SOCIEDAD
Ángelo Alejos se retracta y retira su video después de las exigencias de Javier Masías: “Pido disculpas”
En un comunicado publicado en sus historias de Instagram, Alejos pide disculpas y aclara que la publicación buscaba generar discusión, no perjudicar directamente al jurado de El Gran Chef Famosos
Recientemente, el tiktoker Ángelo Alejos ha emitido un comunicado en sus historias de Instagram en el que se retracta y pide disculpas por un video que publicó el pasado sábado en la citada red social. En el video, Alejos habría insinuado que el jurado de El Gran Chef Famosos, Javier Masías, le había enviado mensajes inapropiados.
Este contenido generó una ola de especulaciones y controversia en las redes sociales y la prensa. Sin embargo, el joven decidió aclarar el tema, ya que reconoce que el video, que describía características de un individuo no especificado, fue malinterpretado y que el contenido revelador llevó a identificar a Masías como el personaje en cuestión.
El tiktoker se disculpa públicamente por cualquier daño causado y aclara que la publicación buscaba provocar una reacción sin tener intenciones claras de perjudicar al comunicador directamente.
“Comunicado a la opinión pública, el día sábado compartí un video mediante la app TikTok que contenía un texto describiendo ciertas características de un individuo no especificado en dicho contenido audiovisual. Tras comentarios generados por los usuarios de las redes sociales y la prensa, donde se señaló explícitamente con nombre y apellido al personaje en cuestión, me retracto de mi publicación y pido disculpas a mis seguidores”, explica el joven en su mensaje.
Esta retractación ocurre después de que Javier Masías rompiera su silencio y rechazara las acusaciones. El periodista había dado un plazo de 24 horas a Alejos para retractarse, advirtiendo que el tiktoker estaba tratando de perjudicarlo moral, comercial y económicamente con su publicación.
“Alejos ha superado los 30,000 likes y no ha mostrado la información prometida. Esto refleja inequívocamente que este rumor tuvo dos objetivos: perjudicarme y beneficiarse de la controversia generada para acaparar la atención”, declaró Masías.
Angelo Alejo quiere evitar el morbo
Por último, Ángelo añade en su comunicado que su intención no era causar un escándalo, sino generar una discusión que se salió de control. Reconoce que el contenido del video y la controversia que se generó ha sido aprovechado por varios personajes para mofarse y capitalizar sobre el asunto.
“Para evitar alimentar el morbo y el escándalo generado, y dado que ya varios personajes están mofándose y capitalizando sobre la situación, prefiero concluir esta controversia aquí”, finalizó el tiktoker.
Javier Masías exige que Ángelo Alejos se retracte en 24 horas o tomará acciones legales
Hace poco, el crítico gastronómico y jurado de El Gran Chef Famosos, Javier Masías ha emitido un contundente comunicado en el que exigia a Ángelo Alejos retractarse de las acusaciones que ha realizado en su contra. En las últimas 48 horas, Masías ha sido objeto de graves acusaciones de acoso, divulgadas a través de las redes sociales por el tiktoker.
El presentador no tardó en responder y ha dado un ultimátum a Alejos. En su comunicado, el crítico gastronómico expresó: “En las últimas 48 horas, a través de redes sociales, he sido objeto de una calumnia debido a que se me acusa de haber cometido el delito de acoso. Quiero invitarle a recapacitar y retractarse de lo afirmado en un plazo de 24 horas contadas desde la publicación de este comunicado”.
SOCIEDAD
La necesidad voraz y ansiosa de acumular libros que probablemente no se lleguen a leer en el transcurso de una vida
Daniel Barenboim solía recordar el asombro que le causaba, cuando era niño, entrar en una casa (de algún vecino, de algún compañero de escuela o amigo del barrio) y constatar que allí no había piano. Consagrado al teclado desde pequeño, habituado a que la música fuera el alma y el centro de cualquier reunión familiar o celebración hogareña, la presencia de un piano le parecía algo corriente, lo que le llamaba la atención era su ausencia.
Una extrañeza parecida, mezcla de desasosiego y perplejidad, invade al lector ferviente cada vez que entra en una casa donde no hay biblioteca. El ojo busca ansioso, casi por instinto, no ya la sala elegante o la boiserie suntuosa, pero sí los viejos estantes estoicos y chuecos por el peso, las pilas desgreñadas que obturan rincones y estrechan pasillos, la señal tranquilizadora, en definitiva, que rápidamente establece un territorio común, la lengua franca que allana un umbral de entendimiento, más allá de cualquier diferencia. Dos que leen. No importa qué (tomar examen sobre gustos y preferencias en esta materia es de inquisidores, no de lectores gozosos). Sin embargo, como los pianos de la infancia de Barenboim, los libros en las casas van camino de ser una rareza.
Sobre la cofradía de los que resisten, atrincherados en una pasión que fácilmente se tuerce en manía, el ensayista Antonio Castronuovo ha escrito su Diccionario del bibliómano. Nótese que evita la palabra bibliófilo, y eso marca un rumbo, porque se trata de una reflexión (llena de humor y autoironía que el iniciado, cómplice, hará propia) sobre ese punto sin retorno en que la predilección se vuelve adicción y el placer, “vicio”.
Todo empieza con la gula, nos dice el autor (más tarde se referirá a la “bibliofagia”). Llega el primer libro “después entran diez, treinta, y luego de los cien ya no nos detenemos más. Voraces y ansiosos, se cumple lo irreparable: se acumulan muchos, demasiados al fin. Y no es posible hacerlo de otro modo”. La casa entonces, el hábitat del pobre bicho lector, ya consumido por la carcoma del libro, empieza a organizarse en torno a los volúmenes. Se discute con la pareja (si ha tocado la mala suerte de que sea una persona sensata de esas que no comprenden el dulce mal del bibliómano), se desalojan otros objetos, se ocupan paredes, se planean incluso mudanzas al ritmo frenético de la avalancha de papel. Porque no hay que perderse una sola página, recomienda Castronuovo; incluso “hay que comprar los libros que a la noche no necesariamente se tiene ganas de leer, sino solo de hojear”. Y, glosando al crítico Giuseppe Pontiggia, nos alienta a dejarnos ir, locos de contento, y a ceder a la compulsión: “Es algo trivial hacerse los moderados con los libros […] Nunca dudar en la compra […] Y sobre todo, cuando el precio es alto, vale pensar en el término mágico ‘inversión’, ‘excusa de todos los negocios irreales’”.
«La biblioteca privada es, en efecto, un instrumento de investigación, por lo cual los libros acumulados valen más que aquellos leídos»
En ese frenesí, Castronuovo defiende un concepto difícil de captar para el foráneo: la antibiblioteca, el vasto cúmulo de libros que abarrota repisas y que probablemente no lleguemos a leer en el transcurso de una vida: “quien posee millares de libros ha leído a lo sumo un décimo, incluso si los ha hojeado distraídamente a todos. La biblioteca privada es, en efecto, un instrumento de investigación, por lo cual los libros acumulados valen más que aquellos leídos: es fácil convenir sobre el hecho de que una biblioteca sirve si contiene la masa de aquello que no sabemos, que es bien mayor de aquello que en cambio sabemos. Y dado que con el paso de los años aumentan los conocimientos, crece también el número de libros para leer, que se acumulan cada vez más sobre los estantes. […] Se deduce que la recurrente pregunta: ‘¿los leyó todos?’ no solo carece de fundamento, sino que además es tonta en su esencia.”
Hay, con todo, un efecto secundario benéfico de esta pasión insana. Es sabido que cuanto más cultive uno sus entusiasmos, menos condicionado por ciertos límites de la biología se verá. La cultura emancipa de algunas fatalidades de la naturaleza. La pasión por el conocimiento, por el deporte, por las ideas o por el arte rompe, por ejemplo, las barreras de la edad, de la geografía. Un tablero de ajedrez, una disciplina científica, la obra de un compositor, el talento de un creador, acercan lo que el azar del tiempo y el espacio ha puesto distante. Sin esas aficiones quedamos atados al terruño exiguo de un momento y un lugar, al capricho del corte generacional y lo que las modas (por lo general lamentables cuando se las mira en perspectiva) hayan hecho con eso -y si sólo somos eso- con nosotros. En el cultivo de esas aficiones que nos salvan de la más plana existencia, por dispares que sean o alejadas de la literatura que estén, siempre, en algún recodo del camino, nos esperará un libro.
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