A los 68 años, cuando ya había forjado su imperio inmobiliario y se había convertido en estrella de televisión, Donald Trump sintió que era la última oportunidad de cumplir un último sueño y comenzó a considerar seriamente la posibilidad de ser candidato a la Casa Blanca.
En 2015 lo hizo realidad: desembarcó en una escalera mecánica en el hall de su lugar en el mundo, su torre dorada en la 5ta avenida de Manhattan. Vestía de la misma forma de la que se lo vio en la última década: traje oscuro, camisa blanca y corbata roja y allí lanzó la frase de lo que sería el germen del movimiento que revolucionó a los Estados Unidos por casi una década. “Necesitamos a alguien que literalmente tome este país y lo haga grande otra vez”. Make America Great Again, la marea roja que vuelve ahora a la Casa Blanca por otros cuatro años.
Donald John Trump nació en Jamaica, un barrio neoyorquino en el condado de Queens. Su abuelo fue un inmigrante alemán llamado Friedrich Drumpf, de donde derivó el apellido Trump. Forjó una pequeña fortuna en el negocio de restaurantes, pero al morir dejó un tendal de deudas. Su hijo mayor, Fred, se hizo cargo de la familia y creó un próspero negocio inmobiliario. Se casó con la escocesa Mary Anne Mac Leod y tuvo cinco hijos: Maryanne, Fred Jr, Elizabeth, Donald y Robert.
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El triunfo de Donald Trump en Argentina.
El pequeño Donald tenía 4 años cuando se mudaron a una casa con 23 habitaciones en el mismo Queens, pero ya se manejaba con chofer y mucamas. El niño era tan revoltoso que hasta llegó a pegarle en la cara a un profesor de música en segundo grado. Para cuando tenía 13 su padre lo envió a la New York Military Academy para encarrilarlo. Allí pasó su adolescencia hasta los 18 años y adquirió disciplina y –según reconoció en su libro autobiográfico- pudo “canalizar la agresión en logros”.
Donald se convirtió en el favorito de su padre ya que al hijo mayor no le interesaban los negocios y se dedicó a la aviación. Murió a los 43 años víctima del alcohol. Desde entonces Donald no bebe ni una gota.
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En 1968, Trump se graduó en la prestigiosa escuela de negocios de Warthon y tres años más tarde estaba a cargo de la empresa de su padre, una compañía que expandió más allá del rubro inmobiliario a casinos, campos de golf, ropa, concursos de belleza, una universidad y hasta botellas de agua mineral. El tamaño de su fortuna es hoy un misterio.
Rico, atractivo y poderoso, Trump fue protagonista ineludible del jet set neoyorquino de los ’70 y los ’80. Acostumbraba a estar rodeado de mujeres bonitas en los lugares de moda. Se casó en 1977 con la modelo checa Ivana Zelnickova con la que fue padre de tres hijos: Donald Jr, Ivanka y Eric. Luego de un tumultuoso divorcio se unió a otra modelo, Marla Maples, con la que tuvo a Tiffany. Su último casamiento fue con la modelo eslovena Melania Knauss, con la que en 2006 tuvo a su hijo Barron.
En paralelo a sus menesteres empresariales, Trump despuntaba el vicio ante las cámaras -se jacta tener “un don para la puesta en escena”- y fue estrella de shows de TV como “El aprendiz”, donde se hizo famoso por el despido a los rechazados: “You are fired”.
Contra todo pronóstico, Trump ganó la interna republicana con un estilo desenfadado y agresivo. Cuando se lanzó a la presidencia contra Hillary Clinton, este prototipo de triunfador en la hoguera de vanidades de la Gran Manzana logró conectar con millones de votantes de la “America profunda” que se sentían agobiados por la política tradicional y el “pantano de Washington” con un discurso antiinmigrante y nacionalista que devolvió la esperanza a muchos hombres blancos, cristianos, de los suburbios.
Al ganar su primera presidencia, su gestión fue marcada por su sello caótico a la hora de conducir al país, con cambios permanentes de funcionarios que no le eran leales, algunos de los cuales más tarde describieron al presidente como un “fascista”.
Practicó un proteccionismo en lo económico y un aislacionismo internacional. Retiró al país de varios acuerdos comerciales y medioambientales, tuvo enfrentamientos económicos con China y una nueva propuesta de paz para Oriente Próximo, dificultada por su decisión de reconocer Jerusalén como la capital de Israel, al margen de la comunidad internacional.
Además, encabezó la retirada de Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán, lo que elevó las tensiones en la región, y firmó un acuerdo de paz con los talibanes que acabó por precipitar la caída de las autoridades apoyadas internacionalmente. Los fundamentalistas volvieron al poder en 2021, ya con Biden como presidente.
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Enfrentó investigaciones por supuesta colusión entre su campaña y Rusia en las elecciones de 2016 -que se saldó sin pruebas concluyentes que respaldaran las acusaciones- y un juicio político por abuso de poder y obstrucción. Cuando llegó la pandemia, Trump mantuvo una polémica postura alentando teorías contrarias a la ciencia.
Al perder la presidencia ante Joe Biden, en 2020, se negó a reconocer la derrota y clamó fraude sin pruebas, un reclamo que sostuvo en el tiempo. Coronó su gestión de manera oscura, atizando a sus simpatizantes a frenar la certificación de las elecciones. Sus simpatizantes asaltaron el Capitolio, donde se realizaba ese trámite esencial para el traspaso del poder a Biden.
Derrotado y furioso, Trump estuvo lejos de abandonar su carrera y logró mantener activo su caudal de casi 80 millones de votos.
Trump fue condenado por 34 cargos por ocultar el pago a una ex actriz porno para mantener su silencio sobre un romance que habían tenido y también por haber abusado sexualmente de una escritora en el probador de un negocio. El magnate siempre dijo que todo era un complot judicial y de los demócratas para apartarlo de la política. Es el primer candidato que asumirá la presidencia de EE.UU. con condenas penales.
Su tercera campaña, marcada por dos intentos de asesinato contra él –incluido uno en el que resultó herido en la oreja por un disparo–, fue similar a la primera: centrada en la lucha contra la migración irregular, los recortes de fondos a programas sociales y el fin de la guerra en Ucrania.
El lunes, cuando caminaba rumbo al cierre de campaña en Michigan, Trump se mostró solemne. Era el último acto que protagonizaba, listo para volver a la Casa Blanca. Y consciente, acaso, de que el legado de su movimiento MAGA seguirá firme, al menos por otros cuatro años.
Donald Trump logró una victoria decisiva en una nación profundamente dividida. Y al hacerlo, el presidente republicano electo expuso una debilidad fundamental dentro de la base demócrata y venció las preocupaciones sobre sus fallas morales, convirtiéndose en el primer presidente de Estados Unidos con una condena por delito grave.
El ex presidente republicano se ganó a los votantes frustrados con audaces promesas de que su ardiente populismo económico y su cultura conservadora mejorarían sus vidas. Sin embargo, será puesto a prueba de inmediato, y hay razones para creer que sus planes de deportaciones masivas y enormes aranceles pueden perjudicar a las mismas personas que permitieron su victoria.
Aun así, está preparado para entrar en la Casa Blanca el 20 de enero de 2025, desde una indiscutible posición de fuerza. Con los votos aún por contar, podría convertirse en el primer republicano en dos décadas en ganar el voto popular.
Los resultados dejaron a los demócratas frente a un ajuste de cuentas urgente e inmediato, sin un líder obvio para unir a la coalición anti Trump y sin un plan claro para reconstruir mientras un Trump envalentonado se prepara para retomar Washington.
Estos son algunos puntos clave:
Con cambios modestos, Trump socava la coalición de los demócratas
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Los votantes negros -hombres y mujeres- han sido la base del Partido Demócrata, y en los últimos años se les han unido los latinos y los votantes jóvenes.
Los tres grupos seguían prefiriendo a la demócrata Kamala Harris. Pero los datos preliminares de AP VoteCast, una encuesta realizada a más de 115.000 votantes en todo el país, sugieren que Trump obtuvo importantes ganancias.
Los votantes menores de 30 años representan una fracción del electorado total, pero cerca de la mitad de ellos apoyaron a Harris. Eso en comparación con los aproximadamente 6 de cada 10 que respaldaron a Biden en 2020. Algo más de 4 de cada 10 votantes jóvenes se decantaron por Trump, frente a aproximadamente un tercio en 2020.
Al mismo tiempo, los votantes negros y latinos parecían ligeramente menos propensos a apoyar a Harris que a Biden hace cuatro años, según AP VoteCast.
Alrededor de 8 de cada 10 votantes negros apoyaron a Harris, por debajo de los aproximadamente 9 de cada 10 que respaldaron a Biden. Más de la mitad de los votantes hispanos apoyaron a Harris, pero esa cifra fue ligeramente inferior a la de aproximadamente 6 de cada 10 que respaldaron a Biden en 2020. El apoyo a Trump entre esos grupos pareció aumentar ligeramente en comparación con 2020. En conjunto, esas pequeñas ganancias produjeron un resultado enorme.
Trump se centró en la inmigración, la economía y la cultura
A pesar de todo el espectáculo, las blasfemias y los insultos, Trump acabó ganándose a los votantes con grandes promesas de mejorar la economía, bloquear el flujo de inmigrantes en la frontera sur y su canto de sirena de «hacer América grande otra vez».
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También apeló a los votantes religiosos de ambos partidos aprovechando el apoyo de los demócratas a la comunidad transexual.
En general, cerca de la mitad de los votantes de Trump dijeron que la inflación era el principal factor que influía en sus decisiones electorales. Aproximadamente el mismo número dijo lo mismo de la situación en la frontera entre Estados Unidos y México, según AP VoteCast.
Pasó por alto el hecho de que la economía, según muchos parámetros convencionales, es sólida -la inflación está en gran medida bajo control y los salarios subieron -, mientras que los cruces fronterizos cayeron drásticamente. Pasó por alto los hechos y convenció a los votantes a base de repetirlos sin cesar.
También les vendió la promesa de la mayor operación de deportación masiva de la historia de Estados Unidos, aunque no explicó cómo funcionaría. Y amenaza con imponer aranceles masivos a productos clave de China y otros adversarios estadounidenses, lo que los economistas advierten que podría aumentar drásticamente los precios para los estadounidenses medios.
En última instancia, la victoria de Trump puede haber tenido tanto que ver con los desafíos fundamentales a los que Harris se enfrentó todo el tiempo. Enfrentada a la profunda frustración de los votantes sobre la dirección del país -con el índice de aprobación de Biden en mínimo– nunca llegó a distanciarse del presidente en funciones de su partido. Aunque Trump lleva nueve años siendo la figura central de la política estadounidense, convenció a los votantes de que representaba el cambio.
Trump se hará cargo de una nación con profundas fisuras
Trump se dispone a heredar una nación con profundas fisuras políticas y culturales y un electorado preocupado.
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Cuando se les preguntó qué era lo que más influía en su voto, cerca de la mitad de los votantes citaron el futuro de la democracia. Esta cifra es superior a la proporción de quienes respondieron lo mismo sobre la inflación, la inmigración o la política sobre el aborto. Y esto afecta a los dos grandes partidos: alrededor de dos tercios de los votantes de Harris y alrededor de un tercio de los votantes de Trump dijeron que el futuro de la democracia era el factor más importante en su voto.
No es de extrañar, dadas las realidades de la era Trump y la retórica de la campaña.
Trump se negó a reconocer su derrota en 2020 y vio cómo sus partidarios saqueaban el Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero de 2021, mientras el Congreso se reunía para certificar la victoria del demócrata Joe Biden. Trump llegó a musitar dos días antes de la jornada electoral que “no debería haber abandonado” la Casa Blanca tras prometer de manera repetida, represalias a sus enemigos políticos.
Harris, al final de la campaña, se unió a otros críticos -incluidos algunos ex jefes de gabinete de Trump en la Casa Blanca- para describir al expresidente como un «fascista». Trump, por su parte, tachó a Harris de «comunista».
El bagaje delictivo de Trump no es un problema para muchos votantes
Los resultados incompletos muestran que las condenas penales de Donald Trump, las acusaciones adicionales pendientes y cualquier preocupación por su retórica más incendiaria simplemente no fueron una preocupación suficiente para impedir que decenas de millones de estadounidenses votaran por él.
Según AP VoteCast, algo más de la mitad de los votantes dijeron que Harris tiene el carácter moral necesario para ser presidente, frente a unos 4 de cada 10 que dijeron lo mismo de Trump. Es muy posible, como Trump ha dicho muchas veces durante la campaña, que su peligro legal en realidad lo haya ayudado.
Tal y como están las cosas, es posible que Trump nunca llegue a enfrentarse a la sentencia en un caso de fraude empresarial en Nueva York en el que fue declarado culpable de 34 delitos graves. De momento, su sentencia está prevista para fines de este mes.
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Ya se desestimó una acusación federal en Florida, lo que lo libró de un juicio sobre si incumplió la ley estadounidense de protección de secretos de seguridad nacional. Y dejó claro que utilizaría su poder como presidente para archivar la causa federal contra él por su participación en el atentado del 6 de enero contra el Capitolio de Estados Unidos. Eso dejaría pendiente un caso de crimen organizado en Georgia contra Trump y otros acusados de intentar subvertir el resultado de las elecciones de 2020.
La política «de hermanos» se impone a la preocupación por el aborto
Fueron las primeras elecciones presidenciales después de que el Tribunal Supremo anulara el caso Roe contra Wade y acabara con el derecho nacional de la mujer a interrumpir un embarazo. También fue la primera vez que un candidato presidencial republicano cortejó excesivamente a los hombres con un enfoque hipermasculino.
Pero la «brecha de género» resultante no bastó para hundir a Trump.
Aproximadamente la mitad de las mujeres apoyaron a Harris, mientras que cerca de la mitad de los hombres se decidieron por Trump, según AP VoteCast. Eso parece coincidir en gran medida con los porcentajes para Biden y Trump en 2020.
Los demócratas afrontan una crisis de liderazgo con la urgente necesidad de reagruparse
Hace apenas unos meses, Harris generó una increíble expectativa en todo el partido. Recaudó más de mil millones de dólares de la noche a la mañana. Dominó el debate con Trump. Llenó estadios. Y hace sólo unos días atrajo a una multitud masiva a la Elipse y al National Mall.
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Pero al final, no fue suficiente.
Mientras tanto, los republicanos se hicieron con el control del Senado, desbancando al veterano senador Sherrod Brown, de Ohio, y poniendo a varios otros titulares demócratas al borde de la derrota. Los resultados darán a Trump una ventaja significativa a la hora de impulsar su agenda en el Congreso. Su única esperanza es ganar una mayoría en la Cámara construida principalmente a través de distritos suburbanos clave en California y Nueva York, pero eso estaba lejos de ser seguro a primera hora del miércoles.
En cualquier caso, los resultados reducen la huella geográfica de los demócratas y, con la derrota de Brown, disminuyen el tipo de voz de la clase trabajadora que puede contrarrestar el atractivo de Trump.
Trump ya consiguió presentar a los demócratas como culturalmente alejados de la clase media estadounidense. Ahora los demócratas se preguntan cómo volver a conectar con partes del país y sectores del electorado que los rechazaron.