Cuando Germán Pezzella elija volver a River no dirá nada, pero habrá señales. Al menos eso se puede interpretar de las cuidadosas palabras del zaguero de 33 años en diálogo con Clank! Respetuoso del sentir de quienes lo esperan aquí aunque también de la investidura que se ha ganado en el Betis -es capitán e ídolo- el defensor dio indicios del que puede ser su próximo (y quizás, último) gran giro en su carrera. Un cierre de círculo por el que en Núñez existe un prudente optimismo.

Tiene su peso, por caso, que la única referencia explícita de Pezzella al club que lo formó haya sido un guiño casi poético, reconociendo que “mi historia en River me deja de alguna manera cierta herida que sanar”: aunque haya pasado casi una década desde su salida en pleno fragor de la Libertadores 15, él tiene en su memoria caché aquel deseo de que “ojalá algún día el destino nos vuelva a encontrar” que supo postear a modo de carta después de arreglar su primer fichaje con el Betis. Y entiende que la vuelta podría servirle de combustible a su voraz impulso de autosuperación.

Por caso, Pezzella reconoció que a su edad y con el estatus de campeón del mundo tiene la posibilidad de “ir a lugares donde la competencia no es la misma y tenés beneficios por otro lado”, un modo elegante de referirse a los mercados emergentes. Pero que al pensar en su carrera él necesita otra cosa, “la competencia, ese estímulo del día a día, de querer mejorar, de querer ser mejor”. Lo que en River tendrá de algún modo garantizado no sólo con la Libertadores que está en curso sino también con el tan apetecible Mundial de Clubes 2025.

Reconociéndose “muy pro Argentina” al igual que su esposa, Agustina Bascerano, y admitiendo que ambos se encuentran “en una situación en la que no tenemos hijos” algo vuelve más sencillas las decisiones, Pezzella no obstante remarcó que tras nueve años establecido en España transita sus días “de una manera diferente a la que se vive en la Argentina”.

Lo que le permite, por ejemplo, ir con su pareja a tomar mate a una plaza de Andalucía siendo Germán, y no el Pezzella jugador de fútbol, una disociación difícil de aplicar en nuestro país: eso cambiará radicalmente si regresa a River, lo que entiende obligará al zaguero a adaptarse a un paradigma de vida totalmente diferente.

Porque -como enumeró el propio defensor- “el nivel de exigencia es altísimo y tenés que responder”, porque es imprescindible contar con “el nivel de tolerancia” adecuado para no verse afectado por la crítica despiadada, “porque lo que se habla y rodea tiene un grado de violencia en opiniones y de declaraciones que es peligroso”, como el qué dirán si su regreso resulta menos afortunado que el proyectado en la teoría.

Por lo pronto, ante esa eventualidad Pezzella advirtió que se apoyará tanto en el respaldo de quienes lo rodean como en la confianza en su criterio. “Es ahí donde uno tiene que diferenciar bien qué pasa por fuera y cuál es el objetivo personal, de por qué decide lo que elige: nada te asegura nada”, reconoció antes de soltar una enésima frase cargada de optimismo. “Esas decisiones son muy personales, muy profundas y tampoco es darle mucha vuelta porque sacás conclusiones que no van”.

Es tan cierto que las declaraciones de Pezzella fueron con el tiempo justo, sin ir más allá del plano teórico, como que en la práctica existe un medido entusiasmo en que su retorno se activará en el mercado: si mediáticamente no hubo gestos que refrendaran el acercamiento (un ejemplo: no se mostró públicamente en el Monumental durante su visita frente a Deportivo Táchira) fue quizás por cortesía a un Betis que lo cobijó, que le dio la chance de saltar a la élite UEFA y que incluso accedió a rebajar sensiblemente su rescisión de € 40 millones a € 5 millones en todo concepto, un canon económicamente amigable -considerando además su estatus- para facilitar un eventual regreso de Germán a la Argentina.

Que en el caso del zaguero es equivalente a River. Adonde quiere volver. No lo dijo, pero dio señales…