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A cinco años de la muerte de Mónica Galán: villana entrañable, musa de Eliseo Subiela y actriz secundaria de excelencia: Gabriel Corrado, Mimí Ardú y Carolina Papaleo la recuerdan

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Mónica Susana Galán fue una de las más odiosas villanas de muchas telenovelas, entre ellas Antonella y Celeste siempre Celeste. Pero lejos de repudiarla, la gente la amaba. Nació en Buenos Aires el 16 de octubre de 1950 y murió a los 69 años, el 15 de enero de 2019.

De muy joven tuvo una marcada vocación artística. Egresó de la Escuela Nacional de Arte Dramático y estudió con grandes maestros como Agustín Alezzo, Beatriz Matar, Juan Carlos Gené, Darío Fo y Laura Yusem. Debutó en cine con La Mary, con dirección de Daniel Tinayre y junto a Susana Giménez y Carlos Monzón. En 1980 formó parte del elenco original de Marathon, de Jaime Kogan, en el Payró, sala en la que también enseñó algunos años después. Trabajó además como adaptadora y llegó a debutar como directora teatral en 1999 con No sé tú, de Susana Torres Molina, obra en la que profundizó sus inquietudes y afirmaciones sobre la condición femenina. Amaba el teatro y, sin embargo, es el área en la que menos experiencias tuvo: participó en obras como El vestidor, Penas sin importancia, La isla desierta y Hoy se comen al flaco.

En cine fue una de las musas de Eliseo Subiela. Filmó más de veinte películas, entre ellas Últimos días de la víctima, Atrapadas, Asesinato en el Senado de la Nación, Los días de junio, Ojos azules, Dios los cria, El lado oscuro del corazón, Dónde estás amor de mi vida que no te puedo encontrar, No te mueras sin decirme adónde vas, El impostor, Pequeños milagros, Un amor de Borges, Cabeza de tigre, Nadar solo, Hermanas, Un mundo menos peor, Argentino Vargas, El mural y La otra piel. Baldío fue su última película, y se estrenó cuando ella ya no estaba.

A propósito de Baldío, su representante y amigo Alejandro Vanelli, le contó a LA NACION: “Mónica era una figura muy querida, con una de las sonrisas más lindas del medio. Ella quiso dejar su legado antes de fallecer, y es esta película. Sabía que no iba a pasar el verano y que no llegaba al estreno”. Baldío está realizada en blanco y negro y fue producida por la actriz, que además hizo el guion junto a su sobrina, la cineasta Saula Benavente. Gabriel Corrado, uno de los protagonistas, recuerda: “Con Mónica habíamos trabajado en Perla negra, en Telefe y en Malparida, en eltrece, pero me crucé con ella muchas otras veces. Siempre fue un placer porque tenía muy buena onda. Siento que la película fue su despedida artística. Es muy linda de ver y ella está preciosa, y el blanco y negro le da algo de cine italiano que le queda muy bien, y se luce. Se fue haciendo lo que mejor hacía”.

Muchas veces Galán encarnó personajes antagónicos de villana, pero otras tantas también fue prostituta, y solía decirlo entre risas; llegó a contar 17 apariciones en cine y televisión con ese tipo de personaje y de todas ellas, la más querible fue Viena, en Últimos días de la víctima, de Adolfo Aristarain. “Se es actor secundario por elección. Si yo no llegué a una primera línea es porque no lo busqué. No he querido sacrificarlo todo”, le reveló Galán a LA NACION, hace algunos años. “Me encantaría ser primera actriz y ganar buen dinero, pero para después viajar y hacer lo que quiero. Yo me la jugué por ese lado. Para mí siempre es un placer ser segunda de un primero bueno”, decía.

Mónica Galán en Baldío, su legado artístico

Su primer trabajo en televisión fue en 1987, en Tiempo cumplido. Y le siguieron decenas de ficciones: Señoras y señores (donde encarnó a una de las primeras lesbianas de la ficción local), Vulnerables, Como vos y yo, Los médicos de hoy 2, Jesús el heredero, Amor en custodia, Mujeres asesinas, Malparida, Lobo, Los simuladores, Amigos son los amigos, El árbol azul, Antonella, Celeste siempre Celeste, Nueve lunas, Zíngara, Buenos vecinos, Tiempo final, Infieles, Amor en custodia, Mujeres asesinas, Hermanos y detectives, Mujeres de nadie, Un año para recordar, Historias del corazón, El mal menor. Su último trabajo fue en 2015, en Conflictos modernos. También personificó a varias figuras históricas: fue María Rosa, la esposa de Castelli, en La revolución es un sueño eterno y Victoria Ocampo en El mural, de Héctor Olivera.

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Mimí Ardú la conoció haciendo Antonella y le confió a LA NACION: “Hacía muy poco que yo había llegado al país, mi pareja había fallecido en México a fines de diciembre y a los tres meses me llamaron para grabar Antonella. Transité la viudez y ese gran dolor trabajando, iba a terapia tres veces por semana, tomaba antidepresivos y era la manera de sostenerme para estar de pie. Y mi compañera de camarín fue Mónica, que me ayudó a sobrellevar todo ese momento tremendo. Era puro corazón, muy generosa, nada competitiva, una mujer con un alma muy noble. Era muy inteligente, humana, tenía unos valores increíbles. Lo único que vi de ella fueron cosas admirables. Era respetuosa, gran lectora, muy analítica. En ese momento fue muy sanador haberla tenido tan cerca. Conocí varios de sus domicilios, porque se mudaba cada tanto. Le gustaban las casas antiguas y las remodelaba y siempre les ponía su toque personal. Era muy creativa. Una gran mujer, poderosa. Fue una de las mejores personas que conocí en este medio. Conocí además a toda su familia, a sus hijos, a su sobrina. La recuerdo con mucha frecuencia. Siempre está presente en mi corazón”.

Carolina Papaleo fue su compañera en Amor en custodia. “Ella hacía de la segunda mujer de Pepe Novoa, que era nuestro padre, el de Solita Silveyra y mío, en la ficción. Y al final de esa novela entró mi mamá (Irma Roy), que era también nuestra mamá en la ficción. Mónica era una belleza de mujer, súper cálida, muy tranquila para trabajar. Tengo el mejor recuerdo. Cuando repitieron Amor en custodia, unos cinco años después, mi mamá me dijo que le había visto una blusa muy linda a Mónica, en una de las escenas de ese día, y que preguntáramos de dónde era porque le encantaba. Me causó mucha gracia porque habían pasado varios años y no iba a preguntarle a Mónica sobre esa blusa (risas). Habría sido un canje, seguramente. Y recuerdo en especial el trabajo que hizo en Los simuladores porque me pareció maravilloso”.

Muy celosa de su vida privada, tuvo un matrimonio y dos hijos y durante algunos años fue pareja del actor Jorge D’Elia. Se habían conocido trabajando juntos en Antonella.



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Este es el único paso que nunca hay que omitir al hornear con aceite de coco

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La repostería es un arte que depende de la precisión. Cada ingrediente tiene un papel fundamental y, en algunos casos, hasta el más mínimo cambio puede afectar el resultado final. Uno de los elementos más versátiles y singulares en la cocina es el aceite de coco.

Este ingrediente natural ganó popularidad en el ámbito culinario por sus propiedades beneficiosas y su sabor particular. Sin embargo, hornear con aceite de coco requiere de un paso esencial que no debe ser pasado por alto: la correcta preparación de los ingredientes a la temperatura adecuada.

El aceite de coco y su comportamiento

A diferencia de otros aceites vegetales, el aceite de coco tiene una característica única: su estado varía en función de la temperatura. Este aceite permanece sólido a temperaturas inferiores a los 24 grados Celsius, lo que lo convierte en un producto que puede estar tanto en forma sólida como líquida, dependiendo de las condiciones del entorno. Esto es importante en la repostería, ya que la textura y consistencia de una masa pueden verse afectadas si el aceite de coco cambia de estado durante el proceso de mezcla.

La peculiaridad de este aceite, que lo distingue de otros como el de oliva o el de girasol, es su alto punto de solidificación. En una cocina donde la temperatura oscila entre los 20 y 24 grados Celsius, el aceite de coco puede estar sólido o líquido, lo cual influye en su manejo y uso en las recetas. Este detalle puede parecer menor, pero marca una gran diferencia en el producto final.

La temperatura de los ingredientes

Al hornear con aceite de coco todos los ingredientes deben estar a temperatura ambiente, en especial los líquidos como la leche y los huevos. La razón es simple: cuando el aceite de coco está en estado líquido y se mezcla con ingredientes fríos, tiende a solidificarse de inmediato. Esto crea grumos de aceite en la masa, lo que dificulta obtener una mezcla homogénea.

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La temperatura ambiente permite que los ingredientes se mezclen adecuadamente, creando una masa suave y sin grumos. Los expertos en repostería recomiendan sacar los ingredientes fríos del refrigerador al menos 30 minutos antes de comenzar. Este paso sencillo asegura que el aceite de coco mantenga su consistencia líquida o sólida, según sea necesario, y evita problemas de textura en la masa.

El aceite de coco tiene múltiples beneficios. Foto: Archivo.

Estrategias para almacenar el aceite de coco según su uso

Un buen consejo para quienes hornean regularmente con aceite de coco es almacenar este ingrediente de manera que esté siempre listo para cualquier receta. Una estrategia eficaz es dividir el aceite en dos porciones: una parte puede guardarse en el refrigerador, para recetas que requieren una consistencia sólida, y la otra a temperatura ambiente, ideal para preparaciones donde el aceite debe estar líquido.

Además, almacenar el aceite de coco en su forma sólida o líquida según el tipo de receta permite conservar su frescura y calidad. El aceite de coco refrigerado tiende a durar más tiempo sin perder sus propiedades, mientras que la porción a temperatura ambiente permanece lista para su uso inmediato en mezclas que requieren rapidez.

Qué hacer si el aceite de coco se solidifica en la mezcla

Si, a pesar de todos los cuidados, el aceite de coco se solidifica al mezclarse con ingredientes fríos, es posible que se formen pequeños trozos sólidos de aceite en la masa. Aunque esto no daña la receta, puede dificultar el proceso de mezcla y afectar la uniformidad de la masa. Para remediarlo, se puede calentar la mezcla ligeramente, solo hasta que los trozos de aceite se deshagan y se incorporen a la mezcla. Es importante no calentar en exceso, ya que esto podría afectar otros ingredientes y alterar la consistencia final de la masa.

Este paso adicional puede parecer tedioso, pero garantiza que la mezcla tenga una textura adecuada y que el aceite de coco se distribuya uniformemente en la preparación.

El aceite de coco y sus propiedades

Consejos para hornear con aceite de coco

Hornear con aceite de coco tiene múltiples beneficios, tanto en sabor como en salud, pero requiere de algunos cuidados para obtener buenos resultados. A continuación, algunos consejos prácticos para facilitar el proceso:

  • Asegurar que los ingredientes estén a temperatura ambiente: para evitar que el aceite de coco se solidifique de forma inesperada, los ingredientes líquidos deben estar a temperatura ambiente antes de mezclarse.
  • Calentar el aceite de coco en caso de que esté sólido: si la receta requiere el aceite en forma líquida, basta con calentar ligeramente el aceite en un recipiente en baño María o en el microondas. Esto asegura que la mezcla quede uniforme y sin grumos.
  • Respetar las cantidades indicadas en la receta: en algunas recetas, la cantidad de aceite de coco puede sustituir a otros aceites o mantequilla. Es importante no exceder la cantidad recomendada para evitar un exceso de grasa en la masa.
  • Considerar el sabor que aporta el aceite de coco: este aceite tiene un sabor ligeramente dulce que puede complementar ciertos tipos de postres, pero en recetas más neutras o saladas, es preferible elegir aceite de coco refinado, que tiene un sabor menos pronunciado.
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