SOCIEDAD
Boca Juniors está a punto de cerrar la llegada de su primer refuerzo en el mercado de pases
Juan Román Riquelme, presidente del club, se comunicó con el zaguero para confirmarle el interés del Xeneize
Ya con Diego Martínez confirmado como entrenador, el mercado de pases en Boca Juniors amenaza con tomar impulso. Mientras continúa el coqueteo con Ever Banega (incorporación que luce probable, aunque aún debe resolver su situación con el Al Shabab de Arabia Saudita), hay un zaguero central que está cerca de convertirse en el primer refuerzo del Xeneize.
Se trata de Carlos Lema, de 33 años. El defensor de 190 centrímetros, de gran juego aéreo tanto en la retaguardia como en ofensiva (ostenta 33 conquistas en su carrera). Actualmente pertenece a Lanús, aunque tiene una cláusula de salida. Y el jugador estaría dispuesto a ejecutarla con el sueño de vestir la casaca auriazul.
Así lo confirmó el periodista Germán García Grova. “Cristian Lema está a un paso de ser jugador de Boca. Juan Román Riquelme se comunicó con el defensor para hacerle conocer su interés”, escribió en su cuenta de la red social X. Peñarol, que ya disfrutó de sus condiciones en 2019, también lo contactó, pero su oferta está lejos de lo que pretende por el contrato.
En consecuencia, tras el llamado del flamante presidente del club de La Ribera, el zaguero cerraría su llegada a la brevedad. Surgido de Brown de Madryn, pasó por Newell’s (tres etapas), Tigre, Quilmes, Belgrano (donde brilló por su faceta anotadora), el Carbonero uruguayo, Damac de Arabia Sauditay el Granate.
Además del caso Lema, un nombre que venía dando vueltas desde hace rato es el de Alan Franco, ex Independiente y de paso por la selección argentina. Cubierto en ambos laterales, Martínez busca reforzar una zaga central que en principio estará conformada por Nicolás Figal y Marcos Rojo como titulares, mientras que por detrás aparecen Bruno Valdez, Nicolás Valentini y Aaron Anselmino (a Facundo Roncaglia no le renovaron el contrato al igual que al Pulpo González).
En tanto, la idea del DT y el Consejo de Fútbol es conseguir un mediocampista ofensivo izquierdo. Los tres nombres que asomaron en este mercado son los de Rubén Botta (descendió con Colón y busca club en Primera), Kevin Zenón (el presidente de Unión manifestó que pedirán 4 millones de dólares por el 80% de su ficha) y el paraguayo Matías Rojas, quien había sido sondeado anteriormente por Boca y podría quedar libre del Corinthians por falta de pago.
Seguramente habrá más nombres en la danza. En el rubro salidas, Marcos Rojo descartó ser traspasado a Inter Miami y Palmeiras de Brasil, mientras que Botafogo se bajó de la lucha por Cristian Medina, por quien llegó a ofertar entre 7 y 9 millones de dólares. No obstante, otros equipos podrían ir a la carga por el talentoso volante, junto a otros juveniles como Valentini y Equi Fernández, que son seguidos desde Europa. En principio, Valentín Barco puede ser vendido de un momento a otro, aunque el Consejo de Fútbol pretende renovarle el vínculo con una mejora sustancial en los números y así aumentar su cláusula de salida que hoy asciende a 10 millones de dólares.
SOCIEDAD
La necesidad voraz y ansiosa de acumular libros que probablemente no se lleguen a leer en el transcurso de una vida
Daniel Barenboim solía recordar el asombro que le causaba, cuando era niño, entrar en una casa (de algún vecino, de algún compañero de escuela o amigo del barrio) y constatar que allí no había piano. Consagrado al teclado desde pequeño, habituado a que la música fuera el alma y el centro de cualquier reunión familiar o celebración hogareña, la presencia de un piano le parecía algo corriente, lo que le llamaba la atención era su ausencia.
Una extrañeza parecida, mezcla de desasosiego y perplejidad, invade al lector ferviente cada vez que entra en una casa donde no hay biblioteca. El ojo busca ansioso, casi por instinto, no ya la sala elegante o la boiserie suntuosa, pero sí los viejos estantes estoicos y chuecos por el peso, las pilas desgreñadas que obturan rincones y estrechan pasillos, la señal tranquilizadora, en definitiva, que rápidamente establece un territorio común, la lengua franca que allana un umbral de entendimiento, más allá de cualquier diferencia. Dos que leen. No importa qué (tomar examen sobre gustos y preferencias en esta materia es de inquisidores, no de lectores gozosos). Sin embargo, como los pianos de la infancia de Barenboim, los libros en las casas van camino de ser una rareza.
Sobre la cofradía de los que resisten, atrincherados en una pasión que fácilmente se tuerce en manía, el ensayista Antonio Castronuovo ha escrito su Diccionario del bibliómano. Nótese que evita la palabra bibliófilo, y eso marca un rumbo, porque se trata de una reflexión (llena de humor y autoironía que el iniciado, cómplice, hará propia) sobre ese punto sin retorno en que la predilección se vuelve adicción y el placer, “vicio”.
Todo empieza con la gula, nos dice el autor (más tarde se referirá a la “bibliofagia”). Llega el primer libro “después entran diez, treinta, y luego de los cien ya no nos detenemos más. Voraces y ansiosos, se cumple lo irreparable: se acumulan muchos, demasiados al fin. Y no es posible hacerlo de otro modo”. La casa entonces, el hábitat del pobre bicho lector, ya consumido por la carcoma del libro, empieza a organizarse en torno a los volúmenes. Se discute con la pareja (si ha tocado la mala suerte de que sea una persona sensata de esas que no comprenden el dulce mal del bibliómano), se desalojan otros objetos, se ocupan paredes, se planean incluso mudanzas al ritmo frenético de la avalancha de papel. Porque no hay que perderse una sola página, recomienda Castronuovo; incluso “hay que comprar los libros que a la noche no necesariamente se tiene ganas de leer, sino solo de hojear”. Y, glosando al crítico Giuseppe Pontiggia, nos alienta a dejarnos ir, locos de contento, y a ceder a la compulsión: “Es algo trivial hacerse los moderados con los libros […] Nunca dudar en la compra […] Y sobre todo, cuando el precio es alto, vale pensar en el término mágico ‘inversión’, ‘excusa de todos los negocios irreales’”.
«La biblioteca privada es, en efecto, un instrumento de investigación, por lo cual los libros acumulados valen más que aquellos leídos»
En ese frenesí, Castronuovo defiende un concepto difícil de captar para el foráneo: la antibiblioteca, el vasto cúmulo de libros que abarrota repisas y que probablemente no lleguemos a leer en el transcurso de una vida: “quien posee millares de libros ha leído a lo sumo un décimo, incluso si los ha hojeado distraídamente a todos. La biblioteca privada es, en efecto, un instrumento de investigación, por lo cual los libros acumulados valen más que aquellos leídos: es fácil convenir sobre el hecho de que una biblioteca sirve si contiene la masa de aquello que no sabemos, que es bien mayor de aquello que en cambio sabemos. Y dado que con el paso de los años aumentan los conocimientos, crece también el número de libros para leer, que se acumulan cada vez más sobre los estantes. […] Se deduce que la recurrente pregunta: ‘¿los leyó todos?’ no solo carece de fundamento, sino que además es tonta en su esencia.”
Hay, con todo, un efecto secundario benéfico de esta pasión insana. Es sabido que cuanto más cultive uno sus entusiasmos, menos condicionado por ciertos límites de la biología se verá. La cultura emancipa de algunas fatalidades de la naturaleza. La pasión por el conocimiento, por el deporte, por las ideas o por el arte rompe, por ejemplo, las barreras de la edad, de la geografía. Un tablero de ajedrez, una disciplina científica, la obra de un compositor, el talento de un creador, acercan lo que el azar del tiempo y el espacio ha puesto distante. Sin esas aficiones quedamos atados al terruño exiguo de un momento y un lugar, al capricho del corte generacional y lo que las modas (por lo general lamentables cuando se las mira en perspectiva) hayan hecho con eso -y si sólo somos eso- con nosotros. En el cultivo de esas aficiones que nos salvan de la más plana existencia, por dispares que sean o alejadas de la literatura que estén, siempre, en algún recodo del camino, nos esperará un libro.
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