SOCIEDAD
Hace 24 años Japón inventó las Hobonichi en plena era digital. Hoy son un fenómeno de masas internacional con precios de hasta 225 euros
Pese a ser uno de los países en los que lo digital y el avance tecnológico es parte de su filosofía, es curioso como Japón está arraigado al papel como una seña de identidad. Sus pagos en billetes ocupan el 99% de las transacciones, el fax aún se usa como medio de comunicación, compartir tarjetas de visitas se considera imprescindible en el ámbito internacional, y negocios como el de las Hobonichi acumulan ventas de más de 10 millones de unidades.
Lo que nació como una simple agenda personal más que sumar a la infinidad de propuestas que puedes encontrar en una papelería, no ha tardado en convertirse en un fenómeno de masas en Japón que ha terminado arrastrando al resto de la población del planeta. Junto a las miles de publicaciones sobre las Hobonichi que te asaltan en redes sociales, su negocio sigue creciendo de la mano de ediciones que van desde los 25 euros hasta alcanzar la friolera de 225 euros.
Un fenómeno de masas en Japón, y más allá
La clave de su éxito está en que, frente a la pregunta de qué son las Hobonichi, la respuesta de una agenda personal se quede corta. A nivel promocional la compañía detrás del invento las presenta como un espacio personal para que el público «las use como quiera, con total libertad». Puede verse como una simple agenda, claro, pero también como un diario o un espacio de creatividad que admita acumular recuerdos en forma de fotos o entradas de cine.
Lo que inició su andadura en Japón con un único formato que incluía una página para cada día del año, ha ido creciendo hasta alcanzar una línea de productos con 236 alternativas, 24 formatos distintos de libreta, y la friolera de 900.000 copias repartidas durante 2024.
Hoy, encontrar ediciones en chino o inglés, con cubiertas inspiradas en One Piece, juegos de Nintendo o forradas en piel, y con formatos organizativos que van desde las páginas con planning diario o semanal hasta modelos que ofrecen planificación a cinco años vista, es sólo un pequeño ejemplo de hasta dónde llega el fenómeno.
Es especialmente sorprendente que, en una época donde el smartphone ha conseguido suplir la mayoría de esas necesidades, desde la agenda y el diario hasta el álbum de fotos o la creatividad en forma de dibujos personales, las Hobonichi no parecen tener un techo de crecimiento. Más aún que, de la mano de accesorios, lleguen a alcanzar precios desorbitados que difícilmente relacionarías con una agenda personal.
De la mano de pegatinas, marcadores, bolígrafos y merchandising del propio fenómeno Hobonichi, la gran baza de su negocio está en las fundas para guardar la citada agenda que, complementando los 25 euros del formato más simple que cuesta su libreta de papel cuadriculado con notas a pie de página para fomentar la productividad y ofrecer un entretenimiento fugaz, alcanzan precios de hasta 225 euros en tiendas locales para los modelos de piel.
La clave de su éxito está, sin lugar a dudas, en cómo ese fenómeno ha conseguido saltar de Japón al resto del mundo en forma de publicaciones en Instagram y TikTok en las que los usuarios muestran hasta qué punto sus agendas son prácticamente un museo artístico en miniatura, con páginas exquisitamente decoradas a base de recortes, pegatinas, dibujos y anotaciones que terminan siendo un regalo para la vista.
Imagen | Tsdkikaku en Midjourney
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SOCIEDAD
Ta Te Show: el programa de juegos que brilló los sábados por la noche, pero no pudo sobrevivir al trágico final de su conductor
Celebrado por marcar el regreso a la televisión de uno de sus conductores más populares, Ta Te Show estrenó en 1993 y supo conocer el éxito casi inmediato, pero también el ocaso, marcado por una imborrable tragedia.
Tras ser la cabeza de ciclos emblemáticos como Sábados de la bondad y Finalísima, entre otros, Leonardo Simons estaba en busca de un nuevo programa que lo devolviera a la pantalla. El conductor había comenzado su carrera en Canal 13 en La campana de cristal, junto a Nelly Raymond, un ciclo que había comenzado en el viejo Canal 7 y que sorprendía, semana a semana, con un variado menú de personajes y juegos. Luego fue convocado para conducir en Canal 9 Música en libertad, y en esa señal se quedaría por décadas.
Identificado con las propuestas de Alejandro Romay, Simons sorprendió a todos con uno de los grandes movimientos entre señales, dejando el canal de la palomita para ocupar un espacio de privilegio en la pantalla familiar de Telefe. Gustavo Yankelevich, responsable de la programación del canal, lo llamó para encabezar el ciclo de entretenimientos que reposicionaría a la señal los sábados por la noche, la única de las noches en las que todavía no conseguía imponerse en las planillas de rating.
“Vuelve Leonardo Simons a la televisión y vuelve con todo: desde este sábado comienza el juego del verano, llega Ta Te Show, con muchísimo humor y premios geniales”. Así se promocionaba en las tandas del canal el inicio de este ciclo, que, no era otra cosa, que la versión autóctona de The Hollywood Squares.
El programa, de dos horas, recuperaba el clásico ta-te-ti, el juego que generaciones y generaciones han jugado y para el que no hay que tener más que un lápiz o lapicera y un papel, y en el que hay que poner tres en línea en los espacios creados para tal fin.
Ta Te Show fue creado en Estados Unidos por NBC, en 1965, y The Hollywood Squares tuvo su primera versión de 1966 a 1981, para luego, lograr sucesivas ediciones hasta una recientemente estrenada en la cadena CBS con la presentación de Nate Burleson y grandes figuras invitadas como Drew Barrymore y Tyra Banks como panelistas.
Dicen que Leonardo Simons disfrutaba de The Hollywood Squares cada vez que viajaba a los Estados Unidos, y cuando sonó el teléfono para invitarlo a sumarse a Telefe con la propuesta, sabía que era el formato ideal para regresar a la televisión. Sin embargo, el animador tenía en claro que había que adaptarlo a la idiosincrasia local y encontrar los personajes perfectos para que lo secundaran en los juegos.
El estudio de Ta Te Show era grande. O al menos así se lo veía. Público en vivo. Un espacio para el atril de Leonardo Simons y los dos participantes de turno. Otro espacio para exhibir los premios (autos varios, electrodomésticos de gran porte) y claro, nueve cubículos, que formaban tres pisos en altura simulando el tablero del mencionado ta-te-ti.
En cada uno de los cuadrados del tablero se ubicaba un famoso -nueve eran en total- que muchas veces estaban caracterizados como algún personaje. Simons hacía preguntas a los participantes, quienes primero se presentaban y hablaban sobre sus trabajos, hobbies y actividades con las que ocupaban sus horas. Allí el conductor jugaba un poco, generaba un ida y vuelta atractivo para la audiencia, que eliminaba el frío con el que generalmente comenzaba el programa hasta que todo comenzaba a fluir.
Las preguntas de Ta Te Show eran generalmente muy sencillas -“¿Qué es ‘buzarda’?”, “¿Cómo se llamaba la mascota del Mundial ‘94?”, “¿Qué tiene la Cicciolina entre las manos?”-, y los famosos invitados eran los encargados de dar pistas o de despistar a los participantes, además de aprovechar para vender la obra de turno en la que estaban o contar un chiste o promocionar sus espectáculos. El concursante debía decir si la respuesta del panelista famoso era verdadera o falsa y, si lograban adivinar, avanzaban y sumaban otro casillero para el camino hacia la final, donde participaría por el premio mayor (uno de los cinco autos que se exhibían). Para eso tenía que elegir un sobre que contenía la imagen de uno de los modelos de los vehículos y luego debía elegir a uno de los famosos del tablero. Ese personaje tenía una llave y si la misma hacía arrancar el auto, ganaba.
Alacrán, Carmen Barbieri, El Licenciado Lambetain, Atilio Veronelli, Gisela Barreto, Mario Sapag, Juan Gabriel Altavista, Diana Maggi, Eduardo Calvo, Andrea Garmendia, Paolo “El Rockero” y Beatriz Salomón, fueron solo de algunos de los personajes que estuvieron en el programa y que, gracias al alto rating, podían con sus participaciones lograr darle más visibilidad a su trabajo.
Se había vendido como programa de verano, pero gracias a la respuesta inmediata y positiva del público, que compró la fórmula entretenimiento más humor, el ciclo continuó durante todo el año, y el siguiente y muchos más. Simons aportaba su profesionalismo y sobriedad, más allá que el programa por momentos prefiriera la liviandad y el chiste fácil.
Por Ta Te Show pasaron varios de los elencos más importantes de los programas de Telefe, aportando también algo distintivo y que favorecía a la sinergia de la señal, que entendía que el envío servía también de ventana para impulsar nuevos proyectos.
Pero el 15 de octubre de 1996, todo cambiaría. Simons, presuntamente angustiado por problemas judiciales que atravesaba su hermano -el entonces juez Carlos Wowe-, terminaría con su vida. Tenía 49 años, dos hijas y una mujer que lo acompañó hasta sus últimas horas. Hubo algunas señales y mucha tristeza, pero nadie suponía que una de las estrellas de la televisión iba a tener ese final.
La última emisión de Ta Te Show con Simons en la conducción fue la del sábado 12 de octubre de 1996. Todo transcurrió normalmente, aunque con el tiempo muchos presentes indicaron que al animador se lo notaba “muy apagado”.
A Simons lo sucedieron en la conducción del programa dos compañeros y amigos, cuyas trayectorias comenzaron casi en simultáneo: Silvio Soldán y Fernando Bravo. Soldán estuvo hasta finales del ’96, ofreciendo su impronta, y fue el primero que tomó la posta del programa en una edición especial que duplicó en rating los números del programa.
En 1997, fue Bravo quien se hizo cargo del show. El rating bajó y el programa quedó, para siempre, en la historia de la televisión argentina como un grato recuerdo y como el último trabajo de uno de los grandes profesionales que tuvo nuestra TV.
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