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Encontraron el kayak de los dos pescadores desaparecidos en Pinamar

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Encontraron en Villa Gesell el kayak de los dos amigos pescadores que habían entrado al mar a pescar y desaparecieron. Se trata de Ramón Román, de 57 años, y Gabriel Raimann, de 37. La información fue confirmada a TN por fuentes de la investigación.

El hallazgo se produjo este sábado por la tarde durante un operativo realizado por la Prefectura Naval sobre la costa atlántica. El kayak fue visto por un piloto oficial de la fuerza que estaba sobrevolando la zona, en búsqueda de pistas que ayuden a encontrar a los hombres desaparecidos. Después, el oficial dio aviso a la base de operaciones y un barco se acercó hasta ese punto, a unos 37 kilómetros de la playa.

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Las características de la embarcación coinciden con las informadas por la familia de los pescadores, quienes aseguran que se trataba de una canoa de color naranja, con tonalidades más claras en la parte de abajo y llevaba encima dos flotadores amarillos.

La familia aportó una foto del kayak usado por los pescadores. (Foto: TN)

La familia aportó una foto del kayak usado por los pescadores. (Foto: TN)

Justamente esta mañana, durante el operativo, los efectivos encontraron los flotadores que forman parte de la canoa. La información fue confirmada por Lucas, uno de los hijos de Román, en diálogo con TN.

Con este último hallazgo, en los próximos minutos se espera la llegada de los familiares a la sede de Prefectura, donde tendrán que identificar el kayak encontrado en la costa de Villa Gesell, para determinar si efectivamente se trata del mismo que usaron los pescadores para meterse al mar el domingo pasado.

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El kayak fue encontrado en la costa de Villa Gesell por Prefectura. (Foto: TN)

El kayak fue encontrado en la costa de Villa Gesell por Prefectura. (Foto: TN)

En tanto, las autoridades de la fuerza continúan trabajando sobre la zona, con el objetivo de encontrar a los pescadores. Ya pasaron casi seis días de la desaparición, por lo que las chances de encontrarlos con vida son escasas. Sin embargo, sus familiares no bajan los brazos. “Mantenemos la fe bien arriba. Vamos a traer a Ramón y a Gabriel nuevamente con nosotros”, expresaron en las redes sociales.

Cómo fue la desaparición de los amigos pescadores

Ramón Román y Gabriel Raimann estaban de vacaciones en Pinamar y decidieron salir a pescar. Sus conocidos dijeron a los medios que ninguno de los dos tenía demasiada experiencia navegando y que, aparentemente, los fuertes vientos los habrían arrastrado mar adentro.

La desaparición de los dos amigos fue reportada el lunes a la mañana, cuando la Dirección de Seguridad en Playas recibió un llamado telefónico de un vecino, que alertó sobre una situación extraña en la localidad de Valeria del Mar.

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De acuerdo a lo que dijo el vecino, una camioneta (la de Román) había quedado estacionada a 200 metros de la bajada náutica de esa localidad. Ante esta situación, la dependencia municipal llevó a cabo una investigación del dominio del vehículo y se acercó a la casa del propietario.

Los buscaron por cielo y por tierra. (Foto: Prefectura)

Los buscaron por cielo y por tierra. (Foto: Prefectura)

La familia del dueño de la Hilux confirmó que el hombre había ingresado a pescar junto a un amigo a las 6.30 del domingo y que no tenía noticias sobre su paradero desde entonces.

De inmediato, la Policía Bonaerense, Prefectura y la Secretaría de Seguridad del Municipio comenzaron a trabajar en el caso. La Prefectura llevó a cabo el protocolo de búsqueda correspondiente. En tanto que la Secretaría de Seguridad notificó a todos los guardavidas de la zona para sumar esfuerzos a la búsqueda.

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Que se terminen las vacaciones

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Ante ustedes… la Costa Atlántica, ese escondite que eligen absolutamente todos los argentinos a los que nos les alcanza para vacacionar en Brasil y que, al ver los precios, descubren que tampoco les alcanzaba para vacacionar ahí.

Debajo de los pies se siente esa arena un poco gruesa pero 100% argentina, hecha de los sedimentos que trae un mar nuestro, propio, único, de aguas gélidas y bolsas de plástico flotantes. ¿Qué es eso que se asoma entre la arena? ¿un caracol? Ah, no, una colilla de cigarrillo. La costa argentina resalta por esas y otras perlas -no literalmente, porque si había alguna ya no está― y por esos deliciosos recovecos que hacen que uno piense: “¿Y yo por qué no me mudo acá?”.

Cada verano los argentinos se precipitan hacia la costa respetando su propia identidad. Las familias, a Mar del Plata; los abuelos, a San Bernardo; los jóvenes que saben tocar temas de los Auténticos Decadentes en la guitarra, a Villa Gesell; y los que no les dio para cruzar a Punta del Este, a Pinamar. Y ahí, en esa mezcla, conviven todos. El carpintero y el taxista con la peluquera y el abogado; el jugador de fútbol del ascenso con la vedette de temporada (¿hay vedettes todavía?); el político que va a hacerse la foto para que crean que vacaciona en la Argentina, con el grupo de veintitrés amigas que alquilaron un dos ambientes y hacen fila para usar su propio baño. Todos ellos son parte de esos momentos mágicos, con sol de día y frío de noche. Se viven buenos tiempos en un lugar donde el tiempo no pasa: las casas son de 1960 y las familias llegan en autos de 2017 que deben las patentes de 2023.

¿Qué se hace de día? Se disfruta de la playa, de los sánguches de milanesa llenos de arena, de los gritos de los barquilleros, de los avioncitos de telgopor, de los puestos que venden pareos y pelotas y se duda ante la oferta de hacerse las trencitas. ¿De noche? Depende: si usted está soltero, irá a un boliche o un bar, a ver si encuentra un amor de verano; si usted fue con su esposa, hijos, la suegra y el golden retriever, la peatonal es su lugar en el mundo. En esa gran pasarela se pueden encontrar mil versiones de uno mismo, caminando igual de lento, con una combinación de pulóver a los hombros y zapatos náuticos. Ahí, los artesanos ofrecen pulseras de alambre, cuadros pintados con aerosol y esos adornos con forma de delfín, casa o barquito que cambian de color si va llover (ni Elon Musk lo imaginó).

Métase tranquilo al mar: los guardavidas lo cuidan

Pero la playa no es solo un lugar para descansar, aguantarse la cumbia de los demás al máximo y que a los maridos curiosos se les vayan los ojos. No, para nada, también es un lugar para hacer negocios. Y ahí están todos: los volanteros de los boliches ―”Chicas, 2×1 hasta las dos de la mañana, mi nombre es Brian”-, los churreros ―”Aaaaaaa los chuuuurrooos”– y hasta el avión con parlantes que invita a Mundo Marino. Y uno, que estuvo encerrado en una oficina todo el año, le dice que sí a todo y en un día hace lo que no hace en su vida: va a bailar y pregunta por Brian, se come los churros y se escapa a San Clemente para ver el show de los pingüinos del parque acuático.

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Sin embargo, lo que al inicio era ideal al final cansa. Al tercer día de sacarse arena de lugares recónditos del cuerpo y de los placares con olor a humedad el cerebro activa un mecanismo de defensa. Ya no divierten los paseos sin fin por la peatonal ni gastarse una fortuna en los fichines que nadie recordaba que existían; la fila que al principio se toleró para entrar a una pizzería ahora provoca espanto; y el colchón de la casa alquilada está a punto de provocar roturas de espaldas. Solo queda una solución: agarrar el auto modelo 2017, subir a la esposa, los hijos, la suegra y el golden retriever y partir hacia el hogar, donde esperan la rutina, el trabajo de oficina y las patentes a pagar de 2023.

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