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SOCIEDAD

Buscan que sea ley la prevención del embarazo en la adolescencia

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Siete de cada diez embarazos en adolescentes de entre 15 y 19 años y el 85% de los embarazos de niñas menores de 15 años no son intencionales. En este grupo la mayoría es consecuencia de abusos sexuales y violaciones. Para revertir esta realidad, en 2018 se implementó el Plan ENIA (Embarazo No Intencional en la Adolescencia), que en cinco años logró reducirlos a la mitad. El gobierno actual desmanteló el plan: despidió a la mayoría de los especialistas del área y le quitó prácticamente todo el financiamiento. Un grupo de senadores presentó un proyecto para que el Plan ENIA sea Ley.

«Con el fin de sostener y fortalecer el Plan ENIA, consideramos necesario instituirlo por ley, producto del consenso parlamentario. Lo entendemos como parte de la obligación constitucional de legislar y promover medidas de acción positiva para garantizar la igualdad real de oportunidades y de trato, y el pleno goce y ejercicio de los derechos humanos de niños y mujeres«, fundamentaron los senadores que presentaron la iniciativa: Oscar Parrilli, Wado de Pedro, Silvia Sapag, Alicia Kirchner y Carolina Moisés.

«La detección temprana de abusos sexuales en niñas y adolescentes, además de detener el abuso y el sufrimiento que esta situación conlleva, puede evitar también embarazos y maternidades forzadas. Para ello, es necesario un Estado presente, con políticas públicas sólidas y robustas, que se implementen articuladamente en todo el territorio», agregaron en los fundamentos.

En 2017 nacieron en el país 704.609 niños y niñas, de los cuales un 13% (94.079) eran hijos de adolescentes menores de 20 años y 2.493 de niñas menores de 15 años. Las últimas estadísticas (de 2023) dan cuenta de 46.236 nacimientos entre adolescentes de 15 a 19 años y 1.394 de niñas menores de 15 años.

En abril de 2024, el Ministerio de Salud confirmó la baja de 619 contratos vinculados al Plan ENIA. Y a mayo sólo había ejecutado el 11,51% de su presupuesto vigente, que no fue ajustado a la inflación.

En qué consiste el Plan

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El embarazo en la adolescencia tiene consecuencias en la salud física y mental. Foto Shutterstock.

El Plan ENIA es un trabajo coordinado de los programas nacionales de Salud Sexual y Procreación Responsable (Ministerio de Salud), de Educación Sexual Integral (Secretaría de Educación), y de Salud Integral en la Adolescencia (Ministerio de Salud).

Sus funciones son: ofrecer capacitaciones específicas a los efectores del programa ESI; ofrecer espacios de asesoramiento, consulta y contención para adolescentes en el ámbito escolar; ofrecer consejerías en los centros de salud y brinda asesoramiento a adolescentes para que puedan tomar decisiones autónomas e informadas sobre su sexualidad, el cuidado de su cuerpo y su salud reproductiva. Además, prescribe, distribuye y entrega métodos anticonceptivos.

Entre 2018 y 2021, el ENIA logró que la tasa de fecundidad adolescente se redujera de 49 a 27 por mil.

El proyecto propone seguir la misma línea: que el Plan ENIA se base en el fortalecimiento de la Educación Sexual Integral, que haya asesorías en salud integral en las escuelas y servicios de salud; que se fortalezca la oferta en salud sexual y reproductiva; y que llegue a las comunidades.

Sobre los recursos, dice el proyecto: «Los gastos del PENIA incluyen la contratación de recursos humanos y la adquisición y distribución de bienes y servicios de salud sexual y reproductiva. Se financian con el presupuesto anual del Ministerio de Salud de la Nación. Los mismos deben aumentar, en términos reales, año a año».

Los embarazos no intencionales le cuestan caros al Estado. En 2020 se publicó el estudio «Consecuencias Socioeconómicas del Embarazo en la Adolescencia en la Argentina», del Fondo de Población de las Naciones Unidas. Entonces se gastaban 32 mil millones de pesos anuales.

«Un proyecto necesario»

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A muchas adolescentes ser madres les cambia el futuro que tenían soñado. Foto: ShutterstockA muchas adolescentes ser madres les cambia el futuro que tenían soñado. Foto: Shutterstock

«Es un proyecto necesario y primordial frente al desmantelamiento y desfinanciamiento del Estado nacional, y frente a los resultados beneficiosos que ha demostrado el plan ENIA durante 2018-2023. El proyecto explicita objetivos y dispositivos. Habla de ESI, Salud Sexual, asesorías, un sistema de monitoreo, un consejo consultivo. También explicita la inversión en recursos humanos, que es clave, y la responsabilidad nacional en el financiamiento -explica a Clarín Valeria Isla, ex directora nacional de Salud Sexual y Reproductiva-. Es muy importante que el Congreso se comprometa con el Plan ENIA».

«El Plan ENIA bajó el 50% el embarazo no intencional en la adolescencia en los últimos cinco años, eso es algo fáctico, es lo que sucedió, y fue así porque fue un plan que fue pensado, realizado y que funcionó«, explica a Clarín Marisa Labovsky, médica ginecóloga, Presidente de la Federación Internacional de Ginecología Infanto Juvenil.

«Además, aumentó en un 80% las denuncias de chicas que fueron abusadas y disminuyó los nacimientos por primera vez en menores de 15 años porque tienen acceso a la interrupción legal del embarazo. Estas chicas no hacían las denuncias y tenían que llegar con los embarazos a término. Con la ley existe la posibilidad de acercarse un centro y que se las puedan asistir, y que accedan a la interrupción del embarazo. Y si bien el embarazo en la adolescencia bajó en todo el país por el mayor acceso a la anticoncepción, pero sobre todo bajó en las provincias del NOA y del NEA, que allí esto no iba a suceder si no se instauraba este plan», asegura la especialista.

«Si vamos a hablar de dinero, es mucho más barato que no se embaracen las mujeres que no quieran embarazarse, y ni hablar de las adolescentes. Y que no tengan embarazos de alto riesgo, con niños que van a tener complicaciones en el nacimiento y después en el correr de sus vidas. Todo eso es mucho mas caro que prevenir y dar acceso a los anticonceptivos y a la educación sexual integral, que es otro punto fundamental», agrega Labovsky.

«Nosotros, además, somos reconocidos en el mundo entero. A mi me dijo en persona el que se ocupaba de adolescencia en la OMS (Organización Mundial de la Salud) que somos los campeones de la educación sexual integral, sabiendo nosotros todo lo que nos falta -sigue la especialista-. El plan ENIA tenía su gente en las escuelas, en los centros, en los hospitales. Los chicos sabían que tenían acceso a caras conocidas, gente con las cuales hablar y confiar, sobre todo en pueblos chicos y lugares pequeños donde todo es mucho más difícil. Con los resultados del plan ENIA en las manos no hay nada que discutir. Tiene que ser ley, por suerte hay legisladores ocupados en el tema y el proyecto ya está en el Congreso».

Además de este último proyecto presentado en el Senado, existen otros dos proyectos de ley en la Cámara de Diputados: las iniciativas de Mónica Fein (co-firmada por Esteban Paulón, Carla Carrizo y Natalia Sarapura, entre otras diputadas y diputados) y el de Silvia Lospennato.

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«Fue desesperante», la noche en vilo de 290 mochileros con las zapatillas puestas para escapar del fuego y el angustioso descenso en medio del humo

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El plan de ir a pasar la tarde de verano junto a su novio al Cajón del Azul, cerca de El Bolsón, en bikini, una remera y un short se convirtió en uno de los momentos más desesperantes. Acorralados por el incendio forestal, se vieron obligados a pasar la noche en el refugio de montaña junto a 290 personas y esperar la orden para escapar.

Grupos de diez para conteos, la noche en vilo con información que llegó a las 3 de la mañana, un baqueano con wifi para avisar a las familias y un francés aturdido es parte de la historia de la dramática evacuación de 856 mochileros de la red de refugios de montaña en Argentina. Fue un operativo inédito con órdenes por handies y a la espera de que el viento amaine para huir de la Cordillera.

Brisa Castro, de 24 años, viajó con su novio Leonel García, de 27, a recorrer la Patagonia y en sus últimos tres días pararon en El Bolsón, Río Negro. Decidieron subir a conocer el Cajón del Azul, una zona en la que el río Azul corre entre piedras y se arman pozones, donde los turistas se tiran a nadar o refrescarse, con la vista a frondosos bosques de lengas, coihues, ñires y cipreses. Un paraíso de la Patagonia argentina y muy concurrido por visitantes en verano.

Para llegar se sube por un sendero de montaña de unos 8 kilómetros, rodeado de bosque, que en muchos tramos tiene el ancho para una persona. La caminata generalmente lleva entre tres y cuatro horas. Antes de partir, a la altura de la Chacra Wharton, los visitantes deben anotarse en el registro ANPRALE (Área Natural Protegida Río Azul Lago Escondido), aunque sea para pasar el día.

Brisa y su novio Leonel fueron protagonistas de un operativo de rescate inédito.

En ese registro también se anotan quienes suben a los 12 refugios de montaña, donde se puede acampar por $ 10.000 por persona, o pasar la noche dentro del refugio por $ 20.000. En general, sube gente joven, también turistas extranjeros amantes del trekking. El jueves se vieron envueltos en una situación dramática.

«Pensamos en subir, conocer el Cajón, meternos al río y volver. Arrancamos a las 12 del mediodía, no llevamos comida ni abrigo. Había bastante gente en el camino y llegamos como a las 15.30. El lugar es hermoso, valió la pena el trekking, pero después de una hora llegó un chico desesperado», cuenta Brisa, hoy ya en Loma Verde, partido de General Paz, provincia de Buenos Aires.

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«Nos dijo que nos teníamos que ir de ahí, que todo el camino por el cual habíamos subido se estaba prendiendo fuego, que teníamos el fuego muy cerca y que nos teníamos que ir a un lugar más seguro. Nos fuimos todos al lugar donde nos indicó este chico, que era como un islita. Está a la orilla del río Azul. Éramos muchísimas personas. Todos nos empezamos a preocupar porque eran las 18 y veíamos el humo», comenta a Clarín.

Cuando se hicieron las 20, todavía con luz solar en esa zona de la Cordillera en el verano, la orden fue que todos pasaran la noche en el refugio. Además, establecieron un punto de una «isla de piedras», lejos del bosque como el lugar seguro en caso de que subieran las llamas.

Una vez que estaba la decisión de pasar la noche ahí, a la preocupación del fuego se sumó la de los rumores que corrían entre las casi 300 personas atrapadas.

«Teníamos auto en Wharton, algunos empezaron a decir que el fuego había llegado a los autos. Había mucha gente que que estaba preocupada por sus autos y otros por nuestras familias, porque no teníamos señal ahí arriba. Los nervios crecían porque veíamos a las personas del refugio bajar y subir hasta el refugio La Playita a buscar información», relata Brisa, que no duda al calificar la sensación: «Era desesperación total porque no sabíamos qué iba a pasar».

Refugio de montaña el Cajón del Azul, en las cercanías de El Bolsón, Río Negro.Refugio de montaña el Cajón del Azul, en las cercanías de El Bolsón, Río Negro.

En ese momento, los refugieros priorizaron la seguridad y la organización frente al caos. Pidieron a todos los turistas que se agrupen de a 10 personas para contarse y saber cuánta gente estaba en el refugio de montaña del Cajón del Azul: 290 fue el total. Todavía había más personas kilómetros arriba, en otros refugios. Sumaban 856 que terminaron de ser rescatadas el domingo.

Para las 21, ya en los alrededores del refugio, un baqueano les dio un poco de aire en medio de la desesperación. «Un hombre que vive ahí cerca nos pasó a través de un QR el wifi de su celular para que cada uno pueda avisar a sus casas porque sabíamos que la noticia del incendio iba correr. Nos organizamos haciendo una fila, mandábamos solo un audio y listo. Desconectaron todo porque hay poca energía y la teníamos que cuidar», destaca Brisa.

Refugio de montaña el Cajón del Azul, en las cercanías de El Bolsón, Río Negro.Refugio de montaña el Cajón del Azul, en las cercanías de El Bolsón, Río Negro.

En el refugio había comida y bebida, pero mucha gente subió sin plata. «Había gente de Mar del Plata, Santa Fe, Córdoba, de Uruguay, había un francés que no entendía nada, estaba muy perdido, muy preocupado. La gente se prestaba plata, abrigos. En el refugio nos dieron yerba, aceite, nos trataron de tranquilizar en todo momento y tiraron colchones por todo el piso. Los que tenían carpa se fueron a sus carpas y el resto nos quedamos a pasar la noche ahí pero con las zapatillas puestas por si venía el fuego«, recuerda la joven de 24 años.

Algunos se tiraron en los pies de otros, pero nadie durmió. «A las 3 de la mañana apareció la Patrulla de Montaña y todos estábamos atentos a los que vinieron a decir. El plan de evacuación dependía de por dónde venía el fuego, pero por suerte no llegó», rememora Brisa.

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Con el amanecer, llegó la organización del rescate. «Tipo 6 de la mañana estábamos todos ya levantándonos, ansiosos por irnos, de por poder hablar con nuestras familias. Dijeron que el fuego había aumentado mucho, pero se estaba yendo para el lugar de Mallín Ahogado. Y las 7, uno de los responsables nos informó: ‘No se van a poder bajar. El camino está empeorando, se está prendiendo mucho más fuego de lo que esperábamos. Dependemos del viento’».

Para el mediodía, los refugieros les volvieron a pedir que se reagrupen a diez para contarlos. Y llegó la orden de para escapar: «Vamos a bajar en grupo de 10 personas cada 5 minutos. Van a tener primero prioridad las personas grandes».

«Había una familia de Mar del Plata con un nene de tres años y los bajaron en un cuatriciclo. Pero a los 10 minutos, hubo una contraorden. El humo era cada vez más denso y dijeron que teníamos que bajar todos juntos lo antes posible», recuerda Brisa y asegura que ese momento todos los vivieron con angustia.

Dos turistas cuentan cómo fue quedar atrapados por las llamas en el refugio el Cajón del Azul en medio de los incendios de El Bolsón.Dos turistas cuentan cómo fue quedar atrapados por las llamas en el refugio el Cajón del Azul en medio de los incendios de El Bolsón.

A las 13.30 empezaron a descender. Casi 300 personas en fila india por un sendero de montaña que tiene mucho polvo, que en muchos sectores tiene el ancho para una sola persona. Cuando llegaron al refugio La Playita, personal de la Patrulla de Montaña les dio las indicaciones de cómo seguir.

Siempre acompañados por la Patrulla, llegaron hasta la confluencia de los ríos Blanco y Azul, donde se inició el incendio el jueves a las 16. En el descenso pasaron por zonas incendiadas y otras donde se veían las llamas y había brigadistas trabajando para apagarlo. «Fue un momento de tensión porque sentíamos el humo y nos pidieron que nos pusiéramos lo que tuviéramos en la cara para evitar el humo, era muy difícil respirar«, relata Brisa.

Después de cinco horas de caminata, a las 18 del viernes, desde la zona de confluencia, los subieron en camionetas hasta Wharton. Ahí personal de la Municipalidad y de la provincia de Río Negro tenía postas de salud con médicos, les preguntaban los datos, ofrecían agua y transporte hasta El Bolsón. En esa zona también hay señal de celular, clave para el contacto con familias que también estaban desesperadas.

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Incendios en El Bolsón: así fue el dramático rescate de unos 700 mochileros varados en los refugios.

Ya más calmada, Brisa lo recuerda como una situación muy desesperante, pero rescata el temple de los brigadistas. «Escuchábamos noticias de que algunos de las familias de los brigadistas perdieron sus casas e igualmente estaban ahí alentándonos a nosotros para que estemos bien».

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Este lunes, el incendio en El Bolsón seguía activo, especialmente en el flanco sur, cerca de la Pasarela de Palma, donde se concentra el mayor esfuerzo operativo con medios aéreos y terrestres. Para apoyar en las tareas de extinción, brigadistas provenientes de Buenos Aires llegarán este martes a reforzar el operativo.

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