En el primer domingo de 2024, la temporada de verano sorprenderá a muchos con precipitaciones, que pueden ser complicada. Es que el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) emitió este domingo alertas de nivel amarillo por tormentas fuertes para Buenos Aires, la Ciudad y otras siete provincias.
De hecho, ante esta situación, desde el Gobierno porteño emitieron una serie de recomendaciones a la población, que van desde no sacar la basura hasta evitar calles anegadas o zonas arboladas cuando se desarrollen los fenómenos más violentos.
La advertencia rige para el centro y este de La Pampa, gran parte de Entre Ríos y Corrientes, el norte de Santa Fe y de Córdoba, casi la totalidad de Tucumán y algunas localidades de la provincia Catamarca.
Si bien se había también alertas naranja en Córdoba y Santa Fe, minutos antes de las 10 el SMN las redujo a amarillo.
En estas áreas se registrarán tormentas, algunas localmente fuertes, y estarán acompañadas por ráfagas intensas, fuerte actividad eléctrica, ocasional caída de granizo y abundante caída de agua en cortos períodos.
Además, se estiman valores de precipitación acumulada entre 20 y 50 mm, pudiendo ser superados en forma puntual.
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Por este motivo, el SMN recomendó no sacar la basura; retirar objetos que impidan que el agua escurra; evitar actividades al aire libre; no refugiarse cerca de árboles y postes de electricidad que puedan caerse; no permanecer en playas, ríos, lagunas o piletas; y prestar atención ante la posible caída de granizo.
El nivel amarillo hace referencia a «posibles fenómenos meteorológicos con capacidad de daño y riesgo de interrupción momentánea de actividades cotidianas», precisó el organismo.
El plan de ir a pasar la tarde de verano junto a su novio al Cajón del Azul, cerca de El Bolsón, en bikini, una remera y un short se convirtió en uno de los momentos más desesperantes. Acorralados por el incendio forestal, se vieron obligados a pasar la noche en el refugio de montaña junto a 290 personas y esperar la orden para escapar.
Grupos de diez para conteos, la noche en vilo con información que llegó a las 3 de la mañana, un baqueano con wifi para avisar a las familias y un francés aturdido es parte de la historia de la dramática evacuación de 856 mochileros de la red de refugios de montaña en Argentina. Fue un operativo inédito con órdenes por handies y a la espera de que el viento amaine para huir de la Cordillera.
Brisa Castro, de 24 años, viajó con su novio Leonel García, de 27, a recorrer la Patagonia y en sus últimos tres días pararon en El Bolsón, Río Negro. Decidieron subir a conocer el Cajón del Azul, una zona en la que el río Azul corre entre piedras y se arman pozones, donde los turistas se tiran a nadar o refrescarse, con la vista a frondosos bosques de lengas, coihues, ñires y cipreses. Un paraíso de la Patagonia argentina y muy concurrido por visitantes en verano.
Para llegar se sube por un sendero de montaña de unos 8 kilómetros, rodeado de bosque, que en muchos tramos tiene el ancho para una persona. La caminata generalmente lleva entre tres y cuatro horas. Antes de partir, a la altura de la Chacra Wharton, los visitantes deben anotarse en el registro ANPRALE (Área Natural Protegida Río Azul Lago Escondido), aunque sea para pasar el día.
En ese registro también se anotan quienes suben a los 12 refugios de montaña, donde se puede acampar por $ 10.000 por persona, o pasar la noche dentro del refugio por $ 20.000. En general, sube gente joven, también turistas extranjeros amantes del trekking.El jueves se vieron envueltos en una situación dramática.
«Pensamos en subir, conocer el Cajón, meternos al río y volver. Arrancamos a las 12 del mediodía, no llevamos comida ni abrigo. Había bastante gente en el camino y llegamos como a las 15.30. El lugar es hermoso, valió la pena el trekking, pero después de una hora llegó un chico desesperado», cuenta Brisa, hoy ya en Loma Verde, partido de General Paz, provincia de Buenos Aires.
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«Nos dijo que nos teníamos que ir de ahí, que todo el camino por el cual habíamos subido se estaba prendiendo fuego, que teníamos el fuego muy cerca y que nos teníamos que ir a un lugar más seguro. Nos fuimos todos al lugar donde nos indicó este chico, que era como un islita. Está a la orilla del río Azul. Éramos muchísimas personas. Todos nos empezamos a preocupar porque eran las 18 y veíamos el humo», comenta a Clarín.
Cuando se hicieron las 20, todavía con luz solar en esa zona de la Cordillera en el verano, la orden fue que todos pasaran la noche en el refugio. Además, establecieron un punto de una «isla de piedras», lejos del bosque como el lugar seguro en caso de que subieran las llamas.
Una vez que estaba la decisión de pasar la noche ahí, a la preocupación del fuego se sumó la de los rumores que corrían entre las casi 300 personas atrapadas.
«Teníamos auto en Wharton, algunos empezaron a decir que el fuego había llegado a los autos. Había mucha gente que que estaba preocupada por sus autos y otros por nuestras familias, porque no teníamos señal ahí arriba. Los nervios crecían porque veíamos a las personas del refugio bajar y subir hasta el refugio La Playita a buscar información», relata Brisa, que no duda al calificar la sensación: «Era desesperación total porque no sabíamos qué iba a pasar».
En ese momento, los refugieros priorizaron la seguridad y la organización frente al caos. Pidieron a todos los turistas que se agrupen de a 10 personas para contarse y saber cuánta gente estaba en el refugio de montaña del Cajón del Azul: 290 fue el total. Todavía había más personas kilómetros arriba, en otros refugios. Sumaban 856 que terminaron de ser rescatadas el domingo.
Para las 21, ya en los alrededores del refugio, un baqueano les dio un poco de aire en medio de la desesperación. «Un hombre que vive ahí cerca nos pasó a través de un QR el wifi de su celular para que cada uno pueda avisar a sus casas porque sabíamos que la noticia del incendio iba correr. Nos organizamos haciendo una fila, mandábamos solo un audio y listo. Desconectaron todo porque hay poca energía y la teníamos que cuidar», destaca Brisa.
En el refugio había comida y bebida, pero mucha gente subió sin plata. «Había gente de Mar del Plata, Santa Fe, Córdoba, de Uruguay, había un francés que no entendía nada, estaba muy perdido, muy preocupado. La gente se prestaba plata, abrigos. En el refugio nos dieron yerba, aceite, nos trataron de tranquilizar en todo momento y tiraron colchones por todo el piso. Los que tenían carpa se fueron a sus carpas y el resto nos quedamos a pasar la noche ahí pero con las zapatillas puestas por si venía el fuego«, recuerda la joven de 24 años.
Algunos se tiraron en los pies de otros, pero nadie durmió. «A las 3 de la mañana apareció la Patrulla de Montaña y todos estábamos atentos a los que vinieron a decir. El plan de evacuación dependía de por dónde venía el fuego, pero por suerte no llegó», rememora Brisa.
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Con el amanecer, llegó la organización del rescate. «Tipo 6 de la mañana estábamos todos ya levantándonos, ansiosos por irnos, de por poder hablar con nuestras familias. Dijeron que el fuego había aumentado mucho, pero se estaba yendo para el lugar de Mallín Ahogado. Y las 7, uno de los responsables nos informó: ‘No se van a poder bajar. El camino está empeorando, se está prendiendo mucho más fuego de lo que esperábamos. Dependemos del viento’».
Para el mediodía, los refugieros les volvieron a pedir que se reagrupen a diez para contarlos. Y llegó la orden de para escapar: «Vamos a bajar en grupo de 10 personas cada 5 minutos. Van a tener primero prioridad las personas grandes».
«Había una familia de Mar del Plata con un nene de tres años y los bajaron en un cuatriciclo. Pero a los 10 minutos, hubo una contraorden. El humo era cada vez más denso y dijeron que teníamos que bajar todos juntos lo antes posible», recuerda Brisa y asegura que ese momento todos los vivieron con angustia.
A las 13.30 empezaron a descender. Casi 300 personas en fila india por un sendero de montaña que tiene mucho polvo, que en muchos sectores tiene el ancho para una sola persona. Cuando llegaron al refugio La Playita, personal de la Patrulla de Montaña les dio las indicaciones de cómo seguir.
Siempre acompañados por la Patrulla, llegaron hasta la confluencia de los ríos Blanco y Azul, donde se inició el incendio el jueves a las 16. En el descenso pasaron por zonas incendiadas y otras donde se veían las llamas y había brigadistas trabajando para apagarlo. «Fue un momento de tensión porque sentíamos el humo y nos pidieron que nos pusiéramos lo que tuviéramos en la cara para evitar el humo, era muy difícil respirar«, relata Brisa.
Después de cinco horas de caminata, a las 18 del viernes, desde la zona de confluencia, los subieron en camionetas hasta Wharton. Ahí personal de la Municipalidad y de la provincia de Río Negro tenía postas de salud con médicos, les preguntaban los datos, ofrecían agua y transporte hasta El Bolsón. En esa zona también hay señal de celular, clave para el contacto con familias que también estaban desesperadas.
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Incendios en El Bolsón: así fue el dramático rescate de unos 700 mochileros varados en los refugios.
Ya más calmada, Brisa lo recuerda como una situación muy desesperante, pero rescata el temple de los brigadistas. «Escuchábamos noticias de que algunos de las familias de los brigadistas perdieron sus casas e igualmente estaban ahí alentándonos a nosotros para que estemos bien».
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Este lunes, el incendio en El Bolsón seguía activo, especialmente en el flanco sur, cerca de la Pasarela de Palma, donde se concentra el mayor esfuerzo operativo con medios aéreos y terrestres. Para apoyar en las tareas de extinción, brigadistas provenientes de Buenos Aires llegarán este martes a reforzar el operativo.