Si hay una institución británica respetada, es el NHS, el servicio británico de salud. Un hijo laborista de la posguerra creado para combatir la pobreza y el atroz y elitista sistema sanitario del país de la época. Se convirtió en un experimento radical y justo, que los británicos defendieron con pasión.
Pero hoy hay que esperar 18 meses para derivaciones no urgentes, meses para un diagnóstico y más meses para una tomografía. Hay 7,2 millones de personas esperando un tratamiento en el reino. El sistema es gratuito para todos los residentes en el país. Pero se fue degradando y el Covid terminó con él.
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El NHS «England» abolido
Con estos antecedentes, el gobierno ha anunciado la abolición del Servicio Nacional de Salud (NHS) de Inglaterra para reducir la burocracia y reformar la gestión del Servicio Nacional de Salud (NHS).
Los cambios no afectarán el acceso al NHS: seguirá siendo gratuito y cubrirá todos los servicios que ya ofrece.
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Ambulancias del sistema de emergencia de salud, en Londres. Foto: EFE
Como parte de los cambios, se están eliminando alrededor de 9.000 puestos administrativos en el NHS de Inglaterra y el Departamento de Salud y Asistencia Social, lo que representa aproximadamente la mitad de todos los puestos en ambas organizaciones.
El jueves por la mañana, se produjo una gran conmoción en la sede del NHS England, cerca de la estación de Waterloo, cuando Sir Keir Starmer anunció en directo por televisión la disolución de la organización. La decisión del primer ministro tomó por sorpresa a los 15.000 empleados, que trabajaban para el organismo central del NHS.
Más de la mitad serán despedidos. El resto se integrará en puestos similares dentro del Departamento de Salud. Esta medida supone una de las mayores reorganizaciones en la historia del NHS, poniendo fin a un experimento de una década para dotar al servicio sanitario de mayor independencia del gobierno, pero multiplicó los managers y las obstrucciones.
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El anuncio de Starmer
Después de una semana de alta estrategia diplomática por Ucrania y Rusia, el primer ministro británico Sir Keir Starmer regresó a las urgencias de la política doméstica y escuchó la experiencia de su esposa Victoria, exabogada y ahora terapista ocupacional del NHS. El Servicio Nacional de Salud (NHS) de Inglaterra, un organismo independiente que supervisa un gasto de 200 000 millones de libras, será abolido para «colocar al NHS en el centro del gobierno, donde debe estar».
Miembros de la asociación médica británica reclaman mejores salarios. Foto: AFP
El principio era claro. “Durante demasiado tiempo”, argumentó Starmer, los sucesivos gobiernos, incluidos los laboristas, habían «escondido la responsabilidad democrática bajo la alfombra». “Hoy”, dijo, tenía que representar «una línea divisoria».
Starmer presentó dos argumentos fundamentales para la eliminación del NHS de Inglaterra. El primero se centraba en la responsabilidad democrática: los ministros, no los funcionarios, deberían ser responsables de tomar decisiones sobre cómo se debe gastar el dinero de los contribuyentes.
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Pero también argumentó sobre los costos, afirmando que había demasiada duplicación. “El dinero”, dijo, “debería desviarse a la primera línea en lugar de gastarse en dos organizaciones —el Departamento de Salud y Asistencia Social y el NHS de Inglaterra— con funciones casi idénticas”. Starmer afirmó que no podía justificar gastar el dinero de los contribuyentes en «dos capas de burocracia».
Comprometerse con una gran reorganización del NHS, como diría cualquier ministro que lo haya intentado, implica muchos riesgos. El primero es de que los altos directivos del NHS pasen los próximos seis meses preocupándose por sus puestos y centrándose en reorganizaciones internas, en lugar de avanzar con el plan de reforma del gobierno.
También requerirá legislación: la independencia del NHS England está consagrada en la ley de 2012, que implementó las controvertidas reformas de Andrew Lansley. Un precedente que sirve de advertencia a Starmer.
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Un centro del NHS en Londres. Foto: AFP
Lo que comenzó como un ejercicio tecnocrático, se convirtió en un foco de descontento político, a medida que avanzaba en la Cámara de los Comunes, robando energía al gobierno de David Cameron y desperdiciando la mayor parte de dos años de gestión del NHS.
Un plan laborista
El plan decenal del Partido Laborista para el NHS se presentará en primavera.
Se centrará en fortalecer el mercado interior del NHS, un tema que probablemente provocará la oposición de muchos dentro del Partido Laborista. Starmer se verá presionado por los diputados para que haga una serie de otras promesas sobre el NHS.
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El primer ministro prometió ser radical en la reforma del estado. Pero comenzar con una reorganización del NHS desde arriba es lo que la administración pública podría llamar una «decisión audaz».
La prueba será si una reorganización a gran escala supone una verdadera diferencia en los servicios de primera línea y, fundamentalmente, si le ayuda a cumplir su promesa de reducir las listas de espera.
Starmer prometió ir «más lejos y más rápido» en la reducción de la burocracia. Se comprometió a reducir los «costos de cumplimiento» de la regulación en una cuarta parte, aunque ofreció pocos detalles sobre la métrica —a qué cifras se refería— ni sobre cómo pretende hacerlo.
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Afirmó que Gran Bretaña se había convertido en un «estado guardián» y se comprometió a eliminar más organismos no gubernamentales (o quangos). Pero más allá del NHS England, aún no está claro cuáles desaparecerán.
Hay otro cálculo en el centro del anuncio de Starmer sobre el NHS England: si bien se trata de rendición de cuentas y reducción de costes, también se trata de poder político.
Si el gobierno va a ser juzgado por los votantes en función de su éxito en la reducción de las listas de espera, entonces debería tomar directamente las decisiones sobre su futuro.
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Y ahí radica el desafío. Starmer se está apropiando de todo el poder sobre el NHS. ¿Podrá ahora marcar una verdadera diferencia?
Estados Unidos e Israel se han puesto en contacto con funcionarios de tres gobiernos de África oriental para analizar el uso de sus territorios como posible destino para el reasentamiento de los palestinos desarraigados de la Franja de Gaza, de acuerdo con el plan de posguerra propuesto por el presidente Donald Trump, según informaron a The Associated Press funcionarios estadounidenses e israelíes.
Los contactos con Sudán, Somalia y la región separatista de Somalia conocida como Somalilandia reflejan la determinación de Estados Unidos e Israel de impulsar un plan que ha recibido generalizado rechazo y ha planteado graves problemas legales y morales.
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Lugares pobres y asolados por la violencia
Dado que los tres lugares son pobres y, en algunos casos, están asolados por la violencia, la propuesta también pone en duda el objetivo declarado de Trump de reasentar a los palestinos de Gaza en una «zona hermosa».
Funcionarios de Sudán dijeron haber rechazado las propuestas de Estados Unidos, mientras que funcionarios de Somalia y Somalilandia declararon a The Associated Press que no tenían conocimiento de ningún contacto.
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Sudaneses se dirigen a cargar agua, en Jartum. Foto: AP/ archivo
Según el plan de Trump, los más de dos millones de habitantes de Gaza serían enviados permanentemente a otro lugar. Ha propuesto que Estados Unidos asuma la propiedad del territorio, supervise un largo proceso de limpieza y lo desarrolle como proyecto inmobiliario.
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Un video generado por IA en la cuenta de Donald Trump se vuelve viral
La idea de un traslado masivo de palestinos se consideró en su momento una fantasía de los ultranacionalistas israelíes. Pero desde que Trump presentó la idea en una reunión en la Casa Blanca el mes pasado, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, la ha elogiado como una «visión audaz».
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Los palestinos de Gaza han rechazado la propuesta y desestiman las afirmaciones israelíes de que la salida sería voluntaria. Las naciones árabes han expresado una vehemente oposición y han ofrecido un plan de reconstrucción alternativo que dejaría a los palestinos en su lugar. Grupos de derechos humanos han dicho que forzar o presionar a los palestinos para que se vayan podría ser un crimen de guerra.
Sin embargo, la Casa Blanca afirma que Trump «mantiene su visión».
Hablando bajo condición de anonimato sobre una iniciativa diplomática secreta, funcionarios estadounidenses e israelíes confirmaron los contactos con Somalia y Somalilandia, mientras que los estadounidenses confirmaron también los de Sudán. Dijeron que no estaba claro cuánto progreso se había logrado con los esfuerzos ni a qué nivel se habían llevado a cabo las conversaciones.
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Estados Unidos e Israel comenzaron a acercarse por separado a los tres posibles destinos el mes pasado, días después de que Trump presentara el plan para Gaza junto con Netanyahu, según funcionarios estadounidenses, que dijeron que Israel lideraba las conversaciones.
Un campamento de carpas en Gaza para palestinos desplazados. Foto: AP
Israel y Estados Unidos tienen diversos incentivos —financieros, diplomáticos y de seguridad— para ofrecer a estos posibles socios. Es una fórmula que Trump utilizó hace cinco años cuando negoció los Acuerdos de Abraham, una serie de tratados diplomáticos mutuamente beneficiosos entre Israel y cuatro países árabes.
La Casa Blanca se negó a comentar sobre las iniciativas de acercamiento.
Las oficinas de Netanyahu y Ron Dermer, ministro del gabinete israelí y confidente de Netanyahu, que ha liderado la planificación israelí para la posguerra, tampoco formularon declaraciones.
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Sin embargo, el ministro de Finanzas Bezalel Smotrich, que siempre ha defendido lo que él llama la emigración «voluntaria» de palestinos, declaró esta semana que Israel está trabajando para identificar países que acojan a los palestinos. También afirmó que Israel está preparando un «gran departamento de emigración» dentro de su Ministerio de Defensa.
A continuación, se presenta un análisis más detallado de los lugares que, según los funcionarios, han sido contactados.
Sudán
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El país norafricano fue una de las cuatro naciones del Acuerdo de Abraham que acordaron normalizar las relaciones diplomáticas con Israel en 2020.
Como parte del acuerdo, Estados Unidos eliminó a Sudán de la lista de estados que apoyan el terrorismo, medida que le dio acceso a préstamos internacionales y legitimidad mundial.
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Sin embargo, las relaciones con Israel nunca prosperaron, en tanto Sudán se sumió en una guerra civil entre las fuerzas gubernamentales y el grupo paramilitar RSF (Fuerzas de Resistencia Árabes).
El conflicto se ha caracterizado por atrocidades como asesinatos y violaciones por motivos étnicos, según la ONU y grupos de derechos humanos. La Corte Penal Internacional está investigando presuntos crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad, y el gobierno del entonces presidente Joe Biden declaró en enero que las RSF y sus aliados estaban cometiendo genocidio.
Estados Unidos e Israel tendrían dificultades para persuadir a los palestinos de que abandonen Gaza, en particular para ir a un país tan conflictivo. Pero podrían ofrecer incentivos al gobierno de Jartum, como alivio de la deuda, armas, tecnología y apoyo diplomático.
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Dos funcionarios sudaneses, que hablaron bajo condición de anonimato por tratarse de un asunto diplomático delicado, confirmaron que la administración Trump ha tomado contacto con el gobierno militar para proponer que acepte a palestinos.
Palestinos cuelgan luces por Ramadan, en sus casas arrasadas en Gaza. Foto: AP
Uno de ellos afirmó que los contactos comenzaron incluso antes de la investidura de Trump con ofertas de asistencia militar contra las RSF, ayuda para la reconstrucción posbélica y otros incentivos.
Ambos funcionarios dijeron que el gobierno sudanés rechazó la idea. «Esta sugerencia fue rechazada de inmediato», declaró un funcionario. «Nadie volvió a abordar este tema».
El jefe militar, general Abdel-Fattah Burhan, declaró en una cumbre de líderes árabes celebrada la semana pasada en El Cairo que su país «rechaza categóricamente» cualquier plan que pretenda expulsar a los hermanos palestinos de su territorio, bajo cualquier justificación o nombre.
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Somalilandia
Somalilandia, territorio de más de 3 millones de habitantes ubicado en el Cuerno de África, se separó de Somalia hace más de 30 años, pero no cuenta con reconocimiento internacional como estado independiente. Somalia considera a Somalilandia parte de su territorio.
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El nuevo presidente de Somalilandia, Abdirahman Mohamed Abdullahi, ha dado prioridad al reconocimiento internacional.
Un funcionario estadounidense involucrado en la iniciativa confirmó que Estados Unidos estaba «manteniendo conversaciones discretas con Somalilandia sobre diversas áreas en las que podría ser útil a Estados Unidos a cambio del reconocimiento».
La posibilidad de un reconocimiento estadounidense podría incentivar a Abdullahi a restar importancia a la solidaridad del territorio para con los palestinos.
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Los Emiratos Árabes Unidos, otro país signatario del Acuerdo de Abraham que ha establecido fuertes vínculos con Israel, tuvieron una base militar en Somalilandia y mantienen allí intereses comerciales que incluyen un puerto. La ubicación estratégica del territorio en la vía fluvial del Golfo de Adén, cerca de Yemen, donde opera el grupo rebelde hutí, también podría convertirlo en un valioso aliado.
A lo largo de los años, Somalilandia ha sido elogiada por su entorno político relativamente estable, lo que contrasta marcadamente con las dificultades que enfrenta Somalia por los atentados mortíferos del grupo militante Al-Shabab, vinculado a Al Qaeda. Desde 1991, Somalilandia posee gobierno, moneda y estructuras de seguridad propios. Sin embargo, tiene uno de los niveles de ingresos más bajos del mundo.
Un funcionario de Somalilandia, que habló bajo condición de anonimato por no estar autorizado a tratar con los medios, dijo que su gobierno no ha recibido ninguna solicitud y que no está en conversaciones sobre la posibilidad de acoger palestinos.
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Somalia
Somalia ha apoyado abiertamente a los palestinos, organizando con frecuencia protestas pacíficas en sus calles en apoyo a su causa. El país participó en la reciente cumbre árabe que rechazó el plan de Trump y parece un destino improbable para los palestinos, aun cuando aceptaran mudarse.
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Sambu Chepkorir, abogado e investigador de conflictos de Nairobi, Kenia, señaló que es difícil entender por qué Somalia querría acoger palestinos dado el firme apoyo del país al autogobierno palestino.
«Los realineamientos cambian constantemente, así que tal vez haya una agenda oculta», dijo Chepkorir.
Un funcionario somalí, que habló bajo condición de anonimato por no estar autorizado a tratar con los medios, señaló que no se había contactado al país para acoger palestinos de Gaza y que no se había hablado al respecto.
El presidente Donald Trump, que en campaña prometió que solucionaría la guerra en Ucrania “en un día”, busca ahora denodadamente anotarse un éxito como negociador mundial en ese conflicto y hasta se entusiasma con un premio Nobel de la Paz.
Trump maltrató semanas atrás a Volodimir Zelenski en el Salón Oval y le suspendió toda la ayuda hasta que luego negoció con el líder ucraniano, que aceptó un cese al fuego porque depende enormemente de EE.UU.
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Pero Trump se enfrenta ahora a un rival mucho más duro y estratégico que el actor devenido en presidente hace algunos años.
Vladimir Putin no es un recién llegado, ni un líder impulsivo ni se deja intimidar por el poder y el particular estilo trumpista. ¿Cese del fuego? Sí, es posible, pero con varias condiciones, sin apuro. ¿Garantizar vidas de soldados ucranianos? Claro, pero antes rendición absoluta en Kursk, clama el ruso. Pese a que aprecia el cambio en la Casa Blanca y da la bienvenida a un nuevo presidente que ya no lo considera un “asesino”, Putin no cederá un centímetro sin antes obtener beneficiosas concesiones.
Vladimir Putin, paciente. EFE
Hay que ver cómo reacciona Trump a esta tensión que se viene. Un duelo entre dos hombres que detestan perder a nada, aunque este choque personal puede tener implicaciones profundas en la geopolítica global. Ambos tienen estilos de liderazgo fuerte, son nacionalistas y les gusta negociar desde posiciones de poder. Sin embargo, existen diferencias.
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Trump es un negociador transaccional y fuertemente guiado por su instinto y sus impulsos. Busca sellar acuerdos de estilo empresarial, sobre todo que puedan ser presentados como “victorias” personales o nacionales.
El presidente es impredecible, pragmático y, no tiene miedo de romper con las posturas tradicionales de Washington si cree que puede obtener beneficios para EE.UU. o para sí mismo. Su emisario a la zona es un ejecutivo del negocio inmobiliario sin experiencia diplomática.
Putin, en cambio, no se mueve por impulsos: es un estratega de largo plazo. No negocia desde la improvisación, sino con una visión clara y sistemática de consolidar su propio poder, pero sobre todo el poder ruso. Es metódico, paciente y opera dentro de una doctrina de seguridad que busca restaurar la influencia de Rusia sobre sus vecinos y en la escena global. Quiere una victoria contundente sobre Ucrania y que los territorios tomados por Moscú queden en sus manos.
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Europa vive en estado de alerta no solo por el desdén del nuevo jefe de la Casa Blanca con el Viejo Continente sino por un posible avance ruso en el vecindario, que sería una amenaza para su futuro. A pesar de que los europeos son históricos aliados de los Estados Unidos a Trump no le importa romper ese vínculo, e insiste con criticar a la OTAN. la Alianza Atlántica de mutua defensa, y a los países que no cumplen con sus compromisos financieros en esa organización. El acercamiento de Washington a Rusia, estima Trump, serviría para frenar el liderazgo chino.
Rusia aprovecha esa grieta y busca un triunfo contundente en Ucrania. Pero, si quiere avanzar, Putin no debería provocar demasiado a Trump, sobre todo abiertamente, en público. Porque el magnate de ego tupido todo se lo toma personal y puede cambiar de un día para otro: así como llamó subrepticiamente “dictador” a Zelenski, el ruso podría enseguida pasar de “amigo” a “asesino” y Trump endurecer las condiciones. No hay que olvidar que muchos legisladores republicanos observan con reticencia y hasta alarma –en silencio por ahora– el acercamiento de Trump a Rusia.
Trump necesita un triunfo en política exterior y lo quiere pronto. Su plan de convertir a Gaza en la “Riviera en Oriente Medio” concitó el rechazo de casi todo el mundo menos Israel. Además, las encuestas indican que su imagen en política exterior ha caído varios puntos: un 51,8% rechaza hoy su gestión externa mientras que un 43,2% la apoya.
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El presidente se ilusiona conque la guerra en Ucrania le de una nueva oportunidad de mostrarse como el negociador que describe en su libro “El arte del acuerdo”. Pero, más allá de las intenciones de Trump, Putin es sin dudas el rival más difícil con el que deberá lidiar.
Así como en un momento tuvo un encono furioso contra el Washington Post, ahora el presidente Donald Trump calificó este viernes a la CNN y otros medios críticos de su gestión de ser de «ilegales» y «corruptos».
«Creo que CNN y MSDNC, que escriben literalmente un 97,6% de cosas malas sobre mí, son brazos políticos del Partido Demócrata», afirmó en un discurso en el departamento de Justicia ante fiscales y agentes de seguridad.
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«Y, en mi opinión, son realmente corruptos e ilegales. Lo que hacen es ilegal», lanzó el líder republicano, rostro del movimiento MAGA (Make America Great Again).
Trump dijo que los medios «influyen en los jueces». Esto «está cambiando la ley, y simplemente no puede ser legal. No creo que sea legal. Y lo hacen en total coordinación entre sí», protestó.
El magnate suele atacar a los medios estadounidenses desde su primer mandato como presidente, de 2017 a 2021, algo sin precedentes para un líder en un país donde la libertad de prensa está consagrada en la Constitución.
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Trump llama a los periodistas que no le gustan «enemigos del pueblo» y «noticias falsas».
Desde que comenzó su segundo mandato en enero, el millonario ha presionado a los medios tradicionales como la agencia de noticias estadounidense Associated Press, a la vez que ha facilitado el acceso a la Casa Blanca a otros que antes eran marginales y de derecha.