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Los gobernadores patagónicos volvieron a desafiar a Milei: “Podemos discutir pero que no nos impongan nada”

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Con agenda propia, los gobernadores patagónicos avanzan en la puesta en funcionamiento del bloque regional, que en el Senado hizo su primera demostración de fuerza política conjunta en el rechazo al mega DNU del presidente Javier Milei. Este lunes se reunieron con la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (Came), lanzaron el Consejo patagónico de desarrollo económico y sentaron posición respecto de los debates que se vienen en el Congreso.

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Además de rechazar la marcha atrás en la quita del Impuesto a las Ganancias para la cuarta categoría, advirtieron sobre los riesgos que implica la apertura de importaciones para las pymes y confirmaron que aún no recibieron la nueva Ley Ómnibus que el Gobierno busca que acompañen.

“Por primera vez en mucho tiempo las provincias tenemos una centralidad política muy importante y tenemos que ser lo suficientemente inteligentes para llevarla al Congreso de la Nación”, dijo el gobernador de Chubut, Ignacio Torres, presidente del bloque regional.

Tras plantear que “lejos de ser una debilidad esa atomización que hay en el Congreso, es una fortaleza como pocas veces en la historia”, advirtió que “el desafío de los legisladores nacionales es despojarse de prejuicios, de mezquindades partidarias y entender que los intereses de la nación y de las provincias tienen que estar por encima de cualquier mandato o disciplina de bloque”.

“No va a haber muchas oportunidades como esta y nadie se tiene que enojar, porque vivimos en un país federal y soberano, y el Congreso tiene que trabajar y tiene que debatir. El Congreso no es una escribanía, nadie se tiene que enojar porque alguien piense distinto a lo que dice el oficialismo. No se trata de traidores y patriotas”, agregó.

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Los gobernadores patagónicos también cuestionaron a Milei por respaldar al diputado de La Libertad Avanza, José Luis Espert, que había llamado a no pagar los impuestos en la provincia de Buenos Aires. “Es un muy mal ejemplo desde un cargo público que tiene la obligación de hacer cumplir la ley platear una desobediencia de estas características. Que el Presidente inste a la gente a no pagar o a no cumplir con una ley es un hecho inaudito y grave, es algo que no se puede aceptar”, dijo el mandatario de Río Negro, Alberto Weretilneck.

La Patagonia quiere imponer una agenda de desarrollo

Mientras Milei centra su agenda de gestión en la disciplina fiscal, los gobernadores patagónicos plantean un programa paralelo, con eje en el desarrollo regional y bajo la consigna de que “se sale de la crisis del desequilibrio fiscal con desarrollo y producción”, según dijo el mandatario de Tierra del Fuego, Gustavo Melella.

“Estos seis gobernadores y el resto de las regiones vamos a poner sobre la mesa esos debates que han sido relegados por muchísimo tiempo”, advirtió Torres, en el mismo sentido.

El objetivo del bloque es llevar al Congreso proyectos y propuestas que tengan por finalidad entender las asimetrías del país y las necesidades propias de cada región, para potenciar su matriz productiva y generar empleo. Creen que no es el idioma que habla el Gobierno nacional, por eso lanzaron el Consejo regional.

También buscan darle mayor relevancia al Parlamento, en contrapartida a los ataques permanentes de Milei, que lo llamó “nido de ratas”. “Hay que discutir todo, pero en el marco de la democracia el lugar es el Congreso”, remarcó el gobernador de La Pampa, Sergio Ziliotto.

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La idea de los mandatarios patagónicos es “derivar en un montón de iniciativas parlamentarias”. “Los gobernadores de distintos espacios políticos no solo nos ponemos de acuerdo en una agenda de desarrollo, sino también para actuar políticamente. No solo lo vamos a poner sobre la mesa, sino que nos vamos a poner de acuerdo para ir hacia una Argentina como la que soñamos todos, competitiva, pujante y profundamente federal”, aclaró Torres.

Además, Melella alertó que “la apertura de importaciones tiene un efecto muy negativo en las pymes” y que “se van a beneficiar cinco o seis empresas”. “Queremos pedirle al Gobierno nacional que tenga en cuenta a las pymes y desde la Patagonia queremos pedir un plan de desarrollo y de crecimiento”, agregó.

“Estamos convencidos de que el país se tiene que desarrollar por regiones y acercar diferencias y asimetrías, por eso este entendimiento productivo de la región es fundamental para regionalizar las políticas productivas”, dijo el presidente de Came, Alfredo González.

Ganancias, Ley Ómnibus y DNU

En esa disputa por el lugar preponderante que los gobernadores quieren darle al Congreso, la Cámara de Diputados deberá tratar el mega DNU de Milei, que fue rechazado por el Senado, con el aporte de 15 de los 18 votos de los senadores de la Patagonia. Sucedió tras el revés legislativo de la Ley Ómnibus en la Cámara baja.

En Diputados, los patagónicos cuentan con 30 votos, que también podrían jugar un rol clave si no votan por bloque político de pertenencia, sino por provincia que se representan, como plantean los gobernadores. “Cada diputado fue elegido por su pueblo para que defienda sus intereses. Pero cuando el diálogo es ‘hacés lo que te digo yo o nada’, no es diálogo”, remarcó Melella.

“Lo que muchos plantean como una debilidad del Gobierno nacional, que es el poco volumen parlamentario, en realidad es una fortaleza y una oportunidad para plantear una agenda federal, tener un esquema de prioridades y aprender de los errores”, dijo Torres.

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En la sede porteña de CAME, los gobernadores patagónicos plantearon una agenda productiva con eje en las pymes para salir de la crisis del desequilibrio fiscal (Foto: CAME).
En la sede porteña de CAME, los gobernadores patagónicos plantearon una agenda productiva con eje en las pymes para salir de la crisis del desequilibrio fiscal (Foto: CAME).

En ese contexto, uno de los proyectos de moneda de cambio que ya tiene decidido el Gobierno nacional para devolver parte de los recursos coparticipables recortados es la marcha atrás en la quita de Ganancias. “Retrotraerlo en un contexto de guarismo inflacionario como el actual, no estamos de acuerdo, estamos en contra. El Gobierno nos dijo que iba a plantear una opción superadora, pero todavía no lo vimos”, remarcó Torres.

Para el chubutense se trata de “golpear violentamente el salario en un contexto muy distinto al que se derogó” y recordó que la decisión del entonces ministro de Economía, Sergio Massa fue “en medio de una campaña” y para después “condicionar a los gobernadores”.

Otro de los temas de negociación es en torno de la nueva Ley Ómnibus. “No hubo un nuevo llamado y borrador formalmente enviado, no hay ninguno. Sí, hay puntos que se están trabajando. Si se sostiene este marco de diálogo hay muchos aspectos que se pueden avanzar”, anticipó Torres.

Weretilneck confirmó “no llegó el borrador” y que no saben “qué Ley Bases se está discutiendo”. “Cuando nos llegue podemos discutir, pero lo que no funciona es la imposición, de prepo, decir ‘te doy esto y me das esto y si no te gusta te lo saco’. Si se parte desde el agravio es muy difícil plantear el diálogo después”, dijo.

En cuanto a los debates pendientes, planteó que “si es DNU sí o no, si Ley Bases sí o no, es algo que se va a estar dando con el tiempo”.

Ziliotto fue un paso más allá y advirtió en cuanto al Pacto de Mayo que “con cumplir con la Constitución hacemos un gran pacto de los argentinos” y aclaró que aunque lo firmen los gobernadores y el Presidente “tendrá que pasar por el Congreso”.

La pelea por la coparticipación no pierde vigencia

Más allá de las peleas, el trasfondo de la rebelión patagónica se sienta en los recursos coparticipables, que Mieli recortó y promete seguir recortando. En ese contexto, Ziiotto reclamó “que las provincias recuperen lo que les corresponde”.

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Cumplamos primero esta coparticipación federal y vayamos a una nueva, en el marco de un federalismo fiscal, para que el Estado pueda intervenir virtuosamente en la economía. Somos un país federal, no se puede gobernar la Argentina sin las provincias”, agregó.

En cuanto a la pelea por las hidroeléctricas, Torres anticipó que “es una discusión que probablemente termine saldándose en la Justicia”.



Gobernadores, Patagonia, CAME

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Breve historia del sufragio en la Argentina

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A fin de aportar insumos para esclarecer a la opinión pública e incentivar el debate, no está de más hacer un breve repaso por la historia del sufragio en nuestro país.

En los tiempos de la Colonia, las autoridades políticas eran designadas por el Rey y el Concejo de Indias, por lo que los únicos cargos electivos eran los del Cabildo, institución municipal con competencia sobre una ciudad y su ejido rural. El derecho al sufragio estaba limitado a los vecinos, españoles y criollos mayores de edad que pagaban impuestos, tenían domicilio en la ciudad y participaban de las milicias. Era, en síntesis, un voto censitario. En Buenos Aires –según Vicente Fidel López– hacia fines del período colonial se habían suprimido las elecciones, instalándose la práctica de la “representación invertida”: los cabildantes salientes elegían a sus sucesores y luego éstos les devolvían la atención en el período siguiente, permitiendo la formación de una clase política.

Con las Invasiones Inglesas y la Revolución de Mayo las instituciones españolas implosionaron y el Cabildo se convirtió en una institución política, que designó a Liniers como gobernador en 1806 y como Virrey en 1807, y a la Primera Junta de Gobierno en 1810, convirtiéndose en una especie de Poder Legislativo sui generis en diversos momentos de esa década. Sin embargo, hasta 1820 las elecciones no mantuvieron una regularidad, registrándose formas asambleísticas, sufragio censitario y sufragio universal. No existía un consenso sobre ningún mecanismo concreto, aunque los unitarios fueron instalando las ideas de que las elecciones –sin importar su transparencia– debían ser el mecanismo legítimo de acceso a la representación política y de que los representantes no deberían tener otra limitación que su mandato, volviéndose así prácticamente independientes de sus electores. De este modo fue posible aprobar Constituciones y leyes contrarias a la voluntad de las provincias y de las sociedades, lo que provocó reiteradas guerras y tensiones.

La derrota de Buenos Aires en 1820 a manos de los ejércitos de Pancho Ramírez y Estanislao López, provocó el hundimiento del Directorio. Esto posibilitó la fundación del Estado de Buenos Aires. En 1821, se aprobó el sufragio “universal”, en el marco de las reformas rivadavianas. Dorrego objetó acaloradamente que ese sufragio excluía a pobres y a asalariados, y además que, si bien permitía el voto a los 21 años, sólo podrían ser elegidos los mayores de 25 que contaran con un patrimonio significativo. Pero el componente reaccionario de esta norma no se agotaba en esto, sino que además el gobernador no era electo de manera directa por los votantes, sino que era designado por la Legislatura provincial, reunida como Colegio Electoral. Dicho mecanismo sería recomendado años más tarde por el liberal-conservador Alexis de Tocqueville como el más apropiado para proteger a los propietarios de lo que él definía como “peligros de la demagogia” que acompañaban al sufragio universal. Este sistema imperó durante la mayor parte del Siglo XIX. Una excepción fue la de Lavalle, quien fue designado gobernador de manera absolutamente ilegal, por un grupo de vecinos reunidos en asamblea. Con este mandato, ilegítimo a todas luces, apresó a Dorrego y lo asesinó. Rosas respetó minuciosamente la realización de elecciones. La particularidad en este caso era que se trataba de elecciones con lista única, por lo que, a falta de oposición, debió garantizar una movilización masiva hacia las urnas para fundar su legitimidad.

El retorno de los liberales, tras Caseros, se acompañó de la práctica sistemática del fraude electoral, debido a su incapacidad y desinterés para captar el respaldo de las mayorías. Violencia, manipulación de los resultados, reemplazo de boletas. Todo era válido. Un liberal de raza, Héctor Varela –dueño del periódico La Tribuna–, hacía una sabrosa reflexión en 1862:

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“El señor Bartolomé Mitre, nuestro compañero político, poniéndose al frente de las necesidades supremas de aquel momento solemne, comprendiendo la necesidad de vencer a Urquiza en los comicios, desenterró a los muertos del cementerio, llevó sus nombres a los registros y venció a Urquiza en la contienda electoral, sin que a nadie se le ocurriese entonces ni después, en nombre de eso que se ha llamado la pureza del sufragio, a espantarse ante la aparición de los muertos que venían a dar vida a las instituciones y la libertad amenazadas”.

El mecanismo de sufragio indirecto, con Colegio Electoral, fue el adoptado por la Constitución Nacional de 1853 y siguió en vigencia prácticamente hasta la reforma de 1994. Si bien se disponía el sufragio universal, el liberalismo oligárquico impidió de hecho su ejercicio, recurriendo en forma sistemática al fraude electoral hasta la aplicación de la ley Sáenz Peña, en 1914. Esta ley se sancionó en 1912 como respuesta a la estrategia “abstención-revolución” del yrigoyenismo, cansado de ser estafado por la manipulación del sufragio. Se adicionó al sufragio universal existente las características de secreto, obligatorio y la utilización del padrón del servicio militar como padrón electoral, a fin de sustraer su confección a las autoridades políticas. Vigente en la letra, dos victorias electorales de Yrigoyen (1916 y 1928) convencieron a la oligarquía. En su reconocido Ensayo sobre las libertades (1963), Raymond Aron, uno de los próceres del pensamiento político liberal del siglo XX, señalaba que la característica del liberalismo radicaba en su concepción de la libertad en sentido negativo; es decir: la libertad para hacer cosas, sin que eso implicara la obligación efectiva de realizar tales acciones. De este modo, si bien el liberalismo exigía la libertad de prensa, la propiedad privada y la libertad de tránsito, eso no implicaba que todos debiéramos ejercer esas libertades; en otras palabras: que no estábamos obligados a publicar en los medios, a ser propietarios ni a movernos de manera permanente, sino que el liberalismo exigía la garantía de poder actuar libremente sin restricciones ni sanciones.

Asimismo, y desde sus mismos orígenes, ese liberalismo sostuvo que no hay nada superior a la soberanía popular, puesto que en caso contrario no podría considerarse como soberana. Tal como nos enseñara Thomas Hobbes en su Leviatán (1651), el poder soberano es aquel que no tiene ninguna competencia por encima de sí mismo. Sin embargo, estas afirmaciones tan amplias y contundentes rápidamente desaparecen al momento de plantear la cuestión del momento clave de un régimen político: la norma de sucesión. En efecto, esos mismos liberales que han entronizado la soberanía popular, desgarran sus vestiduras cuando se instala sobre la palestra el tema de la reelección indefinida de las autoridades. Los argumentos con los que se intenta evitar la reelección son generalmente morales, aun cuando Nicolás Maquiavelo nos haya enseñado que la política y la moral funcionan en base a códigos diferenciados, o bien se apela a ridiculizar a los gobernantes, denunciando su ambición extrema o su pretensión monárquica o autoritaria.

Tales objeciones no resisten a un examen teórico mínimo. En primer lugar, si la soberanía popular constituye el “arca santa de la democracia”, sería difícil explicar por qué, en tanto que la voluntad de las mayorías populares se incline hacia la reelección de un mandatario, deberíamos impedirla apelando a una Constitución que no ha sido más que la expresión de esa soberanía popular en un momento dado, pero que también es perfectible o modificable –y de hecho nos sobran los ejemplos aquí y en el resto del mundo–, en la medida en que esa voluntad popular se haya modificado.

Insistamos: si el poder soberano es el que no tiene a ningún otro por encima suyo, no hay razón para evitar modificar la Constitución, total o parcialmente, en la medida en que la voluntad general se manifieste acorde.

En este punto, debemos retomar la cuestión de las garantías y las libertades en sentido negativo. Que exista una alternativa de reelección indefinida no implica que el pueblo esté obligado a votar a un determinado candidato, sino, por el contrario, que tiene el derecho de expresarse por quien mejor cree que lo representa. Razón por la cual, la reelección indefinida no entrañaría una agresión a la calidad ni a las normas democráticas, sino su realización más plena, en la medida en que posibilitaría que el pueblo se expresara en todo momento, por el candidato de su preferencia.

Como es sabido, el liberalismo se ha empeñado en construir regímenes políticos débiles, para ponerlos de rodillas frente al poder económico o corporativo. En tal sentido, mientras gobernantes y representantes están siempre expuestos a detentar mandatos a término, sujetos a la manifestación de la voluntad popular y a las restricciones legales en términos reelectorales, el poder empresarial o corporativo no respeta esas mismas normas. Bajo estas normas, el poder político será siempre evanescente y provisorio, mientras el poder económico puede fijar metas y mecanismos de acción absolutamente ajenos a cualquier pauta de convivencia democrática.

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De este modo, en tanto para la democracia burguesa y colonial el escenario más pleno es el de un poder político débil, que opere como instrumento del poder económico más concentrado, para la democracia real, nacional y popular, ese poder político debe elevarse por encima del poder económico, garantizando el arbitraje entre los diversos intereses y necesidades que componen un colectivo social. En síntesis, y tal como lo postulara Juan Domingo Perón, una “comunidad organizada” (1949).

En América latina, los cambios sociales progresistas, que posibilitaron la integración, la igualdad y la difusión de los derechos, siempre estuvieron asociados a sólidos liderazgos personales, que consiguieron sintetizar y expresar fielmente la voluntad y la soberanía popular. Resultaría absurdo pretender que esos liderazgos deban desarticularse simplemente por atender a pautas de restricción reelectiva, dispuestos por una Constitución que expresa una opinión que corresponde a tiempos necesariamente pretéritos. De este modo queda claro que si queremos construir una democracia real, pluralista y soberana, se impone hacer caer la cláusula restrictiva, que sólo constituye un impedimento para que la soberanía popular expresada a través del sufragio consiga vehiculizarse en todo momento.

Lo cual no es una posición monarquizante o autoritaria, sino que puede leerse como un sincero gesto por llevar a sus últimas instancias el ideal de vigencia plena de las libertades liberales en sentido negativo, extendiéndolas al plano de la política, a la conveniencia de destituir al gobierno constitucional y malversar el sufragio por medio del denominado “fraude patriótico” entre 1931 y 1943, para favorecer los intereses oligárquicos. Recién en 1947, la gestión militante de Eva Perón posibilitó la sanción del sufragio femenino, cuya aprobación venia dilatándose desde los primeros proyectos presentados en 1919.

De este modo, el camino del sufragio ha sido intrincado, y una vez más nos presenta la paradoja de que los actores y fuerzas políticas y sociales que se regodean presentándose como republicanas y constitucionalistas han sido los más afectos a malversarlo, limitarlo o prescindir de su ejercicio para favoreces sus propias conveniencias. (www.REALPOLITIK.com.ar)

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ETIQUETAS DE ESTA NOTA

Hipólito Yrigoyen, Juan Domingo Perón, Juan Manuel de Rosas, Eva Perón, Alberto Lettieri, Bartolomé Mitre, Vicente Fidel López, Sufragio, Manuel Dorrego, Estanislao López, Justo José de Urquiza, Santiago de Liniers, Nicolás Maquiavelo, Thomas Hobbes, Alexis de Tocqueville, Pancho Ramírez, Juan Lavalle, Héctor Varela, Raymond Aron

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