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SOCIEDAD

Cómo se hace el bizcochuelo 1 2 3 4 con el que Furia y Zoe se equivocaron en Gran Hermano

La regla memotécnica para hacer este bizcochuelo no falla. (Foto: Adobe Stock)

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El bizcochuelo 1234 es una receta clásica y sencilla, ideal para principiantes. El nombre hace referencia a las cantidades de los ingredientes principales, que se basan en una proporción de 1:2:3:4. Esto lo sabían los chicos de Gran Hermano, que afrontaron el desafío de la receta, pero cometieron una desopilante confusión en el orden de los ingredientes y todo terminó en una discusión en la casa.

Furia y Zoe eras las encargadas de llevar a adelante la preparación de algo tan sencillo como el bizcochuelo. Pero ninguna de las dos participantes tenía en claro los pasos a seguir. Allií comienzó un intercambio insólito en donde confunden todos los ingredientes y cantidades. Cuando todo parecía perdido para el destino de ese bizcochuelo, Furia retoma el liderazgo de la receta, ordena los productos y emite sentencia: “Con 4 huevos sale mucho más esponjosa”.

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La regla memotécnica para hacer este bizcochuelo no falla. (Foto: Adobe Stock)
La regla memotécnica para hacer este bizcochuelo no falla. (Foto: Adobe Stock)

Receta de bizcochuelo 1 2 3 4 de Gran Hermano

Ingredientes:

  • 1 taza de leche
  • 2 tazas de azúcar
  • 3 tazas de harina leudante
  • 4 huevos
  • 1/2 taza de aceite (opcional)
  • 1 cucharadita de esencia de vainilla (opcional)

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Preparación:

  • Precalentar el horno a 180°C. Enmantecar y enharinar un molde de bizcochuelo.
  • Batir los huevos a punto letra. Esto significa que al levantar el batidor, se forma un pico que se cae al volver a la mezcla.
  • Agregar el azúcar de a poco mientras se sigue batiendo. Batir hasta que la mezcla esté espesa y de color amarillo claro.
  • Incorporar la leche y el aceite (si se usa) de forma alternada con la harina tamizada. Mezclar con movimientos envolventes para evitar que se bajen los huevos.
  • Agregar la esencia de vainilla (si se usa) y mezclar bien.
  • Verter la mezcla en el molde preparado y hornear durante 40-45 minutos, o hasta que un palillo insertado en el centro salga limpio.
  • Dejar enfriar el bizcochuelo en el molde durante 10 minutos antes de desmoldarlo.

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Consejos:

  • Para un bizcochuelo más esponjoso, separar las claras de las yemas y batirlas a nieve. Incorporarlas a la mezcla con movimientos envolventes.
  • Se puede agregar ralladura de limón o naranja a la mezcla para darle un sabor más fresco.
  • Para un bizcochuelo marmolado, dividir la mezcla en dos partes y agregar cacao en polvo a una de ellas. Mezclar ambas partes con movimientos envolventes.
  • El bizcochuelo se puede rellenar con crema pastelera, dulce de leche, mousse de chocolate, etc.

Los cinco errores más comunes al preparar un bizcochuelo

La reconocida influencer de cocina tiene una guía de 5 pasos claves que no hay que realizar si se quiere hace un bizcochuelo perfecto. Básicamente todos los consejos tienen que que ver con la temperatura, el uso del horno y la paciencia. En el siguiente video están los cinco consejos clave:

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SOCIEDAD

Tuvo polio a los 14 años, no se dejó vencer y ayudó a miles de personas

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«Me hubiese gustado que se escribiera más de lo que se logró a través de la Fundación Par, y menos de mi vida», dice Jacqueline de las Carreras a propósito del libro «Discapacidad en primera persona», recién publicado. Pero ocurre que la historia de Jackie -así le dicen- merece ser contada.

Familia de alcurnia, poliomielitis a los 14 años, tratamientos y una silla de ruedas eterna. Pero nada le impidió estudiar, trabajar, tener amantes, casarse, ser madre, dirigir una fundación. Como adelanta el subtítulo del libro, «Jacqueline de las Carreras: una mujer audaz que transformó su época».

«¿Si me arrepiento de algo?», se pregunta ahora, a los 87 años. «Yo creo que siempre se puede hacer algo más, pero bueno, fue así». Lo que hizo fue un montón. La Fundación Par, que ella resalta y busca poner en primer lugar, brindó talleres, capacitaciones y oportunidades durante 32 años para que miles de personas con distintas discapacidades pudieran conseguir empleos o avanzar en sus carreras.

«Fue un trabajo en equipo, lo que hicimos logró impactar en la sociedad y logró un cambio importante de actitud frente a las personas con discapacidad. Además, influimos en las políticas públicas, y ese fue un gran logro», dice Jacqueline a Clarín.

«Todas las vidas merecen ser contadas, pero hay algunas cuyo impacto potencial en otros puede marcar una gran diferencia. Esta es una de ellas. Es una historia inspiradora, de superación, de resiliencia, que invita a vibrar, a emocionarse, a involucrarse cada uno desde su lugar para ayudar a los demás; a sentir que la vida vale la pena ser vivida, a derribar estereotipos», se lee en el prólogo de Luciana Mantero, autora del libro.

El diagnóstico: un antes y un después

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Jacqueline de pequeña, en un concierto en el Hotel Plaza.

Jacqueline Caminos nació el 14 de febrero de 1937 en Punta Arenas. Su familia -poderosa en lo financiero y en lo político- era dueña de gran parte de la Patagonia chilena y argentina. Su infancia se repartió entre Barrio Norte, Belgrano y el Sur, «entre algodones e institutrices», como dice el libro. Jackie jugaba al tenis, hacía ballet, tocaba el piano, nadaba, patinaba, practicaba equitación, esgrima y golf. Se educaba junto a sus hermanas, en su casa, en inglés.

Fue un sábado templado de abril de 1951 que se empezó a sentir mal. Se despertó con dolor de cabeza y fiebre. Igual se cambió y fue a jugar un partido de tenis, pero estaba tan floja que la raqueta se le caía. Llamaron al pediatra de la familia, que era Juan Pedro Garrahan, y quien les dio el diagnóstico: poliomielitis.

«Para la época en la que Jacqueline se enfermó había un brote masivo mundial, que fue llegando lentamente a Latinoamérica. La polio paralizaba a casi mil niños cada día en ciento veinticinco países alrededor del mundo«, informa Mantero en el libro.

«No podía mover casi nada de la cintura para abajo. Estaba acostada vestidita, en una camilla todo el día, como en una nebulosa de no entender qué estaba pasando. Me llevaban y me traían», recuerda Jackie sobre aquellos primeros días de enfermedad.

Al año siguiente su familia la llevó a Estados Unidos, para atenderse en el mejor centro de entonces, el Instituto de Medicina Física y Rehabilitación, de la Universidad de Nueva York. «Me transformó, porque acá en Argentina, socialmente, el Gobierno, los medios, la gente en general eran un drama con el tema. Lo ocultaban, decían cosas como ‘la lisiadita’. En Estados Unidos eras un ser humano, un ciudadano más«, dice Jackie.

Jacqueline de las Carreras. La polio no le impidió manejar. Jacqueline de las Carreras. La polio no le impidió manejar.

De vuelta en Buenos Aires, intentó hacer la vida de cualquier adolescente, salir, divertirse, ir a bailar. La llevaban sus amigos, la levantaban en andas, la subían y la bajaban del auto. Al terminar el secundario se embarcó en un crucero con sus primos hacia Nueva York. A bordo conoció el primer amor, el médico Bob Sullivan. Luego tendría otro novio en Buenos Aires, Diego Muniz Barreto Bunge, con quien salió dos años. Pero sería con Georgie de las Carreras con quien se casaría y tendría dos hijos, Jorge Y Fernando.

Jacqueline el día de su casamiento con Georgie de las Carreras.Jacqueline el día de su casamiento con Georgie de las Carreras.

El activismo por la discapacidad

A Jacqueline siempre le interesó la discapacidad en su dimensión social, y lentamente se volvió una activista del tema. A comienzos de los 70 formó parte de la Comisión Directiva de la Fundación VITRA (Vivienda, Trabajo y Capacitación para las Personas con Discapacidad). En el 76 le dieron el Premio ALPI, que se daba a las personas con discapacidad que habían logrado superarse y que podían inspirar a otros.

Formó parte de CADIS (Corporación Argentina del Discapacitado), una organización pionera de personas con distintas discapacidades, bajo el lema “Nada sobre nosotros sin nosotros”. Tenían un programa en Radio Nacional: «Derribando barreras». Empezó a viajar a Congresos Internacionales y representó a la Argentina en la primera reunión de la organización DPI, en Singapur. Fue la única mujer que pronunció un discurso en la Asamblea de apertura. Viajó por el mundo para promover cambios. Eran muchas horas de aviones, en las que no tomaba ni agua porque no podía ir al baño.

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Jacqueline en una reunión sobre discapacidad en Singapur. Jacqueline en una reunión sobre discapacidad en Singapur.

Con el gobierno de Raúl Alfonsín tuvo un rol clave para que se abriera la primera oficina del Estado dedicada al tema. Y en 1992 creó Fundación Par, una organización no gubernamental que durante 32 años se dedicó capacitar a personas con discapacidad y a convencer a las empresas de que les dieran una oportunidad; a difundir derechos, investigar y promover políticas públicas sobre el tema, a trabajar con escuelas comunes para que incluyeran a niños con discapacidad, a instalar la idea de que la inclusión enriquece a la sociedad.

«Mi problema no es andar en silla de ruedas, sino observar a cada paso el desconcierto que despierta la persona discapacitada en la sociedad. Es un miedo primitivo, irracional, casi visceral, que obviamente se relaciona con la ignorancia y con temores propios que cada cual reprime. Contra eso hay que luchar sin descanso», escribió hace muchos años.

“A través de su historia, Jackie muestra de qué modo la autodeterminación y la resiliencia de una persona pueden transformar las situaciones más adversas de la vida, y capitalizarlas para convertirlas en grandes aprendizajes”, dice en el libro Constanza Orbaiz, psicopedagoga con parálisis cerebral, dedicada a la educación inclusiva.

«¿Si me queda algo por hacer? Yo creo que ya a mi edad me tengo que dedicar más a mi familia, a mis nietas -asegura-. Y si surge algo siempre voy a dar una mano, porque esa es mi forma de ser, siempre darle una mano a alguien o a algo que lo requiere, eso sí».

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