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Quién es Noa Argamani, la rehén israelí que se hizo viral por un video en el que pedía por su vida desde la moto en que la secuestraban

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Quiero verla una vez más. Hablar con ella una vez más”. Las palabras de Liora Argamani eran las palabras de una madre que vivía -y aun hoy vive- en la incertidumbre de que su corazón podía detenerse en cualquier momento, y pedía volver a estar en contacto con su hija Noa, secuestrada el 7 de octubre por Hamás, una vez más antes de morir.

Ese ruego de Liora desde una silla de ruedas tuvo resultado. Este sábado, Noa fue liberada por el ejército israelí junto a otros tres rehenes en el campo de refugiados de Nuseirat, en el centro de Franja de Gaza, tras un mega operativo con intensos ataques.

“No me queda mucho tiempo en este mundo”, afirmaba Liora Argamani, que tiene 61 años y padece cáncer cerebral en estadio cuatro, en ese video donde también aparece su esposo. En la grabación se los puede ver a los dos hojeando juntos un álbum de fotografías que testimonia la felicidad de ambos con su hija.

Video

Su madre, enferma de cáncer, había rogado por volver a verla.

Noa Argamani fue secuestrada en un festival de música el 7 de octubre, cuando milicianos de Hamás irrumpieron en el sur de Israel matando a unas 1.200 personas, en su mayoría civiles, y tomando a otras 250 como rehenes. Noa fue uno de esos rehenes.

El video de su secuestro fue uno de los primeros en salir a la luz y la imagen de su rostro horrorizado se compartió ampliamente: Noa detenida entre dos hombres en una motocicleta, con un brazo extendido y el otro sujeto mientras gritaba “¡No me maten!”.

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Noa Argamani, la rehén rescatada.
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INTERNACIONAL

Dana en Valencia: Entre el barro y la confusión, la búsqueda de los desaparecidos se vuelve desesperada

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Una semana después de las catastróficas inundaciones, las familias no saben si sus parientes están vivos bajo el lodo y los escombros.

El gobierno aún no ha hecho público el conteo de desaparecidos.

Algunas familias españolas pasaron el martes planeando funerales, días después de que se encontraran los cadáveres de sus parientes entre los escombros dejados por las inundaciones que ocasionaron el fallecimiento de al menos 215 personas.

Otras, atrapadas entre el dolor y la esperanza, seguían esperando noticias.

Se preguntaban si tal vez, milagrosamente, algún familiar desaparecido podría seguir vivo en algún lugar en medio del lodo.

Una semana entera después de las catastróficas lluvias, el gobierno de España aún no ha publicado una cifra oficial sobre el número de desaparecidos.

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“Queremos ser muy prudentes”, dijo Óscar Puente, ministro español de Transportes y Movilidad Sostenible, en una entrevista radiofónica el lunes.

Los funcionarios han intentado descartar las informaciones no confirmadas de que hay casi 2000 personas desaparecidas; Puente señaló que los miembros del gabinete habían hablado de una “cifra bastante baja, pero no tenemos confianza en que esas cifras respondan a la realidad”.

Sin embargo, muchas familias no han esperado a que el gobierno empezara a dar la voz de alarma.

Residentes caminan por calles embarradas en una zona afectada por las inundaciones en Masanasa, Valencia, España, miércoles 6 de noviembre de 2024. (AP Photo/Emilio Morenatti)

Mientras los voluntarios acudían con tractores y escobas para ayudar a limpiar, otros recurrían a internet.

Las redes sociales se han llenado de fotos de los desaparecidos.

Un mapa colaborativo de la zona de Valencia registra sus últimas ubicaciones conocidas.

Otro recoge información en tiempo real sobre las cosas que los residentes necesitan con más urgencia.

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“Teníamos que actuar rápido, porque la gente estaba sin recursos básicos”, dijo Jorge Sáiz, de 32 años, quien creó ese mapa de ayuda junto con su esposa, Sandra Navarro, de 31 años.

La semana pasada, una página llamada “DANA Desaparecidos” empezó a compartir fotos e información sobre personas desaparecidas.

Las fotos de sus rostros sonrientes se han convertido en un sombrío álbum del duelo suspendido en España.

En uno de los cientos de publicaciones, un hombre de cara redonda sonríe, con los ojos arrugados sobre unas mejillas rechonchas.

Su nombre es Luciano Bravo Morales.

Bravo, de 58 años, estaba paseando por Catarroja, un pueblo cercano a la ciudad de Valencia, en el este de España, cuando las aguas empezaron a subir el pasado martes por la noche, dijo Alexia Romero, su sobrina, en una llamada telefónica.

Llamó a su familia y se trepó sobre un coche, dijo.

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Después se aferró al toldo de un bar.

“Lo último que dijo fue:

‘El agua está subiendo mucho, me va a llevar el agua’”, dijo Romero, de 32 años.

Su familia llamó a una línea de atención telefónica que había establecido el gobierno local y presentó un reporte oficial de persona desaparecida.

También compartieron su fotografía en redes sociales.

Romero dijo que la diferencia en las respuestas les impactó.

Explicó que ningún funcionario ha llamado a su familia, pero las personas que manejan las páginas de redes sociales se han puesto en contacto con ellos para preguntarles si necesitan ayuda.

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“Yo sé que hay que limpiar las calles, pero —con el debido respeto— creo que deberían priorizar buscar a las personas desaparecidas”, dijo Romero.

“La vida de una persona es más importante que limpiar los bajos de una casa”.

Tras días esperando noticias, su familia solo quiere saber qué le ocurrió a Bravo.

“No sé cuánto tiempo nos queda”, dijo.

“Ha pasado una semana, esperamos lo peor, pero cuanto antes podamos saberlo, mejor”.

El gobierno tiene previsto publicar en breve un conteo provisional de los desaparecidos, dijo Nieves Goicoechea, directora de comunicación del Ministerio del Interior español, en una entrevista telefónica.

Pero los reportes son complicados.

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Varias personas podrían haber llamado para reportar a la misma persona, dijo Puente.

Eso podría originar un conteo excesivo.

También podría haber un conteo que se quede corto.

La gente solo puede presentar un reporte oficial en persona, cosa que algunos aún no han podido hacer.

Además, muchas comisarías de policía han resultado dañadas o destruidas.

“El gobierno no puede declarar como desaparecida a una persona a través de una llamada”, dijo Goicoechea.

Y añadió: “Hay transparencia, pero nuestra transparencia debe ser responsable”.

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Mientras el gobierno intenta organizarse, el enojo de las familias aumenta.

Samuel Ruiz, de 28 años, sigue buscando a su padre, Francisco Ruiz Martínez.

Dijo que Ruiz Martínez, de 64 años, llevaba a sus sobrinos en coche cerca de Montserrat, una localidad próxima a Valencia, cuando el vehículo se quedó atrapado en las inundaciones.

Ruiz Martínez rompió la ventanilla para subir a los niños —de 5 y 10 años— al techo.

Pero cuando intentó subir él mismo se resbaló, según dijo su hijo.

“El agua se lo llevó”, afirmó Ruiz en una entrevista telefónica.

La familia también llamó a la línea de emergencia y reportó su desaparición. Presentaron un reporte en persona y dieron una muestra de ADN. Tampoco han recibido ninguna información oficial. “La respuesta de las autoridades ha sido lamentable”, dijo Ruiz.

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También dijo que, en redes sociales, la gente ha estado publicando la foto de su padre tratando de difundir la noticia.

“La mejor gestión ha sido la de los voluntarios y todo el vecindario de la zona”, afirmó.

“Si no hubiera sido por ellos —y hubiéramos esperado la respuesta de las autoridades— esta catástrofe habría sido mucho peor”.

Amelia Nierenberg es reportera de noticias de última hora para The New York Times en Londres y cubre noticias internacionales.

c. 2024 The New York Times Company

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