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Nagorno Karabaj es una ciudad fantasma: bajo control militar de Azarbaiyán, solo quedan 1000 personas

Una calle vacía de Stepanakert, la principal ciudad de Nagorno Karabaj (Foto: AFP)Vista de la ciudad de Stepanakertde, en Nagorno Karabaj (Foto: Reuters)

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Nagorno Karabaj es hoy un territorio fantasma. Solo unos pocos karabajíes esperan ser transportados por el corredor de Lachín a Armenia, cuyo gobierno se enfrenta hoy a la gigantesca tarea logística y financiera de proporcionar a más de 100.000 refugiados un nuevo futuro en el país con el apoyo de voluntarios y trabajadores de la Cruz Roja.

Una misión de la ONU concluyó que casi todos los habitantes de este enclave armenio de Azerbaiyán abandonaron la región con destino a Armenia. Tras la ofensiva militar relámpago azerí que expulsó a los separatistas de origen armenio en un territorio disputado por ambos países, 100.520 karabajíes, sobre una población total estimada en 120.000, huyeron a Armenia.

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”La misión vio muy poca población local en la ciudad de Stepanakertde (Jankendi, para los azeríes, capital karabají). El equipo escuchó de sus interlocutores que entre 50 y 1000 armenios permanecen en la región”, señaló el comunicado de la oficina de Naciones Unidas en Azerbaiyán.

En el enclave solo permanecen algunos funcionarios y un grupo disperso de civiles.

No hay tiendas abiertas y el acceso a zonas rurales es limitado

Nagorno Karabaj está vacío. En la capital “la misión no vio ningún comercio abierto”, resaltó la nota de la ONU. En tanto, es muy “el limitado el acceso a las zonas rurales”.

”Es difícil determinar a estas alturas si la población local tiene intención de regresar. Lo que está claro es que hay necesidad de construir confianza, lo que requerirá tiempo y esfuerzo por todas las partes”, aseguró.

Vista de la ciudad de Stepanakertde, en Nagorno Karabaj (Foto: Reuters)
Vista de la ciudad de Stepanakertde, en Nagorno Karabaj (Foto: Reuters)

El grupo, encabezado por un alto funcionario de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios, Ramesh Rajasingham, y la coordinadora residente en Azerbaiyán, Vladanka Andreeva, se mostró “sorprendido” por el apuro con el que la población local abandonó sus hogares.

”La misión no se topó con ninguna información de la población local entrevistada o de los interlocutores sobre incidentes de violencia contra civiles tras el último cese del fuego”, apuntó.

Por qué Armenia y Azerbaiyán se disputan el enclave de Nagorno Karabaj

La autoproclamada república de Nagorno Karabaj capituló y anunció su disolución como territorio independiente desde 1991 tras la victoriosa operación militar azerbaiyana lanzada por Bakú el 19 de septiembre.

Azerbaiyán presentó el lunes su plan de reintegración del territorio, que incluye la designación de representantes especiales del presidente azerbaiyano, Ilham Alíev, al frente de las divisiones administrativas pobladas por armenios, y la celebración de elecciones municipales de conformidad con la legislación vigente.

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Según datos oficiales, la población karabají antes del éxodo masivo ascendía a unos 120.000 habitantes, el 99 % de ellos armenios. El enclave fue entregado al control azerí durante los tiempos de la Unión Soviética.

Armenia y Azerbaiyán se han disputado históricamente el enclave, ubicado dentro del territorio azerí, pero poblado por una mayoría de armenios. El conflicto fue motivo de dos guerras -en 1988 y 2020- y recrudeció la semana pasada, con un ataque relámpago de Azerbaiyán que forzó el desarme y la retirada de las fuerzas proarmenias de la región en disputa.

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El sosiego, el anzuelo y un libro

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“Me gustas cuando callas porque estás como ausente”, sentencia Pablo Neruda en su Poema XV que tanta polémica despierta. Durante mucho tiempo se lo entendió como un acto de adoración: le conmovía el mundo secreto de la mujer amada. Con el tiempo, el feminismo -y otras y otros también- lo señalaron con el dedo: ¿hacía Neruda una apología de una relación asimétrica donde ella está impregnada por el silencio?

Las respuestas pueden ser múltiples pero el verso abre paso a discutir el rol de las palabras y del sosiego. Disfruto hablar con mi gente imprescindible, también saber que podemos pasar ratos de calma, de quietud, de miradas sin necesidad de pronunciar una sílaba. Cuando eso se logra sin tensión, sin que aparezca una tos nerviosa o una referencia al clima es porque hay entendimiento. Podemos compartir mundos y confidencias sin necesidad de decirlos. Se sienten, se perciben. Es una comunicación paralela al diálogo, la certeza de que uno se conoce tanto que basta con escuchar la respiración y admirar los gestos.

Pese a amar los silencios, pescar no me ha atraído. Lo hice pocas veces en mi vida. Una, de chico y otra, ya padre, con mi mujer y mis hijos pequeños. Aquella vez el varón sacó un dientudito de la laguna de Chascomús -luego lo volvió a tirar al agua, le daba pena- y esa foto (él con el pececito en una bolsa con agua) es una de las imágenes entrañables de la familia. No sé si por haber callado, pero sí por participar de una práctica ancestral: buscar el alimento y no ir a comprarlo al supermercado.

Si bien la caña y el anzuelo no han sido centrales, sí lo ha sido la búsqueda de un espacio de serenidad. De encuentro. Para mí es el tiempo de lectura. Pocas postales me dicen más que un sillón -si de cuero gastado, mejor- con una buena luz en el que poder refugiarse con un libro que nos descoloque un poco. O un mucho. No voy a la pesca de peces, cierto, pero sí a la de ideas, a un momento vital en que todo parece cobrar sentido.

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