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POLITICA

Temple de acero: Scottie Scheffler ganó su segundo Masters de Augusta, se afirma como N° 1 y consolida su era dominante

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Casi al mismo tiempo en que Scottie Scheffler hacía su segundo bogey del día, en el hoyo 7, un hoyo más adelante Ludvig Åberg y Max Homa anotaban un birdie y, junto con Colin Morikawa, cuatro jugadores se apiñaban en la cima del tablero con seis golpes bajo el par. Fue el cachetazo que el número 1 del mundo necesitaba para despertarse. Echando por tierra cualquier presunción de un desenlace dramático, Scheffler encadenó tres birdies consecutivos, mientras veía como sus contrincantes se derrumbaban. Con una frialdad que hace dudar de su humanidad, se encaminó así a una victoria por cuatro golpes de diferencia con lo que se adjudicó el segundo Masters Tournament de su carrera.

Mucho más temprano, Tiger Woods se había despedido del Augusta National con un recorrido de 77 golpes, lejos de las ambiciones con las que había llegado, pero habiendo logrado el objetivo de completar los 72 hoyos. Desde que un accidente automovilístico lo forzó a abdicar a su reinado, nadie pudo aferrarse al cetro. A los 27 años, Scottie Scheffler es hoy por hoy el máximo aspirante. Por su calidad de jugador, por los resultados que ya acumula, pero sobre todo por la capacidad de manejar los momentos de presión. Cuanta mayor es la exigencia, mejor responde el líder del ranking.

Scheffler sumó así su segundo saco verde, que también representa el segundo major de su carrera. Se trata también de su noveno título del PGA Tour, y el tercero en esta temporada, que incluye el bicampeonato en The Players Championship, conocido coloquialmente como el quinto major. Desde marzo de 2022 es el número 1 del mundo y el campo de golf más demandante lo ratificó una vez más.

El norteamericano finalizó la última vuelta con un recorrido de 68 golpes para un total de 277, 11 bajo el par de la cancha. Terminó con cuatro de ventaja sobre el sorprendente sueco Ludvig Åberg, novato de 24 años que jugaba por primera vez en el campo más codiciado del mundo del golf. Colin Morikawa, que salió a jugar con Scheffler la vuelta final un golpe por detrás, se cayó de la pelea con doble-bogeys en los hoyos 9 y 11, y finalizó tercero con -4, en la misma línea que Homa y el inglés Tommy Fleetwood.

Scottie Scheffler celebra su victoria en el torneo Masters

“Es un momento muy especial para mí. No puedo poner en palabras lo que significa ganar este campeonato. Tengo ganas de volver a casa y disfrutar de este campeonato con Meredith, mi mujer”, dijo el ganador al momento de recibir el emblemático saco verde de manos de Jon Rahm, el campeón de 2023, en referencia a que su mujer está embarazada esperando su primer hijo. Por momentos parecía que se quebraba, pero mantuvo la compostura. Así fue durante toda la vuelta final, así fue durante los cuatro días de acción. Scheffler es un jugador inexpresivo que parece no verse afectado por el entorno. Ni el misticismo de Augusta National, ni la dificultad de la cancha (con menos viento pero también con los greens más secos), ni la presión a la que lo expusieron sus perseguidores, ni los pocos deslices que cometió (ninguno de carácter irreversible) lograron alterarlo.

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El abrazo entre Scottie Scheffler y su caddie, Ted Scott, tras el cierre en el hoyo 18 en el Augusta National

La ventaja psíquica que había empezado a marcarse con el birdie en el hoyo 8 se hizo más pronunciada en el 9, denominado Carolina Cherry por la planta que lo circunda, cuando Scheffler ejecutó el golpe del campeonato. Con su segundo tiro en el par cuatro dejó la pelota dada, hizo explotar al público y comenzó a distanciarse de sus perseguidores. En el mismo hoy Morikawa hizo doble bogey al no poder salir del bunker.

Reza una máxima que el Masters empieza cuando comienzan los últimos nueve hoyos el día domingo. Scheffler se encargó de hacerla valer. En el 10, considerado el hoyo más difícil de Augusta National, hizo su tercer birdie seguido casi al mismo tiempo que, en el 11, Åberg se iba al agua al arriesgar con su tiro al green y lo pagaba con doble bogey.

“No había pegado muy buenos tiros con los hierros, y de hecho hasta los que pegué bien no fueron adonde quería. Venía de embocar un muy buen putt en el 8 y ese tiro del 9 me dio la energía que necesitaba para tener unos buenos segundos nueve hoyos”, dijo Scheffler sobre ese magnífico golpe.

Ni siquiera el bogey en el 11, cuando jugó a seguro por la derecha y falló en hacer approach y putt, sacaron de foco a Scheffler. Mientras el resto peleaba contra sus propios fantasmas y se bajaban solos de la pelea, el Nº1 del mundo siguió como en piloto automático. Tres birdies más, en los hoyos 13, 15 y 16, sentenciaron la historia.

“Hice lo mejor que pude para mantenerme calmo y paciente. Sabía que tenía que hacer tiros claves y embocar putts importantes”, agregó Scheffler. “Pude hacer las cosas bien al inicio de los segundos 9 y cerrar bien el campeonato”.

Una multitud acompañó a Scottie Scheffler; aquí, en el tercer hoyo de la ronda final

Durante los cuatro días, Scheffler estuvo excelso alrededor del green, el punto más fuerte de su juego. El putter, que en su caso siempre abre un signo de interrogación y más de una vez lo privó de algún título, respondió con solvencia. En los momentos difíciles, el driver anduvo por el centro del fairway.

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Tiger sigue dando pelea

Una mención especial merece la actuación de Tiger Woods. Si bien no pudo rubricar la ilusión que había generado al lograr el corte clasificatorio el viernes, luego de una maratónica jornada de 23 hoyos, de pelear por el título el fin de semana, logró el objetivo de completar los 72 hoyos. Después del accidente automovilístico sufrido en febrero de 2021, es apenas la tercera ocasión en que lo logra. Después de que el sábado hizo la peor vuelta de su vida en un major con 82 golpes, cerró con un digno 77 para totalizar 304 golpes, 16 sobre el par de la cancha, su registro más alto en un major.

“Fue una buena semana. Vine acá sin haber jugado un torneo íntegro en mucho tiempo, di una buena pelea el jueves y el viernes. Lamentablemente el sábado no resultó de la forma en que quería”, valoró Tiger. “Voy a seguir intentando, seguir con el motor encendido, seguir moviendo el cuerpo, seguir poniéndome más fuerte, seguir progresando.”

Tiger Woods impacta en el cuarto hoyo de la ronda final; el exnúmero 1 pudo completar el torneo, aunque lejos de sus mejores números

Woods confirmó su intención de jugar los tres majors restantes en esta temporada, pero no garantizó su participación en Valhalla para el próximo PGA Championship, del 16 al 19 del mes próximo. La voluntad y la entrega están ahí. El físico sigue generando incertidumbre.

El mejor de la historia hace rato dejó de ser el mejor del mundo. Scottie Scheffler reclama ese sitial.

Clasificación del Masters de Augusta (par 72)

  1. 277 – Scottie Scheffler (USA) 66-72-71-68
  2. 281 -Ludvig Aberg (SWE) 73-69-70-69
  3. 284 – Max Homa (USA) 67-71-73-73, Collin Morikawa (USA) 71-70-69-74, Tommy Fleetwood (ENG) 72-71-72-69
  4. 286 – Bryson DeChambeau (USA) 65-73-75-73, Cameron Smith (AUS) 71-72-72-71
  5. 287 – Xander Schauffele (USA) 72-72-70-73288 – Will Zalatoris (USA) 70-77-72-69, Cameron Young (USA) 70-73-72-73, Tyrrell Hatton (ENG) 72-74-73-69
  6. 289 – Patrick Reed (USA) 74-70-73-72, Adam Schenk (USA) 73-71-72-73, Cameron Davis (AUS) 69-72-73-75, Matthieu Pavon (FRA) 70-73-74-72
  7. 290 – Nicolai Hojgaard (DEN) 67-73-74-76, Sepp Straka (AUT) 73-71-74-72, Chris Kirk (USA) 74-75-68-73, An Byeong-hun (KOR) 70-73-72-75
  8. 291 – Lucas Glover (USA) 71-73-72-75, Taylor Moore (USA) 71-75-75-70
  9. 292 – Adam Scott (AUS) 76-74-70-72, Min Woo Lee (AUS) 74-74-75-69, Matthew Fitzpatrick (ENG) 71-73-73-75, Harris English (USA) 72-74-75-71, Patrick Cantlay (USA) 71-75-70-76, Keegan Bradley (USA) 78-71-74-69, Rory McIlroy (NIR) 71-77-71-73, Joaquín Niemann (CHI) 70-78-71-73




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POLITICA

Julián Eyzaguirre: La prohibición de TikTok y el siga-siga para X pone en alerta a las plataformas

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Sin ánimos de pecar de amarillista, existe una percepción generalizada que la democracia atraviesa un camino lleno de señales de alerta, como si estuviera en el hall de una sala de emergencias. 

En base a ello quien expresó su visión fue el experto Julián Eyzaguirre que sostuvo que la irrupción tecnológica y su correlato en la hipercomunicación reinante, representan discusiones urgentes para la sociedad. 

En estos días existe un intenso debate sobre la prohibición de TikTok en Estados Unidos. Y sin escindir los temas también puede ser discutido, en el mismo orden, el uso desenfrenado de X como herramienta de propaganda y desinformación. Spoiler alert: el panorama no es alentador. 

Lo más preocupante, sin embargo, sostiene el Project Manager IT Eyzaguirre no es el caos en sí mismo sino la evidente ausencia de reglas claras que apliquen a todos por igual. Mientras TikTok enfrenta una posible prohibición basada en supuestos riesgos de seguridad nacional, X y su propietario, Elon Musk, parecen tener carta blanca para moldear el discurso público a su antojo.

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TikTok es evidentemente un “villano cómodo”. Por procedencia, por masividad. Se trata de una aplicación que posee un fuerte anclaje en los segmentos de usuarios más jóvenes y, sólo en Estados Unidos, posee más de 170 millones de usuarios. 

En estos días, la administración estadounidense se prepara para definir el futuro de TikTok con la revisión de una ley que podría exigir a ByteDance, su empresa matriz china, vender la aplicación o enfrentar una prohibición total. Esto ocurre pese a la falta de pruebas concretas de que el gobierno chino utilice TikTok para espiar a ciudadanos estadounidenses o infringir su soberanía. 

Así mismo, Eyzaguirre, sostiene que la narrativa del «peligro rojo» es conveniente y funcional, sobre todo en tiempos donde la seguridad nacional se erige como argumento todoterreno. Sin embargo, se ignora que TikTok es también un espacio de expresión masiva, utilizado por los usuarios estadounidenses, y de todo el mundo, para fines culturales, comerciales y políticos.

Mientras tanto, la jurisprudencia reciente ofrece un telón de fondo interesante. En el caso NetChoice vs. Moody y su contraparte texana Paxton, la Corte Suprema analizó el alcance de las restricciones que los estados pueden imponer a las plataformas digitales. Aunque las decisiones varían según el contexto, ambas subrayan un principio: las plataformas no son meros negocios privados; son foros públicos donde la libertad de expresión y el acceso igualitario están en juego. 

Esto plantea una pregunta clave: ¿por qué TikTok debería ser tratada como una amenaza existencial mientras otras plataformas son libres de operar sin una supervisión equivalente?

En el otro extremo, Elon Musk ha demostrado que las redes sociales también pueden ser armas de desinformación masiva. Durante las elecciones estadounidenses de 2024, X fue una maquinaria de noticias falsas y discursos incendiarios. Según informó DW, Musk utilizó la plataforma para difundir información engañosa sobre el proceso electoral, una movida que no solo polarizó a la opinión pública sino que también contribuyó a socavar la confianza en las instituciones democráticas. 

Es evidente la doble vara en los casos: mientras TikTok enfrenta una posible prohibición por hipotéticos riesgos, X opera sin mayores restricciones bajo el liderazgo de alguien que abiertamente desafía la regulación.

El caso no es nuevo. En 2022, Musk organizó una encuesta en Twitter para decidir si Donald Trump debería recuperar su cuenta en la plataforma, expulsada tras el violento asedio del Capitolio del 6 de enero. 

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«Vox populi, vox dei», comentó Musk, dejando entrever que las decisiones empresariales de gran impacto también podían ser objeto de «consultas populares». Este movimiento, tuvo un marcado tinte proselitista, consolidando a la plataforma como un espacio para influir directamente en el discurso público con fines políticos. 

De algún modo fue la antesala de muchos movimientos del magnate de la plataforma que, luego de su participación en la campaña electoral, hoy es convocado por Trump como funcionario para la desregulación del Estado. En este sentido, Musk llevó su retórica a nuevos niveles. Así como podemos recordar los momentos previos a su compra de Twitter, ha utilizado su plataforma para criticar a funcionarios públicos, o negar los riesgos que asiste el planeta frente al cambio climático. Esta estrategia no sólo mina la legitimidad de actores o argumentos científicamente válidos, propagando discursos violentos o teorías no validadas, sino que también refuerza la idea de que la regulación es algo opcional para los grandes magnates tecnológicos. 

Y es aquí donde radica el verdadero problema: cuando el manejo de las plataformas queda exclusivamente en manos privadas, el bien común pasa a un segundo plano frente a los intereses corporativos.

Mientras Estados Unidos lucha por definir su postura, la Unión Europea avanza con pasos firmes en la regulación de las plataformas digitales. El Reglamento de Servicios Digitales (DSA) establece obligaciones claras para las grandes empresas tecnológicas, desde combatir la desinformación hasta garantizar la transparencia en los algoritmos. El modelo no está exento de críticas, pero representa un esfuerzo serio por equilibrar los intereses públicos y privados. En contraste, el abordaje estadounidense parece errático. Mientras se apunta a TikTok con acusaciones de seguridad nacional, se ignoran los riesgos domésticos de plataformas como X, que amplifican discursos de odio y noticias falsas con fines políticos. 

La falta de un marco regulatorio uniforme no solo genera inequidades, sino que también pone en riesgo la salud mental de los usuarios y la estabilidad de las democracias.

El problema no es TikTok ni X, sino la ausencia de reglas claras y aplicables a todos por igual. Las plataformas digitales son demasiado poderosas como para quedar al arbitrio de sus propietarios o de gobiernos con agendas unilaterales. 

Por último, el reconocido experto, transmite que es crucial establecer un marco regulatorio que proteja tanto la libertad de expresión como la integridad del discurso público, abordando cuestiones como la desinformación, el discurso de odio y el uso proselitista con objetivos políticos. En última instancia, la pregunta no es si prohibir o no una plataforma, sino cómo garantizar que todas operen bajo condiciones de igualdad, promoviendo el bien común. Sin esta perspectiva, la democracia no solo seguirá en peligro; también se convertirá en una cancha inclinada propicia para el desequilibrio, donde los intereses privados dictan las reglas del juego. Y en ese partido, todos perdemos. (www.REALPOLITIK.com.ar)

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