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El gobierno de Milei, entre la autocracia y el gobierno de coalición

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La ambiciosa ley Ómnibus con la que se pretendió disimular una reforma constitucional encubierta fracasó estrepitosamente, ante las desprolijidades de su elaboración, la incapacidad evidenciada por el gobierno para negociar los votos indispensables para su aprobación, y el malhumor social que se evidenció en la pérdida de más de 9 puntos en el respaldo a la gestión, y la contundente movilización de la CGT que, lejos de ser la única, no fue sino la primera medida de fuerza contra un gobierno que pretendió cambiar la Argentina para beneficiar a unos pocos, y convertirla en “Argenzuela”, multiplicando la pobreza, la indigencia y la exclusión social.

Entre el escándalo que generó el “dictamen blue” urdido fuera de los espacios legislativos, con la injerencia determinante de intereses corporativos que pretenden llevarse la parte del león a través de un nuevo reparto de la riqueza y los recursos de nuestro país; la confección de esa ley por parte de estudios jurídicos pertenecientes a esos mismos intereses, sobre una proyecto general diseñado por alguien que, como Federico Sturzenegger, ni siquiera es funcionario público; la reacción de la oposición “colaboracionista” que dijo basta; la contundente movilización de la CGT y la enérgica decisión de varios gobernadores de salir a desafiar el saqueo al que el gobierno nacional pretendía condenar a sus provincias, el ministro de Economía, Luis Caputo, debió anunciar el retiro del paquete fiscal del proyecto, que era el corazón de ese instrumento legal.

Los riesgos de insistir con su capricho de imponer un proyecto de ley inconstitucional a todas luces, tanto en su confección como en su contenido, generaba riesgos aún mayores para el gobierno. Tal como dejó trascender el gobernador cordobés Martín Llaryora, se corría el riesgo de que no sólo se volteara la suba de retenciones o los cambios al sistema jubilatorio, sino que se introdujeran modificaciones que implicaran, por ejemplo, la coparticipación del impuesto País, una de las principales fuentes de recaudación del estado argentino.

De este modo, el gobierno debió morder el polvo para evitarse una derrota humillante en el debate en el recinto de Diputados, a apenas un mes y medio de haber asumido, lo que genera interrogantes preocupantes para lo que vendrá.

En el panorama político de la gestión se abren dos alternativas. Una es la vía republicana de la redefinición de la coalición política gobernante, incorporando a las fuerzas políticas que componen la “oposición colaboracionista”, según lo propuesto por Miguel Pichetto, quien advirtió que no se podría «gobernar así por cuatro años». El problema es que, en esta alternativa, el Pro pasaría a jugar un papel determinante en la composición del gobierno y en el proceso de toma de decisiones. «Mauricio (Macri) era barato en diciembre, pero ahora le va a costar caro a Milei porque, encima, el otro es rencoroso», reflexionó un curtido legislador que integra uno de los espacios dialoguistas.

La segunda alternativa es la más preocupante, ya que implicaría profundizar la pretensión autoritaria que caracteriza al presidente, cuyo desprecio por la democracia nunca ocultó. Los chantajes y amenazas a los gobernadores y todos aquellos que levantaran alguna crítica sobre la gestión de gobierno estuvieron acompañados de la alternativa ya anticipada por Javier Milei antes de asumir de gobernar a través de referéndums y plebiscitos, para oponer a las instituciones legislativas la evidencia del respaldo popular. El problema es que esta clase de estrategia no sólo se lleva puesta a la constitución –algo que nunca pareció preocuparle demasiado a esta gestión-, sino que, por la cantidad y diversidad de intereses afectados por las políticas que se pretenden implementar, podría exponerlo a una derrota definitiva.

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Esta opción autoritaria podría concretarse, de todas maneras, en caso de que el Congreso aprobara tres herramientas determinantes para autoanularse y conferir la suma del poder público al gobierno: la concesión de las facultades legislativas delegadas; la flexibilidad para permitir un gigantesco endeudamiento de la Argentina sin control parlamentario; y la privatización de las empresas públicas y la liquidación a precio vil del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la ANSES.   

De este modo, la derrota que asumió el gobierno al tener que retirar el capítulo fiscal de la ley Ómnibus dista de ser definitiva. Más aún, lo coloca en una situación en la que las tendencias más autoritarias que lo integran pretendan imponer la autocracia como mecanismo de supervivencia.

Las fuerzas de la democracia deben estar muy atentas y manifestar de manera contundente su oposición a cualquier forma de autoritarismo en la etapa decisiva en la que ingresamos. Los tiempos se aceleran vertiginosamente y no hay lugar para medias tintas. La opción entre democracia y autocracia será el hilo conductor de lo que vendrá. Ojalá que el gobierno lo comprenda y decida gobernar sometiéndose a la ley, lo que es, en definitiva, el camino virtuoso que tiene a su disposición. (www.REALPOLITIK.com.ar)

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Los argentinos están peor económicamente que hace un año, pero creen que su situación mejorará

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El informe de la consultora Analogías incluyó 2.612 casos a nivel nacional, realizados entre el 7 y el 9 de diciembre mediante entrevistas telefónicas por formato IVR (Interactive Voice Response) fijo y móvil. En primera instancia, la encuestadora midió la evaluación del gobierno de Javier Milei cuya apreciación fue más negativa que positiva: 44,5 a 43,5 por ciento (12,0 “no sabe”). En esta línea, el 44,7 desaprueba el manejo de la economía hasta ahora, mientras que el 43,4 lo aprueba (11,9 “no sabe”). No obstante, la imagen del jefe de estado cuenta con 10 puntos favorables de brecha: 52,7 positiva y 42,2 negativa (5,1 “no sabe”).

En cuanto a la situación económica dentro de dos años, la mayoría (60,6) piensa que va a ser “mejor”, contra el 26,5 que proyecta un futuro “peor” que el actual; también, el 7,0 declaró que “no sabe”. En tanto, consultados por cómo creen que el gobierno está tratando a los jubilados, el 62,5 dijo “mal” frente al 21,9 que respondió “bien”. Sin embargo, el 45,1 considera que el sacrificio de estos meses está sirviendo para resolver los problemas de la economía, mientras que el 41,0 no lo cree así.

Por otra parte, para el 53,8 por ciento el peor problema para la economía es el desempleo, frente al 35,2 que eligió la inflación. En este sentido, acerca de la situación económica personal y familiar comparada con un año atrás, el 43,6 manifestó que está “peor”, el 36,1 “igual” y el 15,6 “mejor”. A su vez, para el año que viene la mayoría (32,6) piensa que este panorama va a ser “mejor”, contra el 30,0 que lo proyecta “peor”; el 26,4 sostiene que será “igual”. (www.REALPOLITIK.com.ar)

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