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SOCIEDAD

Pronóstico del tiempo para CDMX hoy 12 de septiembre

La temperatura más alta registrada en el territorio mexicano fue la del 6 de julio de 1966, cuando el termómetro subió hasta los 58.5 grados

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(Imagen Ilustrativa Infobae)
Este es el clima esperado para este jueves en Ciudad de México (Imagen Ilustrativa Infobae)

¿Lloverá, será un día soleado o caerá el frío este jueves 12 de septiembre?, aquí está el pronóstico del tiempo para las siguientes horas en Ciudad de México.

La probabilidad de lluvia para este jueves en Ciudad de México es de 80% durante el día y del 80% a lo largo de la noche.

En tanto, la nubosidad será del 90% en el transcurso del día y del 78% en el curso de la noche.

En cuanto a la temperatura se pronostica un máximo de 24 grados y un mínimo de 15 grados en esta región. Los rayos UV se espera llegarán a un nivel de hasta 10.

Mientras que las ráfagas de viento alcanzarán los 26 kilómetros por hora en el día y los 15 kilómetros por hora por la noche.

El pronóstico del estado del tiempo en Ciudad de México (Imagen ilustrativa Infobae)
El pronóstico del estado del tiempo en Ciudad de México (Imagen ilustrativa Infobae)

Así es el clima en la CDMX

Podría pensarse que debido a su situación geográfica y a su extensión, la Ciudad de México tendría un clima subtropical homogéneo pero esto no es así, pues posee climas que van desde el templado hasta el frío húmedo y la tundra alpina en la parte más alta del sur.

En general, el clima es cálido y templado en la CDMX rondando entre los 22 a 27 grados; los veranos se caracterizan por tener una buena cantidad de agua pluvial, siendo junio, agosto y septiembre los meses en los que más se registran precipitaciones.

Durante el invierno, las temperaturas suelen bajar a los cero grados en las zonas montañosas, como el Ajusco; en contraste, alcaldías como Iztacalco, Iztapalapa, Venustiano Carranza y la Gustavo A. Madero suelen ser las más secas y templadas.

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Entre los récords históricos se tiene que la última vez que cayó nieve en la ciudad fue en el año de 1967; mientras que la temperatura más alta se registró el 9 de mayo de 1998, cuando el termómetro ascendió hasta los 33.9 grados, en tanto que la mínima ha sido la de -10 grados ocurrida el 10 de diciembre de 1972.

Debido al cambio climático la capital se ve muy golpeada por las constantes contingencias ambientales, por lo que actualmente la Secretaría del Medio Ambiente (Sedema), en alianza con la Cooperación Alemana al Desarrollo Sustentable (GIZ México) y la Iniciativa Climática de México (ICM), implementa una serie de acciones que giran en torno a la movilidad integrada y sustentable; ciudad solar; basura cero; manejo sustentable del agua y rescate de ríos; revegetación del campo y la ciudad; calidad del aire y cultura climática.

 La temperatura que hay en la CDMX oscila entre los 22 y 27 grados. (CUARTOSCURO)
La temperatura que hay en la CDMX oscila entre los 22 y 27 grados. (CUARTOSCURO)

Dónde está el mejor clima de México

México es uno de los países con mayor biodiversidad en el mundo, pues debido a su ubicación geográfica que lo hace acreedor a una gran variedad de climas es que se ha convertido en hogar para el 12% de las especies del mundo (12,000 de las cuales son endémicas).

El país se encuentra ubicado en dos áreas completamente diversas al ser atravesado por el trópico de Cáncer: por un lado está la zona tropical y por otra con un clima templado, sin embargo, estos se entremezclan por los océanos y relieves que rodean a México dando origen a más tiempos.

Ante ello, no es de extrañarse encontrar que en las partes más altas de Chihuahua las temperaturas oscilen los -30 grados, mientras que en el desierto de Mexicali el termómetro alcance hasta los 50 grados.

El país tiene una zona cálida lluviosa que comprende la llanura costera baja del Golfo de México y el Pacífico; regiones cálido-húmedas y cálido sub-húmedas que se pueden hallar en planicies costeras del Golfo de México, del océano Pacífico, istmo de Tehuantepec, en el norte de Chiapas y en la Península de Yucatán; clima seco en la Sierra Madre Occidental y Oriental, las cuencas altas de los ríos Balsas y Papaloapan, partes del istmo de Tehuantepec, Yucatán y Chiapas; zonas templadas, en su mayoría el territorio al norte del trópico de Cáncer; y semidesérticas, al norte del Altiplano.

La temperatura promedio del país es de 19 grados, no obstante, hay ciudades como Mexicali, Culiacán, Ciudad Juárez, Hermosillo, Torreón, Saltillo o Monterrey en donde las altas temperaturas son realmente extremas.

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Al hablar de las temperatura máximas y mínimas récord en México se tiene que San Luis Río Colorado, una ciudad ubicada en Sonora pero limítrofe con el Gran Desierto de Altar de Baja California, ascendió hasta los 58.5 grados el 6 de julio de 1966; en contraste la temperatura mínima se registró el 27 de diciembre de 1997 en el municipio de Madero en Chihuahua, con -25 grados.

Expertos aseguran que debido al cambio climático México sufrirá en un futuro un decrecimiento de las precipitaciones anuales y un aumento considerable de las temperaturas; además, se han registrado grandes afectaciones a los agricultores y ganaderos debido a las sequías o las severas inundaciones de los últimos años; mientras que en épocas de calor se ha visto un incremento en el número de contingencias ambientales en las principales ciudades como la CDMX o Monterrey.

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La necesidad voraz y ansiosa de acumular libros que probablemente no se lleguen a leer en el transcurso de una vida

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Daniel Barenboim solía recordar el asombro que le causaba, cuando era niño, entrar en una casa (de algún vecino, de algún compañero de escuela o amigo del barrio) y constatar que allí no había piano. Consagrado al teclado desde pequeño, habituado a que la música fuera el alma y el centro de cualquier reunión familiar o celebración hogareña, la presencia de un piano le parecía algo corriente, lo que le llamaba la atención era su ausencia.

Una extrañeza parecida, mezcla de desasosiego y perplejidad, invade al lector ferviente cada vez que entra en una casa donde no hay biblioteca. El ojo busca ansioso, casi por instinto, no ya la sala elegante o la boiserie suntuosa, pero sí los viejos estantes estoicos y chuecos por el peso, las pilas desgreñadas que obturan rincones y estrechan pasillos, la señal tranquilizadora, en definitiva, que rápidamente establece un territorio común, la lengua franca que allana un umbral de entendimiento, más allá de cualquier diferencia. Dos que leen. No importa qué (tomar examen sobre gustos y preferencias en esta materia es de inquisidores, no de lectores gozosos). Sin embargo, como los pianos de la infancia de Barenboim, los libros en las casas van camino de ser una rareza.

Librería de viejoShutterstock

Sobre la cofradía de los que resisten, atrincherados en una pasión que fácilmente se tuerce en manía, el ensayista Antonio Castronuovo ha escrito su Diccionario del bibliómano. Nótese que evita la palabra bibliófilo, y eso marca un rumbo, porque se trata de una reflexión (llena de humor y autoironía que el iniciado, cómplice, hará propia) sobre ese punto sin retorno en que la predilección se vuelve adicción y el placer, “vicio”.

Todo empieza con la gula, nos dice el autor (más tarde se referirá a la “bibliofagia”). Llega el primer libro “después entran diez, treinta, y luego de los cien ya no nos detenemos más. Voraces y ansiosos, se cumple lo irreparable: se acumulan muchos, demasiados al fin. Y no es posible hacerlo de otro modo”. La casa entonces, el hábitat del pobre bicho lector, ya consumido por la carcoma del libro, empieza a organizarse en torno a los volúmenes. Se discute con la pareja (si ha tocado la mala suerte de que sea una persona sensata de esas que no comprenden el dulce mal del bibliómano), se desalojan otros objetos, se ocupan paredes, se planean incluso mudanzas al ritmo frenético de la avalancha de papel. Porque no hay que perderse una sola página, recomienda Castronuovo; incluso “hay que comprar los libros que a la noche no necesariamente se tiene ganas de leer, sino solo de hojear”. Y, glosando al crítico Giuseppe Pontiggia, nos alienta a dejarnos ir, locos de contento, y a ceder a la compulsión: “Es algo trivial hacerse los moderados con los libros […] Nunca dudar en la compra […] Y sobre todo, cuando el precio es alto, vale pensar en el término mágico ‘inversión’, ‘excusa de todos los negocios irreales’”.

«La biblioteca privada es, en efecto, un instrumento de investigación, por lo cual los libros acumulados valen más que aquellos leídos»

En ese frenesí, Castronuovo defiende un concepto difícil de captar para el foráneo: la antibiblioteca, el vasto cúmulo de libros que abarrota repisas y que probablemente no lleguemos a leer en el transcurso de una vida: “quien posee millares de libros ha leído a lo sumo un décimo, incluso si los ha hojeado distraídamente a todos. La biblioteca privada es, en efecto, un instrumento de investigación, por lo cual los libros acumulados valen más que aquellos leídos: es fácil convenir sobre el hecho de que una biblioteca sirve si contiene la masa de aquello que no sabemos, que es bien mayor de aquello que en cambio sabemos. Y dado que con el paso de los años aumentan los conocimientos, crece también el número de libros para leer, que se acumulan cada vez más sobre los estantes. […] Se deduce que la recurrente pregunta: ‘¿los leyó todos?’ no solo carece de fundamento, sino que además es tonta en su esencia.”

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Hay, con todo, un efecto secundario benéfico de esta pasión insana. Es sabido que cuanto más cultive uno sus entusiasmos, menos condicionado por ciertos límites de la biología se verá. La cultura emancipa de algunas fatalidades de la naturaleza. La pasión por el conocimiento, por el deporte, por las ideas o por el arte rompe, por ejemplo, las barreras de la edad, de la geografía. Un tablero de ajedrez, una disciplina científica, la obra de un compositor, el talento de un creador, acercan lo que el azar del tiempo y el espacio ha puesto distante. Sin esas aficiones quedamos atados al terruño exiguo de un momento y un lugar, al capricho del corte generacional y lo que las modas (por lo general lamentables cuando se las mira en perspectiva) hayan hecho con eso -y si sólo somos eso- con nosotros. En el cultivo de esas aficiones que nos salvan de la más plana existencia, por dispares que sean o alejadas de la literatura que estén, siempre, en algún recodo del camino, nos esperará un libro.

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