Un brote de triquinosis mantiene en alerta a distintas localidades de Córdoba donde, según el Ministerio de Salud, ya se registraron unos 41 casos. Según pudo averiguar el departamento de zoonosis de ese ministerio, todos los casos muestran un punto en común, el consumo de chacinados, aunque no se pudo precisar si hay algún nexo entre los contagios registrados.
Las cifras preocupan a las autoridades sanitarias de la provincia de Córdoba: a este martes, son 41 los casos de triquinosis que hospitales públicos y privados de la provincia mediterránea se encuentran atendiendo. Tres de las personas contagiadas permanecen internadas y en estado de observación; el restante de los pacientes relevados muestra una evolución clínica favorable.
Sin embargo, desde el Ministerio de Salud de la provincia de Córdoba intentan discernir nexos entre los casos, dado a que todos refieren a cinco localidades, en las cuales se reportaron más de un caso: 14 en Córdoba capital, 17 en Costa Sacate (60 km al sur de la capital), seis en Río Cuarto (más de 200 km al sur), dos en Las Arrias (casi 200 km al noreste) y dos en Los Molinos (poco más de 60 km al sudoeste).
De acuerdo a la información que manejan los investigadores, los cuatro primeros brotes (el 95% de los casos; Córdoba capital, Costa Sacate, Río Cuarto y Las Arrias) responden a la ingesta, por parte de los contagiados, de chacinados que fueron comprados en negocios locales. El restante se debe a la ingesta de carne resultado de una faena domiciliaria.
Lo que más preocupa a los investigadores de Zoonosis, del Ministerio de Salud, y también a los de la Dirección General de Fiscalízación y Control (Ministerio de Bioagroindustria) y la Senasa, es discernir si existe algún nexo causal entre el total de los casos, para poder evitar futuros brotes. Por el momento, todo cuanto pudieron averiguar es que sí hay relación entre los casos que se dieron dentro de las mismas localidades.
¿Qué es la triquinosis?
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La triquinosis es una enfermedad de tipo parasitaria que se transmite a los humanos por la ingesta de carne de cerdo cruda o mal cocida, por el desarrollo del parásito Trichinella Spiralis en el intestino de quien comiera carne contaminada. Los síntomas que aquejan al paciente que contrajo la triquinosis van desde la fiebre, el dolor muscular intenso (al respirar, masticar o al mover las extremidades), dolor de cabeza, la hinchazón en la zona de los ojos, hasta síntomas de tipo gastrointestinal, como diarrea o vómitos.
Si es tratada a tiempo, puede derivar en infecciones leves que no necesitan tratamiento farmacológico. Pero también existe la posibilidad de complicaciones, como ser encefalitis (infección e inflamación del cerebro), insuficiencia cardíaca, problemas en el ritmo cardíaco o neumonía.
¿Cómo evitar la triquinosis?
Desde el ámbito sanitario, se recomienda evitar la compra e ingestión de carne de cerdo o de chacinados de lugares no habilitados por las áreas de bromatología de las respectivas jurisdicciones.
Tambien el congelamiento de la carne de cerdo a una temperatura baja (por debajo de los -5°C) por tres o cuatro semanas muestra cierta efectividad para matar al parásito Trichinella Spiralis. Sin embargo, este método no es del todo infalible, por lo que las autoridades recomiendan también verificar los rótulos del envase en que se envuelve la carne de cerdo para su venta, para saber si el establecimiento productor está correctamente habilitado, de acuerdo a las condiciones recomendables de fabricación y mantenimiento del producto.
Con las piernas aprisionadas, de espaldas al suelo, apenas supo que podía mover un brazo comenzó a palpar lo que podía tener alrededor de su mano izquierda, hasta que dio con una piedra: «ta ta ta… taaa taaa taaa… ta ta ta», S.O.S, el código internacional de socorro en Morse, con el que María Josefa Bonazza (73), la única persona rescatada con vida entre los escombros del derrumbe del edificio en Villa Gesell, golpeando en repetición constante, consiguió avisar a los rescatistas dónde se encontraba.
«Le pregunté a Mariano, el bombero que me hablaba, y me dijo que me habían encontrado por eso. Todo el mundo lo tiene que saber, hay universitarios que no saben ni lo que es, y te puede salvar la vida», dice María a Clarín en la sala del Hospital Fossati de Balcarce, donde termina de recuperse, sobre el SOS que puso en alerta a los rescatistas. Pero no fue su única estrategia para sobrevivir: también aplicó técnicas de yoga.
No podía verlo, pero sabía que junto a ella estaba su marido,Federico Ciocchini (84), un reconocido artista plástico de Balcarce. «No sufrió mucho porque fue instantáneo, no sentí una respiración agónica que me dijera que estaba sufriendo. Yo le hablaba: ‘Tesoro’, fue un derrumbe, ya nos van a venir a rescatar».
El mismo día del derrumbe, «Pelusa», como la conocen en Balcarce, viajó en remís con su esposo a Villa Gesell para acondicionar el departamento que tenían en el edificio lindero al Apart Hotel Dubrovnik, porque lo habían alquilado. Habían comido en el centro, temprano, y se acostaron.
Pasada la medianoche los despertó «un ruido ensordecedor; él me preguntó si lo había oído, y después, enseguida, hubo otros dos ruidos como explosiones y se nos vino todo encima. Escuché solo un quejido de él. Quedate tranquilo», cuenta que le decía.
Con una fortaleza singular, apenas sufrió una pequeña fractura en el radio del brazo derecho, algunos magullones y raspaduras, y después de haber permanecido 10 horas sepultada bajo toneladas de escombros, la sobreviviente de la tragedia que se cobró la vida de por los menos 7 personas, hace un relato minucioso sobre lo que ocurrió luego.
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«Se nos viene todo encima y con algún material se forma arriba mío como una forma de cúpula, y sentí que corría aire, de un lado y de otro, sabía que podía respirar, entonces le dije a Fede que nos quedemos tranquilos, nos tenemos que quedar quietos. Ya no me contestó«.
Aún paralizada por vigas sobre sus piernas, «en ningún momento perdí la calma porque tenía la certeza que nos iban a salvar. Todavía no sabía que mi maridito había muerto. Decidí que no tenía que gastar energía, y de pronto sentí una sirena lejana. ¡No te puedo explicar la emoción que sentí cuando la escuché!«
«Me quedé quietita esperando algún ruido y cuando escuché algo, sabiendo que podía respirar, comencé con los gritos. Respondan si me escuchan, repetía. Empecé a manotear y encontré la piedra. Empecé a hacer el código Morse con la piedra: ta ta ta… taaa taaa taaa… ta ta ta… Así supieron que había una persona consciente del otro lado y pidiendo ayuda», narra la mujer que se recibió de abogada aunque nunca ejerció, hija de «un personaje» de Balcarce, como recordó a su padre, Severio Bonazza, un hombre que «tenía el mejor humor del mundo».
Su hermana Doris la acompaña en el hospital balcarceño, también María Elena, una prima. Desde la ventana de la habitación en el primer piso puede ver su casa, de estilo colonial. Pero cuando le den el alta, y sabe que no falta mucho, primero irá a parar unos días a casa de Doris, quien recuerda que Silvia, una hermana fallecida, y su mamá, «cuando nadie sabía de qué se trataba ni conocía la palabra yoga, ya lo practicaban, y eso también le sirvió a ella para sobrevivir».
Cuenta María que haber respirado con técnicas del yoga la ayudaron a mantener la calma, luego la ayudó la voz del bombero de nombre Mariano, a quien quiere conocer, quien le hablaba «cada cinco minutos».
Le hicieron llegar de algún modo una pequeña cámara y que por ese diálogo los rescatistas pudieron «hacerse un mapa de donde estaba yo, me preguntaban dónde sentía los golpes que hacían, si cerca de la cabeza o dónde, y así supieron la posición en que estaba mi cuerpo».
Dice que una preocupación en medio del rescate fue una piedra que le había quedado cerca de la boca. «Solo me quedó la cara libre, como si fuera una corona de piedras alrededor, pero una piedra, cuando hablaba, se me venía hacía la boca, y yo la intentaba alejar con la lengua. Tenía ese miedo».
«Pero me salvaron mis ángeles, los bomberos, las enfermeras, los médicos, el encargado Carlos Cantagliano, que les dijo dónde podíamos estar, y ahora mis parientes que ma acompañan. Después, no sé, una fatalidad, creo que una casualidad nos puso ahí. Yo no creía mucho en los milagros, bueno, ahora tendré que creer».
Cuando los rescatistas pudieron llegar a ellos, recuperaron primero el cuerpo de Federico Ciocchini. En un sollozo contenido, María cuenta que ya entonces sabía que había muerto, aunque nadie se lo dijo en ese momento. «Sentí cómo lo sacaban. Vivimos 48 años de amor, felices, una vida hermosa. No estoy angustiada, ni furiosa, estoy triste por mi amorcito, porque me falta mi amor. Me queda recordarlo».