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Defensa de Patricia Benavides denuncia irrupción de seis desconocidos en su casa mientras Jaime Villanueva declaraba ante JNJ

Jorge del Castillo y Juan Peña, abogados de la suspendida fiscal, detallaron que seis “licenciados del Ejército” irrumpieron en la vivienda de su patrocinada para increparle por unos supuestos depósitos

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Jorge del Castillo y Juan Peña, abogados de la suspendida fiscal de la Nación, Patricia Benavides, denunciaron este martes que seis “licenciados del Ejército” irrumpieron en la vivienda de su patrocinada para increparle por unos supuestos depósitos realizados, según el testimonio, a cambio de una “gestión” no contemplada.

En una rueda de prensa, los letrados detallaron que la presencia de los implicados, a quienes la magistrada “no conoce”, se registró durante la mañana, cuando el colaborador eficaz Jaime Villanueva, exasesor de Benavides, declaraba ante la Junta Nacional de Justicia (JNJ).

“Llegan seis licenciados preguntando por ella y diciendo que tenían un tema que reclamarle, que se había comprometido a hacer una gestión, que se había pagado por esa gestión. El policía que está de resguardo en la casa identificó a estas personas y tenemos sus fichas de Reniec [Registro Nacional de Identificación y Estado Civil]. No son nombres simulados”, dijo.

“Estas personas dejaron unos teléfonos. He hablado con uno de ellos […] y me refirió que una señora N les había conectado para que ella [Benavides] los ayudara con una gestión en el Congreso. Le pregunté si tenía que ver con un procedimiento de orden fiscal o judicial, y me dijeron que no […] ¿Qué tiene que ver la doctora con una ley que el Congreso pueda dar eventualmente en favor de licenciados del Ejército?”, cuestionó.

La suspendida fiscal Patricia Benavides en una fotografía de archivo. EFE/Paolo Aguilar
La suspendida fiscal Patricia Benavides en una fotografía de archivo. EFE/Paolo Aguilar (Paolo Aguilar/)

Según Del Castillo, su interlocutor le mencionó que había realizado hasta 17 depósitos, de los cuales solo presentó cuatro “que están a nombre” de su patrocinada y fueron realizados en un agente del Banco de Crédito del Perú (BCP) “entre el 25 y 27 de noviembre”, cuando se desarrolló la operación Valquiria V, a cargo del Equipo Especial de Fiscales contra la corrupción del poder (Eficcop), que acusa a Benavides de ser la cabeza de una red criminal de tráfico de influencias.

“Esto no es una coincidencia […] Es una acción de guerra psicológica contra la fiscal, es una infamia, están atentando contra la tranquilidad de un hogar, ¿qué derecho tienen? Seguramente, los licenciados son agentes involuntarios de esta situación, porque están yendo con su nombre. Les pregunté si habían hecho estos depósitos. Me dijeron que sí, pero esos depósitos no existen. Ese dinero no ha entrado a la cuenta de la doctora”, matizó.

Por su parte, el letrado Juan Peña declaró a los periodistas que “hay una persona que se ha hecho pasar por Benavides para pedir favores políticos”, razón por la cual evalúan la presentación de una denuncia por suplantación de identidad. ”Entendemos que podrían ser víctimas de un estafador, que busca beneficiarse de actos que ella nunca ha realizado”, dijo sobre las personas que acudieron a la vivienda.

La suspendida fiscal es actualmente investigada por siete delitos de supuesta corrupción por presuntamente haber encabezado una mafia de tráfico de influencias al interior del Ministerio Público, que supuestamente facilitó la remoción de su antecesora y la designación del actual defensor del pueblo, entre otros casos.

En desarrollo.

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Los aritos de la barbarie

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Corrían los años 90 cuando partí a los Estados Unidos para una “fellowship” de mitad de carrera, algo así como un espacio de investigación para dar un salto (…hacia dónde, no es claro). Al irme creí que ya era grande para los choques culturales. En gran parte fue así, pero hubo dos excepciones. Una, cuando, en un diálogo, alguien dijo que en el Estado de Massachusetts, donde vivía, los automovilistas eran muy violentos en su forma de manejar. Que sostuvieran eso en una ciudad en la que si uno pone un pie en la calle el coche frena para que uno pase y en la que los conductores paran de verdad ante las señales de “stop”, yo asumí, obvio, que era una broma. Y la festejé con una potente risa que ofendió a mi interlocutor. Lo decía en serio. Entre los prolijos cánones de conducción americanos, los de ese Estado tienen fama de figurar entre los peores. Pero como mi vara de comparación era Buenos Aires veía una realidad opuesta.

¿Cuál fue la otra sorpresa? Me había hecho amigo de una pareja “mixta”: ella, estadounidense de pura cepa; él, argentino. Habían tenido una beba hacía poco y hablando de lo que le regaló cada abuelo, pregunté quién había elegido los aritos. ¡Ay, muchachos, no lo hagan nunca! Metí la pata. ¿Pero no es acaso natural hacerle los agujeritos a las bebas apenas nacen porque así no sienten? Pues no, uno lo asume como tal pero ni es natural ni está aceptado universalmente. En los Estados Unidos se ve como un síntoma de barbarie por diversas razones: que la niña debe elegir si los quiere, que no puede ser una imposición, que es bueno que se hagan cuando ella ya se pueda cuidar. Mis amigos, entre sonrisas incómodas, me contaron que estaban en plena negociación, aún. Por las dudas, nunca volví a preguntar.

El mundo es global pero hay raíces culturales que tardan en asimilarse: se vinculan a lo más profundo, a lo visceral, a lo que creemos que ha sido dado así por una fuerza divina. ¿Cómo, entonces, no sentirse extraño ante lo que en teoría no puede ser, pero es? Respirar hondo y abrir la mente, no parece haber otra opción

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