El martes, a las once y diez de la mañana, Luis Caputo estaba en su despacho del quinto piso del Ministerio de Economía cuando recibió un llamado por teléfono de Javier Milei, que estaba en su oficina de la Casa Rosada.
—¿Querés que pase a saludarte? —propuso el Presidente.
—Ahora. Estoy acá enfrente. Cruzo caminando.
—Bueno, bancame veinte minutos que me organizo y bajo a recibirte con todo el equipo.
Era la primera vez que Milei iba a pisar el Palacio de Hacienda, 48 horas antes de que se conociera el número de inflación de septiembre -3,5%- que marcaría el registro más bajo desde noviembre de 2021.
El jefe de Estado subió a la oficina de asesores y se sacó fotos con los funcionarios del Ministerio, con los colaboradores de Caputo, con la jefa de la AFIP, Florencia Mizrahi, y hasta con los mozos. El corazón de su gobierno pasa por esas paredes: es lo que marcará, a su juicio, si la gente lo califica como un éxito o como un fracaso y si él tendrá futuro en la carrera para 2027. Improvisó allí un discurso: felicitó uno por uno a los funcionarios y les agradeció el compromiso. “Estoy orgulloso”, les dijo, en un tono inusualmente mesurado.
La euforia la reservó para la intimidad, primero, cuando le adelantaron que estaban los números para sostener el veto a la ley de presupuesto universitario y, dos días después, en el momento en que le confirmaron que la inflación empezaría con un tres adelante. “El tres que había prometido Massa”, bromearon en el entorno presidencial.
En las redes sociales, los militantes libertarios, instigados desde las dependencias oficiales, subían los gráficos con las subas de precios de los últimos dos años. Por un lado, la de Massa, que mostraba una curva ascendente desde la salida de su predecesor, Martín Guzmán, y, por otro, la de la actual gestión, que arrancó en 25.5% en diciembre -compartida con la adminstración de Alberto Fernández, que ya había tenido un 12,8% en noviembre, con tarifas congeladas y los avatares del Plan Platita- y marcó un camino de descenso.
El Gobierno se niega a proyectar cuál será el porcentaje de incrementos para fin de año, pero apuesta a que sea cercano al 2. Los economistas independientes o los enrolados en la oposición suponen que no será tan fácil que siga bajando y advierten sobre los peligros de una política enfocada solo en satisfacer a los mercados, que demora la salida de la recesión. Los mileístas insisten en que los economistas que “no la ven” hablan por celos o envidia. “O son brutos porque subestiman el poder del ancla fiscal y la ortodoxia monetaria”, dicen.
La baja del riesgo país -que cerró la semana en 1.109 puntos básicos, 12% menos que la semana anterior-, la tranquilidad de los dólares financieros, la suba de los bonos globales y el anuncio del FMI sobre la reducción de los intereses de sus préstamos -que le permitirá a la Argentina ahorrar US$ 3.200 millones- contrastan con la apatía que genera la no recuperación de la economía del día a día. La caída de ventas en los supermercados vuelve a marcar un signo de interrogación. El índice de producción industrial manufacturero mostró una baja del 6,9% respecto del mismo mes del año anterior y la construcción interrumpió una recuperación de cuatro meses seguidos: marcó un retroceso del 2,9% en comparación con agosto y del 30,3% en lo que va de 2024.
La temperatura social parece en ebullición. No solo por el clima de violencia que se respira en las calles frente a cada manifestación, sea del oficialismo o de la oposición. Ya no hay encuestadores que no exhiban una declinación en la popularidad de Milei. Aunque el gurú libertario, Santiago Caputo, suele definir entre sus íntimos como un “milagro” que todavía el Ejecutivo tenga una aprobación cercana al 45% frente al colosal ajuste de casi el 6% del PBI para este año, hay otras voces del propio oficialismo que alertan que, si se siguiera perdiendo consenso, se ingresaría al año electoral con una incertidumbre tal que, tarde o temprano, podría trasladarse a los mercados.
La aparición de Cristina Kirchner, casi como figura estelar de la oposición, podría ser funcional a los planes electorales del mileísmo, no así a quienes proyectan inversiones en el país. Le pasó a Mauricio Macri en 2017. Ganó con comodidad las elecciones de medio término, pero a los pocos meses -tras las toneladas de piedras que cayeron en el Congreso durante la discusión de la reforma previsional- su imagen comenzó a desdibujarse y terminó por espantar a los inversores.
Hoy se observa una pulseada entre el mercado y los ciudadanos de a pie. Unos celebran la fiesta; otros la padecen. En el primer semestre, a pesar de la retracción de la economía, ambos caminaron de la mano, confiados en el cambio de era y en que el futuro sería mejor. Hoy se evidencia una tensión. Acaso el Gobierno haya tomado nota del momento y por eso apela a la polarización y al discurso extremo. No hay, sin embargo, un descenso catastrófico, solo una tendencia. La oposición, desde luego, exacerba la baja y se entusiasma.
Hace tiempo que Cristina se puso en movimiento. Camina hacia la presidencia del PJ luego de un tibio operativo clamor, muy lejano a los de los buenos tiempos, donde lo que ella proponía se hacía sin chistar. El gobernador riojano, Ricardo Quintela, promete resistir y presentó su lista través de sus apoderados, Jorge Yoma y Daniel Llermanos. Quintela sostiene que hace muy poco se reunió con la ex presidenta y que ella no mostró interés en participar. “Algo cambió y de un día para el otro ella salió a pedir que la aclamaran candidata de la unidad”, dice un intendente del GBA que pasó sin demasiada pasión por las oficinas del Instituto Patria. “Y, bueno, es lo que hay”, se resigna.
Muchos de los que asisten a reunirse con Cristina le reclaman por Axel Kicillof, a quien La Cámpora intenta marginar de la contienda peronista. Entre ellos, los gobernadores Gildo Insfrán (Formosa) y Sergio Ziliotto (La Pampa). También lo hicieron la senadora catamarqueña Lucía Corpacci y el ex presidente partidario José Luis Gioja: “Es con todos”, le dijo uno de ellos. Otros lo dicen por lo bajo. El miércoles, en una conversación informal en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso, el santacruceño Sergio Acevedo le dijo a varios de sus pares: “Los Kirchner no aprenden más. Hacen siempre lo mismo”.
Cristina está enojada con Kicillof y el mandatario no hace mucho para recuperar su confianza. “Le clavó una estocada.Todavía seguimos sorprendidos”, dice uno de los funcionarios bonaerenses. Kicillof sabe que su mentora está inclinada por su hijo, Máximo, con quien él tiene el diálogo congelado hace mucho.
Kicillof no se dio por aludido frente al operativo clamor por la jefatura del PJ. No se pronunció en público, ni siquiera posteó en la red X. Ambos hablaron por última vez el 25 de septiembre. Ella lo llamó por teléfono para saludarlo por el cumpleaños, pero no le contó sus planes ni lo invitó a la reaparición que haría cinco días más tarde en La Matanza. Aquel día, la jefa asistió sola y se fotografió con el padre Angelotti. También desairó al intendente Fernando Espinoza, procesado doblemente por presunto abuso sexual contra Melody Rakauskas, una exempleada municipal, y por haber burlado la orden de restricción.
Cristina se prepara para competir en las legislativas del año próximo. Ve un hueco. Si La Libertad Avanza no cierra con el PRO -como pasó en 2023- sus posibilidades de ganar irían en aumento, más allá de que en algunos sectores amplios de la provincia su imagen es muy denostada.
La relación de los libertarios y los macristas es ambivalente. Milei y Macri retomaron contacto por chat luego de que el PRO ayudó a sostener el veto presidencial contra la ley de financiamiento universitario, que estuvo a punto de naufragar. Pero persiste la desconfianza. Macri reclama reglas de juego claras y poder participar de la gestión. Santiago Caputo y Karina Milei se niegan.
La que abrió la puerta es Sandra Pettovello. Una sospeha por manejos irregulares en la secretaría de Trabajo hizo que la ministra de Capital Humano decidiera echar a cuatro funcionarios. Pettovello le preguntó a Milei si podía ofrecerle a Macri esos lugares. El Presidente le dijo que sí.
Macri y Pettovello, siempre bajo la mirada de Milei, hablan muy seguido. La semana pasada, el fundador del PRO le dijo a la ministra que iba a hacerle un regalo. “Te voy a mandar un libro inspirador”, le prometió. Al otro día, Pettovello llegó al despacho y tenía el ejemplar en su escritorio. Con dedicatoria y todo. ¿Cómo se llama el libro? Primer Tiempo.