SOCIEDAD
Escándalo en la Legislatura: el que no afana es un gil
Los jueces Juan Alberto Benavides y Alejandro Gustavo Villordo. (Fotos: gentileza Clarín)
La de “Chocolate” Rigau es una historia donde se cruzan muchísimas cuestiones, delitos, trampas. Tiene una dimensión principal -de las muchas que tiene- que corrobora lo que muchos sabíamos. Cualquier persona que conozca la política de la provincia de Buenos Aires sabe que ahí hay una caja negra desde hace décadas, que se llama Legislatura bonaerense y que sirve para que casi todas las fuerzas políticas -por no decir todas- hagan una caja paralela. ¿Cómo? Con esto que acabamos de ver. Esta gente, remisa a explicar su situación porque sabe que está cometiendo un delito, recibe una designación en la Legislatura a cambio de una jubilación que va a tener después de un tiempo y del uso de la obra social, y tienen que donar su sueldo como contraprestación.
Estamos hablando de una clase política que se llena la boca con el tema de los derechos de los trabajadores, “vienen por nuestros derechos”. Estos son políticos que aprovechan la vulnerabilidad de determinadas personas para poder obtener un recurso a cambio de darles una designación que les provea a esas personas obra social y jubilación.
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Esto es un anecdotario que se va sumando, un caso detrás de otro, hasta llegar a cifras monumentales. Hay una denuncia que realizaron Ricardo López Murphy, María Eugenia Talerico y Javier Iguacel, tres diputados nacionales, son de los pocos que denunciaron. En la denuncia, ellos hacen un cálculo del presupuesto de la Legislatura.
La Cámara de Diputados bonaerense tiene un presupuesto de $62.000 millones anuales. Estamos hablando de $330 millones por diputado. Son 92 diputados. Cuando estos legisladores hacen un cálculo razonable de cuánto cobra un legislador, cuánto cobran cinco empleados que podría tener cada legislador y cuánto sale el mantenimiento, la administración de la Cámara, etc., le sobran $53.000 millones de pesos anuales. Es decir, del presupuesto de $62.000 millones, sobran $53.000 millones que, por lo menos, para decirlo de manera muy elegante, están mal asignados, por no decir que esa plata se roba.
Quiero ir a un concepto de Borges, aunque parezca disparatado. Borges decía que los argentinos tenemos una idea muy extraña del Estado: no tenemos noción de Estado, no tenemos tenemos la idea de que el Estado somos nosotros, de que esa plata que saca “Chocolate” de los cajeros es nuestra. Es la plata que, después, se presenta como presión impositiva, es plata de nuestros impuestos. Esta es una de las dimensiones.
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La otra dimensión tiene que ver, además del silencio de la política bonaerense frente a todo esto -las autoridades de la Cámara no han abierto la boca todavía-, con la complicidad de la Justicia, porque tenemos dos camaristas que dicen “acá no hay delito”. Hay que fijarse en lo insólito de esto: los dos camaristas dicen que no hay delito porque han sido presionados por los políticos que los pusieron como camaristas para que lo digan, pero ahora, la Justicia los quiere juzgar en un juicio político. Es decir, los mismos legisladores que debían ser investigados por ellos, los van a querer juzgar por haber obedecido a un pedido de no investigarlos. Es una especie de trabalenguas donde está contenida la corrupción, la crisis de representación, problema que representa una democracia que no sabe dar buenas prestaciones económicas, pero que sí sabe dar buenas prestaciones económicas para los propios que la operan.
La gente está cada vez peor y casi todos los políticos -no quiero generalizar- viven una vida que no se puede explicar. Estamos dirigidos por una clase política, prácticamente, de multimillonarios gracias a estos sistemas.
SOCIEDAD
Hereje: Hugh Grant, en su veta más malévola, se luce en este film de suspenso entretenido y bien realizado
Hereje (Heretic, Estados Unidos/2024). Dirección: Scott Beck, Bryan Woods. Guion: Scott Beck, Bryan Woods. Fotografía: Chung Chung-hoon. Música: Chris Bacon. Edición: Justin Li. Elenco: Hugh Grant, Sophie Thatcher, Chloe East, Topher Grace, Elle Young. Duración: 110 minutos. Distribuidora: Diamond Films. Nuestra opinión: buena.
Mucho se ha dicho sobre la alicaída oferta de suspenso y terror que ofrece el cine contemporáneo. Por eso, cuando aparece una propuesta como Hereje, más sutil, atractiva y seductora, resulta fácil caer en sus garras. Aun cuando tal muestra de preciosismo termine siendo la fachada de algo mucho menos interesante.
La hermana Paxton (Chloe East) y la hermana Barnes (Sophie Thatcher), son dos adolescentes bastante inocentes que creen ciegamente en los preceptos de la iglesia mormona a la que pertenecen. Con la intención de llevar la doctrina a quien lo necesite llegan a la puerta del señor Reed (Hugh Grant), teólogo muy interesado en hablar con ellas. Sin embargo, una vez dentro, las dos chicas quedan atrapadas y descubren que son parte de un experimento macabro conducido por su anfitrión. No se tratará solo de cuestionar su fe, sino también de salvar sus vidas.
Aunque promocionada como una película de terror religioso, Hereje no tiene mayor conexión con la religión que la locura de su protagonista. Las interminables disquisiciones de Reed cuestionando las diferentes corrientes, no tienen más profundidad y sustancia que los devaneos de Dan Brown en El código Da Vinci o Ángeles y demonios. ¿Eran aquellas películas religiosas? Bueno, esta tampoco.
De todos modos, la mascarada está lo suficientemente bien hecha como para despertar cierta intriga. Los propósitos del protagonista para con sus cautivas no se revelan inmediatamente, sino que van apareciendo de a poco, conforme las va ganando la desesperación. Ventana que el guion aprovecha para desarrollar un arco de conducta para Reed, que va de un señor encantador a un ser desquiciado y perverso.
Es entonces cuando se agradece, y mucho, la presencia de Hugh Grant como mascarón de proa de la propuesta. El actor, que a esta altura del partido no necesita demostrar en absoluto su talento, sostiene todo el entramado de suspenso que ofrece la película con maestría y oficio. Tanto como para salvar una andanada de diálogos extensos y confusos, que conspiran notablemente contra el ritmo de thriller que pretende llevar adelante la historia.
Por su parte, el binomio conformado por East y Thatcher tiene menos posibilidad de lucimiento, pero de todos modos logra una química lo suficientemente sólida como para que la platea pueda empatizar con su predicamento, por más absurdo que sea.
Hereje cuenta con una materia prima interesante, que desemboca en climas de suspenso más que satisfactorios. Sin embargo, como ya es una constante en este tipo de propuestas (y en el cine actual en general), la necesidad de llevar el clímax hasta el límite del paroxismo, vuelve la resolución tan retorcida e inverosímil que el relato pierde buena parte del terreno ganado. Una vez que se conocen las verdaderas intenciones del señor Reed, alejándose de la atractiva complejidad inicial y convirtiéndose en un personaje más convencional para este tipo de films, de este lado de la pantalla uno se pregunta “¿Para qué?”. Y lo peor es que desde el guion no aparece una explicación más satisfactoria que un “porque sí”.
Con una puesta en escena por momentos demasiado teatral (en la que Hugh Grant se mueve como pez en el agua), Hereje vende mucho más de lo que ofrece. Su presentación como thriller inteligente, que pone en la mira a la religión contemporánea, se desinfla rápidamente. Dejando solo una película de suspenso como tantas otras, con unas cuantas ideas bien ejecutadas, una dirección efectiva y correctamente resuelta, y no mucho más.
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