Jugar con uno menos en el fútbol actual generalmente complica las cosas y las situaciones se hacen cuesta arriba. El caso de Barcelona el martes en Champions, contra el PSG, es una prueba de eso: ganaba la serie 2-0 y se lo dieron vuelta con paliza por esa zoncera de Ronald Araujo en el PT, evitable. Tan evitable como la de Cristian Medina, que puso en gran riesgo la clasificación de Boca a cuartos de final .

Pasa que este trabajo de Diego Martínez logró más estabilidad y tranquilidad emocional que en ciclos anteriores (recordar rojas tontas, como la de Rojo con Palmeiras en semifinales o Saracchi en semifinal de copa Argentina vs. Estudiantes), y entonces el equipo salió adelante en la difícil, en la muy difícil.

Estaba empatando de local con la obligación de ganar y Medina, un pibe veterano por la gran cantidad de partidos en el lomo, hizo la de un novato: falta innecesaria de (segunda) amarilla en la mitad de la cancha a los 31 del primer tiempo. Pérdida doble: en el propio partido -que los otros diez pudieron encaminar gracias al gol de Cavani y a puro aguante- y en el superclásico del domingo, en el que no podrá estar. Ausencia de peso.

Si otro hubiese sido el resultado, mucho se habría hablado del error de Medina, quien debe capitalizar esta experiencia que al menos no fue negativa para Boca. Más, teniendo en cuenta su proyección para los Juegos Olímpicos y a otros partidos decisivos en Boca.

Jugar con el cuchillo entre los dientes no implica ir con todo a todas, sino saber cuándo sí y cuándo no. Es algo así como saber correr la cancha, no desgastarse sin sentido.

Y teniendo en cuenta que se viene un Súper caliente porque es decisivo, deberán medir los jugadores cuáles pueden ser las consecuencias. Que el riesgo no sea “dejar todo” dejando a tu equipo con uno menos sin sentido, porque esos errores se suelen pagar caro. Hay que vender cara una expulsión…