Los dirigentes europeos se despertaron con «la mala noticia» (buena para unos pocos) de la victoria de Donald Trump. La reacción fue la previsible y pactada con antelación: mensajes de felicitación al próximo presidente estadounidense y recordatorio de lo importancia que dan a las relaciones transatlánticas y al vínculo de seguridad bajo el paraguas de la OTAN. Pero tras la fachada de alegría se esconde el duelo.
La Unión Europea recibirá un duro golpe con la vuelta a la Casa Blanca de Donald Trump, uno de sus enemigos declarados. Es además una Unión Europea sin grandes líderes que resistan a Trump, pues el alemán Olaf Scholz dejará casi con seguridad el cargo en menos de un año y el francés Emmanuel Macron es un pato cojo que ha tenido que aceptar un primer ministro conservador y cuya voz se escucha cada vez menos en Bruselas.
La italiana Giorgia Meloni guardó las formas antes de las elecciones, pero hoy exulta. Entre los países medianos o grandes apenas el polaco Donald Tusk y el español Pedro Sánchez podrían dar al menos algo de batalla ideológica.
La Unión Europea podría plantar cara económica y comercialmente a Trump, pero para eso necesitaría una unidad que hoy no existe. Es además una Unión Europea donde primeros ministros o líderes que condicionan sus gobiernos y que son abiertamente trumpistas mandan en Italia, Hungría, Eslovaquia, Chequia, Finlandia, Suecia, Países Bajos y pronto Bélgica.
¿A qué líder europeo escuchará Trump?
Para empezar al húngaro Viktor Orban, el hombre que dice que la Bruselas de 2024 es como el Moscú de 1934 y la Unión Europea lo mismo que la Unión Soviética de los años más grises de Stalin. Un aliado de Putin que vería con buenos ojos que Ucrania fuera borrada del mapa, algo que sucederá a medio plazo si Estados Unidos, como prometió en campaña Trump, deja de suministrarle armas porque los europeos tienen capacidad para financiar a Kiev, pero no tienen suficiente arsenal para mantener en pie al Ejército ucraniano.
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Bruselas espera que escuche también al nuevo secretario general de la OTAN, el ex primer ministro holandés Mark Rutte, uno de los pocos a los que Trump escuchó en Europa durante su primer mandato. Esa fue una de las razones de su elección para el cargo, que estrenó el pasado 1 de octubre.
Los dirigentes europeos se reúnen en la tarde de este miércoles y el jueves en una cumbre informal (sin decisiones legales) ya prevista con anterioridad a la victoria de Trump. Deben hablar de relaciones transatlánticas. París y Berlín, pese a la debilidad política de Macron y Scholz, empezaron a moverse por la mañana del miércoles.
El francés anunció que había hablado a primera hora con el alemán y que quieren “trabajar por una Europa más unida, más fuerte, más soberana en este nuevo contexto”. La clave ahí es esa referencia a la soberanía europea, un mantra en las instituciones europeas desde que se detectó hace más de un año que la vuelta de Trump a la Casa Blanca no era un imposible.
Esa soberanía europea debe crecer a partir de dos informes que los dirigentes europeos tendrán sobre la mesa en Budapest, los de los ex primeros ministros italianos Enrico Letta y Mario Draghi.
Los europeos tienen miedo
Los europeos tienen miedo. Trump podría ir más allá de lo que fue en su primer mandato y provocar un cataclismo político en el hemisferio norte si decide abandonar la OTAN y con esa decisión Estados Unidos se desentiende, por primera vez desde 1945, de la seguridad y la defensa del continente europeo frente a una Rusia con ansias expansionistas.
Trump puede además hacer que la Administración estadounidense se vuelque en ayudar a los partidos de extrema derecha en Europa, con argumentos, con estrategias y sobre todo con dinero. Son partidos que trabajan para la demolición de la Unión Europea, el único mecanismo ideado en la historia de Europa que permitió que los europeos dejaran de matarse entre ellos.
Una de las formas de saber si Europa aguantará o si se dispersará en un sálvese quien pueda con el que ninguno se salve, será ver si en las próximas semanas y meses sus dirigentes mantienen la unidad o si se precipitan corriendo a Mar-A-Lago, la residencia de Trump en Florida, a ofrecer sus respetos al próximo inquilino del Despacho Oval.
Melania Trump fue una de las primeras damas más mediáticas de los Estados Unidos, destacándose por su elegante estilo, su pasado como modelo y su enigmática personalidad. A pesar de la constante exposición al ojo público, Melania mantuvo un perfil reservado, contrastando con su esposo, Donald Trump.
En Clarín te contamos la vida de Melania Trump, desde sus humildes comienzos en Eslovenia hasta su papel en la Casa Blanca y su vida privada posterior, destacando los aspectos clave que han moldeado su imagen en el mundo
Melania Trump: dónde nació y su infancia
Nacida como Melanija Knavs el 26 de abril de 1970 en Novo Mesto, una pequeña ciudad de la entonces Yugoslavia, Melania creció en Sevnica, en lo que hoy es Eslovenia. Su infancia estuvo marcada por el régimen comunista de Yugoslavia, bajo el cual su padre, Viktor Knavs, era miembro del Partido Comunista y trabajaba en la administración de una empresa estatal de autos.
Su madre, Amalija, era modista en una fábrica textil y le inculcó el interés por el diseño, lo que sembró en Melania una pasión temprana por la moda. Aunque creció en un ambiente sencillo, su disciplina y determinación la llevaron a aspirar a una vida más allá de las fronteras de su país.
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A los 16 años, comenzó a modelar y se convirtió en una de las pocas jóvenes de su entorno en incursionar en la industria, rompiendo con los estándares conservadores de la época. Tras completar la secundaria, estudió diseño y arquitectura en la Universidad de Ljubljana, aunque dejó los estudios para dedicarse al modelaje a tiempo completo, una decisión que cambiaría el curso de su vida.
Melania Trump: la construcción de una imagen pública
La carrera de Melania en el modelaje la llevó de Eslovenia a ciudades de moda como Milán y París, donde trabajó con agencias de renombre en la década de 1990. Su elegancia europea y su presencia sofisticada la destacaron rápidamente, ganando espacio en campañas publicitarias y editoriales de moda en revistas como Vogue, Harper’s Bazaar, Vanity Fair y GQ.
Su habilidad para proyectar una imagen profesional y reservada le permitió construir una reputación en la industria. En 1996, Melania se mudó a Nueva York, ciudad que le ofreció nuevas oportunidades y que consolidó su carrera a nivel internacional. La Gran Manzana se convertiría no solo en el epicentro de su trabajo, sino también en el lugar donde conocería al empresario Donald Trump.
En Nueva York, Melania logró mantenerse en la industria de manera constante. Asistió a eventos sociales y desfiles, y participó en campañas de publicidad, pero siempre mantuvo una distancia prudente de la vida pública más allá de su rol profesional.
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Melania y su matrimonio con Donald Trump antes de la Casa Blanca
En 1998, durante una fiesta en Manhattan, Melania conoció a Donald Trump, quien en ese momento ya era un empresario prominente en Estados Unidos y una figura mediática de alcance mundial. Su relación capturó rápidamente la atención de los medios, no solo por la diferencia de edad de 24 años, sino también por el contraste entre las personalidades de ambos.
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En 2005, la pareja contrajo matrimonio en una fastuosa ceremonia en Mar-a-Lago, Florida, la cual fue cubierta por revistas y medios de todo el mundo. Melania lució un vestido de Dior valorado en 100,000 dólares, reflejando su estilo sofisticado y gusto por la moda de lujo. Un año después, en 2006, nació su único hijo, Barron William Trump, a quien Melania describió como su “prioridad número uno”.
La relación entre Melania y Donald fue un objeto de estudioconstante, especialmente durante los años de su presidencia. La primera dama se mantuvo al margen de la política, adoptando un rol discreto que alimentó especulaciones sobre su independencia y carácter reservado, así como sobre la dinámica de su matrimonio con Trump.
Matrimonio Trump: su controversial rol como primera dama
Cuando Melania asumió el rol de primera dama en 2017, se convirtió en la primera mujer de origen extranjero en ocupar el cargo desde Louisa Adams, la esposa de John Quincy Adams, en el siglo XIX. Su campaña “Be Best” se centró en temas de bienestar infantil, prevención del ciberacoso y combate a la crisis de opioides. Sin embargo, su labor recibió críticas, especialmente por las contradicciones percibidas entre su mensaje y las acciones de su esposo Donald Trump en redes sociales.
Su estilo como primera dama fue mucho más reservado que el de sus antecesoras, optando por una presencia pública controlada y evitando en gran medida involucrarse en debates políticos. La controversia que rodeó el momento en que usó una campera con la frase“I really don’t care, do u?” (realmente no me importa, ¿a ti?) durante una visita a un centro de detención de niños inmigrantes, generó especulaciones y críticas, colocando en duda el mensaje que buscaba transmitir.
A lo largo de su tiempo en la Casa Blanca, Melania mantuvo un perfil enigmático, siendo una de las primeras damas menos accesibles y mediáticas de la historia reciente, lo cual la convirtió en un personaje complicado dentro y fuera de Estados Unidos.
A pesar de su actitud provocativa durante la visita al centro de detención de niños inmigrantes, Melania mantuvo una imagen distante. Se centró en la moda y en lucir su vestuario, eligiendo diseñadores europeos y estadounidenses que reflejaban su perfil discreto. A diferencia de otras figuras públicas, prefirió mantenerse alejada de las redes sociales y de las entrevistas. Su presencia controlada en los medios le permitió construir una imagen enigmática, convirtiéndola en una de las primeras damas menos accesibles de las últimas décadas.
Melania Trump continúa siendo una figura enigmática, tanto por su vida anterior como modelo y esposa de Donald Trump, como por su tiempo como primera dama. A lo largo de los años, ha cultivado una imagen de independencia y estilo, manteniendo su distancia de la exposición pública, lo que la convierte en un personaje intrigante. Con las elecciones en el horizonte este 5 de noviembre, el tiempo dirá qué pasará si regresa a la Casa Blanca y asume nuevamente el papel de primera dama.