota colgado desde una torre. Lamentablemente esta es una de esas limitaciones que no se pueden vencer a fuerza de voluntad. Ni siquiera sé por qué razón me dan pánico las alturas. Además, tengo muchas otras cosas más urgentes que reparar de mi aparato psíquico antes que ocuparme de la acrofobia. Después de todo, una nota a un antenista se hace muy de vez en cuando, así que esta nota para Telenoche la hice a lo Morales Solá: “Desde el llano”.

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Trabajar en el cielo. (Foto: Telenoche).
Trabajar en el cielo. (Foto: Telenoche).

Matías es todo lo contrario a mí. Él disfruta de estar en las alturas. Él era uno de esos chicos que se suben a todo para la pavura de sus padres. Era de esos nenes que se trepan a los árboles y se quedan ahí: para contemplar todo “desde lo más alto”, me contó el propio Matías. Ahora tiene 43 años y desde hace 15 trabaja donde siempre soñó trabajar: en el cielo. En todo ese tiempo apenas tuvo un accidente. Hago esta referencia porque se trata de una actividad muy riesgosa. Pero Matías es metódico, minucioso y prudente, y eso lo mantuvo siempre a salvo.

Trabajar en el cielo. (Foto: Telenoche).
Trabajar en el cielo. (Foto: Telenoche).

Allá arriba hay más viento y hace más frío. En verano si abajo hay una apacible temperatura de 23 grados, en la punta de la antena se pueden registrar menos de 10 grados. Si a eso le sumás el viento, la sensación térmica baja drásticamente. El viento es un temido enemigo del antenista: las torres son cada vez más finitas y se construyen con materiales cada vez más berretas, así que si soplan fuertes vientos, lo mejor es quedarse abajo. Y si llueve, ni les cuento, porque para ahorrar hay antenas que ni siquiera tienen pararrayos. Matías sabe todo esto mejor que nadie y los días de viento o tormentosos prefiere quedarse abajo reparando cosas o proyectando sus próximos trabajos.

Trabajar en el cielo. (Foto: Telenoche).
Trabajar en el cielo. (Foto: Telenoche).

Matías sube a las torres con todo lo que necesita para un día de trabajo. El ascenso es tracción a manos y no es todo lo sencillo que uno imagina viéndolo desde abajo. Así que Matías no contempla la opción de bajar si se olvida una llave pico de loro, eso lo tiene claro. Todo lo lleva arriba con él: las llaves francesas, las cintas, la vulcanizadora, las llaves fijas y todo lo que necesita va con él en un enorme bolso-yunque que pesa más de 15 kilos.

Para ir subiendo Matías confía en un dispositivo conocido entre los afectos a las alturas como “salvamonos”. Se trata de un arnés con un gancho en la espalda y dos más en cada mano para ir siempre pegado a la torre a medida que se avanza. El problema es cuando hay tramos en donde no se puede enganchar el artefacto. Bueno, para eso también hay solución. Matías lleva un “salvacaídas” para esos casos, de manera que si se cae -Dios no lo permita-, quedaría colgado algunos metros abajo. Pero Matías nunca necesitó nada de eso, él en las alturas está cómodo, felíz y seguro. Su lugar en el mundo está en el cielo.

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Championship histórico para los Pumas: el primer torneo en que se venció a los tres grandes es producto de un rugby que contagia

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SANTIAGO DEL ESTERO.– Los Pumas volvieron a hacerlo. En un partido vibrante derrotaron a Sudáfrica por 29-28, con todos los condimentos. Empezaron 17-0 abajo y sufrieron el comienzo, pero tuvieron carácter para dar vuelta la historia, jugando buen rugby y poniéndose el overol al defender en el segundo tiempo. Gonzalo García pescó la última pelota del encuentro y desató la algarabía de los casi 29.000 espectadores que coparon el Estadio Madre de Ciudades, de Santiago del Estero, en la penúltima del Rugby Championship.

Estos Pumas contagian con su juego y su energía para mover la pelota, con un rugby en evolución y solidez en las bases, aunque todavía deben mejorar en las formaciones fijas. Pero el temple del equipo es otro: cuando sufren un golpe tienen las herramientas para dejarlo atrás y volver en la siguiente acción.

Tomás Albornoz corre con apoyo de su remplazado en el puesto de apertura de los Pumas, Santiago Carreras; el seleccionado ha dado pasos adelante en los primeros tiempos del ciclo de Felipe Contempomi.Mateo Occhi – AP

El ritmo del primer tiempo fue frenético de principio a fin. Pumas y Springboks no se dieron respiro y cada uno tuvo sus momentos. Sudáfrica golpeó de entrada, aprovechando la indisciplina del local, que empezó por una infracción de Joel Sclavi en un scrum y terminó con Aphelele Fassi entre los postes a los 3 minutos, tras un error en comunicación en la defensa. Cinco minutos más tarde Jesse Kirel ingresó con un ángulo perfecto y sumó su try.

Los Pumas no se quedaron atascados en sus impericias, volvieron al partido y detectaron espacios para lastimar la defensa verde. Como hace 14 días atrás en el tramo final contra Australia, armaron un festival de tries, buenas carreras, pases precisos y kicks bien ubicados por Tomás Albornoz, el nuevo dueño de la camiseta 10 de los Pumas. Si bien no ejecutó correctamente algunas acciones, el tucumano da otra dimensión al seleccionado argentino, con la misma verticalidad de Santiago Carreras, sin tanta explosión pero manejando mejor el juego de espaldas y ordenando al equipo.

Santiago del Estero vibró con el gran triunfo argentino, el tercero sobre los tres grandes del Sur en un mismo Championship; además de carácter hubo buen juego por parte del seleccionado local.Cesar Heredia – Prensa UAR

Argentina marcó cuatro tries en un lapso de 20 minutos. Santiago Chocobares fue el primero en romper la defensa y asistió a Mateo Carreras, que siempre es decisivo en los últimos metros. El propio Carreras encontró un hueco y habilitó a Pablo Matera en el mismo carril. Los forwards también tuvieron protagonismo y Joaquín Oviedo inventó un pase casi de espalda para el try de Sclavi, mientras los sudafricanos sacaban de la cancha al tercera línea. Por último, el propio Albornoz atacó el lado ciego y anotó el suyo en una acción que mostró la ambición de estos Pumas: pudieron patear a los palos pero intentaron sumar con un try.

Los dos equipos se gastaron todos los tries en la primera mitad y en la segunda aparecieron las imprecisiones y los desajustes propios de jugar en un calor agobiante. Handré Pollard, Albornoz y Mannie Libbok sumaron de a tres, pero este último fue el villano: a un minuto del final falló un penal accesible, propio de su irregularidad a la hora de ejecutar, en un penal sancionado contra Gonzalo García por no haberse retirado de la zona de tackle. Capricho del destino, el propio García fue el héroe unos minutos más tarde, al recuperar en el piso la última pelota. El tucumano, que comenzó relegado el año, fue ganando protagonismo y pide pista para llevar la camiseta 9.

La mala noticia en la noche santiagueña fue la lesión de Marcos Kremer, que salió reemplazado a raíz de un golpe en una rodilla. A la espera de los estudios, el tercera línea no viajará a Nelspruit y será una baja sensible, por tratarse de un jugador indispensable en la batalla física. Hasta este partido el entrerriano había protagonizado todos los minutos del año salvo el de Uruguay, en el que salió en el segundo tiempo. Luego del triunfo en el Estadio Madre de Ciudades, los Pumas viajaron en colectivo a Tucumán y de allí partirán en un vuelo chárter a Sudáfrica, junto al plantel de Springboks.

Compacto del triunfo de los Pumas sobre Springboks

Aunque suene utópico, los Pumas mantienen chances de ser campeones del Rugby Championship. Deben ganarle con punto de bonus a Springboks como visitantes y que los campeones del mundo no sumen ninguna unidad. Ya es un torneo histórico para ellos, el mejor desempeño desde que se incorporaron a la competencia, en el 2012. Por primera vez les ganaron a los tres contrincantes con el valor agregado de proponer un rugby que contagia.

“Hace un par de años era inédito que le ganáramos a Nueva Zelanda; después era inédito ganarle a Nueva Zelanda y Australia, y después, que ganáramos tres partidos. Nosotros pensamos en el proceso. Tenemos un próximo partido importantísimo. Vamos a tratar de ser mejores que en este partido”, resaltó Julián Montoya, el capitán. “Si entraba la patada de Libbok perdíamos y no sé si iba a haber tanta euforia… Vamos a festejar mucho como equipo porque logramos el resultado, pero después de unas horas veremos qué tenemos que hacer mejor para el partido que viene”, añadió.

El próximo sábado, en Nelspruit, los Pumas intentarán ponerle la frutilla al postre.

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