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Marta Minujín: “Viví un año comiendo maní salado de las máquinas”

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Pionera del happening, de la performance, de las esculturas blandas, del video, Marta Minujín, incansable a sus 81 años, transita por diversas manifestaciones artísticas de la misma manera que viaja por el mundo montando sus admiradas creaciones. Acaba de presentar el libro Mis años en New York, en el que narra sus experiencias en aquella ciudad estadounidense desde 1965 a 1974, años de mucha productividad y aprendizaje, en donde incursionó en el pop y el arte psicodélico.

Te destacás por ir en busca de lo nuevo para que el arte no sea solo un objeto coleccionable, sino que active al otro, que lo haga pensar. ¿Siempre sentiste eso?

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-Siempre me interesó muchísimo el espectador. En un momento hasta llegué a decir: “Muerte a los museos, muerte a las galerías de arte”. Después, con los años, cambié, porque al final los museos son los que trasladan la obra a la eternidad y la ven miles de personas. Mi idea era convulsionar a la gente, que la gente se metiese dentro de la obra de arte, por eso todavía sigo haciendo experiencias de arte inmersivo.

En tu reciente libro Mis años en Nueva York, una pasión por crear contás aquella desesperación por crear con pocos recursos, avanzar contra viento y marea. ¿Se trata de un testimonio para los artistas?

-Está dirigido a los artistas para que abandonen su zona de confort y se vayan a vivir al extranjero. La vida cambia si vivís un tiempo afuera, cambia todo lo que ves, la gente que conocés. No tenés amigos al principio y después te haces miles de amigos. Es muy interesante vivir afuera, no tener madre, padre, hermanos. Todo es nuevo.

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Este libro muestra tus sensaciones, tus sentimientos, lo que te iba pasando todos los días. Pasabas de la confianza absoluta en vos misma a la incertidumbre, a la desesperación. Y el dinero que no alcanzaba.

-Viví un año comiendo maní salado de las máquinas. Engordé una barbaridad. O pan y queso por la calle, donde encontraba los muebles de mi departamento. Con “Yuyo” [Luis Felipe] Noé, que me ayudó. Dormía en un colchón en el piso.

El primer año fue un muy austero.

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-Mi hijo había nacido en abril y yo llego noviembre. Mandé mi obra, El Batacazo, sin hablar inglés, a Nueva York, con la mitad del premio Di Tella que había ganado. No tenía ni galería, ni depósito, ni donde poner la obra.

En febrero de 1966, Marta Minujín trasladó esta obra a Nueva York y la expuso en Galería Bianchini, a través de Leo Castelli. Es una ambientación construida a partir de cuatro situaciones en la cual se emplearon neón, hule, vidrio, madera, tobogán, abejas y conejos.

¿Cómo fue aquella experiencia?

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-Tuve que cerrar la muestra porque los conejos se morían y la Sociedad Protectora de Animales denunció a la galería. Salí en Times, En News, en el New York Times. Me empecé a hacer muy conocida, era una revolución esa obra.

El Di Tella era el lugar de vanguardia en la Argentina, te habías ganado ese premio, pero después te enojaste con ellos. ¿Por qué?

-Habían prometido conseguir una galería y mandar la obra y no lo hicieron, tuve que salir sola a hacerlo. Pero me amigué cuando volví y expuse Importación-Exportación, a partir de ahí todos se hicieron hippies en Argentina.

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En esta ambientación, Marta Minujín empleó luces de colores, humo, slides, films, música, fragancias, póster y tienda con exhibición de productos hippies importados de Nueva York.

-¿Cómo fue esa época, Marta?

-Vivir en medio de drogas psicodélicas, no vivir en una casa, vivir en un bosque o en un lugar así. Leer poesía, vivir de lo que se vendía, pero duró sólo tres años. Nunca más volvió a ser así. Después vinieron los punks, los más violentos.

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¿Cómo ves el mundo hoy?

-Hoy, el mundo es conceptual. Todo está en las ideas. Más en las ideas que en los sentidos.

Siempre fuiste amante de la tecnología. ¿Hacés algo con inteligencia artificial?

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-No me parece tan interesante, por ahora no la uso. Uso las redes, que son fantásticas. Me ven 313 mil personas. ¿Qué revistas producen 300 mil ejemplares? Ya ninguna. Antes era importante salir en las revistas, ahora en las redes. La inteligencia artificial es una herramienta. Le puedo pedir que haga una mezcla de [Pablo] Picasso y Marta y aparece algo que es esa mezcla. Lo puedo hacer para divertirme.

Marta Minujín siguió explorando en Nueva York y creó El Minuphone, obra que hizo gracias a la Beca Gughenheim. Se trata de una cabina de teléfono público convencional con siete efectos especiales que se producen al efectuar una llamada de dos minutos de duración. “En la cabina del teléfono electrónica -cuenta Marta- vos marcabas un número y eso producía siete efectos diferentes. Subía agua negra por las paredes, caía una pantalla fluorescente y con luz negra podías jugar con tu sombra, todo mientras hablabas. Había un aparato de eco. Había un gas que te hacía reír. Vivías distintas experiencias mientras hablabas por teléfono, como con el celular”.

En esa época lo conociste a Salvador Dalí ¿Te hice amiga de él?

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-Era un loco lindo. Era maravilloso, pero cuando entraba Gala [artista, musa y esposa de Dalí] se quedaba duro, paralizado. Le tenía temor. La amaba. Amor y miedo.

¿Vos, cómo amaste? Estuviste casada toda la vida con la misma persona (el economista Juan Carlos Gómez Sabaini, fallecido en 2021).

-Yo era su cable perdido, el cable quemado y el cable a tierra. Ahora aprendí a vivir sin cable a tierra.

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Compartían todo ¿él te ayudaba en tus proyectos?

-Una vez me ayudó a rellenar 70 colchones para una muestra en París.

-Decís que todos los sueños se pueden cumplir. ¿Mirás hacia atrás y ves que todo lo que soñaste lo pudiste cumplir?

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-Mirá lo que fue soñar el Partenón de Libros y lograr hacerlo en Documenta [una de las exposiciones de arte más importantes del mundo, con sede en Kassel, Alemania]. Tenía 70.000 libros, uno a uno, era gigante, del mismo tamaño del Partenón original.

Ya venías de hacer un Partenón de libros prohibidos, en 1983, en la Avenida 9 de Julio.

-Con los 30.000 libros que prohibieron los militares. Yo ya estaba en la Argentina, regresé en el 74 y Romero Brest y muchos de nosotros tiramos todos los libros porque si no te mataban. Cuando terminó la dictadura fui a las editoriales, tenían los libros escondidos, así hice la recolección de 30.000 títulos prohibidos.

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-¿Qué le da sentido a tu vida, Marta?

-El Arte. ¿Viste que Picasso murió con el pincel en la mano? Así va a ser mi vida.

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Misión: reducir el cansancio en la vista al usar dispositivos electrónicos

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Si en algún momento has escuchado o leído que la luz azul que emiten las pantallas de los dispositivos electrónicos puede provocar daños en los ojos, puedes estar tranquilo: no es así. La Asociación Americana de Oftalmología y la Sociedad Española de Oftalmología reconocen que en la actualidad no hay evidencia científica que ratifique los daños permanentes ni a largo plazo en la retina. Así lo recogía también hace unas semanas Conchi Lillo, bióloga, doctora en neurociencias e investigadora sobre las enfermedades de la retina en el Instituto de Neurociencias de Castilla y León y el Instituto de Investigación Biomédica de Salamanca (IBSAL), en el consultorio científico semanal Nosotras respondemos. Sin embargo, los especialistas sí coinciden al hablar de molestias temporales cuando se pasa mucho tiempo frente a una pantalla: ojo seco, visión borrosa, lagrimeo, dolor de cabeza… Todo manifestaciones de lo que se conoce como cansancio visual —también llamado “síndrome del informático”—, que se produce principalmente porque parpadeamos menos de lo normal al fijar la mirada en la pantalla. “No hay ningún estudio que demuestre que se produzca algún daño en ninguna estructura ocular. Lo que sí produce la luz azul es cansancio ocular”, constata el Dr. Pablo Catalán Muñoz, oftalmólogo y miembro de Grupo Top Doctors.

Teniendo esto en cuenta, son muchos los fabricantes de dispositivos como ordenadores, smartphones o tabletas que están apostando por distintas tecnologías para reducir la luz azul en sus y disminuir en alguna medida estos efectos. “Un filtro de pantalla de luz azul da algo más de descanso visual, que sería el único efecto que parece que puede tener”, confirma Catalán.

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Filtros para reducir la luz azul

Lo más común a la hora de tratar de reducir la fatiga visual es que incluyan algún tipo de tecnología capaz de atenuar la cantidad de luz azul que emiten. Ya lo tienen los televisores Neo QLED y QLED de Samsung, los monitores de AOC o los portátiles de Asus, entre otros muchos ejemplos. Algunos, incluso, han certificado esa característica. En este sentido, el sello más popular —muy habitual en smartphones— es TÜV Rheinland, que somete a los dispositivos a una serie de pruebas basadas en el cansancio de la vista, el daño ocular que puede provocar y la calidad de la imagen.

¿Sabías que incluso Windows 10 tiene una función destinada a este propósito? Se encuentra en el apartado ‘Pantalla’ dentro de la configuración del sistema, en una opción denominada ‘Configuración de luz nocturna’: aquí se personaliza la cantidad de luz azul que deseamos que emita la pantalla, y elegir cuándo deseamos que se active. También lo tienen los iPhone y iPad (Night Shift, que se activa desde las opciones de brillo) y los dispositivos Android (en ajustes de la pantalla).

Pantallas que se vuelven naranjas

Buena parte de la fatiga visual que puede provocar el uso de dispositivos se elimina en los eReaders, ya que sus pantallas de tinta electrónica no emiten luz, sino que la reflejan, imitando la lectura en papel. Como estas superficies no permitían leer cuando no había buena luz ambiental, poco a poco empezaron a incorporar sistemas de iluminación propios; de nuevo, haciendo que esta luz iluminara el papel, pero que no se dirigiera a los ojos, por lo que no afecta como una pantalla LED o LCD. Aun así, estos dispositivos también incluyen tecnologías que buscan facilitar la lectura de noche reduciendo la luz azul, lo que provoca que sus pantallas se vuelvan de color naranja como por arte de magia al llegar la tarde. Es una característica que incorporan una buena parte de los modelos de distintos fabricantes aunque, eso sí, en algunos este ajuste se hace de forma automática y, en otros, es necesario realizarlo manualmente. Por ejemplo, en el nuevo Kindle Paperwhite o en el Kobo Clara Colour.

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Además, en los últimos tiempos se ha popularizado la opción de intercambiar color de fuente y de fondo: la primera se pondría de color blanco, mientras el segundo pasaría a ser negro. En un primer momento, era una característica orientada a la accesibilidad y, por lo tanto, a facilitar la lectura a personas con problemas de visión. Pero su gran utilidad al leer por la noche hace que ahora sea un ajuste que se recomiende a cualquier persona.

No te lo acerques demasiado

Por último, hablemos de otro tipo de medidas de protección de la vista, relacionadas sobre todo con acercarse demasiado a una pantalla o fuente de luz; algo que también está relacionado con la fatiga ocular. Por ejemplo, los modelos de iPhone y iPad tienen la función ‘Distancia de pantalla’, que usa su cámara frontal para detectar si te acercas el dispositivo a menos de 30 centímetros y te recuerda que debes alejarlo. Y el proyector portátil Nébula Astro, especialmente pensado para utilizar con niños, incorpora la tecnología Eye Guard Tech, que apaga automáticamente el dispositivo cuando detecta cualquier objeto dentro de una distancia que puede establecerse en 20, 40 o 60 centímetros.

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Nintendo Switch Online: Playtest Program parece tener responsables de Splatoon, Nintendo Labo y Ring Fit Adventure en su equipo de desarrollo – Nintenderos

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Traemos interesantes novedades para los usuarios de Nintendo Switch Online. ¡Se relaciona con la misteriosa prueba de una nueva función anunciada recientemente! Sí, el Nintendo Switch Online: Playtest Program.

Hemos podido conocer que esta prueba llenó sus registros rápidamente y también se compartió el tamaño de su descarga. Tras conocer que Nintendo había prohibido hablar de la prueba a los seleccionados, ahora tenemos más detalles.

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Nos llegan tras los primeros detalles e imágenes de este proyecto. Hace poco conocimos que, según imágenes que ya circulan por redes, la nueva función de Switch Online es un juego consiste en trabajar en equipo para “desarrollar” un planeta expansivo utilizando creatividad y recursos. También nos llegó su nombre en clave y más detalles. Luego se filtró por completo.

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En este caso, una nueva patente confirma que su desarrollo involucró a Yusuke Amano y Tsubasa Sakaguchi (directores de Splatoon y Nintendo Labo), junto con Masaki Wada y Shinya Yano (programadores de Ring Fit Adventure). El juego ofrece mecánicas de construcción en un mundo abierto, similares a Minecraft, e incluye una curiosa habilidad de desplazamiento usando telarañas.

Estaremos atentos por si se confirmara algo más al respecto de Switch Online. ¿Qué os parece a vosotros toda esta información conocida? Os leemos en los comentarios detenidamente, así que dejad vuestra opinión. También tenéis todos los códigos de error de Nintendo Switch y sus soluciones disponibles en nuestra web.

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Fuente.

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Mundos íntimos. Al llegar de Cuba no entendía: ¿aquí estudio la carrera que quiera, gratuita, y sin que me pregunten de política?

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Para mí Argentina era, por una parte, la de las películas de Libertad Lamarque, o sea, un país de rubias con peinados de peluquería y hombres trigueños de pelo engominado que hablaban el español de una manera peculiar y que vivían cantando tangos. También, claro, era la de las novelas de Julio Cortázar y los cuentos de Borges, un país de gente que vivía elucubrando, con rollos en la cabeza que era difícil dilucidar y que se pasaban el día leyendo o escuchando música, sobre todo jazz. Además, era el país que producía esos jóvenes hippies que caían de vez en cuando en Cuba, quizás un poco roñosos pero muy buena gente, eso era Argentina para mí. Algo así como estar en Latinoamérica sin estarlo, un país que escapaba a lo real maravilloso que caracteriza la vida en nuestros países donde lo raro, lo desorbitado, es la norma.

Cuando llegué acá descubrí que Argentina esconde muy bien su condición latinoamericana pero era tal vez el más latinoamericano de los países del Cono Sur, descubrí muy pronto que acá el absurdo es la norma: vi como asaltaban a un notero de televisión mientras hablaba de la cantidad de asaltos que había en ese barrio, vi el desfile de los jugadores de fútbol bajo un puente que estuvo a punto de degollar a los más altos, vi a panelistas de la televisión hablar muy serio de sus encuentros con fantasmas, también vi ese entierro multitudinario en tiempo de pandemia y vi a los que se subieron en los semáforos y en los postes eléctricos tal vez para estar más cerca del cielo donde ya estaba Maradona, y también vi el Boca-River de la Copa Libertadores que intentaron jugarlo en el Monumental pero no fue posible, y en ese día cuando pasé por la Avenida Libertador en bici vi como de uno de los grupos surgía una botella de cerveza que impactó en mi rueda y alguno me gritó “bostero” o “gallina”, no recuerdo bien.

Me llamó la atención, claro, que sea el único país del mundo donde las dos aficiones no puedan estar a la vez en el estadio, en eso “se les fue la mano” como dicen en Cuba, lugar en que también suelen decir “apretaron” cuando algo nos parece insólito, desmesurado. También vi la capacidad de apasionarse por lo que aman de la gente de acá que es única en Latinoamérica, vi a señoras muy delgadas cargando en sus brazos a perros corpulentos y muy mimados en la sala de espera de algún veterinario, y vi a tantos políticos dejar a un lado su carrera por el amor de una mujer o un hombre determinado, irse hasta el fin del mundo y aparecer en un yate o en un helicóptero sin importarle lo que diga la prensa y la televisión.

Conozco músicos que llegan a los ochenta años cantando a la gorra en bares de aspectos tan tangueros que da la sensación de que es una vuelta a los años treinta del siglo pasado y a fanáticos de cantantes internacionales que duermen horas y horas en las calles durante el frío invierno para ver pasar a su ídolo un segundo al menos y que él, tal vez, sonría con desgano antes de irse a viajar en su avión privado.

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La Habana. El mundo de Marcial Gala que quedó atrás.La Habana. El mundo de Marcial Gala que quedó atrás.

El argentino es tantas cosas. Recuerdo cuando llegué de Cuba a ese Jujuy donde todo parecía estar hecho de arcilla, dejando las cosas que más amaba atrás, fue una dura decisión, pero necesaria, sentía que de no hacerlo mi vida y mi libertad peligraban. En Jujuy vi por primera vez, ranas tan grandes que parecían conejos desorejados y me enteré de varias cosas. Una, que acá pagaban algo que en Cuba no te sueltan ni aunque amenaces a tu jefe con una pistola: aguinaldo, y que podías estudiar la carrera que quisieras de forma gratuita sin que te preguntaran la filiación política, en Cuba las carreras universitarias también son gratuitas, pero poder estudiarlas depende de algo llamado escalafón, un sistema de puntuación que otorga muy pocas plazas y que tiene un fuerte componente político, dicho compone consiste en que el joven estudiante debe demostrar que apoya al llamado régimen revolucionario.

También me extrañó, a mí, llegado de una isla, la relación tan distinta que tiene el argentino con la distancia. Entre los amigos que hice en Jujuy había una pareja mitad francesa, mitad argentina y yo estaba convencido de que la mujer era francesa y el hombre argentino porque él hablaba de manera muy clara el español y ella se expresaba de una manera muy peculiar, pero un día le pregunté a ella de qué parte de Francia era y me dijo que era de Córdoba por lo que quedé boquiabierto.

En fin, estábamos en un pueblo en el medio de la nada, era en vísperas de año nuevo y no había cigarros por ningún lado, así que la novia del francés nos dijo “vamos a buscar cigarrillos” y yo pregunté si era muy lejos y la respuesta de ella fue sucinta “es cerca, en el pueblo más cercano”. Salimos en esa camioneta con la que pretendía recorrer América desde la Patagonia hasta Alaska y las horas se alargaron y no llegábamos al pueblito que me dio la impresión de que quedaba en el extremo del mundo.

Raro.“Aquí la gente te dice chabón o flaco”, se sorprende Marcial Gala.Raro.“Aquí la gente te dice chabón o flaco”, se sorprende Marcial Gala.

Cuando al fin estábamos frente al quiosco donde vendían los cigarrillos, la cordobesa me miró con una sonrisa “viste que es cerca”. La mayoría de la gente en Jujuy pensaba que yo era futbolista, algún colombiano al parecer, que había desembarcado en el norte argentino para pasar sus últimos años en determinado equipo de segunda división, eso creían de mí sin que yo manifestara nada que reafirmara esa versión.

“El colombiano”, me decían, así que me veía obligado a ir aclarando que era cubano, menos en alguna que otra fiesta donde descubrí el fernet, la bebida más mágica y rara del mundo, costumbre esta la de beber fernet con la gente del norte que también suele mascar coca que te hace creer que participas en algún aquelarre o ritual de iniciación.

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Yo me sentía en la gloria con mi vaso de fernet en la mano escuchando a algún payador que cantaba viejas y hermosas tonadas y luego me pedían que les hablara de Medellín. Yo les contaba de la ciudad donde había nacido, les describía el malecón y demás pero no les aclaraba que era La Habana hasta que uno de ojos asombrados decía “qué hermoso” y yo les contaba que era La Habana, la vieja ciudad que se cae a pedazos pero que sigue siendo muy hermosa.

“Lástima que no seas colombiano”, decía entonces alguien y es que en esos días estaban dando alguna novela colombiana que los tenía a todos embelesados con el musical acento costeño. También me llamó la atención lo poco que el argentino decía la palabra “che”. En Cuba todos piensan que acá la gente vive llamándose che de continuo, no se imaginan que por lo general la gente apenas se refiere al otro como che, más bien dicen: chabón, boludo, flaco, y claro, señor o señora.

Yo venía de Cuba donde el saludo se da por supuesto, donde para preguntar una dirección o algo así, la gente no se toma el trabajo de decir “buenos días” y acá la gente tiene modales muy marcados, al menos desde el punto de vista de un cubano, preguntaba yo “¿Cómo llego a tal calle?” y mi interlocutor me miraba muy serio y decía “Buenos días primero” y antes de responder mi pregunta murmuraba para sí “no parece futbolista”. Luego me indicaba la dirección que por lo general era exacta. Muy diferente a lo que pasa en Buenos Aires donde sí se dan los buenos días, incluso con más empaque que en Jujuy, pero también pasa algo y es que a un tipo de porteño no le gusta admitir su desconocimiento, así que aunque no sepa cómo llegar a determinado lugar nunca lo reconoce, y con una facilidad pasmosa te dice “caminá dos cuadras y luego girás a la derecha, tres cuadras más volvés a doblar y estás ahí”. Antes de hacerlo, asegúrate de preguntarle a otro transeúnte, si las versiones coinciden, ve a donde te indican.

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Sí en Jujuy me confundían con un colombiano futbolista, acá suelen pensar que soy senegalés vendedor de cinturones y relojes, brasileño entrenador de zumba, o actor americano de visita por estos lares. Ese depende de cómo esté vestido, recuerdo que una vez andando por Belgrano, un desocupado de los que llenan las plazas me gritó “¡Will Smith!”, actor al que no me parezco en lo más mínimo.

Acá también he sufrido uno que otro ataque de xenofobia y racismo, pero han sido los menos, la verdad, como aquella mujer que en el tren me pidió que me fuera a mi país, o las veces que he estado invitado a una determinada ceremonia y a la hora de entrar me han dicho “es por invitación” mientras que a los demás no le han preguntado nada. Racismo sutil, pero racismo al fin, ese abunda más y es más difícil de distinguir. Pero creo que el argentino es uno de los pueblos más acogedores de esta América, la mayoría de las personas tiene una mirada curiosa respecto al otro, aunque al principio dado lo locuaz que suelen ser no lo parezca.

A las personas de acá, tienes que dejarlas hablar, que cuenten lo que deseen y que expresen sus opiniones acerca de tu país si lo han visitado o han leído algo o visto alguna película sobre Cuba, aprovechar que hagan silencio para servirse cerveza o agua y entonces hablar, contar lo vivido, entonces te escuchan con atención y se conmueven con lo que cuentas y aunque no estén de acuerdo, parten del hecho de que sabes más que ellos porque lo viviste. Esa es una buena cualidad que hace que el argentino sea muy amable, simpático y dado a solidarizarse.

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Llevo diez años acá, ya soy ciudadano argentino, he publicado libros, he conocido gente maravillosa y aunque extraño la isla donde vine al mundo, amo este país tan latinoamericano y europeo a la vez, tan contradictorio y amable. Ojalá que nunca se apague esa capacidad argentina de interesarse por el otro, de saber ser amigo y de cuidar esa amistad como en otros lugares se cuida al oro. Siempre lo he dicho cuando un argentino te dice soy tu amigo lo dice de verdad, porque lo cree. Acá es habitual que octogenarios conserven amistades de la infancia y hablen de cosas que pasaron hace setenta años como si hubieran trascurrido ayer. Yo me asombro escuchándolos, pasa en muy pocos lugares, creo.

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